BENONI ( inconclusa)

BENONI ( inconclusa)

Fran N. Silvero

28/06/2020

Capítulo I

Odio tener que trabajar en invierno, siendo una época tan cálida para quedarse en casa y hacer nada prácticamente, y tan fría para salir a la calle a hacer algo solamente.
Volvía ya sentado en el subte después de un ajetreado día de trabajo, y mientras descifraba las fatigadas caras de los pasajeros del subterráneo, me atreví a pensar en el por qué de todo esto en la vida, «vivir para trabajar y trabajar para vivir», qué clase de objetivo o ambición podrían tener esas personas cansadas y deterioradas con las que viajaba aquella tarde. Por mi parte no tengo ninguna ambición. Sí, terminé mis estudios pero no porque quisiera o porque me gusta ser licenciado en administración de empresas, sino porque sé muy bien que solo es pobre el que carece de conocimiento, y sufrí tanto la pobreza en mi vida que para ser sincero no quería tener que aguantarla en ninguna de sus versiones, ni siquiera en aquella en la que los supuestos millonarios del saber se atreven a decirte ignorante o para ser más coloquial «negro de mierda».
Salí del subte rumbo a hacer combinación con la línea b, y al caminar por la estación mis pensamientos fueron interrumpidos por los gritos de un vendedor ambulante. Un hombre de unos treinta y cinco años con una vestimenta casual solo que se dejaba ver la mugre impregnada en esta misma. Vendía alfajores de segunda marca que seguramente estuvieran derretidos por el calor del subte. Y mi cabeza volvió a lo mismo «vivir para trabajar y trabajar para vivir, ¿acaso no hay algo más por lo que esforzarse?». El vendedor me detuvo para contarme que él no robaba y trataba de salir adelante de una manera digna vendiendo alfajores para vivir, en ese momento lo mire a los ojos y le hice esa pregunta que deambulaba en mi cabeza. -¿acaso no hay algo más por lo que esforzarse?-. El hombre me dijo que su motivación era su familia, constituida por sus tres hijas menores y su esposa, después de esa respuesta me siguió insistiendo con su mercancía, le compre un alfajor que en efecto estaba todo derretido y retome mi rumbo. Sinceramente creo que ese tipo no entendió mi pregunta.

Al salir del subte sentí ese grotesco cambio de temperatura. El frío se hacía sentir en el cuerpo, y como el subte me dejaba a cuatro cuadras de mi casa, en este lapso me fumaba un cigarrillo al caminar para digerir mi tempestad, y posteriormente zambullirme en mis penurias.
Ya en casa entendí que la motivación del vendedor era su familia, ellos eran su ambición. Es una respuesta válida para alguien que tiene seres queridos, pero yo que carezco de dichos elementos no puedo decir lo mismo, ¿por qué un huérfano al que abandonaron y al que nunca nadie quiso ni siquiera regalado diría » lo hago por mis seres queridos», suena tan estúpido.

Cociné algo rápido dado que mis dotes culinarios son bastante nulos, y me senté a comer mientras me atrevía a comparar mis anteriores pensamientos con la mismísima religión, porque al igual que una persona creyente se engaña pensando que algo de dudosa existencia lo ayudara a sobrellevar su vida, un huérfano que carece de familia se engaña pensando que vive porque a alguien de dudosa existencia le importa su insignificante vida. Queramos o no a veces la creencia de algo que quizás carece de existencia nos ayuda a enfrentar nuestras propias dificultades. Porque si yo creo que existe alguien a quien le importo, voy a seguir viviendo para no herirlo o defraudarlo.
Pensar en esto me llevó a mis años de orfanatorio, en los que mi inocente cabeza no comprendía la decadencia de estas instituciones.
Era una enorme caza en Villa Urquiza y la dueña Anastasia, una fanática religiosa, tenía mal carácter como todas las señoras de cierta edad hartas de la falta de tranquilidad, debido a los veinticinco chicos que mantenía en dicha casa. Ella trataba de inculcarme la palabra del señor, pero renegaba con cada intento y recuerdo que siempre resaltaba la ironía de mi nombre, -cómo un chico llamado Ismael puede ser tan terco y obstinado. Ismael hazle honor a tu nombre y escucha al señor- decía cada vez que yo me mofaba de sus oraciones.
Recordé con tal fuerza ese tiempo que me sentía en la enorme casa. Odio el hecho de que recordar es volver a vivir, porque así lo sentí, volví a ver como a todos los otros niños los adoptaban y yo me quedaba en una esquina olvidado, ver la cara de desaprobación de aquellas parejas en busca de un descendiente, para luego ver mi cara de tristeza en el espejo preguntándome ¿por qué no encajo en su lista de requisitos? Y más aún ¿por qué las personas tienen una lista de requisitos para querer a otra? Me acosté con esa angustia reposada en mi mesita de luz la cual fue testigo de mi decisión. Para aliviar mi angustia y eliminar mi falta de ambiciones debía extinguir las insignificantes brasas de vida en las que gravemente herido me recostaba.
Abrí los ojos solo para darme cuenta que dormí media hora demás, salte de la cama y, atragantándome con un café y un cacho de pan, salí corriendo hacia la oficina. Lo único que se me pasaba por la cabeza en mi salvaje corrida hacia la parada del colectivo, era llegar y que Gladys, la gerente de recursos humanos, me vea de arriba abajo, y con su tono y cara de soberbia me diga «buenas noches», bajándose los lentes para verme directo con sus ojos. La verdad que yo no era muy sociable ni siquiera cuando se me acercaban y me intentaban hacer hablar, supongo que esto a Gladys no le caía muy bien dado que ella hablaba como si lo necesitara para vivir, algo que yo odiaba en ella, bueno en general odio esa falsa simpatía con la que algunas personas se presentan, y Gladys tenía eso tan amaestrado que podría dar clases intensivas de la falsedad y sus ramas.
Llegué a la oficina y efectivamente la escena que había planteado en mi cabeza, se reprodujo en la realidad como si fuese un rodaje de una película. Pedí perdón por el retraso y me senté en mi puesto.
Después de unas horas de arduo trabajo, me sentía agotado y mis ojos ardían por mantener mí vista durante tanto tiempo fija en el monitor. Mis compañeros intentaban sacarme charla sobre las cosas que haría en el fin de semana, compañeros que al notar que mis respuestas eran cortas y dejaban apreciar un completo desinterés en la conversación, desistían y se ponían a hablar de lo que ellos harían. Como si fuera algo tan interesante salir a una de esas bailantas con otros cuatro orangutanes y beber hasta que tu propio cuerpo quiera escapar por tu boca.
En el descanso pude notar un aire de silencio y tranquilidad, Gladys no se encontraba allí, cosa que me parecía rara teniendo en cuenta que era la hora en la que ella se dedicaba a sacarle el cuero a cada ser vivo que la rodease. Aproveche dicha tranquilidad para colocarme unas gotas para los ojos, y seguir planeando mi nuevo objetivo de vida el cual era terminar con esta misma, que ironía tener ambición para la muerte pero no para la vida. Trataba de imaginarme cómo reaccionarían mis compañeros al enterarse, y por más que me lo imaginaba una y otra vez no logre encontrar una pisca de angustia de parte de ellos. En el camino hacia mi puesto vi a Gladys en la sala de conferencias hablando con un hombre. Por lo general esa sala se utilizaba para entrevistar a nuevo personal, entonces ese hombre debía ser una persona buscando trabajo. Se lo veía nervioso, su cara denotaba esa sonrisa simpática que esconde una cara de temor hacia algo completamente nuevo. Siempre me pregunté por qué será que al ser humano le atemoriza aquello que no conoce, nos da miedo salir de nuestra zona de confort para adentrarnos en un mundo misterioso y de incertidumbre, es un pensamiento estúpido sabiendo que el descubrir, conocer y cambiar es avanzar.
Por alguna razón mis compañeros mostraban gran interés por ese chico
– ¿vieron al nuevo?-
-sí, parece lindo y simpático-
Tony entre risas y con un tono irónico decía -ja ¿qué decís Julieta? Si ese es lindo yo soy un modelo de Calvin Klein-. Tony era un idiota recibido con titulo y honores, era alto y fortachón, como toda persona con una inseguridad extrema hacia su masculinidad, se dedicaba a presumir de su alta posición económica y de sus hazañas sexuales, y por alguna razón lucia un impecable bronceado durante todo el año.
Julieta con tono irónico y mientras miraba hacia mi espacio dijo
-claro que si Tony. Che rubio ¿no escuchaste nada sobre el pibe nuevo, su nombre o algo?-, respondí sin despegar mi vista del monitor -no, no se nada-Julieta siempre resaltaba el hecho de que soy medio rubio, y por alguna razón esto hacia enojar a Tony lo que desencadenaba en que él se burlara de esta cualidad. Julieta era baja de pelo castaño el cual al reflejar la luz en éste lucía mucho más claro, su rostro estaba constituido por dos grandes ojos oscuros, una nariz pequeña y fina infestada de pecas, y una sonrisa perfecta que se dejaba entrever a través de sus delicados belfos. En ese momento Gladys entro e interrumpió la charla, -por qué no se callan y vuelven a trabajar manga de vagos- Gladys era robusta, pelirroja y su rostro transmitía soberbia que perdía al sacar a relucir su falsa simpatía. -parece que los chismes vuelan en esta oficina- dijo con su soberbia bien marcada, -como ya habrán escuchado acabo de contratar a un nuevo empleado, mañana empieza, asique quiero que le muestren ese compañerismo que nunca mostraron entre ustedes ¿ok?-. Todos asentimos con la cabeza.
El frío podía contemplarse al liberar un poco de aliento, la ciudad se sentía bastante fría a la vuelta, ya que a veces decidía caminar las veintitrés cuadras hasta casa. Tenía una relación de amor odio con el transporte público, porque a pesar de que me lleva rápido hacia mi hogar y evito el enfermarme a causa del frío, el ruido y las personas desesperadamente apuradas me interrumpían de cada pensamiento que mi mente generaba. Se me ocurrían bastantes formas de acabar con mi vida en el transcurso hacia casa, pero no me convencían demasiado. Pensé en tirarme por el balcón pero quiero quedar reconocible para ver si a alguien se le ocurre hacerme un velorio; en ahogarme en la bañera pero me pareció bastante desesperante y horrible morir de esa forma; también pensé en ahorcarme pero no creo que sea lo más adecuado para mi imagen, digo no tengo idea de que expresión voy a tener al ahorcarme y quedarme ahí colgado como un poste para que todos vieran dicha expresión. Debería hacerlo de una manera rápida, eficiente e indolora, y que no me deje en ridículo.

Pasé por un bar y después de deliberarlo por unos segundos en mi cabeza decidí entrar. La amargura y la tempestad podía sentirse en cada deprimente rincón del establecimiento, Anastasia siempre decía que los bares eran océanos en los que era imposible nadar, por eso todas las personas que los frecuentan van allí para ahogarse en alcohol y penurias. Yo los veía como fosas comunes para humanos, lugares en los que poder pensar a gritos y matarte con cada cascote de vida que tu memoria arroja, en efecto un infierno paradisíaco en el que, si no fuera porque necesito trabajar para ganar dinero, me pasaría toda la vida y mi sentencia después de terminada esta. Mientras mi cabeza se ponía a tono con lo anterior me senté en la barra y pedí un whisky en las rocas. El dulce pero a la vez amargo tacto de cada gota de licor que pasaba a través de mi boca me hacía pensar cada vez más y más en mi inminente muerte.
-¿me pregunto si en el infierno habrá bares?- pensé en voz alta y tenue.
-mi amigo, le aseguro que los hay- respondió una voz grave de acento español y con tonos de melancolía. Un hombre de unos cuarenta años, alto con barba negra al igual que su pelo, y su mirada reflejaba la crudeza de la vida tallada en el verde de sus ojos, se encontraba dos asientos hacia mi derecha.
– ¿cómo lo sabe?-
– pues porque he estado allí-dijo mientras sonreía indiferentemente sin voltear a verme.
Con ese último comentario me di cuenta de que ese hombre estaba un tanto borracho- eso es imposible- dije sonriéndole como si él mismo no supiera de lo que estaba hablando.
-no hombre, he estado allí y tú también- dijo ya mirándome directo a los ojos. -conozco perfectamente la mirada de alguien que vive un infierno perpetuo, mi amigo tu y yo ya estamos en el infierno.- calló por un segundo y tomó otro trago -y dime tío ¿tú qué has hecho?-
Me le quedé mirando con un aire de incertidumbre -¿cómo que qué hice? yo no he hecho nada malo-
-¿entonces por qué dios te condena a seguir viviendo?, de seguro has hecho algo bastante malo como para que el que te castigue sea dios y no el cornudo de abajo, dios puede ser muy bueno y caritativo pero cuando tiene que ponerse serio es peor que ese dichoso ángel caído-
-supongo, pero para ser sincero dudo bastante de la existencia de dios, y ¿usted qué tanto hizo para sufrir así?-
– buena pregunta niño, pues ¿qué hice?… Me enamore de la mujer más hermosa que mis sentidos pudieron divisar, de mi alma gemela y eché todo a perder. La vida es un sube y baja niño, y esta solo funciona si el sube y baja está en una posición intermedia en la que ninguno de los dos pasajeros toque el suelo, el sentir que vuelas eso… eso es la felicidad. Pero para que esto suceda las dos partes deben poner algo de sí mismos para que ambos se mantengan en el aire, y yo la cagué niño la cagué… me baje de repente y sin avisar… y mi amada terminó sufriendo la caída con toda la fuerza de la gravedad. Supongo que lo único bueno es que su cuerpo cayó al suelo pero su alma bueno… digamos que en este momento reside en el cielo.- dijo medio sollozando.
-lo lamento, ¿señor…?-
-Isco, mi nombre es Isco Villalba- respondió sin mover la vista de la barra.
-soy Ismael Benoni, un gusto- le tendí mi mano. La miró de reojo y la estrechó lentamente dejando ver una expresión de extrañez en su cara.
-¿y a qué se dedica?- pregunté para hacer menos incomoda la anterior escena.
– soy médico de cabecera en el hospital Saavedra- respondió mientras se servía otro trago y jugaba con las marcas de agua que dejaba su vaso debido a la ausencia de porta vasos,- salvo tantas vidas en mi oficio y la verdad me agrada hacerlo, pero cambiaría cada una de las vidas que he salvado en mi carrera por recuperar a mi Verónica-
Con voz compasiva le dije- Isco, un hombre que salva vidas, no puede estar siendo castigado. Creo que es imposible condenar a alguien que no ha hecho nada malo y que es más hace el bien a la humanidad-.
-no lo sé niño, uno no sabe a quién le salva la vida quizás he resucitado a algún hijo de puta o a algún que otro malnacido. Yo me dedico a salvar personas no a juzgarlas, y supongo que al de arriba le molesta que yo provoque que la estadía de esa escoria sea más prolongada-.

¿Era posible algo como esto? Quizás al hacer una buena acción indirectamente estamos desencadenando otro acontecimiento horrible, Isco sentía que el efecto mariposa de sus hazañas médicas eran el causante del peso en su cruz, y por ende de la muerte de su mujer. Después de esto terminé mi trago y me levante sin decir una palabra.

-eh tío ¿a dónde vas?-
Me di la vuelta- tengo que irme debo ir a casa-
-pero no me has dicho a qué te dedicas- dijo, invitándome a sentarme de nuevo
-no tiene importancia, en poco tiempo dejaré de dedicarme a una profesión, adiós- lance estas palabras mientras caminaba a través de la puerta. Isco solo me miró extrañado y en silencio mientras me iba.
Las calles de la invernal capital le azotaban a uno la nariz como una jeringa llena de agua fría. Al retomar mi rumbo a casa, saqué del bolsillo izquierdo un paquete de cigarrillos y del derecho un encendedor, coloqué el clavo en mi boca y chispeé dos veces el encendedor encerrando la llama con mi otra mano para protegerla del viento helado. Caminé las últimas tres cuadras que me quedaban con una serenidad y tranquilidad, pero con algo de temor como si fuera un condenado a muerte que daba sus últimos pasos en el pasillo del penal hasta su cruel destino. Veía ya la puerta de mi casa, estaba a una cuadra, podía ver a una persona esperándome en frente del umbral de la puerta. Era Julieta.
-¡rubio, eh rubio no te hagas el sordo!- gritó mientras temblaba y sus brazos se mantenían cruzados.
-¿qué haces acá Julieta?- respondí sin ánimo de recibir visitas
– ¡que cordial que sos eh rubio! Nada vine a traerte esta carpeta que te olvidaste en el escritorio- acto seguido me la entregó. Sentí su tembleque al recibir la carpeta y con cada pestañeo que hacía podía verse como el vapor nacía de sus delicados labios.
– gracias Julieta- «en esa carpeta guardaba todos mis documentos y papeles de identidad».
-¿por qué nunca me dijiste que sos huérfano?- preguntó con un aire de preocupación en su mirada
-dejame responder con otra pregunta, ¿por qué razón revisaste esta carpeta?-
-bueno rubio… qué se yo, me mataba la curiosidad. ¿No te gusta hablar mucho de eso no?-
-no Julieta…- Julieta me sonrió de una manera empática.
-no me gusta hablar de nada- dije volteando hacia la puerta para introducir la llave.
Julieta se interpuso en el medio -¿por qué no? Supongo que debió haber sido muy duro crecer completamente solo, quizás por eso sos tan frío y serio con las personas, si te abrieras te darías cuenta de que existe una cura para la soledad rubio. Esa cura se llama amistad.- su mirada se clavó en mis ojos durante sus deducciones.

La miré a la cara -chau Julieta, nos vemos mañana-
Otra vez me lanzó esa mirada extremadamente cargada de empatía-entiendo rubio, pero si en algún momento necesitás a alguien con quien hablar podés contar conmigo- me besó la mejilla y se fue.

Me le quedé mirando mientras se alejaba desfilando su femenino ser por la vereda, lo cual no duro mucho porque mi cigarrillo ya se había transformado en una simple colilla, fume la última pitada de este último y lo arrojé a la calle.

Subía las escaleras pensando en eso, “¿por qué Julieta me demostró esa empatía? ¿Acaso le preocupo? “Mis preguntas no sirven sin alguna respuesta, además ya había tomado mi decisión y la preocupación de una mente estúpida no cambiaría mi visión de las cosas.
Ya en casa, me cambié de ropas, me puse un traje negro que era la más cara vestimenta que figuraba en mi guardarropa. Luego fui al baño abrí las llaves del agua después de colocar el tapón, le saqué las cuchillas a mi afeitadora acomodándolas en el borde de la bañera, y me senté dentro de ella. Pensaba en que quería que a mi cadáver lo encuentren con una imagen elegante y sofisticada, cosa que lograría bastante bien al combinar mi traje negro con el rojo de la sangre que muy pronto estaría inundando mi baño, y mientras lo pensaba solté una leve risa al notar la ironía. Nunca en mi vida me preocupó la imagen y el estilo de mi persona, pero ahora que voy a dejar de respirar es lo que más me preocupa. Me pregunté si a donde iría tendría la misma ropa con la que caería muerto. Y al escuchar esa pregunta reproduciéndose en mi cabeza se me vino otra, aquella que me había hecho horas antes en el bar, la cual fue la iniciadora de mi conversación con aquel español. La charla que tuve con Isco se volvió a proyectar en mi mente, y por alguna razón desistí de matarme en esta ocasión.
Ese hombre era como yo, un muerto en vida que vivía en piloto automático, pero ¿por qué seguía viviendo? Es algo que averiguaría solamente volviendo a hablar con él, por ende mi muerte debería esperar hasta mañana. No tiene nada de malo mi intriga, además dicen que la curiosidad mato al gato y si esto es así me facilitaría mucho las cosas.
Fue una noche llena de incertidumbre y coraje, pero lo peor fue la mañana en la que pensaba que sufrir la vida un día más me haría pasar todo este día con el querer matarme pegado en mi garganta, tanto así que pensé en llevar algún cuchillo afilado, por si durante la jornada mi cabeza ya no daba más, y decidía hacerlo ahí mismo.

Capítulo II

Se sentía tan cruda el alba de aquel día, me sebé unos mates a los que cargaba con un extra de rencor hacia el tiempo que perdería hoy buscando a Isco. Fui al baño me lave la cara y los dientes, y mientras afeitaba el mismo rostro demacrado de ayer, éste se reflejaba en el espejo sin ningún ánimo de verme a los ojos. Me vestí de manera desganada, y arrastrando los pies salí a través de la puerta, ya afuera me dispuse a reanimar mi desanimado cuerpo de muerto no muerto. Recordé que en nuestra charla Isco me había comentado que era médico de cabecera en el hospital Saavedra.

Sentía una amargura con cada paso que daba hacia el hospital, y con cada paso una oración nacía en mi cabeza, simulando la charla que tendría con Isco. El colectivo se hizo esperar. Detrás de mí, en la parada se encontraba una madre joven con su hijo de unos cinco años aproximadamente, al que su madre le intentaba explicar el funcionamiento de los semáforos.
-¿por qué las luces cambian mami?- le preguntaba a su madre
-bueno hijo, porque todos tienen derecho a cruzar, tanto los autos como las personas-
-¿pero si el semáforo se traba cuando está en el color rojo?, los autos nunca podrían pasar mami-
-no Valen, si eso pasa llaman a alguien para que lo arregle o traen a un policía de tránsito para que le diga cuándo pasar o no a los autos. Y si se traba en verde los autos no deberían pasar porque habría algún que otro accidente- le respondió la madre.
Me di vuelta miré a la madre y dije -pero no tiene sentido, porque si está en rojo yo podría cruzar tranquilamente, no estoy rompiendo ninguna regla, es más estoy haciendo lo que debo hacer-
-si es cierto eso mami- dijo el niño sonriéndome
-valen ¿cuántas veces te dije que no hables con extraños?-
Sonreí de manera risueña- a veces es posible romper las normas impuestas en la vida, simplemente siguiendo las reglas establecidas por el hombre.- esto fue lo que le dije a aquel niño justo antes de subirme al bondi. Pagué mi boleto, y me senté en la parte de atrás, en los asientos individuales. Mientras viajaba pensaba en como al ser niños vemos todo tan fantástico y los adultos nos pintan esa fantasía llena de felicidad y alegría que supuestamente es la vida, solo para que el tiempo nos muestre el verdadero mundo en el que transcurren los días.
Ese colectivo me dejaba a tres cuadras del hospital. Fumaba al caminar dichas cuadras, y mientras le daba los últimos suspiros a mi cigarro, observaba entrar y salir a las personas atendidas y a las que necesitaban atención. En un momento salió un chico con la pierna encellada y su padre, el cual se veía enojado con su hijo, lo sé porque mientras caminaban hacia su auto él le decía “¡eso te pasa por boludo!”. Menos mal que nunca tuve padre como para pasar por semejante martirio incluso en plena recuperación.
Tiré la colilla y me dispuse a entrar. En el mostrador había una mina grande, le pregunté por el doctor Villalba, pero de su boca salían más preguntas que respuestas. -¿el doctor Villalba?, ¿no se habrá equivocado de hospital señor?- decía la chica con cara de completa falta de idea. Al notar la usencia de un personal competente en el hospital, decidí recorrer por mi cuenta éste último para buscar a Isco. A cada médico que veía le preguntaba por él, pero cada uno de ellos me manda a un lugar distinto o muchos al mismo sitio. Desistí un poco de mi búsqueda. Me paré a lado de una máquina de cafés y dado que solo desayuné dos mates, me compré uno.
Por alguna razón uno de los pacientes de esa sección cantaba una extraña y triste canción. Me acerqué hasta su habitación y podía oírse:
“…y seguiré viviendo
A pesar de que él no quiera
Seguiré cantando
Hasta que mi voz desaparezca

Es un martirio No haber sabido
En cual de mis suspiros marchitos
La cuenta regresiva comenzó sin aviso…»

Esa letra trágica y llena de completa desesperanza, provenía de un dulce niña enferma de unos 8 años. Lucía tan apacible recostada en la camilla cantando con los ojos cerrados, su ser irradiaba esa claridad y luz que solo se encuentra en los niños bondadosos y humildes. Me paré en el umbral de la puerta. Paró de cantar y me dirigió una silenciosa mirada.
– seguí cantando… por favor- le dije

«Porque la espera me está matando
Incluso más que la propia enfermedad
Pero mientras siga hablando
Sabrán que todavía puedo pensar»

Cantaba mientras yo veía su delicada humanidad a la que su enfermedad la había despojado de todos sus bellos.
Se detuvo – ¿quién sos?-
-tranquila soy… nadie… nadie que importe en realidad- dije con un aire de nerviosismo
-¿entonces es cómo si no existieras?-
-em… sí se podría decir- respondí sin mucha coherencia
-mi nombre es Mica, es un gusto señor nadie- dijo sonriendo
-mucho gusto Mica- dije mientras dejaba asomar mi sonrisa risueña.
-y ¿por qué crees que no le importas a nadie?- pregunto cuestionando mi anterior presentación -¿eso significa que tampoco te importas a vos mismo, señor nadie?-
-algo así, las personas viven a base de ese sentimiento de preocupación y aliento que le dan sus compañeros de vida-
Me miró extrañada- no entiendo –
Me senté en la parte de la cama en la que deberían ir sus pies -es como si todos tuviéramos un recipiente y ellos lo llenaran con caramelos o con otras cosas. Yo carezco de estos «compañeros”, y es como si a mí recipiente le faltara algún contenido, y no sería muy bonito que yo mismo este llenando mi propio recipiente, porque con lo único que lo llenaría seria con cosas malas. Sería como si en navidad papá Noel no ponga regalos bajo mi árbol y yo mismo tenga que ser el que los ponga como para sentir el espíritu de esa festividad-
-ah, ya entendí- dijo con la comprensión bien marcada en su mirada- señor nadie, yo puedo poner caramelos en su frasco si usted quiere- sacó tres caramelos que escondía debajo de su almohada y los colocó en la palma de mi mano- tome, quizás con estos caramelos pase de ser nadie a convertirse en alguien. Son muy ricos en especial el de uva, es mi favorito-
-¿estás segura de que querés dármelos?- le dije tratando de devolvérselos.
-sí nadie, yo ya no sé dónde esconderlos, se podría decir que mi frasco se está quebrado- dijo riendo.
La mire conmovido – gracias Mica, tomá el de uva es tuyo- se lo di.
-gracias- sonrió mientras lo tomaba de mi palma.
En ese momento sonó mi celular, era Gladys. Atendí solo para recibir la típica pregunta que hacia cuando estaba retrasado, la cual era «¿vas a venir o voy a tu casa a hacerte el desayuno?». Colgué, miré a Mica y guardando los caramelos en mi bolsillo, me paré y me despedí de ella de la siguiente manera -chau, la próxima vez que nos veamos la canción de tu alma será diferente, porque la vida habrá dejado de maltratarte dulce Mica-. Me saludó sin entender mucho mis últimas palabras. Mientras andaba por los pasillos del hospital saqué los caramelos de mi bolsillo y los contemplaba en mi palma, con una expresión de complicidad absoluta, la cual se convirtió en desilusión al recordar que Mica moriría en algún momento, lo que me llevó a hacerme la siguiente pregunta «¿por qué razón Mica no decidía acabar con su sufrimiento al igual que yo?» Sé que es joven e inocente como para comprender algo de tal magnitud, pero la canción que estaba cantando no mostraba ninguna complicidad con seguir viviendo. Quizás Mica quiere morir pero sus padres no quieren dejarla ir. Si ellos supieran la aceptación a la muerte que su hija me demostró al entregarme unos simples caramelos. Qué complicado que es aceptar esa última estancia del ciclo de la vida, pero más complicado se le hace a los allegados que te acompañaron durante esta, o eso es lo que debo suponer.
Ya afuera mi cabeza volvió en sí del trance provocado por aquel ángel, -al final vine acá para nada, Isco no se encontraba y nadie sabe dónde está ¿y ahora?- dije mientras miraba hacia el cielo, como dirigiendo esas palabras a mi creador. Resigne mi mirada hacia al suelo, y al guardar mis manos en mis bolsillos me dispuse a ir a trabajar por última vez en mi vida.
Para llegar a la oficina me tomaría un bondi cuya parada se encontraba a cinco cuadras del hospital, caminé estas últimas sin mucha prisa, no me importaba el retraso total mañana no volvería. Ya en la parada tuve la suerte de que el colectivo llegaba a la par mía, lo frené con el típico ademán, dejé subir a una señora antes que yo, y me embarqué hacia lo que sería mi última jornada laboral. Iba sentado en los asientos del fondo, esos que me hacían pensar en que si el bondi frenaba de golpe me iría de boca contra el suelo. Pero la escena en la que caigo generada por mi cabeza se vio interrumpida por unos gritos, que venían de la zona para discapacitados del bondi (esta zona es usada para apoyarse al no haber asientos, claro que al haber un discapacitado en el transporte esta zona se le sede) por alguna razón dos personas comenzaron a discutir a los gritos, eran un hombre y una mujer de unos treinta y cinco años aproximadamente. Un hombre alto con el pelo mixeado entre canas y pelo negro, y de nariz grande, se notaba que fumaba porque al hablar mostraba una sonrisa amarillenta. La mujer no muy alta, era delgada de pelo rubio, y su vestimenta podía hacerle entender a uno que gozaba de un trabajo y sueldo importantes. Discutían porque la señorita no quiso cederle el asiento a la anciana que yo había dejado subir anteriormente. La verdad que yo no les preste mucha atención, solo me sumergí en mis pensamientos mientras sus gritos funcionaban de ruido blanco en mi entorno. Pensaba en la muerte pero no en esa fantasía posmorten que llaman cielo o paraíso, sino más bien trataba de llegar a alguna conclusión sobre lo que hay y si es que hay algo después de la vida, pensamientos producidos por querer saber el paradero de Mica. Es curioso como cada religión tiene su propia creencia y descripción con respecto este tema, pero yo que no profeso ninguna de ellas lastimosamente no podría tener la suerte de imaginarme en un lugar con tales descripciones.
Me sentía inmerso en mi mente que en forma de océano me ahogaba, hasta que un comentario proveniente de la chica sentada junto a mi me devolvió a tierra firme.
– el señor tiene razón, dale el asiento a la señora, pedazo de falluta- dijo la chica con un tono de exasperación e ira. Miré hacia la discusión, y al parecer seguían peleando por lo mismo. Luego me di cuenta de que cada persona que se encontraba en el colectivo estaba con la vista y su atención fija en el pleito. ¿Por qué les interesaba tanto una simple discusión entre dos personas? ¿Tan vacías eran sus vidas como para que la única emoción que se les presentó durante esta semana fuera algo tan banal como esa escena? Si así lo era entonces… ¿por qué esas personas siguen viviendo? Solo para ver las controversias ajenas. Mis preguntas me llevaron a pensar que esas personas viven en sus propios programas de farándula, en los que pase lo que le pase a una persona que ni siquiera conocen ya es motivo de entretenimiento vacío. Por más que lo intento no puedo entenderlo, por qué me importaría tanto la vida y los problemas de alguien a quien no conozco.
Me bajé del bondi y caminando hacia la oficina me crucé a Julieta. Ella me vio cruzar la calle desde la mano de en frente, así que cruzó pensando que yo estaría encantado con nuestro encuentro.
-hola rubio, llegando temprano al laburo ¿no?- dijo con tono irónico y sonriente
-buen día Julieta- respondí por educación y sin voltear a verla. Ella caminaba a mi lado como si yo hubiera aceptado su compañía.
-¿y qué contás?-
-además de números no sé qué podría contar- respondí indiferentemente
Entre risas dijo- que tonto rubio, digo qué contás de alguna novedad o algo. Me hiciste acordar a mi hermana mayor, ella siempre me decía eso-
-ah, no sabía que tenías hermanos- dije sin ánimo de que me siga hablando. Pero lo hizo.
-sí, tengo una hermana mayor, Soledad se llama, la verdad que su nombre define perfectamente su persona. Siempre fue la preferida de mi mamá. Muy aplicada, estudiosa y trabajadora. Supongo que debes serlo si sos cirujano ¿no?-
-supongo que por eso tratas de llamar la atención siempre-
-¿qué? Bueno… quizás a veces a las personas les gusta ser escuchadas y recibir algo de atención, eso no tiene nada de malo- dijo un poco nerviosa
-puede ser, las personas son como polillas lo único que buscan es una luz brillante que les de calor-dije con indiferencia
-sí, pero en esta ciudad hay demasiadas luces artificiales, y es difícil poder hallar alguna que no lo sea ¿por qué hablas así? Es como si no te consideraras un humano- dijo mirándome a la cara
-no lo sé Julieta, hay tantas cosas que no entiendo del comportamiento humano, que a veces llego a pensar que no pertenezco a este planeta- respondí mientras pensaba en por qué Isco seguía viviendo, decisión y comportamiento que está de más decirlo me es inexplicable.
Julieta rio -¿qué decís? Vos sos más humano que Tony-
-creo que hasta un marciano es más humano que Tony- dije irónicamente y para terminar la charla, dado que estábamos en la puerta de la oficina.
Al estirar mi mano para abrir la puerta se abrió bruscamente, era Tony. Miró a Julieta con recelo y un ceño fruncido que me recordaba a un bulldog.
-¿dónde te fuiste a noche Juli?- dijo mientras yo intentaba pasar a través de la puerta, tarea que me costó dado que Tony no se movía del medio.
-solo fui a caminar amor- respondió ella.

Me posicioné frente al ascensor ya adentro del edificio y lo Pedí con el botón, el cual tenía que apretar tres veces porque andaba medio mal. Ellos se quedaron en la puerta debatiendo. «Desde cuándo estos dos están juntos, me pregunto si Tony me habrá escuchado» pensaba mientras esperaba el ascensor, que tardaba porque se dirigía a otros pisos antes de ir a planta baja. Se abrió la puerta, entré a éste último y al presionar el botón del tercer piso, mi vista se quedó fija en mi reflejo, dado que ese espejo parecía una ventana y mi reflejo una persona ajena a mi cuerpo. Estaba despeinado, pálido, y mis ojeras parecían dos bolsas de consorcio que no estaban del todo llenas.
El ascensor paró en el primer piso, y un chico se subió conmigo. Era el mismo que ayer estaba siendo entrevistado por Gladys. Me miraba algo nervioso y de reojo, típica mirada tímida y analítica de alguien que se enfrenta a algo desconocido. Llegamos al tercer piso, se abrió la puerta y me dejó pasar primero, ya que nos dirigíamos al mismo lugar parecía como si me estuviera siguiendo, pero al entrar en la oficina Gladys me observó de arriba abajo y dijo
-por fin llegaste Benoni-
-sí tuve algunos inconvenientes con el colectivo- dije caminando hacia mi escritorio y sin verla a la cara. El chico entro detrás de mí y se ubicó en el marco de la puerta.
– veo que lo encontraste Zett- dijo Gladys acercándose al chico
-no sabía que él era Ismael- respondió
Los miré a ambos-y… ¿para qué me buscaban exactamente?-
-cierto me olvide de avisarte Benoni, hubo una rifa y te ganaste el derecho de capacitar a nuestro nuevo empleado- dijo Gladys mientras con las manos señalaba al pibe. -él es Zett d’Santos, Zett d’ Santos él es Ismael Benoni tu capacitador y por lo tanto en este momento tu jefe y mejor amigo, ¿ok?-
-em… sí- dijo Zett con gesto extraño
-¿entendiste Benoni?-
-sí- dije sin ánimo
-por cierto, ¿dónde están los demás?-
-Julieta y Tony están abajo en la puerta de entrada- respondí mientras prendía mi pc
-¿ y qué mierda hacen que no suben?- dijo mientras se retiraba de la habitación, seguramente a buscarlos.

Zett se acercó a mí y por alguna razón solamente se quedó parado contemplando lo que yo hacía.

-¿sí? ¿Necesitás algo?- le dije sin despegar mi vista del monitor

– em… Gladys dijo que vos me explicarías más o menos lo que tengo que hacer- respondió de manera disimulada. Suspiré y revolví mi mirada por el techo, hacia un costado y luego la volví a centrar.

Le expliqué con pocos detalles y un poco por encima lo que debía hacer, mientras él me miraba atento y soltaba alguna duda cuando yo terminaba de hablar.

-está bien y ¿cómo hago para guardar el archivo?-preguntó, pero antes de que le pudiera responder entraron Tony y Julieta detrás. Se sentaron en sus puestos de trabajo sin decir nada, ni siquiera saludaron al empleado nuevo. Julieta se veía un poco angustiada y miraba con resentimiento a Tony como una nena que mira a sus padres después de recibir un regaño.

Llegó la hora del almorzar, y como no había preparado ninguna vianda para ese día, dado que creía que estaría muerto para esa hora, decidí ir a uno de los tantos bares del centro a comer. Salí de la oficina y mientras caminaba, pude notar que el pibe nuevo venía detrás de mí. Apretó el paso para poder caminar a la par mía,

Lo mire de arriba abajo y luego volví a fijar la mirada en mi camino-¿Por qué me seguís?-

-no te estoy siguiendo, es solo que como es mi primer día no traje nada para comer y voy a comer en algún bar de por acá- dijo sonriendo. Volví a pasar mi vista por su ser y saqué un cigarrillo.

-¿fumás mucho?- preguntó mientras veía como prendía el clavo

– ¿acaso te interesa?-

-bueno en realidad no, solo trato de sacar tema de conversación-dijo a la par que metía sus manos en sus bolsillos.

-dios, el frío esta infernal ¿no?- siguió hablando…

– eso es un poco contradictorio, en el infierno no hace frío- le respondí sin ánimo de que me siga hablando. En otras ocasiones hubiera ignorado cada sonido que saldría de su boca, pero supongo que estas serían mis últimas horas así que no tiene nada de malo que cruce palabra con otros individuos.

-¿y quién te asegura eso? La religión miente con tantas cosas, no creo que el infierno sea como lo pintan en la biblia. Es más, quién dice que quizás el infierno no sea el verdadero edén, y esto te lo digo a pesar de ser creyente- dijo riendo, luego se detuvo en la puerta de un restaurant soltó un “nos vemos” y entró. Yo ni siquiera respondí a su despedida y seguí mi rumbo.

Capítulo III

Logré encontrar un restaurant después de tres cuadras, un lugar algo elegante para mi gusto pero de igual forma serviría para calmar mi apetito. Entré en dicho establecimiento y me senté en una mesa desocupada la cual solamente era para dos personas, y mientras acercaba la silla hacia la mesa el mozo se acercó y me preguntó si quería que me atienda o si estaba esperando a alguien más, respondí que no y me entregó la carta. Habían unas señoras reunidas en una esquina, eran cuatro para ser más preciso, que murmuraban mientras me miraban. Logré escuchar que una de ellas le decía a sus acompañantes “pobrecito tan joven y lindo, y sin nadie que invitar a comer”. Por qué está mal visto ir a comer solo a un lugar elegante, esto sonará irónico dado al hecho de que quiero acabar con mi vida, pero no carezco de auto querer es más creo que yo soy mi mejor fuente de entretenimiento, porque disfruto mucho la soledad y sonará egocéntrico pero no creo que ninguna persona pueda entablar una conversación conmigo la cual genere mi absoluta atención, por lo general cuando hablo con alguien es por simple educación de responderle a aquellos que me hablan directamente. El mozo regresó para tomarme el pedido, pedí una milanesa napolitana con puré, algo simple y que me encanta.

Comía sin apuro mientras las noticias del televisor hacían eco en el ambiente, además de las octogenarias que se encontraban en la mesa de la esquina. Es curioso escuchar a personas mayores quejándose al ver las noticias, cada dos por tres dejaban salir esa típica frase de viejo choto que a las generaciones pasadas les encanta usar, el típico “esto antes no era así” o el “antes era mejor”. Es un pensamiento estúpido el decir que antes las cosas eran mejores, puede que las cosas eran más simples pero mejores… no. Creo que el ser humano ha evolucionado demasiado durante este último tiempo, y me atrevería a decir que hoy en día el humano es mucho más pacífico que antes, digo por lo menos yo todavía no he vivido ninguna guerra. No sé lo que pensaran esas señoras pero yo no creo que un territorio o un recurso valga tantas muertes y tragedias, por alguna razón el ser humano piensa que todo lo que lo rodea le pertenece.

Anastasia siempre decía que solo los poderosos se dedican a decir que esto y aquello les pertenece, y se preguntaba si alguna vez habrán pensado que si vemos al planeta Tierra desde el espacio, no existen ni límites internacionales, ni razas, ni siquiera especies, desde arriba somos todos iguales. Supongo que mientras más capital tenés más cerca ves la tierra.

Terminé de almorzar. Llamé al mozo con un ademán para pedirle la cuenta, la pagué y Salí del lugar después de agradecerle a éste último por sus servicios. Caminaba hacia la oficina cuando recordé la conversación que tuve a la mañana con Julieta. Ella dijo que su hermana era cirujana, y después de pensarlo durante cuatro cuadras comencé a hacerme la idea de que su hermana sabría el paradero de Isco, bueno supongo que al ser Isco una prominencia en su trabajo otros médicos lo reconocerían fácilmente.

Al abrirse la puerta del ascensor pude ver a Julieta dirigiéndose hacia el baño. La seguí hasta este último llamándola, pero no volteaba a verme por alguna razón. Entré en la oficina y Zett estaba sentado en mi puesto.

-Disculpá no entendí muy bien esto- dijo levantando la vista.

-Che Benoni ¿viste a Julieta?- me preguntó Tony

-Sí, está en el baño- respondí y me senté junto a Zett para responder sus dudas, mientras Tony se dirigía hacia el baño. Quizás habían discutido o algo, no se la veía muy bien a Julieta, digo era raro no verla animada como siempre. Pero eso la verdad no me interesa ni me incumbe, solo necesitaba que me pasara el contacto de su hermana para seguir con mi búsqueda.

Comencé a pensar que si su hermana no sabía en dónde encontrar a Isco tendría que suicidarme con la duda rondando en mi mente.

Tony volvió a entrar a la oficina dejando ver su ceño fruncido, se sentó en su puesto y golpeó el escritorio con su puño. Zett y yo lo quedamos mirando.

-¿qué miran ustedes?- dijo volteando a vernos. Ninguno respondió solo pusimos la vista en el monitor. Luego de esto Zett me pidió un vaso de agua así que salí al pasillo donde se encontraba el dispensador. Mientras servía el agua en el vaso Julieta salió del baño tapándose la cara y mirando hacia abajo, cosa que la hizo chocarse conmigo.

-perdón Benoni- dijo sin verme y siguiendo su camino

-¿estás bien Julieta?- pregunté tratando de ver su cara, tenía el maquillaje corrido como si hubiera estado llorando. Respondió que nada y secándose las lágrimas y poniendo una sonrisa forzada me preguntó cómo me iba con el nuevo empleado, claro había escuchado decir a Gladys que yo sería el encargado de asesorarlo.

La miré con un sentimiento de extrañez –bien. Julieta ¿puedo pedirte un favor?-

-sí claro, decime- respondió respirando fuerte para eliminar la obstrucción en su nariz

-me preguntaba si podrías darme el número de tu hermana, o quizás decirme dónde puedo contactarla, hay algo que necesito preguntarle- le dije

-¿por qué querés ver a mi hermana?, mirá que ella no es más linda que yo- me dijo de manera irónica

– solo necesito saber algo y puede que ella me resuelva esta duda-

– sos raro rubio, pero no puedo ayudarte, porque no tengo el número de mi hermana, de hecho hace bastante tiempo que no hablamos… problemas familiares y esas cosas –

-y ¿no tenés idea de en donde la podría contactar?- le pregunté completamente desesperanzado, si ella no sabría en donde se encontraba Isco, debería desistir con mi búsqueda.

Me miró extrañada –supongo que podrías encontrarla en su trabajo, trabaja en el hospital Gutiérrez creo o por lo menos antes trabajaba ahí, pero me podrías decir ¿por qué tanto interés en mi hermana?-

-gracias Julieta- respondí y volví a mi puesto

-bueno ¡gracias por no responder nada eh!- dijo gritándole a mi espalda.

Tenía la información solo debía esperar hasta que termine mi jornada laboral para ir al hospital. El tiempo comenzó a caminar exhaustivamente y mi impaciencia solo hacía que este se sienta más extenuado. Lo que causaba que mi cuerpo empiece a desesperar, movía las piernas debajo del escritorio, golpeaba éste último con mis dedos, empezaba por el índice y luego los demás lo seguían. Me sentaba en mi puesto permanecía unos minutos ahí luego me levantaba caminaba por la oficina y me volvía a sentar, repitiendo este bucle por horas, mientras Zett me observaba de reojo.

-Estás un poco ansioso ¿no?, ¿a qué se debe exactamente?- preguntó al ver que volvía a mi asiento por quinta vez

-tengo que hacer algo importante después del trabajo- respondí sin mirarlo.

– y ¿qué es tan importante que hace que tu ansiedad enloquezca? –

– nada, es algo importante eso es todo- respondí de igual forma que antes.

A Zett le pareció bastante raro mi comportamiento ansioso salpicado con piscas de nerviosismo, se notaba en su cara. Pero la simple idea de creer que volvería a ver a Isco daba como consecuencia mi extraña forma de esperar las horas.

Hasta que por fin dieron las seis y media de la tarde, hora en la que volvíamos a casa, me puse mi abrigo, tomé mi morral y Salí de la oficina impulsado por mis ansias de saber la respuesta que me daría Isco a la pregunta que tanto me había estado torturando durante el día, “¿por qué seguís viviendo Isco?”.

Ni el frío invernal de la ciudad detuvo la llama de ambición que se había generado en mi interior al escuchar el nombre del hospital, en el que trabajaba Soledad la hermana de Julieta.

Me subí al bondi que me llevaría hasta dicho hospital, pero mientras viajaba parado logré divisar a una persona en la parte de atrás. Era Zett el cual estaba sentado en las butacas de dos pasajeros. Nos vimos los dos, y al notar que yo no me acercaba a él decidió levantarse y dirigirse hasta mi posición, lo que me pareció bastante escandaloso dado que el bondi no es que estuviera vacío, se paró y pasando por entre los agujeros que se formaban entre las personas llegó hasta mí.

-hola, no sabía que te tomabas este-dijo al pararse junto a mi

-no, de hecho vivo hacia el otro lado- dije sin mover mi vista de la ventanilla

-ah entonces vas a hacer eso tan importante ¿no?-

-sí- afirmé sin verlo

– y ¿exactamente qué es lo que tanto tenés que hacer y tantas ansias te dá?- preguntó con un poco de sarcasmo en su tono. No sé bien por qué pero su persona me inspiraba una confianza que en muchos años no había logrado percibir.

Me quedé callado sin contestar

-Dale Isma podés decirme, ¿es algo grave?, o quizás pensás que es una huevada para los demás pero para vos es algo importante, adelante podes confiar en mi yo no te voy a juzgar- dijo con una sonrisa empática plasmada en su rostro. En ese momento volví a recordar lo que pensé a la hora del almuerzo “qué más da hablar con algunas personas antes de morir, supongo que alguien debería escuchar por lo menos mis últimas palabras”, por ende decidí contárselo obviando por supuesta mi decisión de vida, o para ser más preciso de muerte.

-bueno está bien, conocí a un hombre ayer el cual me habló sobre su vida, en esta lo que más persistían eran las desgracias, dado a esto él me comentó que creía que dios lo estaba castigando por algo ocurrido en el pasado con alguien al que él apreciaba mucho…-

Me interrumpió- ah y vos querés preguntarle por qué sigue vivo si ya no tiene nada por lo que vivir-

-em… sí eso básicamente, si él cree que dios lo castiga con la vida ¿por qué entonces no decide terminar con su castigo?- pregunté al aire

-complicado, y ¿por qué no le preguntaste ese mismo día?, ¿o qué te quedaste pensando a noche y recién ahí se te ocurrió la pregunta?-

– tenía otras cosas en la cabeza- respondí para que no me siga preguntando

-entiendo, y ¿Cómo lo vas a encontrar ahora?- pregunto para cambiar de tema

-me dijo que es un excelente médico de cabecera en el hospital Saveedra, pero hoy a la mañana fui hasta allá y no logré encontrarlo-

-¿entonces?- preguntó para que prosiga con mi relato

-hoy Julieta, la chica que trabaja en la oficina me comentó que su hermana es cirujana en el hospital Gutiérrez, asique voy a ir hasta allá y preguntarle si lo conoce o si ha escuchado de él- respondí finalizando con la conversación.

Baje a cuatro cuadras del hospital, y mientras caminaba la segunda cuadra Zett apareció detrás de mí, estaba siguiéndome. Le pregunté qué quería y me dijo que por alguna razón que desconozco me acompañaría hasta al hospital a averiguar, dado que aunque le diga que no seguramente me seguiría nos pusimos en la marcha a la par, aunque me incomodaba y me molestaba un poco su presencia acepto que no me desagradaba este chico.

Llevó sus manos dentro de sus bolsillo, y hablo de repente después de cinco minutos de puro silencio entre nosotros -¿No crees que ese hombre, sigue viviendo porque sabe que la muerte es la recompensa?, y como toda recompensa debe tomarte tiempo y esfuerzo para llegar a ella-

-no lo sé, pero estoy dispuesto a averiguarlo-respondí pensando en lo que mis oídos acababan de escuchar. Puede que Zett tenga razón, la muerte de cierta forma es lo último que hacemos en el mundo, quizás sea la recompensa que obtienen los humanos al aguantar cada una de las adversidades y dificultades de la vida, pero era una simple teoría y para ser honesto quería y tenía que escuchar la versión de la persona que estaba pasando por eso, Isco.

Llegamos al hospital y luego de esperar un rato nos atendieron, le di el nombre de Soledad Guerrero a la recepcionista y amablemente me comentó que se encontraba en la parte de atrás del hospital despejándose unos minutos. Agradecí a la señorita por la información y me puse rumbo hacia el lugar en el que se encontraba. Caminamos por un pasillo largo completamente blanco el cual estaba contaminado con ese típico olor de los hospitales, que tanto me recuerda a la desgracia, al final de este mismo una puerta grande con un cartel de salida se encontraba entre abierta. Al salir no logramos divisar a nadie en la oscuridad.

-Parece que no hay nadie- dijo Zett rascándose la cabeza

-¿buscaban a alguien?- se oyó una voz detrás de la puerta, era una mujer muy delgada de rasgos finos y pelo oscuro, o por lo menos esa era la imagen que se veía detrás del humo de su cigarrillo.

-sí, busco a Soledad Guerrero- le respondí

-Soy yo, ¿qué necesitan?-

-hola mi nombre es Ismael Benoni, trabajo con tu hermana Julieta. Te buscaba porque necesito preguntarte algo sobre una persona que quizás conozcas- respondí volteando a verla a la cara

-así que trabajas con mi hermanita, perdón pero no me interesa nada que tenga que ver con ella- acto seguido tiró su cigarrillo y entró al hospital. Zett y yo nos miramos extrañados.

-esperá, solo necesito que me digas donde puedo ubicar a Isco Villalba- le grité mientras entraba por la puerta

-¿Isco?, ¿qué relación tenés con él?-

-solo lo conozco, necesito preguntarle alg…- en ese momento Soledad se dio la vuelta y me golpeó la cara con su firme pero delicada mano abierta.

-ahora menos voy a ayudarte- dijo mientras seguía caminando por el pasillo

Zett se acercó medio risueño y me preguntó -¿estás bien?-

-sí, pero no entiendo nada- respondí con mi rostro reflejando un total desentendimiento de lo que acababa de ocurrir

-qué raro ¿acaso le paso algo a esta chica con ese Isco?-preguntó Zett mirando a Soledad

-no lo sé- respondí mientras frotaba mi mejilla

– bueno no vinimos hasta acá para irnos solo con un cachetazo ¿no?- dijo riendo

Lo miré con odio – el cachetazo me lo dieron a mí solo-

(Entre risas)- sí, bueno vamos a seguir intentando de todas formas, y de paso vemos si te llevas otro golpe o alguna información-

La seguimos hasta los baños, y como no podíamos entrar nos quedamos esperándola cerca de una máquina de cafés que yacía cerca de una sala de espera. Salió y tratamos de conversar con ella pero no nos respondía.

-Veo que te gusta que te golpeen pibe- dijo mientras pagaba su café

-¿puedo preguntarte por qué odias a Isco?-

-bueno, si eso hace que te dejes de romper un poco- dijo revoleando sus ojos- es un desgraciado que no tiene ni tacto ni sentimientos, me hizo creer que teníamos algo especial, pero no era así. Tantos “te amo” y “te quiero” al pedo porque dichas frases no significaban nada para él, salimos por cuatro meses y todo estaba bien, él era un amargado que solo quería estar consigo mismo, yo le ofrecí un cambio y se ofendió rechazándome de una manera descarado, diciendo que no me amaba y que nunca podría hacerlo-

Zett haciéndose el tonto y jugando con su mirada dijo- ¿tanto por eso?, no podés presionar a una persona para que te ame, si no lo siente es mejor que haya sido sincero a que te haya mentido durante toda su relación (susurrándome por lo bajo dijo) que mina tan obsesiva-

Soledad lo miró- ¿qué decis vos?-

-no nada- le respondió Zett poniéndose indiscretamente detrás de mí

-tranquila, entiendo tu enojo pero son cosas del pasado además creo que Zett tiene razón, o ¿acaso te hubiera gustado formar parte de una relación sin amor y vacía? No creo que fuera lo que estás buscando- le dije para calmarla

-lo entiendo, de igual forma no te voy a ayudar. Así que tómenselas porque hace dieciocho horas que no duermo y voy a empezar a golpear a cada forma medianamente humana que se me ponga enfrente- dijo tratando de pasar entre nosotros

-esperá por favor, Isco no hizo nada de eso de mala manera- detuve su paso

-y vos qué carajo sabés, se nota que nunca tuviste novia pibe tomátela-

Esta chica logró ponerme algo nervioso tan así que hasta mi voz se cortaba, algo muy poco común en mí, pero tenía razón no puedo entender las relaciones humanas si jamás tuve alguna-lo sé porque Isco me contó lo que significa el amor para él. Y te puedo asegurar que él no quiso hacerte ningún daño, pero simplemente…-

-¿qué? A ver qué tiene que decir el mensajero del amor, ¡dale habla!- me interrumpió

-simplemente no lograste hacer que su… que su sube y baja quede en una posición horizontal y perfectamente alineada, ya sabés… ese momento en el que los dos pasajeros de este último no tocan el suelo, esto solo se logra si las dos personas sienten amor pero si una de ellas no lo hace la otra cae de golpe hacia el suelo. Creo que Isco se bajó antes de que tomes altura para que el daño producido sea el menor posible-dije mirando sus ojos los cuales al escuchar esto se cristalizaron y la gravedad actuó sobre ellos dejándolos fijos en el piso

-entonces eso era lo que quería decir con esa metáfora, supongo que el simple hecho de que nunca lo pude entender ya de por si significa que no era la indicada para flotar con él- dijo con una voz entrecortada y pensativa.-Está bien te voy a ayudar, estás de suerte justo hoy me llego el chisme de que Isco se va a España dentro de dos días. Se ve que le ofrecieron un trabajo en un hospital local en Málaga, pero últimamente estuvo haciendo algunas cosas en la fundación Favaloro –

-¿se va de Buenos Aires?- me quedé pensativo por unos segundos- bueno gracias Soledad, fuiste de mucha ayuda- le agradecí y me dispuse a irme

– de nada, esperá Ismael. Podrías… mandarle un saludo a mi hermana. Solo decile que le mando un saludo y que… perdón por no estar-

-está bien, yo se lo hago saber- le respondí para luego fijar mi rumbo hacia la salida.

Salimos del edificio y caminamos en silencio hasta que Zett soltó estas palabras

-que complicadas son las relaciones ¿no?-

-supongo- respondí

-pero las personas las hacen complicadas, simplemente una buena comunicación hace la diferencia. Estoy seguro de que si Isco le hubiera planteado su completo desinterés en Soledad ella no se habría vuelto una persona obsesiva- dijo con sus manos en los bolsillos y mirando la vereda

-supongo-

-¿por qué supones? Soledad tenía razón o qué. Estuviste en una relación alguna vez ¿no? Digo quiero suponer- dijo ya mirándome con cara de cuestionario

-la verdad es que no, nunca estuve en una relación. No entiendo a las personas y de hecho no las soporto. Además qué tiene de interesante hablar y convivir todos los días con la misma persona- dije sacando un cigarrillo

-bueno supongo que nada, pero cuando conoces a la persona indicada cada diminuto detalle se vuelve lo más interesante del mundo. Aún si al resto les parece una boludez, para los que constituyen la relación es algo asombroso-

-hablas como uno de esos idiotas embriagado de amor y romance- le dije con un gesto indiferente y mientras prendía el cigarrillo

-eso es porque lo estoy hace ya mucho tiempo, de hecho tenemos una hija. Cada cosa que haga con ellas se vuelve un momento especial en mi memoria, de verdad te lo digo Isma es como si pudiera morir en esos felices recuerdos- me dijo mientras su boca formaba una sonrisa y sus ojos desprendían un brillo.

Lo miré –es curioso pero te creo, tu cara no es la de alguien que lo diga por compromiso-

Zett río –gracias… supongo, ya debo irme nos vemos mañana Isma y espero que encuentres a Isco-

-chau Zett-

Se despidió y tomamos caminos opuestos. Caminaba mientras mi cigarrillo se consumía, ¿morir en recuerdos felices? Esa frase me hacía pensar que yo no tengo ninguna memoria que me haga querer vivirla en bucle a tal grado de poder morir en ella.

Capítulo IV

Caminaba hasta la parada del bondi que me dejaría en mi hogar, era una calle oscura y silenciosa, tan silenciosa que se escuchaba el andar de mi conciencia de un lado hacia otro en mi cabeza.

Esos pasos se hicieron reales, se materializaron en dos siluetas que venían de frente a mí, me veían de arriba abajo en la lejanía, y se notaba su ansiosa impaciencia esperando ese momento en el que nuestras pisadas nos llevan a cruzarnos. En dicho punto me frenaron para preguntarme la hora y pedirme un cigarrillo, accedí a sus peticiones pero justo cuando estaba por sacar el paquete de cigarros sentí un golpe en mi nuca y un ruido de estallido en mi cien. Desorientado por el golpe, me di la vuelta y el suelo estaba cubierto de cristales que provenían de una botella rota que estaba siendo sostenida por un tercero. Los otros dos me agarraron de los brazos y el tercero comenzó a amenazarme con el resto de la botella. Efectivamente me estaban robando. Me pedían mi billetera y mi celular, pero el efecto del golpe me había atontado y el sentimiento de peligro no me dejaba hablar, mientras ellos seguían amenazándome con quitarme la vida. Al escuchar tales declaraciones mi boca no pudo evitar dibujar una tonta sonrisa al pensar que eso era exactamente lo que estaba buscando, sonrisa que hizo enojar a mis asaltantes los cuales comenzaron a golpearme.

Tirado en el piso sentía los golpes con un fuerte dolor pero también me relajaba cada impacto, eran caricias para mi maltratado ser. Mi sonrisa comenzó a crecer hasta convertirse en risa, risa que se volvió cada vez más escandalosa con cada caricia que mi cuerpo recibía, lo que generaba una incomodidad en mis atacantes que preguntaban al aire “¿a éste que mierda le pasa?” y se miraban entre sí completamente desconcertados, o por lo menos es lo que recuerdo porque después de este suceso me desmayé.

Mis ojos reaccionaron después de un lapso, mis pestañeos eran impares y mi cabeza sentía ese leve dolor en mi nuca. Desorientado, costosamente levanté mi torso para quedar sentado en mitad de la vereda, y revise cada uno de mis bolsillos los cuales para mi sorpresa no habían sido vaciados. Estoy en lo más recóndito del pesar humano, tal es la gravedad de mi estado que ni siquiera vale la pena robarme, quizás me habrán sentido algo de lastima… no justamente ese tipo de escoria no siente ninguna lastima, ahora que recuerdo sus caras de incomodidad reflejaban algo de miedo. Miedo por mi extraño comportamiento solo comparado con el de algún loco en un psiquiátrico. Me costó un poco levantarme porque al hacerlo mi entorno comenzó a dar vueltas.

Refregaba mi mano sobre la herida de mi nuca, se había inflamado, mientras caminaba de vuelta a casa. No me sentía ni furioso ni impotente con respecto a lo que pasó sino, que me sentía asombrado del poco daño que en este momento de mi vida pueden causarme las personas. Por alguna razón estaba bien conmigo mismo al darme cuenta de que en este punto no existe nada más que me haga sufrir. Supongo que el sufrir en realidad es la base de la vida porque aquel que sufre siente el verdadero sentimiento de muerte, ese que en algunos casos asusta tanto que se alejan de ésta para enfocarse en la vida, la aprecian más, pero después están aquellos que la ven como la opción más viable hacia la felicidad, porque al no saber exactamente que es la felicidad debo suponer que es el hecho de encontrar algo que te haga parar de sufrir, y esa respuesta en mi caso la encontré hace dos días cuando decidí suicidarme. En otras palabras el sufrimiento hace que las personas se den cuenta de lo bueno de la vida y lo malo de la muerte, la dualidad existe en todo y solo podemos ver las cosas buenas si primero conocemos el otro lado.

Llegué hasta la parada del bondi que venía conforme yo me acercaba a dicha parada. Me subí, pagué mi boleto y me senté en uno de los asientos individuales, para suerte mía el colectivo venía vacío. Estaba algo adormilado así que no dude en recostarme sobre la ventanilla, mientras que las aceleraciones del bondi me mecían hasta medio dormirme y las frenadas de golpe me despertaban de inmediato. Hasta que una de esas frenadas aterrizó en la parada en la que debía bajarme.

Ya en casa le apliqué hielo a mi nuca inflamada, mientras pensaba en lo que decía Anastasia “Las personas no son malas por vocación, hay algo… algún suceso que desencadena la maldad en sus almas, la frustración, la impotencia y el remordimiento generan dicha maldad. Por eso seden al camino fácil, porque es tan fácil ser malo, en cambio lo difícil de verdad es ser bueno con los demás. Por lo general este tipo de personas son a las que previamente pisotearon, lo que las lleva a creer que el mundo los seguirá pisoteando y que la única manera de que esto no suceda es que ellos los pisoteen primero y con mucha más fuerza”, quizás tenga razón pero nadie en este mundo de mierda va a preocuparse por alguien que ni siquiera conoce, y el que lo hace de seguro tiene un interés ajeno a ayudar.

Después de estar un rato pensativo decidí acostarme, para levantarme temprano y poder tener la charla con Isco que tantos baches habían hecho que se posponga.

A la mañana siguiente me levanté con un dolor terrible en mi cabeza, el golpe y todos mis pensamientos me habían pasado factura. Eran las siete de la mañana y yo ya me había alistado para irme directo hacia la fundación Favaloro. Las ansias de por fin resolver mi duda me impidieron desayunar, al salir de mi casa note el día nublado que me aguardaba hoy literalmente hablando, creo que mis ansias eran más por el hecho de saber que pronto todo terminaría. Ya estaba decidido a acabar con mi vida y las opiniones de los demás no influirían en mi decisión, pero entonces ¿por qué en algún lugar recóndito de mi ser anhelo que Isco me dé una buena respuesta a su razón de existir? Y lo más importante si esto me hace recapacitar ¿qué haré? Pensé en esto y por un momento me replanteé ir a ver a Isco, me encontraba dubitativo con respecto a su respuesta ¿Podría Isco devolverme las ganas de vivir?

Me puse de pie y opte por averiguarlo en vez de quedarme mirando el techo, la única forma de sacarme las dudas es yendo y nunca estaré en paz conmigo mismo si me mato sin saberlo.

Marché hasta la parada del bondi, mientras el día gris se reposaba en mis hombros y mi cara. Ya en la parada seguía atormentando con lo anteriormente pensado, “estoy decidido a matarme pero, ¿por qué ansío que su respuesta sea válida?”. El bondi frenó en frente de mi interrumpiendo mis preguntas, al subir obtuve una vista panorámica de todas las personas que se encontraban en éste, personas cansadas y fatigadas que seguramente se dirigían hacia su trabajo, su rutina diaria. Al mirarme por el reflejo de la ventanilla noté que yo era diferente a ellos en este punto, me encontraba parado firme y convencido, como si pudiera hacer lo que sea.

Llegué hasta mi destino. Me bajé del colectivo a duras penas y con quejas debido al altercado de la noche anterior, “quizás haga que me revisen ya que estoy acá” me dije a mi mismo.

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