Me he vuelto esclavo de la monotonía y estoy al borde del aburrimiento, como por bocados pero sigo hambriento, harapiento, renegando porque ya no podré levantarte el velo; no quedaré perplejo por lo bello que veo, de lejos, tú de blanco y yo de negro.
Mientras tú te casas yo te velo, hiciste eterno el frunzo de mi entrecejo, pero de qué me quejo, lo que vale es que aún te quiero, un querer de amor muerto, me sigo apareciendo en tu vida por mi orgullo, no te miento; después de perdida te imaginé mía, en mis sueños la protagonista de mi utopía.
Ese orgullo del que hable antes es grande, no te deseo felicidad con nadie, solo lo que la vida quiera darte.
Sepulto lo que dejó tu presencia y tú de luna de miel eterna, de la mano con mi ausencia.
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