Lee el escrito con la música del link, sí puedes con audifonos, al final medita con la puerta cerrada, la luz apagada, cierra los ojos y con la misma música, viaja al futuro que quieres ver:
Humanidad, una especie peculiar como interesante, la prueba innegable que está vivo el cosmos y es consciente de sí mismo pero por milenios, ignoró lo misterioso e impredecible que puede ser. Hablar de los cimientos de la humanidad es hablar de errores, imperfección y arrogancia. En el proceso de crecer en un nuevo milenio, la humanidad cual niño de pecho, se volvió curiosa; cuál adolescente en un mundo que no conoce y tampoco entiende del mismo. La mente es la herramienta más fuerte que tiene -como humanidad-, todo ser qué se haga llamar humano, tiene el potencial para crecer, construir y destruir su alrededor… claro, cada quién forja un sendero diferente, los medios; les dicen, todo es posible en la mente de un humano; impredecibles. La humanidad creció lento, las pocas mentes pero fuertes, forjaron el destino de muchas otras, sin que estas fueran resistencia para aquellas mentes formidables, para otros; mentes enfermas, abominables, llenas de un poder envidiable. Nadie puede negar el espíritu que tiene esta especie, no importa que hayan varado por cientos de años en la penumbra de su virtud, pues está misma fue la que en poco tiempo los llevo a una plenitud inimaginable de prosperidad. La humanidad se subestimo por cientos de años, pero ya no… ya no más, la sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario, es algo tan primitivo en ellos como sí, al momento de su creación hubieran sido alimentados por esto que le llaman miedo. No existió más en su ser, los llevo a una nueva etapa de gloria. Una etapa que nunca imaginaron llegar; época de almendra y miel, en un entorno de esperanza. Las generaciones pasaron, pasaron y pasaron como las historias míticas de un pueblo, una sensación de pertenencia pero alejada de lo que puedes ver. Es indudable que la humanidad no solo marco su tiempo, también marco el tiempo del todo, en un lugar donde solo existía la nada y en espacios lejanos se encontraban monstruos, monstruos como leyendas; inimaginables, solo vistos en números y gráficas para entendimiento humano, pero cuando la imagen de aquellos colosos de cosmos pegan en la iris de tu ojo, el crepúsculo cual el amanecer valen lo mismo que tu existencia momentánea; nada.
La humanidad apenas está cerca de pasar a una edad nueva, una edad de madurez… como antes de salir, de la penumbra, la desesperación inunda nuestros sentidos, son males innecesarios para crecer y cambiar; lo entienden bien, la guerra es la solución.
La guerra es algo tan común en las páginas de nuestra historia como seres, todos aquí la hemos vivido. La guerra es impredecible, gana el que comete menos errores y el humano por ser, se compone de errores y en los errores se encuentra nuestra humanidad; algo es seguro… la muerte de los que amamos es segura. No somos los primeros que sufrimos el desgarrador sentimiento de perder a un ser querido, un ser, que disfrutábamos escucharlo aún que fueran sólo quejas de su día. Verlo recordar sus anécdotas de los tramos de su vida, y ver las expresiones de su rostro al contarlas; el sentimiento de compañía y el cómo nos hacía sentir su espíritu. La pérdida duele, las madres ancestrales decían: qué el dolor que sentimos al perder un ser amado, es el sentimiento más egoísta que nosotros podemos sentir en vida. Nos duele la perdida, daríamos todo por no sentirnos así. Pensamos en nosotros mismos y vemos como su partida se lleva algo de nosotros, y es aquí, en ese punto de despedida, en ese desprendimiento de nuestro ser, es donde los defectos y las virtudes de nuestro espíritu toman un papel importante sobre nuestro destino. Las emociones se convierten en una semilla, los recuerdos como memorias serán los que nutran las raíces y con el tiempo recogeremos el fruto de esto. La guerra es la acción, solo es la consecuencia de nuestro sentir, un sentir que todos compartimos, pero la muerte, es lo que provoca y define nuestro ser, es lo que marca nuestro destino en este mundo. El como vemos la muerte y como la sentimos, hace una división entre los hombres fuertes y los débiles, los líderes y los oprimidos. Es gracias a esto, que los hombres forjan el mundo y deciden entre la paz y los tiempos rojos que hoy vivimos. El mundo es testigo de esto, no importa que tan civilizados nos consideremos. Las páginas de nuestra historia están escritas con sangre, con la muerte empezaron los días rojos y la muerte hará los días de paz.
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