El rey ha muerto
Sus cenizas calcinadas
Son restos de los sueños encerrados en la roca
Son restos de las voces amputadas de tanta gente
Han muerto los juglares y los escribanos
También los poetas de versos tristes
Y los pintores de arcoíris
Una resaca de sesenta años
Aplasta tras la borrachera
Embriaguez de tantos sueños, consignas y penas
El rey ha muerto rodeado de fantasmas viejos y flacos
De herejes, de conversos, de cadáveres y ruinas
Sus restos no descansan porque son violentos
Son un pájaro oscuro hurgando en la herida
Han padecido los mortales, los ansiosos y los condenados
Han padecido todos aunque algunos no lo cuentan
En la comarca del bosque
Un incendio lo quemó todo
Cuando crece el pasto nuevo
Revive el fuego y lo abrasa
En una orilla gritan el diablo y sus secuaces
En la otra los duendes hacen una fiesta
El rey ha muerto
Nada se compone todavía
Su pesada corona es más que una mordaza
Es una cuchilla, una guillotina
Es una peste fatal
Una batalla oscura en una guerra sucia
Los inquisidores siguen allí
Blandiendo sus púas y lenguas afiladas
Quemando los viejos árboles del bosque
Calcinando los brotes nuevos
Amputando todo, piernas, brazos, lenguas, sueños y veleros
Los inquisidores están nerviosos
Porque la isla languidece aunque no muere
Solo duerme un narcótico sueño
Esperando un disparo
Una avalancha o el brusco golpe de la ola
La isla yace dormida en una pesadilla
Mientras tanto se remece
Soñando con otra vida, con otro sueño
Sin rey, sin amo y sin castigo
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