Enfrentarnos a nosotros mismos, a nuestros maestros, nuestras creencias, nuestro universo y nuestros miedos, aquellos que tenemos tan aferrados que mueven montañas de oro y crean nuevos caminos, muchas veces en direccion opuesta. Aprender a crecer, cambiando de aire, buscando la paz y nuestro propio Dios.
Dios del yo le llamaba, aquel que no necesitaba mas que un seguidor, y yo conocia ese seguidor, aunque a veces dudaba de el, aunque a veces lo insultaba al ver que se desviaba, a aquel en quien no siempre confiaba, pero lo iba construyendo, con mi propia fé, mi propio dolor, mis propias sabidurias.
OPINIONES Y COMENTARIOS