Esta entrevista, primera de una serie, se realizó en el marco de un intercambio con la escritora Marta Sanz tras alertarle un responsable de la Fundación Escritura(s), de que un artículo suyo publicado en la prensa digital de mayor difusión había sido supuestamente editado por un robot, en un régimen que podría considerarse en el borde de la co-escritura, debido al desproporcionado abanico de significados que introducía con sus intervenciones sobre el texto original. En resumen, un robot lo habría minado de enlaces de forma totalmente arbitraria, desplegándolo en direcciones caprichosas y en general nada ajustadas a la intención de la autora al escribir las palabras de las que el robot habría decidido adueñarse. Ojo, hablar de robot en este contexto requeriría ciertas aclaraciones.

Dada la gravedad de lo detectado en la versión digital de su artículo, el mencionado intercambio con la escritora que dio pie a esta entrevista, suscitó en continuidad la iniciativa de abrir en el club de Escritura de la Fundación Escritura(s) un debate público en el que escuchar también la opinión de otros escritores y responsables de cultura de diversos diarios de gran difusión sobre el gran tema de fondo que latía sobre el caso: el complejo tránsito de los hábitos de lectura y escritura del papel a las páginas pantallas —webs, ebooks, smartphones, prensa digital…—, en el que los medios de comunicación escrita tradicionales cobran hoy un gran protagonismo con sus ediciones digitales, ediciones que alcanzan incomparablemente más lectores que las de papel. Quien tenga interés en conocer los detalles del intercambio con Marta Sanz sobre el artículo en cuestión, hemos publicado en el club una selección.

Dando paso ya a la entrevista con la autora, presentarla recordando que Marta Sanz ha publicado hasta la fecha varias novelas que han recibido gran acogida entre la crítica más exigente, y es colaboradora como articulista en distintos medios. Doctora en Literatura Contemporánea, ha recibido también formación en escritura creativa y ha coordinado diversos talleres de escritura. En Fuentetaja ha impartido un taller sobre la construcción del personaje, varios ediciones de un taller sobre novela negra, detectivesca y criminal, y una masterclass bajo el título «Escribir la propia vida». Su última novela, «Clavícula», es una indagación de naturaleza literaria alrededor de un intenso dolor físico y sin explicación médica vivido por la autora durante un tiempo prolongado.

¿Cómo es tu rutina de escritura llegada la hora de poner en manos de lo digital lo que deseas escribir?

Exactamente igual que si el mundo no hubiese cambiado. No solo soy inocente, sino posiblemente inconsciente e irresponsable. Cuando me pongo a escribir un artículo no preveo que un editor (humano o no) vaya a seleccionar palabras para abrir hipertextos ni a qué lugares van a remitir esos enlaces. A veces echo mucho de menos a un buen editor humano que me señale las faltas y los despistes, las incorrecciones a la hora de escribir un nombre. Pero en realidad mi mente funciona con una especie de inocencia analógica irresponsable que solo tiene en cuenta la cohesión y la coherencia de mi texto, cómo se van a incardinar el contenido y la forma. Sobre este proceso de escritura analógica sobrevuela un miedo digital (espurio e infantil): el de los comentarios al artículo que escribo; un temor que en mi caso es doblemente estúpido, ya que procuro escribir dándole otra vuelta de tuerca a la ideología invisible (dominante) y eso solo puede producirme disgustos. Otro aspecto interesante sería analizar las formas (inexistentes) de diálogo que se crean entre los autores de los textos en los periódicos digitales de gran difusión y sus lectores y/o comentaristas. Cómo muta el concepto de respeto y cómo se corrompe demagógicamente la democracia.

Como escritora por una parte y como persona por otra, es decir, como herramienta de trabajo y como herramienta de vida, ¿cómo describirías tu relación con tu teléfono, tu ordenador, tu tableta?

Dependencia y cierto resquemor. Ganas de soltarlo e imposibilidad de hacerlo. Miedo a perderme y deseo de perderme. Anhelo de que ocurra algo maravilloso todo el tiempo. Prevención ante las malas noticias y las frustraciones cuando se conecta la máquina. Muchos motivos para no hacer lo que quiero o tengo que hacer. Proliferación de elementos distractores. Espejismo de que ante mí se abre un mundo de posibilidades. Casi nunca las encuentro. Sensación de impericia, torpeza, vejez, lentitud. Irritabilidad.

¿Has percibido alguna modificación en tu forma de pensar y estructurar un escrito cuando confrontas el recuerdo de tus tiempos de iniciación —que presupongo 100% analógicos— y los actuales, en que inevitablemente nuestro tiempo de lectura y escritura en el papel rivaliza con el que se consume en las páginas pantallas? ¿En qué aspectos significativos ha cambiado el ordenador y otros dispositivos y recursos digitales tu método de trabajo?

Ha cambiado mi forma de leer. Ha cambiado la intensidad de mi concentración. Ha cambiado mi concepto de lo largo y de lo breve. Mi idea del aburrimiento. Mientras escribo busco en internet y tengo la impresión de que eso a veces no enriquece mi imaginario, sino que me distrae. Y todo eso inevitablemente ha tenido que incidir en que se produzcan transformaciones en mi forma de escribir. También tengo mucho más miedo que antes. Y ese miedo a veces me paraliza y a veces me hace ser mucho más intrépida (o procurarlo al menos). Supongo que me he puerilizado como todo el mundo.

¿Percibes alguna distinción generacional significativa en relación con la estructura y el manejo del lenguaje de sus textos en las/los autores/as que sigues (te sé lectora voraz) y que por edad manejan con mayor fluidez el ámbito de recursos digitales?

Estoy segura de que el tránsito de los modos de procesamiento de la información y expresión analógicos a los digitales permeabilizan nuestra interpretación y nuestra escritura. La de todos. No creo que nadie vaya a poder ejercer una resistencia anquilosante (o luminosa o política) con su palanqueta reaccionaria. Creo que se nos van a hipertrofiar los pulgares a todos y que nuestro cerebro no va a funcionar de la misma manera. Esta afirmación no pretende ser apocalíptica ni por un momento. Con todo esto lo que quiero decir es que la transformación está ahí y lo empapa todo, pero en los escritores más jóvenes lo que percibo son modalidades de experimentación que aspiran a sacar un partido del nuevo mundo digital que a veces es gozosamente artificioso y otras veces es artificioso sin más.

También tengo la sensación de que la sintaxis del hipetexto, definida tal vez por la ruta de navegación, sustituye la profundidad o la violencia de la sintaxis gramatical, lingüística, el posible relieve significativo del encadenamiento complejo de las palabras en proposiciones, frases, estructuras subordinadas. Como si la sintaxis del hipetexto y su cacareada velocidad nos quitaran capacidad para entender la combinatoria de un lenguaje que en sus posiciones gimnásticas y en sus contorsiones nos ilumina. Perdemos una acepción clásica de poesía y de lenguaje como epifanía y acabamos buscando otro tipo de epifanías más relacionadas con el deslumbramiento tecnológico. Me parece.

O/y, más en concreto, al igual que es un hecho demostrado lo profundamente que el cine ha afectado e influido en la novela, ¿en qué detalles concretos crees que estaría afectando e influyendo en las/los escritoras/es más jóvenes que tú sigas los nuevos recursos y rutinas de expresión y comunicación que dominan sus relaciones desde la infancia o adolescencia —chats, videojuegos en grupo, mensajería multi-registro, tinder, etc—?

Brevedad, fragmentación, intermedialidad. Una cierta confusión que nos lleva a pensar que expandirse es lo mismo que profundizar. La necesidad permanente del estímulo. Yo tengo un poco de miedo de que todos acabemos convirtiéndonos en ludópatas de la lectura: siempre estimulados por el recuerdo de que en el visor de la máquina aparezcan los tres melones y la música que los acompaña.

¿Tienes un espacio de corrección concedido para volver a tu texto en Babelia, editarlo y reparar los desaguisados sobre los que te he alertado?

No lo sé. Nunca me he preocupado de preguntarlo

¿Los temas de los artículos que escribes para la prensa son iniciativa tuya o son un trabajo de encargo que asumes como parte de una necesidad de sobrevivencia, tanto económica como puramente profesional (vamos, que o se está en el candelero o uno se va a pique y hay que trabajar en otra profesión)?

Normalmente, para la prensa digital, escribo textos por encargo. Otras veces, hago una sugerencia y esa sugerencia tiene eco. A veces tengo ganas de hablar en público. Otras me produce temor porque sé que lo que voy a decir genera un espacio disidente y yo, pese a lo que pueda parecer, no me sé desenvolver en la polémica. Tengo un carácter conciliador y no me gusta la sobreexposición: me debilita y me produce dolores de Clavícula. Pero no me queda más remedio. Vivo en el vórtice de esa paradoja tonta y autodestructiva. Tengo que vivir y sé que tengo el privilegio de poderlo hacer escribiendo. Con mis ratos excelentes y mis ratos horrorosos. Con mis contradicciones a cuestas. Como casi todo el mundo en casi todos los oficios.

Si efectivamente un robot entró sin contemplaciones en tu artículo «¿Es posible una literatura de urgencia?», ¿qué sentimiento te provoca?

Miedo. Impotencia. Sobre todo, porque tal y como lo planteas se produce una usurpación de la intención, la mirada y la voz. Una interferencia permanente que redunda en que el mundo sea ideológicamente plano. Escriba lo que escriba, otros o algo por debajo o por encima van a estar escribiendo otra cosa: el estribillo de siempre, la tendencia. Vivo con estupor la paradoja de que en la época en la que se supone que la autoría ha dejado de tener sentido porque la posibilidad del pensamiento en común y del texto colectivo resulta mucho menos impositiva y democrática, en realidad, no es eso lo que está sucediendo: lo que está sucediendo es que la autoría deja de tener sentido porque las voces son homogeneizadas no ya por las posibles manipulaciones del paratexto analógico (siempre estuvieron ahí resaltando, poniendo mayúscula o minúscula, saliendo en portada o en breve…), sino por las redes que aparentemente son de todos, pero en realidad tienen dueño y se mueven por intereses económicos y políticos tan enormes como los de los medios de comunicación tradicionales.

¿Qué proyección a futuro te suscitan estas dinámicas si no consiguiésemos ponerles coto? Y no me refiero a las de carácter político y social —de por sí aberrantes— sino a las relativas estrictamente a tu oficio y pasión por la escritura y la lectura.

Temo que un ruido permanente, un universo gárrulo, un ruido blanco camufle el silencio total, la total falta de voz. Temo formar parte de ese ruido y no darme cuenta. Temo que la fascinación por los soportes genere un tipo de discurso aparentemente vacío que, en realidad, sea un modo continuo de publicitación del soporte.

Personalmente y como de sobra habrás deducido tras nuestro intercambio previo a esta entrevista, yo negocio con los lados positivos que veo en muchos recursos expresivos digitales. ¿Tú les ves alguna ventaja? ¿Por qué recursos estrictamente digitales te has dejado seducir a la hora de abordar tu oficio?

Relaciones entre los medios y modos, no solo entre los textos, sino también entre las disciplinas artísticas y sus soportes, para generar nuevos significados. En Clavícula intercalo fotos para subrayar el desmembramiento corporal a través de la hibridación constructiva; el primer plano deformante intensifica el dolor y la falta de fotogenia frente al deber ser de una determinada forma de belleza. La foto me permite contradecir lo común y romper mi propio texto. El planteamiento de Daniela Astor y la caja negra juega con la idea de que la realidad cambia no solo en función del punto de vista que la relate, sino en función del soporte que la contenga: no es lo mismo «interpretar» la misma historia desde el género del falso documental que desde la novela de aprendizaje. Toda la novela es un juego que se basa en la écfrasis: cómo relatamos las imágenes y cómo las imágenes nos relatan. Hay que recordar que esta novela habla del cuerpo de las mujeres centrándose en las actrices del destape y también aborda el crecimiento de un cuerpo en paralelo al crecimiento de un país. Adolescencia y democracia. Liberación, esperanza y miedo ante el futuro. Necesidad intensa de vivirlo. En el e-book, las partes dedicadas al falso documental están cosidas con enlaces a hipertextos, esta vez seleccionados por la autora-narradora de la novela/documental (que no soy yo), que a veces subrayan lo dicho, lo ilustran, a veces lo contradicen o provocan un efecto cómico, mientras que otras veces son expresivos por sí mismos. En este caso creo que la expansión sí profundiza, pero a la vez hay un intento de parodiar las nuevas formas epidérmicas (e inevitables) de escribir la historia desde lo pequeño, lo anecdótico o lo intrascendente. Todo es la cara b.

De estas preguntas se pueden deducir muchas otras que no dudo tú misma te vendrías haciendo mucho antes de que yo te escribiese.

¿Cuáles son las que más te inquietan? ¿En qué punto tienes las respuestas, caso que alguna haya conseguido al menos esbozarse —no olvido que ambos somos creadores: nuestro trabajo no es hacer predicción ni dar soluciones, pero sí concienciar sobre las preguntas y atisbar respuestas posibles, siempre en plural que para eso sirven la imaginación y los personajes—?

Me pregunto cuál es el límite entre ser reaccionaria y asumir acríticamente transformaciones que para mí resultan perversas. Procuro rentabilizar los aspectos positivos de la metamorfosis digital pero no puedo evitar estremecerme ante una homogeneización que se trasviste de pluralidad, ante nuevas formas de analfabetismo que solo nos llevan a entender lo literal, ante las nuevas cazas de brujas, hacia las opiniones viscerales, ante el descrédito del estudio, ante la vigilancia asumida, ante las nuevas formas de socialización que hacen prevalecer lo virtual frente a lo material, ante la geolocalización, la psicopolítica y la sospecha de que todo, todo es publicidad. Me inquieta el hecho cierto de que me estoy haciendo vertiginosamente vieja y de que conversar, leer y escribir se han convertido en acciones que implican movimientos que despiertan mi curiosidad y otros que me generan desconfianza. Todo esto ha sucedido siempre, pero hoy sucede a mayor velocidad y con un zoom del 100%. Necesitamos encontrar una comunidad y esa comunidad, al menos para mí, cada vez es más extraña.

Muchas gracias, Marta, por el tiempo, interés y sensibilidad que has puesto para responder a nuestras preguntas.

(NOTA- Para los lectores no avisados, los subrayados en verde que aparecen en la introducción a esta entrevista y en una de las preguntas no son enlaces convencionales. Para saber más sobre las posibilidades de este potente recurso de escritura digital, haga clic en éste; no se preocupe, no le sacará de esta página ?.)

Entrevista realizada a finales de Agosto de 2017 por Ramón Cañelles, co-director de Fundación Escritura(s) y de Talleres de Escritura Fuentetaja.

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