Creatividad ahogada

Tras tragarme en un tiempo record una de las series más adolescentes que se ha creado en los últimos años, he llegado a dos conclusiones: la primera, que soy muy mala seguidora de series, las engullo como un bocadillo a las cinco de la tarde, después de un día entero sin comer; y la segunda, que las lecciones vitales son importantes, pero aún más lo es enseñar a convertir esas experiencias en arte.

A lo que voy, es que, a pesar de estar orgullosa de haber nacido y crecido en un país tan culturalmente rico como el nuestro, echo de menos algo que es tan imprescindible como preservar el patrimonio histórico y los avances en I+D+I que tanto preocupan, en los que tanto organizaciones públicas como privadas se vuelcan sin descanso: la creatividad.

¿Puede haber algo más importante que una sociedad de mentes pensantes, despiertas, abiertas, curiosas y autoanalíticas? A mi entender, no. Es imprescindible, incuestionable e irrefutable, que sin la suficiente cantidad de pensamientos libres y espontáneos, el mundo que hoy conocemos no sería posible. ¿Por qué en España no se fomenta la creatividad?, ¿Por qué un niño de diez años detesta que le marquen como deberes un relato con el que tenga que expresar algo que está en su imaginación? Analicemos el problema:

Para empezar, es posible que la culpable sea la sociedad del eternamente problemático siglo XXI: una sociedad automatizada, donde la imaginación de un niño se reduce a lo que otro ha convertido en una realidad virtual, en la que la expresión más espontánea consiste en el uso de onomatopeyas, y los sentimientos no van más allá de los deportes y las series de televisión. ¿Pero podemos culpar a algo tan reciente por la falta de creatividad en un país entero?

Por otro lado, existe el factor TALENTO, afirmar que cualquier joven sabrá expresar sus sentimientos mejor que otro simplemente por el hecho de que está mejor capacitado para ello, es como decir que unos llegarán y otros se quedarán por el camino, ciñéndonos a las capacidades individuales predeterminadas de cada uno de nosotros. Y aunque la teoría podría ser válida, y suelo ser partidaria de explotar los «dones» innatos de cada uno, sin buscar metas que estén demasiado lejos de lo probable; también opino que en el riesgo está la ambición y en la educación la creación.

Así mismo, es posible que no todos quieran ser creativos ni espontáneos, incluso que impartir algo tan subjetivo como la creatividad puede ser algo complicado, pero ¿qué mejor campo de trabajo puede haber, que las mentes recién creadas y en plena estructuración de jóvenes en una etapa emocional y confusa de sus vidas? No consiste en obligar, sino en fomentar, no todos tendrán o querrán tener esa mente en continuo funcionamiento vital, pero el que quiera, y el que la tenga, agradecerá tener un lugar donde explotarla.

Resumiendo, la creatividad es la mayor de las innovaciones, y sobretodo, una mente joven y despierta es un diamante en bruto: personas que teman el fracaso pero que sepan fracasar, dispuestas a desnudarse emocionalmente, activas y analíticas, que sepan vivir intensamente el momento más banal. Existen, son reales y están escondidas, reprimidas, destinadas a hacerse oír de las maneras más desesperadas, y muchas veces sin éxito.

Con todo esto, no quiero denunciar la existencia de personas calladas por la falta de espacios donde poder expresarse, hablo de algo mucho más profundo, hablo de no convertir en ciencia todo lo que se imparte, y que se abra un hueco en nuestro tecnológico mundo para lo abstracto, para lo intimo, para la personalización de la persona, para que todos esos cuerpos que vemos en las calles cada día pasen a ser almas: vidas con un fondo más profundo, el cual pueda ser desarrollado. Necesitamos que los sentimientos y las emociones importen fuera de las películas románticas.

Aunque puede que esté equivocada, y que lo único que necesitemos sea emanciparnos del mundo saturado en el que vivimos y tener tiempo para la reflexión individual; sin embargo tengo serias dudas de si sería posible, o si sería positivo que a todos se nos ocurriera a la vez.

Foto de portada por Álex Dieguez Morato

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS