PROLOGO:

Stephen se encontraba cansado y somnoliento, solo lo mantenía despierto el agudo dolor en su espalda a causa de su mala postura. Llevaba horas sentado en su auto y la luz ya no iluminaba lo poco que se podía ver del cielo. (-Esta ciudad esta llena de delincuencia porque hay demasiada oscuridad. –Le había dicho su padre cuando apenas tenia el sueño de ser policía. –Las sabandijas y ratas aman la oscuridad, pueden esconderse y hacer de las suyas en todo momento, pero cuando enciendes la luz corren a ocultarse.) Y eso es lo que era esta ciudad; un gran agujero donde las sabandijas y ratas corren y juegan sin parar, solo hasta que la luz del sol se atreve a asomarse un par de horas, solo para recordarles que Dios aun no se olvidaba de ellos.

Esa mañana, Stephen había recibido una llamada de su informante en cubierto, le había dicho que la banda de Monty había recibido un cargamento de drogas desde el exterior. Su padre era un completo moralista que le había enseñado el valor de la verdad y justicia. Como policía de la Ciudad de Cáliz tenia mucho que enseñarle a su hijo sobre el oficio y la vida misma. (-La gente poderosa solo nace para aprovecharse de los débiles, y nosotros somos los débiles, lo único que nos queda es defendernos lo mas que podamos. –Palabras que no había tomado tan literal cuando era niño.) El compartía mucho con su padre a parte de la mollera de piedra, su altura no lo favorecía mucho y su rostro era tan tosco como una roca. También comenzaba a perder el cabello, tanto que a su edad de veintiséis años ya tenia que utilizar un pequeño sombrero negro para ocultar su amplia frente.

El informante lo había llevado a un complejo residencial cerca de los muelles en uno de los extremos de la ciudad. El típico lugar donde los ancianos adinerados disfrutan de sus últimos días. La vegetación crecía frondosa gracias a la luz artificial y a la humedad de las cascadas que salían de las paredes de piedra, las cuales creaban un lago cristalino de donde nacía el rio Saltoro, el cual atravesaba toda la ciudad. Stephen se había estacionado en la avenida principal, la cual tenía menos movimiento que de costumbre, solo una pareja de ancianos que caminaban con un diminuto perro marrón, los cuales al notar el auto en las sombras, murmuraron unas palabras y enseguida cambiaron de acera para evitarlo.

-¿Aun nada? –Talia le habló a Stephen por la radio del auto.

-Aun nada, sigo en la espera.

En el departamento, Talia era la única que lo apoyaba. Los demás oficiales le obligaban a desistir en su investigación en contra de Jason Montgomery, un acaudalado empresario conectado con el crimen organizado. Su padre también le seguía la pista muy de cerca, pero optaron en continuar la investigación por su propia cuenta para evitar problemas con sus superiores. El departamento estaba casi tan corrupto como las calles y cuando se está entre criminales es mejor pretender ser uno.

La espera se prolongo durante mas o menos una hora, hasta que una camioneta se estacionó frente a una enorme casa que daba la espalda al lago e inmediatamente bajaron dos hombres a paso apresurado. Uno de ellos era alto y vestido con un traje elegante color plata, no pudo ver su rostro por la distancia, pero lo que estaba fuera de lugar era el segundo sujeto: un chico delgado de pelo castaño claro, casi rubio, que vestía con una playera sin mangas color rojo y unos ajustados pantalones color azul. El delgado llevaba un enorme maletín negro el cual cargaba con esfuerzo. Ambos entraron en la casa y el auto que los llevaba partió enseguida.

-Talia, Talia. –Dijo por la radio.

-Adelante. –Esta le respondió.

-Creo que tenemos algo. –Continuó. –Dos sujetos con actitud sospechosa entraron a una casa con un maletín negro. Procedo a una inspección mas cercana.

-Enterada, solo evita comprometerte y mantén una distancia segura, no podemos actuar hasta que tu padre llegue.

Stephen bajó del auto y se quitó el sombrero para evitar verse sospechoso. Caminó hasta la casa con la mayor naturalidad posible. La casa era bastante grande a comparación de las otras, enormes ventanales y un bonito jardín lleno de flores de temporada y una pequeña fuente al costado derecho que hacia el ambiente aún mas fresco de lo normal. Desde uno ventanales pudo ver la imagen de una menuda anciana parecía estar conversando con alguien, pero desde ese ángulo pudo ver bien con quien. Una absurda idea llego a su cabeza: (-El lugar es demasiado normal como para no levantar sospechas, y seguro usan a la anciana como una distracción. –Pensó. –Si me acerco sin intenciones sospechosas podría echar un vistazo dentro de la casa.) Tan imprudente como su idea, lo hizo. Subió por el pórtico y toco el timbre, para lo cual se asomó la menuda anciana con una sonrisa desdentada con la puerta siempre entreabierta, como queriendo ocultar algo entre su cordial sonrisa.

-Buenas tardes señora. –Le dijo con una sonrisa amigable. –Mi auto se averió y mi teléfono esta muerto. –Le mostró solo su teléfono apagado para que no pudiera dudarlo. –¿Me prestaría el suyo para llamar a un mecánico?

-Lo siento muchacho. –La anciana le respondió con cierta tristeza. –Me han cortado el teléfono pues mis nietos no han pagado el servicio del lugar desde hace mas de un mes.

Entre cada palabra aprovechaba para ver de reojo lo que sucedía, pero no pudo ver nada mas que una casa común y corriente.

-¿No tiene algún teléfono celular o algo por el estilo? O ¿Alguien mas que viva aquí con usted que tenga alguno?

-Lo siento joven. –Le volvió a responder con tristeza. –Vivo sola desde hace muchos años, el único que me hacia compañía era mi marido pero el murió hace mucho tiempo.

Esteban sabia que la anciana mentía y que por nada le iba a dejar entrar, así que intentó otra táctica.

-¿Por lo menos me dejaría entrar a su baño? Tengo la vejiga muy llena y no creo poder aguantar tanto.

-Puede orinar en el jardín, -La anciana le dijo sin dudarlo. –o también puede hacerlo en la calle. A esta hora no hay tanta gente por los alrededores y es muy raro que la policía pasé por aquí, esta es una de las zonas mas seguras. –Estaba claro que no cedería.

-Preferiría hacerlo en un baño, por decencia.

La mujer se notaba tan frustrada como el y frunció el ceño.

-Esta bien, pero espéreme un momento. La casa esta hecha un desastre.

La mujer cerró la puerta y varios pasos se escucharon del otro lado, incluso se escuchó la voz de un hombre lanzar una maldición a lo lejos. En ese momento Stephen se sintió constipado por la preocupación y su corazón comenzó a latir de tal manera que pensaba que le daría un infarto en ese momento. A pesar de tantos años en la policía el nunca había estado en una balacera, solo en riñas que terminaban con unos cuantos golpes, por lo tanto, poco sabia al respecto de manejar situaciones tan precarias, situaciones como esa.

-Ya puedes pasar hijo. –La anciana ya no se notaba sonriente, solo molesta de haber cedido. –Solo ignora el desastre.

-Muchas gracias. –Dijo al pasar.

La casa no estaba para nada desordenada, incluso se notaba pulcra y limpia. Stephen comenzó a buscar con la mirada cualquier cosa que le pareciera sospechosa, pero algo que no podía hacer era detenerse en el pasillo para observar, pues la anciana estuvo todo momento tras de el hasta que entró al baño casi a empujones. Mientras meaba se puso a pensar el porque la anciana cedería, incluso si no le fue fácil convencerla, tampoco era de esperarse que lo hiciera, sin embargo lo hizo. Comenzó a explorar el baño en medio de la meada y notó que el baño estaba conectado con otra habitación contigua, esa le pareció la oportunidad perfecta para revisar por lo menos un cuarto.

-Disculpe señora ¿Podría también hacer mis necesidades ya que estoy aquí?

-Usted solo me dijo que tenia que orinar. –La mujer se notaba molesta.

-Por supuesto, pero la tripa me esta estrujando el vientre. Me gustaría poder apaciguar esa sensación de una vez.

-Esta bien, pero no demore mucho.

Silenciosamente abrió la puerta y entró a un cuarto oscuro donde le penetraba hasta por los poros un olor a humedad y petróleo crudo. Utilizó su celular para iluminar el cuarto, pero era solo una especie de bodega, llena de viejos cacharros y muebles de los cuales la anciana nunca pudo deshacerse. Casi tropieza un par de veces hasta darse cuenta que no sabia lo que buscaba en realidad. Vio dos hombres entrar pero ninguno salir, eso era lo único que sabía, pero no que podría encontrar dentro de aquella caza, tal vez un arma, drogas o lo que sea para poder solicitar un cateo extenso en un futuro.

Entre las penumbras logro ver una caja exactamente igual a la que cargaba aquel sujeto delgado de cabellos castaños casi rubios. Se acercó para verla con mayor detenimiento y notó que estaba abierta, aunque para su sorpresa ya se encontraba vacía, era de interior acolchonado y podía ver un pequeño rastro de grasa, probablemente de algún arma.

Volvió rápidamente al baño antes de que la anciana comenzara a gritar de nuevo.

-Ya estoy por salir. –Le respondió mientras cerraba la puerta del otro lado y bajaba la palanca del escusado.

Al salir observó que la mujer estaba rabiosa, tanto como para llevarlo a empujones por la puerta. Intentó apaciguarla pero no fue posible, la mujer no quería escuchar ningún pretexto, a esa edad no es raro que sean cascarrabias pero por solo unos minutos demás en el baño era una exageración.

De regreso en el auto llamo a Talia para darle su informe.

-Entré a la casa pero todo parecía normal, menos por el maletín y la anciana. No había rastro alguno de los hombres, pero tampoco tuve mucha visión del lugar, por lo que se, podrían haber llevado armas.

-No creo que eso nos favorezca mucho.

-Yo tampoco.

Inesperadamente el auto que había dejado a los dos sujetos volvió y el sujeto de traje corrió hacia el para después irse tan deprisa que Stephen no pudo ni siquiera verle el rostro. Una enorme sensación de euforia le invadió el cuerpo, era ahora o nunca.

-Talia! Veré si puedo volver a entrar a la casa, uno de los sujetos salió corriendo del lugar, lo que significa que el otro sigue allí, intentaré arrestarlo.

-No tienes orden y está dentro de la casa, no puedes hacerlo.

-Los provocaré y alegaremos defensa propia. Solo es un sujeto el que esta dentro a parte de la anciana. –Se escuchaba decidido. –Mientras, manda a mi padre con algunos elementos al área para apoyarme. Esperaré para proceder.

-Enterada. Solo ten mucho cuidado.

Tomó su pistola de su cinturón y revisó la munición, también la de una pequeña pistola que llevaba en la pantorrilla. (-Vamos a hacerlo. –Se dijo mirando sus ojos en el retrovisor). Esperó un par de minutos para tomar un poco de valor y bajarlo con un trago de aguardiente, cosa que nunca faltaba en su guantera.

-¿Ya esta mi padre en camino? –Le pregunto a Talia.

-Llegará en menos de diez minutos con cinco elementos mas.

-Voy a proceder. –Salió del auto tan rápido como colgó su radio.

Caminó a paso apresurado haca la casa, siempre con su mano preparada para desenfundar el arma.

-Disculpe señora. –Gritó mientras tocaba agresivamente la puerta. –Olvide mi cartera en su baño.

-No dejó nada, y lárguese de una vez o llamaré a la policía!. –Gruño con rabia del otro lado de la puerta.

-Le volveré a pedir amablemente que me permita buscarla, pues llevo varios minutos siguiendo mis pasos y un no encuentro nada.

La puerta se abrió con violencia y lo único que pudo ver Stephen fue el brillante cañón de un enorme revolver apuntando directamente hacia el, y detrás de ella un hombre calvo y corpulento sosteniéndola con firmeza.

-La señora le dijo que se fuera y usted no entiende. –Dijo el hombre robusto que sostenía el arma con una mirada fría y llena de furia.

Stephen perdió el color de su piel y una sensación de nauseas casi lo hacen vomitar, nunca le habían apuntado con un arma en toda su vida, bueno, nunca con una completa intención de matarlo. Poco tiempo demoró en darse cuenta de lo que sucedía y una sensación de excitación recorrió todo su cuerpo, esa sensación de luchar por la vida misma.

-Disculpe, no era mi intención…

-No era tu intención que… hijo de perra. –Le acercó el cañón a la frente jalando el martillo, preparado para disparar.

Un disparo de adrenalina, acompañado de un impulso inconsciente hizo que moviera su brazo con la velocidad de un felino y torciera la muñeca del sujeto haciéndolo soltar el arma. Su otra mano se movió al mismo tiempo e igual de veloz hacia su propia arma que llevaba en el cinturón, llevando la a la boca de aquel sujeto que apenas tuvo tiempo de reaccionar a lo que sucedía, todo fue cuestión de un parpadeo.

-¿Qué decías…? –Su dedo en el gatillo temblaba, e incluso temía disparar. –No tienes tantos huevos cuando te están apuntando ¿Verdad? –El hombre temblaba y sus ojos se comenzaban a poner rojizos.

-Relájate hombre. –Dijo con voz quebrada. –Tu fuiste el que comenzó a molestar a la abuela.

-Guárdate ese cuento, conmigo no te va a servir. –Sacó su placa y se la puso frente a el. –Sé que trabajas para Montgomery y en este momento quedas bajo arresto. –Con el cañón lo llevó hasta el interior de la casa. –Ponte contra la pared y no intentes nada.

Los nervios le erizaban la piel, pero sentía una emoción inexplicable, como cuando un infante sube a un juego mecánico en una feria, una sensación emocionante y extrañamente gratificante a pesar del riesgo; aunque esa sensación se comenzó a desvanecer cuando un dolor punzante en la espalda le hizo estremecer. La anciana le había clavado un destornillador debajo del omoplato izquierdo, momento en el cual el sujeto aprovecho para encestarle un golpe en la mandíbula y correr por el pasillo hasta el otro lado de la casa. La anciana lo siguió a su paso tambaleante mientras Stephen se sacaba el destornillador intentando no desmayarse por el dolor.

-Puta madre. –Exclamó mientras se llevaba su mano a su espalda para intentar detener la hemorragia.

Era un dolor agudo, pero no insoportable. La sangre se le filtraba entre los dedos e impregnaba su ropa como el sudor en verano. A pesar de eso puso mantenerse en pie e intento seguirlos. El pasillo le parecía el mas largo del mundo, pues la perdida de sangre lo había debilitado y sentía como su respiración se hacía más pesada, y pensó que tal vez le había perforado el pulmón; aun así consiguió llegar a una puerta de madera rojiza, la cual estaba cerrada, no supo si fue su instinto o su estupidez pero disparó un par de veces al picaporte hasta que este cedió. Del otro lado estaba el patio trasero que daba directamente al rio y un puñado de hombres armados lo esperaban listos para disparar mientras otros a sus espaldas subían paquetes a un lujoso yate que se encontraba listo para zarpar. A Stephen no le quedó más que soltar su arma y levantar la única mano que tenia desocupada.

-Dice la abuela que estas causando problemas. –Dijo el hombre delgado de cabello castaño, casi rubio y playera roja el cual pudo ver mejor en esta ocasión; el tipo era delgado y enclenque, tenía los brazos tatuados con engranajes y puas, y su delgado cuello una frase que se podía leer como “Dios me ha olvidado”, sus ojos eran de un azul penetrante y su rostro delgado, era el típico estereotipo de chico guapo de secundaria. –Eso es algo que no podemos tolerar. –Le hizo un gesto con la mano a uno de sus hombres y este le llevó un par de tubos metálicos los cuales comenzó a colocarse en los antebrazos y ajustarlos con correas. –¿Molestar a una anciana indefensa? Eso no es de caballeros, amigo mío.

-Esa jodida anciana no tiene nada de indefensa. –Le respondió adolorido.

-En eso tienes razón. –Ajustaba esas enormes piezas de metal en sus brazos, las cuales parecían cañones. –Pero somos caballeros, y arreglamos las cosas como caballeros.

-¿Me piensas matar? –Ya comenzaba a notarse el miedo en su voz, aunque aceptando un destino inevitable.

-Si, pero no por haberte metido en nuestros asuntos. –Alegó. –Lo hago porque no puedo permitir que un hijo de perra como tu se aproveche de una inocente anciana.

-Ustedes la llevaron a esto. Montgomery es el que no tiene ningún tipo de respeto. –El dolor lo llevó al suelo, a caer sobre su rodilla. –Son ustedes los animales sin decencia ni moral.

-Te equivocas, amigo mío. –Se acercó a el con pasos firmes. –Esta mujer estaba aquí antes que nosotros. –La anciana sonrió mientras el sujeto se acercó aun mas a Stephen. –Nosotros solo seguimos tradiciones, una tradición que esperemos siga durante años. –La anciana sonreía mientras era llevada a bordo de la embarcación.

El sujeto delgado tenia puesta una sonrisa aterradora y sus ojos azules tan fríos como el hielo carecían de brillo, su rostro no mostraba estragos de edad pero si de vivencias. Uno podía reconocer el horror con verle a los ojos.

-Me da risa que gente como ustedes me hablen de moral cuando se la pasan matando y destruyendo vidas con sus drogas y vicios.

-Eso es muy diferente. –Se ajustó una de las correas de su brazo izquierdo. –Nosotros no les obligamos a consumir, ellos pueden hacer de su vida lo que quiera. –Agregó. –Las personas ignoran que el mundo se esta yendo a la mierda por si mismo, nosotros solo somos comerciantes del placer, les damos a las personas lo que quieren y si quieren destruir sus vidas consumiendo drogas, apostando o follando hasta el cansancio ¿Quiénes somos nosotros para impedírselos? No somos personas de malas intenciones, como tú, que tienes la intensión de sacar la pistola de tu tobillo en este momento.

Stephen se estremeció e intento sacarla, pero un golpe de aire caliente lo golpeó con tal fuerza que su ropa y la carne de su rostro se desgarró. Tendido en el suelo comenzó a contemplar su final. (-No quiero que sea de esta manera. –Se dijo. –Quiero que sea en mi cama, en paz, junto a mi familia. ¿Qué dirá papa? No quiero que me encuentre así)

-¡Ya nos vamos! –Un hombre gritó desde el yate y los de mas comenzaron a subir a el.

-Yo pensé que valdría la pena ponerme estas cosas. –Dijo aquel hombre refiriéndose a sus piezas de metal en los antebrazos mientras Stephen lo observaba de reojo, sin fuerza para poder ponerse de pie, ni mucho menos para hablar. Desde el metal en sus brazos salían hilos de vapor como los de una tetera en pleno hervor.

El sujeto golpeó con todo el peso de su cuerpo la cara de Stephen en un solo golpe demoledor, destrozándole el cráneo en una nube de polvo rojizo. Carne y huesos se volvieron nada con la onda de choque que provenía de sus brazos. Chorros de sangre salían de su cuello, debilitándose hasta que su corazón dejo de latir.

-CAPITULO 1: El pasado de Richard James Abbot

PARTE 1: Junio 4121 (Presente)

La tarde era fría y el viento rugía con fiereza entre los edificios que contrastaban con un cielo rojizo entre las nubes. Al moribundo sol solo le quedaban unos cuantos minutos para sucumbir a la noche.

Richard caminaba tambaleante por el alcohol y el cansancio de tanto follar. Llevaba impregnado un fuerte olor a coño que casi lo hacía vomitar, fue una mala idea olfatearse su propia camisa en el camino, pues tuvo que luchar con las contracciones de su estómago por unos segundos. La calle estaba solitaria y sus pasos eran casi inconscientes. Mas temprano que tarde, se dio cuenta que ya estaba en su edificio, un decadente complejo de departamentos que se encontraba en uno de los peores barrios de la ciudad. El olor a humedad y suciedad penetraba hasta por los poros.

El elevador estaba averiado desde ya hace varios años, o eso es lo que le habían dicho, pues desde que llegó allí nunca lo vio funcionar. Su propio cuerpo le pesaba toneladas en los escalones, al apoyarse en el barandal aplasto una gran mierda de paloma e involuntariamente la llevo a su nariz, haciéndolo descargar su estómago sobre los escalones y volviéndolo a hacer cuando se intentó limpiar la boca con el antebrazo, llevándose de nuevo el olor a coño a su nariz de nuevo.

La cabeza le daba vueltas en la ducha, mientras contemplaba la humedad de la grisácea pared haciendo formas que intentaba asimilar con objetos o personas; y la cabeza le daba vueltas en la cama, donde comenzó a contemplar su mano izquierda frente a su nariz. Su mano tenía la apariencia de la de un octogenario, de un color verduzco, llena de venas moradas y hematomas que iban desde la punta de sus dedos hasta su codo, también había perdido la punta del dedo índice y la mitad del dedo medio. Siempre solía llevar un guante de cuero negro para ocultar su mano, y una camisa de mangas largas le ayudaba a pasar desapercibido. Todas las noches le pulsaba con un dolor similar al de una quemadura, tanto que agradecía el estar ebrio casi todas las noches para poder conciliar el sueño. Aunque esa noche no pudo lograrlo. Un gran estruendo venia del departamento contiguo. (-Es el hijo de puta de Rogen. –Richard lo supo desde el primer instante.)

Sabía que no podría dormir si eso seguía así. Se levantó y fue a ver que sucedía en el departamento adjunto.

-¿Qué mierda haces? –Le preguntó al sujeto gordo en el departamento desde la puerta que se encontraba abierta.

-Me aburro, Richard. –Este le respondió mientras lanzaba botellas de cerveza contra la pared. Las botellas se encontraban aun llenas y el líquido escurría sobre una pequeña televisión que se hallaba en un buró con cientos de discos y libros.

El departamento de Rogen siempre se encontraba patas arriba, y no era la primera vez que hacía algo parecido. Al hombre le brotaba dinero hasta por los codos, pero nunca disfruto vivir una vida de lujos ni extravagancias, solo disfrutaba drogarse y beber hasta perder la razón. Su departamento era mas oscuro y sucio que el de Richard, con la sencilla diferencia de un gran ventanal que siempre solía mantener cerrado con gruesas cortinas durante la noche, aunque la luz de la luna siempre se filtraba con suavidad entre los pliegues.

-Te aburrirías menos si las bebieras en lugar de lanzarlas contra la pared.

-Estoy aburrido de beber y ya he inhalado suficiente polvo como para hacer correr a un caracol, pero todavía sigo aburrido. -Su pequeña mesa de centro estaba llena de polvo, mucho de el humedecido, cubriendo un montón de revistas, algunas de ellas pornográficas. –La extraño… -Comenzó a sollozar. –Extraño mi antigua vida, mi hogar, mi…

Antes de que pudiera continuar, Richard le encesto una fuerte palmada sobre la nuca, tan fuerte que casi lo tumba del asiento en el cual se tambaleaba.

-Si vas a estar lamentándote, hazlo en silencio. –Richard tomo una cerveza al sentirse que su conciencia volvía a aclararse. –Tu no eres el único que ha perdido algo, y recordándolo no harás que nada de eso vuelva.

Rogen se reincorporó en su sucio y maltrecho asiento. Intentó retener una lágrima y se dispuso a beber.

Por su parte, Richard comenzaba a recordarse hace ocho años, cuando tenía veintiuno, era atlético y vestía siempre a la moda urbana de la época: pantalones negros ajustados con un montón de innecesarios cinturones, una camisa de cuero negro con una sola manga, dejando expuesto su brazo izquierdo hasta la axila. Sus memorias lo absorbieron y guiaron hasta un callejón donde un coro de gritos le alentaban a romperle cada uno de los huesos del rostro a un sujeto del barrio contrario. El hombre había quedado irreconocible, con la quijada y nariz rota. Richard se sentía vivo de nuevo, especialmente cuando Georgia se acercó a el para robarle un beso ensangrentado. Era sin duda hermosa ante los ojos de Richard, aunque ella solo tenía diecisiete años era fiera e indomable, piel morena, rostro amplio y unos enormes ojos café que con la luz apropiada tomaban un tono negro profundo con los que podía ahogar a quien sea en ellos.

-¿Qué te pasa? –Rogen le preguntó al verlo tan pensativo y desconectado de la realidad.

-No es nada, solo estaba pensando en la chica con la que salí en la tarde.

-Sofía ¿Cierto? Ya me habías platicado de ella. –Terminó de beber una botella y enseguida destapó otra. –Me imagino que a estas alturas ya te la follaste.

-Es una buena chica, -Richard recordó el día en que la conoció en un bar de mala nota y no le costó mucho llevársela a la cama esa misma noche. Y eso era cosa de todos los días, aunque nunca le gustaba conversarle eso a nadie. El sexo era algo tan personal como privado, intimidad que no podía dar el lujo de compartir. –nos queremos tomar nuestro tiempo.

-Como gustes, mi hermano. Pero yo en tu lugar no le daría tregua a esa concha ni por un segundo.

Las botellas iban y venían al paso de las horas y el cansancio ya comenzaba a notarse en ambos.

-Ya me voy a dormir. –Dijo Rogen. –Si quieres puedes seguir tomando, pero cuando te vayas cierra bien la puerta.

-Yo ya me iba, no te preocupes. –Rogen solo le respondió con una señal con la mano.

La almohada y el alcohol nunca se llevaron bien. Los recuerdos volvían a la cabeza de Richard mientras el techo daba vueltas sobre el, la cama le parecía una montaña rusa, pero nunca sucumbió ante las náuseas. Frente a el se formaba la silueta de Georgia, sus ojos oscuros estaban mirándolo, fijamente y con pasión, sus labios eran provocadores y su piel tersa y suave era casi tangible. Se recordaba tocándola con su mano demacrada, cuando aún tenía sus dedos, color y movilidad. Solo le costó intentarlo para volver a la realidad. Los pensamientos de viejos tiempo invadían su cabeza sin piedad alguna, recordaba el enorme dolor que le causó meter esa mano a través del grueso metal de una caja fuerte, el botín fue jugoso, aunque siempre se preguntaba si ese dolor valía la pena. Claro, su brazo izquierdo era lo único que estaba dispuesto a pagar, ciertamente le sorprendía aun tenerlo pegado a su cuerpo.

Sin saberlo se quedó dormido. El ya no soñaba, había olvidado eso, y lo agradecía. Pues los recuerdos ya eran bastante malos como para tenerlos involuntariamente todas las noches.

Por la mañana, un golpeteo violento contra su puerta fue lo único que pudo despertarlo. Sin duda alguna era sospechoso, Richard no tenía conocidos o alguien al que por lo menos le importara. Los golpes se hicieron mas persistentes pero la pereza también. Solo se acercó a ver por la ranura de la puerta con solo una miga de curiosidad, pero lo que vio lo dejo sin aliento. Corrió velozmente a tomar el arma que se encontraba debajo del colchón se puso contra la pared al lado de la puerta.

-¿Qué es lo que quieres? –Gritó Richard intentando mantener su corazón en el pecho.

-Solo quiero conversar. –Una voz gruesa de escuchaba del otro lado. –Si viniera por ti créeme que ni siquiera estaría tocando a tu puerta.

-Tú nunca has querido conversar. ¡Ya dime qué carajo quieres!

-Mira Richard, sé que tuvimos nuestras diferencias, pero esos tiempos ya son pasado. Hoy necesito tu ayuda. Créeme que tu eres la última persona a la que quiero ver, pero desgraciadamente no hay de otra. Solo déjame pasar.

Richard estaba angustiando pero aun así abrió la puerta siempre apuntando a la cabeza de aquel sujeto con el arma que tenía en mano. El hombre sonreía mostrando las manos desarmadas. Johan Grace era un hombre corpulento y calvo que ya mostraba los signos de la edad, llevaba una menuda barba canosa y unos anteojos que no le hacían ningún juego con su grotesco rostro. En los viejos tiempos era detective en la ciudad de Cáliz, su antiguo hogar.

-Saca tu arma y déjala en el suelo. –Richard señalo con el cañón su chaqueta.

-Vengo desarmado. –Este le señalo con confianza.

-No te creo. –Richard tuvo que revisarlo personalmente para estar seguro.

-Ya baja esa arma. –Johan le exigió con un tono de frustración. –Me pones nervioso, además, creo que sabes que yo aquí no te puedo hacer nada, no es mi jurisdicción.

-Después de todo por lo que ha pasado me sobran motivos para desconfiar en ti.

-Yo solo hacia mi trabajo, y mi trabajo es evitar que personas como tu anden por las calles. –Johan se quitó su abrigo y lo puso sobre su antebrazo. –Estábamos en bandos contrarios, pero eso no nos vuelve enemigos.

-¿Y ahora quieres mi ayuda? –Richard lo dijo en un tono despectivo. –No se que tipo de ayuda estas buscando, pero yo te la puedo dar. Por como vez, ahora soy un simple contratista alcohólico, si quieres que repare tu techo o alguna tubería cuenta conmigo.

Johan rió mostrando un diente grisáceo con coronilla.

-Nadie cambia, cabrón. –Se quitó los anteojos y los colocó en su bolcillo. –Sigues siendo el mismo hijo de puta de hace diez años, y por mas que intentes mentir no has olvidado lo que sucedió aquella noche. Se que quieres venganza por lo que le hicieron a tu gente, a tu familia, a tu mujer.

-¿Y a eso vienes? ¿A ofrecerme venganza?

-No te ofrezco venganza alguna. Yo te ofrezco justicia. Yo como tu, también sufrí una perdida, y eso es algo que no me deja dormir por las noches. -Richard bajó el arma con desconfianza y asombro. –Solo quiero que me digas ¿Qué ocurrió exactamente hace nueve años? –Recordó la destrucción de Cáliz, las mujeres y niños corrían despavoridos mientras los edificios, las paredes y techos de roca caían, destruyendo todo, se desplomaban sobre las personas vehículos y hogares.

El Cáliz era la ciudad más maravillosa de la tierra, una metrópolis debajo de la tierra, donde el sol iluminaba apacible en un eclipse perpetuo la tierra en donde cayeron los primeros hombres. Las leyendas contaban que el gran agujero en el cielo se creó por la misma mano de Dios al arrojar a los primeros hombres para poblar la tierra, las paredes estaban adornadas con verde follaje que crecía con la humedad de cientos de cascadas de agua fresca y cristalina. Si existía un Dios o Dioses, era la prueba fidedigna.

-Si buscas respuestas, no están en mí. –Richard se dirigió a su nevera para abrir una botella de cerveza mientras observaba a Johan sentarse en una pequeña mesa de madera, sucia y corroída por las termitas.

-Esa noche ustedes llevaron a cabo su golpe, aunque fracasaron yo nunca pase por alto ese intento de su parte. No es una coincidencia que tu y tu banda decidiera robar a los hombres de Gerald esa misma noche.

-¿Crees en las casualidades?- -Richard pregunto mientras tomaba asiento frente a Johan.

-No.

-Yo antes creía en ellas; pues no era un hombre religioso. Pero todos estos años me han enseñado que al alguien allá arriba que nos quiere ver jodidos. Y eso es lo que hago todos los días, darle gusto a ese hijo de puta. –Richard casi se quedó sin aire al beber de aquella botella, dio un sorbo tan hondo que tuvo que dejar escapar un eructo con olor a alcohol y bilis.

-Dale todo el gusto que quieras. –Johan sacó una pequeña libreta amarilla y un bolígrafo dorado y los puso sobre la mesa. –Solo quiero escuchar tu historia. –Se dispuso a escuchar. –Cuéntame que sucedió ese once de febrero.

Richard veía su botella fría y sudada, sus dedos la acariciaban sintiendo la humedad y viendo las gotas correr hacia la mesa, manchándola de un blanco incomodo entre el marrón de la madera.

Sus memorias que lo transportaban años atrás se mimetizaban entre sus palabras. El televisor estaba encendido mientras Georgia limpiaba sus nudillos sanguinolentos con una esponja y un balde con agua. Se encontraban en el departamento de su cuñado, era un lugar amplio, oloroso y oscuro, pero a ninguno de ellos le preocupaban las apariencias. ¿A quién tendrían que impresionar?.

Su primo Thomas y su cuñado Orson sostenían una riña sobre quien había hecho trampa en los dardos.

-Diste un paso adelante, hijo de puta. –Orson gruñó.

-Tú fuiste el que sumó siete puntos de más. –Le respondió Thomas con similares alaridos.

Richard se encontraba en sus asuntos, apreciando los enormes ojos de Georgia y disfrutando de las caricias de la esponja húmeda y tibia sobre sus nudillos. Podría haber jurado que se le había roto un dedo, pero nunca se molestó, le soldaría algún día.

-¿Vieron cómo le deje la cara al puto de Marlton? –Este les intentaba distraer de su riña. –Ni su madre lo va a reconocer.

-Y eso que solo te sirve la mano derecha. –Georgia le beso con ternura la mejilla, beso que se comenzó a llenar de pasión y lujuria.

Georgia metió su mano en su entrepierna y apretó con fuerza, cosa que a Richard le apasionaba. Él le respondió con un tierna mordida en el labio inferior. Ella dejo escapar un gemido de placer.

-Les agradecería que hicieran eso en otro momento. –Orson refutó. –Por si no lo notaron, Thomas y yo estamos aquí. –Richard y Georgia solo rieron sonrojados y ella se levantó a dejar los harapos ensangrentados a la cocina.

El televisor estaba encendido y una mujer hablaba y hablaba, pero solo comenzamos a prestarle atención cuando Thomas pidió que subiéramos el volumen.

-El banco acaba de ser robado. –Dijo la mujer del noticiero. –Más de cuarenta millones de ilios en oro acaban de ser robados. –Sus rostros se veían atónitos y extrañamente emocionados. –Según testigos, los criminales escaparon en camionetas propiedad del ejército del estado y no hubo ni una baja. Aun no hay mas información por el momento, pero mas adelante analizaremos las cintas de seguridad del banco.

-¡Si! –Grito Orson haciendo un ademan de júbilo. –Ya debes de saber quién es, primo.

-Los hombres de Gerald Johnson… –Richard dijo con una sonrisa de algarabía.

-Será fácil encontrarlos. –Le respondió con una palmada en el hombro. –Además, ese oro ya se tiene que haber enfriado a estas horas. -Georgia salía de la cocina para sentarse en las piernas de Richard. -¿Qué opinas amor? Un último golpe.

-Ya me lo habías prometido, que me llevarías a visitar la tierra donde el sol nace y nos quedaríamos allí para siempre.

Una promesa que llevaba cargando desde su juventud. Georgia fue su primer y último amor. Muchas mujeres habían pasado por su vida antes y después de ella, pero nunca había logrado encontrar en ninguna de ellas esa esencia de gracia y felicidad que Georgia le transmitía. Era una mujer con un carácter muy fuerte, con una personalidad que en ocasiones lograba mimetizarse con la de cualquiera de sus amigos. Cada que tenían la oportunidad recapitulaban la tarde donde se habían conocido: Una pequeña riña en un bar a causa de un simple empujón provocó que Richard le rompiera la mandíbula a Orson sin previo aviso, algo que no sabía era que Georgia ya se quería ir del lugar, por lo cual le agradeció a este dándole su número telefónico y una cálida sonrisa.

-Nos iremos a un lugar donde el sol nos ilumine durante todo el día.

De regreso a la mesa frente a Johan, Richard contemplaba la seriedad del hombre que lo escuchaba mientras tomaba notas en un cuadernillo amarillo, con una letra tan pequeña no alcanzaba a ver por mas que se esforzara. (-Tal vez solo escriba lo que crea que es mentira. –Richard pensó.)

-¿Tienes familia viva, Johan? –Richard encendió un cigarrillo y escupió el espeso humo frente a él.

-Mi hija menor y mi esposa. –Afirmó el hombre.

-Entonces fue tu hijo mayor el que murió… -Johan lo miró con ojos despectivos, dándole a entender que esas no eran palabras que quería escuchar. -En verdad quisiera compadecerme de ti, pero no creo que tú te compadezcas de mí. Es fácil criar a un hijo sin un padre, pero nunca sin una madre. –Richard continuaba bebiendo y fumando. –Aunque aún no logro hacerme a la idea de lo difícil que fue para mi madre criar una mierda como yo.

Se transportó a esa misma tarde caminando hacia su casa con su primo Thomas al lado. Si bien pasaban la mayor parte de su tiempo en el departamento de Orson y Georgia, de vez en cuando iban a visitar a sus madres.

-Entonces… -Thomas codeó a Richard. -¿Esta es la última?

-Eso espero, y pronto dejar este maldito agujero. –Ambos contemplaron el sol asomarse sobre el techo cavernoso. –Siempre he soñado con vivir en un lugar donde por lo menos pueda ver el sol cada vez que quiera, donde no tenga que estar robando para poder vivir.

-¿Y piensas que Georgia llegue a acostumbrarse a eso? Ella nació y ha vivido de esa manera toda su vida, y tú lo sabes más que yo.

-Somos jóvenes, y podemos comenzar de nuevo. –Richard contemplaba los edificios bañados en un azul profundo mientras las luces más a lo lejos, en el cumulo de casas de la zona pobre, comenzaban a encenderse.

Thomas caminaba a su par hasta que el sonido de su teléfono le hizo demorar el paso.

-¿Si? –Este dijo con voz baja. –Voy para allá.

-¿Alguna mujer, primo?

-Cuando el deber llama, hay que responder. Pero por favor saluda a mi tía de mi parte y dile a mi madre que no llegaré muy tarde.

Johan escuchaba atento y con una mirada fiera hacia los ojos de Richard, los cuales se encontraban aún somnolientos.

-¿Fue esa misma noche? –Johan tomó un cigarrillo de su bolso y lo encendió sin dejar de tomar nota.

-Esa misma. –Richard se recordaba corriendo escaleras abajo con Thomas, Orson y Georgia. El pasillo era oscuro y tropezaban cada par de pasos hasta que la luz de una puerta abierta iluminó sus ojos. El rostro de Richard se encontraba constipado por el shock de ver frente a él la espalda de Thomas colapsar en una nube de sangre y viseras cubriendo su rostro.

PARTE 2: Febrero 4112

La mesa estaba servida y las moscas comenzaban allegar al festín, ellas siempre eran las primeras pues siempre estaban allí y Richard ya estaba acostumbrado a estar acompañado de ellas. Los estrechos y sucios callejones de Turgan habían sido su hogar. Desde muy pequeño corría descalzo entre las pequeñas casas de madera y lamina, siempre acompañado de su pequeña pandilla. En esos tiempos se dedicaban a robar cableado eléctrico, pequeños electrodomésticos que las ancianas descuidaban junto a alguna ventana y cuando la suerte les favorecía podían robarle la cartera a algún sujeto descuidado. No robaban por drogas puesto que eran muy pequeños para darles alguna pizca de curiosidad juvenil, tampoco por necesidad, pues a pesar de ser demasiado pobres siempre tenían comida en su mesa, solo lo hacían por gusto y diversión, y para poder comprar algunas golosinas al final del día. Aquellos si eran buenos tiempos, lejos de las preocupaciones de una vida adulta.

Richard ya se había sentado a la mesa, aunque no quería comenzar a comer hasta que su madre también lo hiciera. Él nunca fue el hijo ejemplar pero su amor y devoción a su madre era la de un beato. Se dedicó a espantar a las moscas que se habían posado en el puré de habas e hizo a un lado las rebanadas de pan que su madre había colocado descuidadamente debajo de una gotera.

-¿Qué tanto haces que no vienes a comer? –Le gritó a su madre pues la tripa le comenzaba a rugir, ya que no había comido nada desde la noche anterior.

-Estoy preparando una sopa de albóndigas y rábanos para tu tía Penélope. –Le respondía desde la cocina, la cual se encontraba solo detrás de una pared de madera mohosa con un descolorido azul pastel.

En ocasiones no le agradaba que su madre le cocinara todos sus caprichos a su tía pero era la hermana de su madre y madre de Orson; la única familia que le quedaba.

Desde la ventana podía escuchar la risa de unos niños y el chapoteo de sus pies sobre el agua, lo que le llevó a preguntarse ¿Qué fue de su antigua pandilla? Los cinco pequeños compañeros de travesuras. Rodrick “el liendres”, el mas pequeño de ellos había muerto electrocutado al colgarse de un cable de electricidad y los hermanos Tim y Ron habían muerto por comer comida descompuesta. Los únicos que quedaban eran Patrick y el, y ambos habían tomado rumbos diferentes; Patrick había embarazado a una chica a sus catorce años y tuvo que comenzar a trabajar como obrero constructor, mientras Richard simplemente convirtió lo aprendido en las calles en un oficio más productivo.

-Ya ven a sentarte a comer, mamá. –Richard espantó un par de moscas que se habían posado sobre las menudencias de pollo en salsa de tomate.

-En cuanto llegue tu tía que ella misma se sirva. –Su madre se sentó frente a él y rápidamente comenzaron a comer. –Ya está todo listo

Rosalina “la Bella” le decían en sus años de juventud, tenía el cabello tan oscuro como la noche y ojos grandes como platos, y eso era lo único que había mantenido intacto el tiempo en ella. Su belleza se fue marchitando y su piel arrugándose al paso de los años, sus bellos ojos ya eran opacados por sus ojeras y patas de gallo. Aun no llegaba ni a los cincuenta, pero sus dedos ya temblaban al sujetar la cuchara y en las mañanas frías le costaba levantarse de la cama. Richard siempre se había preguntado que había visto en el difunto vejestorio al que le obligaban a llamar padre. Aquel era ya un anciano cuando Richard nació, y pocos recuerdos gratos quedaron de él, puesto que había muerto cuando Richard tenía apenas cinco años. Muerto por aquel antiguo y acérrimo enemigo del hombre, el tiempo.

-¿Y Orson? Me dijo Penélope que vendría, por lo mismo me pidió las albóndigas.

-Venía con el, pero recibió una llamada y se fue. Dijo que era una mujer. –Orson no nació con el don de la belleza ni el carisma. –Pero quien sabe. –Se encogió de hombros. –Quizás encontró alguna chica tan caprichosa como el.

Richard se sirvió otra rasión de menudencias y acaparó el pan. Su madre se limitaba al puré de habas para darle espacio a la sopa de albóndigas, la mujer se notaba pensativa y más callada que de costumbre, acongojada por una preocupación casi palpable, un aura que puede describir un pensamiento mejor que las palabras. Richard paró de comer por un momento a notarse envuelto por ella.

-¿Te sucede algo? ¿Te encuentras bien?

-Estoy tan bien como lo puede estar una madre que no sabe cuál día podría ser el último de su hijo. –Respondió la mujer abnegada. –No creas que no se en que cosas andas metido, hijo. Y últimamente he tenido un mal presentimiento que no me deja dormir.

-¿De que estas hablando? –Fingió demencia.

-¿En verdad crees que ignoro que tu mano se pone cada vez peor? Y es difícil pasar por alto esas vendas de tus nudillos.

Él no se había dado cuenta, pero ella tenía razón, el ignoró por completo su mano verdosa y los nudillos de la mano derecha con los que difícilmente podía sostener la cuchara.

-¿Esto? –Señaló sus nudillos. –Me resbalé en el departamento de Georgia. –Utilizó la primera mentira absurda que se le ocurrió.

-Soy tu madre. –Le gritó colérica. –¿Piensas que te voy a creer eso?

-¿Y que esperabas? –Richard ya se mostraba desesperado. –¿Que me valla a trabajar a las minas por un sueldo miserable? Las calles son mas seguras que eso, y sin dudas se gana mejor. La situación no está como para darse el lujo de un trabajo honesto y si fui bendecido con esto es para ayudarnos a vivir mejor. –Le mostró su mano, esa mano llena de venas verdosas y hematomas que le daban la apariencia de la de un octogenario.

Esa mano era el estigma más grande que Richard cargaba. A la edad de los quince años había descubierto su poder, podía atravesar cualquier superficie a voluntad; madera, concreto, metal, para el no existían muros, aunque al hacerlo sentía un dolor terrible, solo comparable al dolor de meter la mano directamente al fuego vivo.

-No tiene que ser de esa manera. –Su madre le tomo de la mano. -Se dice que en tierras muy lejanas Dios escogía a unas cuantas personas para que hicieran su voluntad sobre este mundo. Les llamaban los Dedos de Dios, pues eran el vinculo de nuestro mundo con el reino de los cielo, y lo que tu tienes no es diferente, solo que todavía no lo sabes.

-Si Dios existe, el nos odia. -El siempre pensaba que esas leyendas que se escuchaban desde el otro lado del mundo eran solo cuentos para llevar a los niños a la cama.

La tía Penélope llegó y ambos disimularon y aparentaron que esa plática nunca sucedió. Era una mujer regordeta de cabello desaliñado y malhumorada que pasaba la mitad del día comiendo y la otra mitad compartiendo chismes de los vecinos. Era del tipo de personas que veía el mundo mas interesante a través de la vida de los de mas.

-¿Dónde está Orson? –Preguntó sin tan siquiera saludar.

-Dijo que saldría con alguien.

A la tía regordeta le pareció importar poco y se abalanzó enseguida sobre la sopa de albóndigas. Era asqueroso verla comer, engullía las albóndigas completas y el caldo se escurría entre la comisura de sus gordos labios hasta ensuciar sus papadas. Richard perdió el apetito en ese mismo instante.

El atardecer comenzaba a llenarse de tensión y nerviosismo. La televisión estaba encendida con las últimas noticias del robo al banco, habían pasado unas quince horas del atraco y aún no había ninguna pista de los sospechosos. La mujer del noticiero mencionó que fue uno de los mejores atracos de la historia y afortunadamente no hubo baja alguna. Algunas de las personas que presenciaron el robo dijeron que los asaltantes fueron amables en todo momento y aunque se encontraban asustados se sentían tranquilos. Richard era el que no podía tranquilizarse, su mente vagaba en el que sucedería esa noche, pues no hay pecado si un ladrón roba a un ladrón. No dudaba de sus habilidades ni de la de sus amigos, pero desconocía el verdadero potencial de los enemigos. El noticiero continuaba y salían a la luz nuevas evidencias, entre ellas un video del asalto. Se veía como un par de hombres armados con ropas negras y enmascarados entraban a intimidar a los empleados apuntándoles con sus armas de fuego, naturalmente los clientes se lanzaron al suelo temerosos, eso no demoró mas de cinco segundos, enseguida entraron un par de sujetos, un joven atlético y delgado con el rostro cubierto, y una mujer rubia delgada y alta que simplemente llevaba unos lentes de sol oscuros. El video no tenía sonido, pero aparentemente la mujer comenzó a hablar y la gente comenzó a levantarse tranquilamente y caminaron hacia un rincón, donde se sentaron agachando la cabeza. El gerente opuso un poco de resistencia, pero solo bastó con que la mujer le dirigiera su vista unas palabras hacia el, después de eso el joven forzó una puerta y eso fue lo último que se vieron las cámaras de seguridad antes de ser desactivadas.

Un mensaje de texto le había llegado (-Ya estamos en casa de Georgia, -De parte de Thomas.) Observó su teléfono con un rosto constipado de preocupación y así se levantó para darle un beso de despedida a su madre.

-Me quedaré esta noche con Georgia, volveré mañana temprano para el almuerzo.

Su madre no le creyó esa mentira, pero lo único que hizo fue darle un fuerte abrazo y dejarlo ir. ¿Qué es lo que puede hacer una madre cansada con un hijo que no quiere escuchar?

Mientras caminaba pensaba como ese abraso podría ser el último, era ya una rutina imaginarse las últimas palabras que le diría a su madre y no quería que fueran solo mentiras, por lo que siempre que salía escribía y programaba un mensaje de texto como despedida, por si llegaba a pasarle algo se enviaría automáticamente a la mañana siguiente, a menos que estuviera vivo para cancelarlo. Era su forma de asegurarse que sus últimas palabras a su madre no fueran solo mentiras. (-Querida madre. –Escribió. –Sé que no he sido el hijo que mereces, pero tú fuiste la madre que nadie en este mundo se merece. Si estás leyendo esto, significa que yo ya no estoy en este mundo. Solo quería agradecerte por criarme y soportarme todo este tiempo. –Sin más palabras guardó el mensaje y lo programó esperando nunca enviarlo.)

PARTE 3: Junio 4121 (Presente)

-Dime, Johan… -Richard se tomó el atrevimiento de robarle un cigarrillo y encenderlo al instante. -¿Tú crees en dios? –Johan asentó con la cabeza. –Yo también solía creer, quizás era solo por miedo, miedo a pensar que todas las cosas malas que nos pasan son consecuencia de nuestros propios actos, porque claro que es mucho más fácil culpar a alguien más. –Hiso una pausa solo para llevar el cigarrillo a su boca. El fuego consumiendo el tabaco chasqueaba entre el silencio de la mañana. -Siempre que muere algún ser querido, fracasamos en algún negocio o nos sucede alguna desgracia solemos decir que es la voluntad de Dios, que tiene que ser de esa manera porque así lo quiere y que tiene un mejor plan para nosotros. Eso Johan, eso si me da miedo. –Richard lo señalaba con el cigarrillo entre sus dedos. –Pensar que allá arriba pueda haber alguien que mueve las cuerdas y rige todo lo que hacemos en nuestras vidas. No es muy diferente de lo que pasa con los medios, el estado, el gobierno, aunque a esos no les temo, son solo hombres.

-Todos tenemos que creer en algo –Johan sacó una licorera y dio un largo trago. –Es lo que le da sentido a la vida, el saber que después de morir hay algo más que solo oscuridad.

-Pero eso es lo único que hay. –Le afirmó. –Una total oscuridad. Al morir el cuerpo, la conciencia muere, y con ella nuestra identidad. –Escupió un suave humo grisáceo. -En ocasiones me gustaría volver a creer en eso, volver a esa ignorancia tan liberadora, pero ahora solo me duermo en las noches con la ilusión de no despertar.

Richard llevaba varios años forjando esa filosofía de lo que apenas le podía llamar vida. El alcohol le daba horas de una profunda reflexión. En ocasiones se la pasaba viendo a través de la ventana de su departamento el sinfín de edificios e intentaba imaginar las vidas de esas personas, solo poco de alivio temporal al intentar pensar en alguien con una peor situación. Pero todo iba hacia una misma dirección, un camino de memorias punzantes y dolor que el tiempo hace crecer.

-¿Y a que va todo eso? –Johan se mostraba malhumorado por tanto palabrerío.

-Pocas veces me siento a recordar mi pasado, y no puedo creer todo lo que cagué. Quería imaginar que todo esto sucedió porque soy una mala persona, porque me lo merecía; pero no, todo esto ocurrió porque yo tome cada una de esas decisiones y aquí estamos… Yo no lo merecía, yo lo hice.

Una de las cosas que siempre dudó en su vida era ese preciso momento: tener a Johan frente a él, conversando sin que este intentara ponerle una bala en la cabeza. En el pasado Johan estaba a cargo de la investigación de su pequeña pandilla, una tarea que nunca pudo concretar debido a lo escurridizo que llegaban a ser Richard y los suyos. Johan era una gran molestia en ese entonces, aunque nunca fue un obstáculo.

-Creo que tienes razón. –Johan se recostó hacia atrás, relajando su espalda. –Si los hubiera atrapado antes, nada de eso hubiera sucedido. Cantas vidas hubiéramos podido salvar. Pero es inútil pensar en eso, y es inútil sentirse culpable.

-Es claro que vienes a algo más que escuchar mi historia.

-A su debido momento te lo contaré. –Le ofreció un trago de su licorera. Richard limpio la boquilla y dio un trago largo. –Ahora… me gustaría que me hablaras un poco de los de tu clase. ¿Cómo se dan cuenta que tienen algún poder?

Richard hizo una trompetilla despectiva con sus labios.

-No tienes idea de lo mucho que odiaba esa pregunta en mi juventud. –Ciertamente era algo muy molesto en aquel tiempo repetir la misma historia una y otra vez. –Y te responderé ya que nadie me lo ha preguntado desde hace más de nueve años. –El cigarrillo ya le quemaba los dedos, pero aun así le dio un último golpe antes de arrojarlo al suelo. –Todo ocurre con tanta naturalidad como cuando te empiezas a masturbar: Te rascas la verga y cuando menos te das cuenta, vez que te gusta, y lo sigues haciendo hasta que acabas por primera vez. Te asustas, pero sabes que has descubierto algo especial. –Sus ademanes describían a la perfección sus palabras. –Yo descubrí mi habilidad a mis quince años. Había comprado una motoneta y las llaves se me cayeron por un desagüe. Intenté durante varios minutos alcanzarlas, pero solo podía meter parte del antebrazo. No se como sucedió, que un dolor, similar al de una quemadura, me invadió, y pude ver como atravesaba los barrotes de acero hasta alcanzarlas. –Se tocó su brazo recordando aquel dolor. –Después de ese día comencé a mejorarlo y note que no era algo que podía hacer tan seguido. El dolor era horrible.

Johan anotaba en su pequeña libreta palabras que Richard no alcanzaba a ver.

-¿Y tu madre? –Preguntó. –¿Cómo lo tomo?

-Ja ja ja. –Rió. –Las personas no reaccionan como las vez en las películas. –Tomó la cajetilla y le robó otro cigarrillo. Al encenderlo exhaló el humo por su nariz. –Eso es lo que piensan las personas, que harán un drama de ¿Por qué ocultaste esto durante todo este tiempo? ¿Por qué me mentiste? ¿Cómo vas a ayudar a las personas? No, no, no… Hay demasiadas preguntas pero nunca son esas.

-Entonces ¿Tu madre se emocionó?

-No como cuando un hijo se gradúa o al saber que será abuela, pero si, se emocionó. Y yo también estaba emocionado. –Lo miró fijamente a los ojos. –No tienes idea de lo que se siente.

-Me lo puedo imaginar. –Johan bajó la mirada solo para hacer algunas anotaciones en su pequeña libreta.

-No, no te lo imaginas. –Richard quería hacerlo entender. –En ese momento me sentía en la sima del mundo, como si la vida en ese momento tuviera algo de sentido, como si en realidad pudiera cambiar el mundo. Aunque esa sensación no me duró mucho.

-¿Por qué? –Preguntó a secas.

-Te haré la pregunta que le hago a todos para explicártelo mejor. ¿Alguna vez soñaste con ser invisible cuando eras joven?

-Creo que todos lo hicimos en algún momento.

-Y seguro pensaste en lo que podrías hacer si te volvías invisible: Robar, cogerte a la chica del que tanto te gustaba cuando se levantara para ir al baño; y un sinfín de cosas más. –Johan rió y asentó con la cabeza. –Imagínate las cosas que se me vinieron a la cabeza al saber que podía atravesar cualquier cosa. Las películas, libros y televisión no dicen más que mentiras de este mundo. Todos actuamos a nuestro propio beneficio; este mundo no es de los héroes, ustedes, los policías son lo más cercano a ello. Son los estúpidos que intentan hacer justicia y proteger al desvalido, claro que tienen su salario, pero algunos como tú lo hacen por el simple amor al servicio, eso es muy raro en un hombre.

Johan lo miró con unos ojos benevolentes.

-No sabía que pensaras de esa manera.

-Y esa clase de hombres son los que mueren primero. Yo nunca fui un monstruo, es solo que la sociedad nunca comprende, no comprenden porque están programados. Creen que la obligación del rico es ayudar al pobre, que la obligación del fuerte es ayudar al débil. Todos me presionaban y me decían que ayudara a la gente, que ese era mi papel en el plan de Dios ¿Pero quién me había ayudado a mi en los momentos en los que mas hambre pasaba? ¿Quién me extendió la mano cuando yo estaba en el suelo? Vivía en una gran pobreza y lo único en lo que pensaba era poner comida en mi mesa.

PARTE 4: Febrero 4112

Orson había llegado demasiado tarde, casi a punto de las nueve. Richard, Thomas y Georgia se encontraban alrededor de la mesa de billar pensando en una estrategia para el robo, sobre la mesa se encontraba un gran mapa de los almacenes de los muelles, lugar donde debería estar el botín.

-Disculpen el retraso. –Dijo Orson. Thomas notó que este tenía el ojo izquierdo morado y una costra de bajo de la ceja.

-Que te sucedió. –Le preguntó con un desaire de indiferencia.

-Un tipo me intentó asaltar.

Eso bastó para proseguir con el plan. Las calles eran peligrosas y los asaltos eran de lo más común, casi cotidiano.

Thomas siempre llevaba la tutela en la planeación, era al más inteligente del grupo. Sugirió mantener un perfil bajo y robar algún camión que estuviera próximo para el escape. Georgia sugirió robar el camión de antemano, pero sabían que esto les traería grandes problemas al momento del robo. Era una gran cantidad de oro que no podrían mover con facilidad si ya estaban pisándoles los talones, por lo que se decidieron por el plan de Thomas, tomar el oro, robar el camión y escapar cuanto antes. No era necesario llevarse todo.

Richard se encontraba dudoso en todo momento, había una voz en su cabeza que no podía silenciar ni siquiera con alcohol, una pequeña sensación de miedo, sin embargo nunca dejó que esto se interpusiera con su ambición.

-He notado algo muy extraño. –Dijo Georgia. –El robo al banco fue demasiado limpio, sin ningún muerto. Como si el banco se dejara robar a propósito.

-Vi en las noticias las cintas de seguridad del atraco, esos dos sujetos del video puede que sean como nosotros, hay que tener mucha precaución. –Richard agregó.

Thomas no se notaba convencido en lo absoluto, cada opinión era un peso más sobre sus hombros. Había estudiado perfectamente la situación durante todo el día y cada vez iba de mal en peor.

-Solo podemos hacer un robo furtivo. –Sugirió Thomas. –Entraremos por el sistema de drenajes e improvisaremos. Pues ciertamente no sabemos con que carajo nos vamos a encontrar, tampoco sabemos donde ocultan el oro. Mas vale no arriesgarnos. -Una opinión sensata a lo que fue solo un capricho de un momento.

Orson se advertía ansioso, su pierna izquierda daba pequeños saltos de inquietud.

-¿Tu qué opinas, Orson? –Richard le preguntó. –Tú conoces a la gente de Johnson mas que nosotros, tu trabajaste con ellos. Y ¿Quiénes son esos dos sujetos que aparecieron en las noticias del robo?

-Pues hay que ser precavidos e intentarlo. –Sacó un poco de polvo blanco de su bolsillo y lo inhaló. –Son muy confiados, esa es su debilidad, en cuanto a esos sujetos, nunca los he visto en mi vida.

-¿Estás seguro que tienes que hacer eso justo ahora? –Thomas agregó con un tono de enojo.

-Si no es ahora ¿Cuándo?

-Dame un poco. –Este le arrebató la pequeña bolsita de polvo y aspiró con vigor. Inmediatamente sus ojos se dilataron y su cuerpo se estremeció en un temblor incesante.

No dudaban por un segundo de sus habilidades, pero nunca sabían con quien se podían meter, y esos dos tipos no parecían personas normales aunque ellos tampoco lo eran. No solo contaban con la habilidad de Richard de atravesar cualquier superficie; Thomas tenía la fuerza de un toro, capaz de destrozar huesos de un solo golpe; Orson podía correr más rápido de un chita y Georgia podía leer la mente de cualquiera a menos de cuatro metros de ella. Pero todo gran poder tiene una gran debilidad; Georgia no podía entrar en la mente de nadie sin que este pudiera hacer lo mismo con ella, Orson no podía correr mas rápido de lo que sus tobillos podían soportar, los huesos de Thomas podían dislocarse o romperse al cargar mas de lo que soportaba su propio cuerpo, y Richard sufría un terrible dolor al atravesar cualquier superficie, además, las puntas de uno de sus dedos había comenzado a oscurecerse cosa que ya le comenzaba a preocupar pues sentía una extraña sensación de entumecimiento.

Thomas se había dejado invadir por una profunda ansiedad, amplificada a causa del polvo, la cual intentaba ahogar en alcohol. En esas circunstancias no le hiso mala cara a una botella de ron barato que yacía debajo del sofá.

-Todo va a salir bien. –Richard intentó apaciguarlo para que no bebiera demasiado. –Esto no es lo más peligroso que lo que ya hemos hecho.

-Lo se, amigo. Pero siento que esto es diferente. –El ron goteaba desde la comisura de su boca, la cual secó con su mano. –Tengo un muy mal presentimiento, como que nos estamos dejando llevar demasiado por nuestra codicia y ya no nos damos la oportunidad de pensar bien las cosas.

Richard no pudo evitar desconcertarse ya que Thomas tenía toda la razón.

-En ocasiones no hay que pensar las cosas, simplemente hay que hacerlas, de esa manera nunca piensas de antemano en el fracaso.

En la cocina de escuchaban los quejidos de Orson mientras Georgia le curaba el ojo.

-Pensar así no siempre puede ser bueno, amigo. No podemos confiarnos demasiado pues no somos inmortales. Quizás somos astutos y habilidosos, pero, por mas que lo ignoremos siempre habrá alguien mejor que nosotros. –Su mirada se notaba fija al suelo, tal vez observaba su zapato imaginando una colonia de ángeles alrededor de su pie izquierdo.

Georgia salió de la cocina y detrás de ella Orson, el cual sostenía un trozo de hielo sobre su ojo morado, sin embargo, su otro ojo rebozaba de curiosidad. Richard notó que su mirada estaba sobre el trasero de Georgia, y aunque no le gustó prefirió ignorarlo.

-¿Ahora que hacemos? –Preguntó Georgia al sentarse sobre las piernas de Richard.

-Aun es muy temprano como para movernos, esperemos un par de horas mas. Y tu, Thomas. No bebas hasta que hayamos terminado con esto. –Le arrebató la botella y se la llevo a la habitación con Georgia.

Ambos sabían como aprovecharían esas horas, y se dejaron llevar por el impulso carnal que les invadió una vez cerraron la puerta. La habitación era pequeña y ambos chocaba con los muebles mientras se despojaban de sus ropas, Richard no soltaba era la botella de la cual ocasionalmente bebía entre besos solo para avivar mas y mas el calor de sus cuerpos. La ansiedad se había confundido con la pasión y ambos estaban de acuerdo en ello, por un breve momento Georgia se conectó con Richard y ambos pudieron ver lo que pasaba por la mente del otro, el temor estaba presente y ambos se esforzaban por mitigarlo aunque sea por un instante. Las manos de Richard estaban inquietas y reptaban desde las caderas hasta el espeso cabello castaño, el cual, entre besos, los estrujaba para liberar esa dulce fragancia a frutos rojos. Richard comenzó a besar su cuello, sintiendo su tersa piel mientras la rozaba con su nariz con una lentitud incandescente. Georgia tomó su verga la cual ya se encontraba tan dura como una roca y la guió dentro de ella. En ese preciso momento olvidaron absolutamente todo, solo les importaba el otro mientras sus cuerpos se retorcían en un placer que ni el mismo Dios podía detener. Solo hubo un momento de lucidez y solo fue casi al final del éxtasis, Richard no pudo terminar dentro de ella.

-Perdóname. –Le dijo al verla con el seño fruncido y con su esperma sobre su vientre.

-¿Cuánto tiempo vas a seguir con esto? –Ella lo quitó de encima suyo. –Te he dicho que a mi no me interesa.

-Pero a mi si. –El se levantó para ponerse sus calzones.

Richard y Georgia siempre habían discutido la idea de tener un hijo. Georgia nunca logró apaciguar su instinto maternal, ella desde muy temprana edad concebía la idea de tener un hijo. Tal vez podía justificarse con la dolorosa infancia que llevó. Abandonada por su padre, tuvo que trabajar vendiendo caramelos en los cruces de autos hasta que su madre se comenzó a acostar con un ejecutivo bancario. A la edad de quince años, ella y su hermano Thomas se fugaron para buscar un nuevo rumbo en sus vidas, pero lo único que encontraron fueron drogas y excesos. Eso hasta que lograron descubrir sus habilidades, las cuales los llevó a robar y hacer de eso su vida. Ella siempre tenia en mente darle a alguien la vida que siempre quiso tener, la vida acompañada de una madre amorosa, la de un padre comprensivo; aunque Richard pensaba que eso era solo una justificación para apaciguar los pensamientos culposos de sus crímenes.

-Llevamos años juntos y verdaderamente quiero que tu seas el padre de mis hijos. –Ella se subía sus bragas y acomodaba sus tetas dentro del sosten.

-Y yo quiero que seas la madre de los míos. –El dijo mientras se ponía su camisa. –Pero estos tiempos no son los tiempos. No podemos traer al mundo a un hijo mientras el nuestro se desmorona.

-Pero este es nuestro mundo. –Ella insistió. –Lo tenemos todo cuando queremos. Podemos hurtar, robar, matar a quien sea para que este mundo sea un lugar mejor para el. ¿Por qué eres tan necio?

-Porque no le podemos dar lo mas importante. Paz. Esta vida que vivimos no es vida, tengo miedo de traer un ser al mundo que tenga que pasar por lo que hemos pasado.

Ella no tuvo mas opción que permanecer en silencio mientras terminaban de vestirse.

Unos quince minutos pasaron a la par de un silencio de reflexión de lo mas incómodo. Richard se había sentado en la esquina de la cama mientras Georgia estaba recostada sobre un par de almohadas. El ya había olvidado por completo la discusión, ahora pensaba en el riesgo que les esperaba esa noche.

-Mi hermano no estaba del todo equivocado al decirte que es un riesgo muy absurdo. –Ella lo abrazó por la espalda.

-Lo se, pero esto es lo que tanto hemos esperado; Ya estoy cansado de ser un delincuente de poca monta. –El se dio la vuelta y le dio un tierno beso en la frente. –Ya es momento de cambiar de vida e irnos de aquí de una vez, llevarnos solo la ropa que tenemos puesta y dejar atrás toda esta vida. Comprar una casa con un lindo jardín, tener un auto, poner un restaurant y dejarnos consentir por la vida. –Ella reía con aires de alegría. –O me vas a decir que eso no es lo que quieres. –Ella solo asentó y lo abrazó con gran fuerza.

Ambos soñaban con esa idea desde hace muchos años, pero por mas que robaban no conseguían mas que lo necesario para un par de días de juerga.

El momento se acercaba y los cuatro se encontraban reunidos alrededor de la pequeña mesa de la sala. Todos se encontraban nerviosos, pero el que mas destacaba era Orson, que movía sus piernas como sonajas. Quizás aun seguía pensando en el intento de asalto que había sufrido antes de llegar, o eso pensaba los demás. La delincuencia era algo tan común que nadie le tomaba la debida importancia. Al gobierno le convenía mas dejarlos morir que intentar detener la delincuencia en esa zona de Cáliz, solo los ricos podían gozar de una agradable noche de sueño.

-Si no te detienes de una vez, te juro que te pondré el otro ojo morado. –Thomas se dirigió a Orson, pues la suela de su bota golpeaba el suelo liberando chasquidos irritantes.

-¿Qué quieres? No vamos a una cena de caridad, tengo mis motivos para estar nervioso.

Richard los observaba con impaciencia y solo se le vino a la cabeza una cosa. Abrió la repisa debajo del televisor y sacó una pistola, la cual puso en las manos de Orson. Todos se quedaron boquiabiertos y el nerviosismo se convirtió en temor.

-No seas idiota, Richard. –Dijo Georgia. –Ya hemos discutido eso.

-Lo se, lo se. Y juro que no se volverá a repetir. –Richard insistió hasta que Orson tomo el arma. –No queremos a ningún inocente muerto, pero a donde vamos no creo que haya inocentes, Orson. Eres el mas rápido de nosotros y se que no actuarás de manera imprudente. Espero que con esto se sientan un poco mas seguros.

Todos en ese cuarto tenían los sucios recuerdos de aquel arma, y lo impredecibles que podían llegar a ser. Y de esos tiempos lo único que querían era olvidar. El grupo salió dudoso y se subieron al auto de Thomas. El plan estaba claro: dejarían el auto cuatro calles antes de llegar al almacén y caminarían hacia el para llevar a cabo el robo y escaparse robando un camión con el motín hacia “el avispero”, otros de los barrios mas pobres y peligrosos de la ciudad, donde se esconderían durante un par de días en el taller de uno de los amigos de Richard hasta buscar una oportunidad para salir de la ciudad.

Thomas conducía mientras Orson cambiaba las estaciones de la radio, pero lo único que podía encontrar era estática. Georgia se encontraba en el asiento trasero junto a Richard, el cual observaba la ciudad a través de los cristales, n perdía de vista los enormes edificios que intentaban llegar a la superficie, mas cerca de Dios, incluso anhelando desafiarlo, maravillas que el hombre había forjado por su propia determinación. Recordó cuando de pequeño le cuestionaba a su madre sobre esos enormes gigantes de metal que destellaban rayos de luz incluso cuando el sol dejo de pasar sobre ellos.

-¿Quién hizo esas cosas? –El niño le preguntaba. –¿Las hizo Dios?

-Eso lo construyeron gente como nosotros, tu y yo. –Respondió la madre.

Es respuesta sembró la semilla de la duda, la cual crecería muchos años después. ¿De que es capaz el hombre con su propia mano?

Richard sintió un peso sobre su brazo y vio como Georgia se recostaba sobre el. La calidez de su piel lo sumergió en una profunda paz y tranquilidad. La hizo apartarse con un pequeño movimiento de su hombro, solo para tomarla por el cuello dándole un beso apasionado. Sus labios eran cálidos y su saliva tan dulce como la miel, al cerrar los ojos esas dos almas se convirtieron en una, como si supieran lo que sucedería era noche, ese sería su último beso.

PARTE 5: Junio 4121 (Presente)

-Cuéntame un poco más sobre ti y Georgia. –Johan dejó a un lado su pequeña libreta, eso era curiosidad personal. –Por lo que entiendo la conociste golpeando a su hermano.

-Eso es algo de lo que no me gustaría hablar. –Richard se levantó hacia el refrigerador para sacar un par de heladas cervezas.

-Me dijiste que Thomas tenía una fuerza brutal, ¿Cómo fue que lograste golpearlo?

-No era muy rápido. –Le respondió al abrir las cervezas con el borde de la mesa. Ambos comenzaron a beber pero Richard notó que Johan solo comenzó a hacerlo por lograr empatía. -¿Alguna vez has estado enamorado?

Johan dio un trago hondo y secó sus labios. Su mirada fue de indiferencia como si no entendiera el contexto de la pregunta.

-Tengo una hija y una esposa, creo que todos llegamos a amar a alguien en algún momento de nuestras vidas.

-Amor es solo una palabra, y solo eso. –Richard comenzó a jugar con la humedad que dejaba su cerveza sobre la mesa. –Lo que en verdad llegamos a sentir es dependencia. Solo observa a tu alrededor. Hoy en día hay más divorcios que matrimonios, cada año vemos en las noticias más niños abandonados y fetos en basureros. No nos estamos insensibilizando, la humanidad está volviendo a ser primitiva. –Dio un trago y golpeó la mesa con la botella derramando espuma sobre su mano. –Lo que creemos que es amor es solo una vaga necesidad, necesidad de creer que somos valiosos para alguien o que alguien es valioso para nosotros. Todo esto no más que programación, es lo que la sociedad y los medios quieren de nosotros.

-¿Entonces piensas que no eres valioso?

-Nunca te lo crees si alguien no te lo dice. Y si tu piensas que yo la amaba, pues si, si la amaba. Pero esto te lo digo para que puedas entenderme. En ese tiempo pensaba que no podía vivir sin ella, que era mi mundo, y te podría decir un sinfín de palabras cursis o recitarte un poema sobre lo importante que ella era para mi, pero al final, ella esta muerta y yo sigo vivo. –Forzaba su voz para evitar quebrarla. –Todo eso que sentía por ella no desapareció al momento, pero al pasar los meses todo ese dolor se iba mitigando poco a poco, y eso fue lo que me puso a pensar. Pues yo en realidad no la extrañaba a ella, yo extrañaba la rutina de estar con ella. Y eso le ocurre a todos. –Hizo un gesto despectivo con la mano. –Porque las escuelas, las religiones y los medios se dedican a enseñar esa mierda, te programan el cerebro para obligarnos a pensar en otros antes que en uno mismo, y la idea de amar a alguien es solo el principio. –Hizo una pausa solo para observar con detenimiento el rostro inexpresivo de Johan. –Ya que si sabes amar, ahora puedes amar a Dios o a tu nación y morir por ellos.

-Creo que ya has salido un poco del contexto. –Johan se cruzó de brazos. –Pero no dudo que podamos sentir algo mas que un simple aprecio por alguien mas.

-Eso es innegable, pero lo que vemos hoy en día solo es una devoción malinterpretada que se combina con una absurda dependencia. –Se notaba molesto con tan solo hablar, como si estuviera regañando al mundo con cada una de sus palabras. –Lo hacían antes y lo hacen ahora; esas parejas que por alguna estúpida razón terminan peleando para después reconciliarse tras algunas insulsas palabras de perdón. No son mas que mentirosos creyéndose sus propias calumnias, ignorantes que piensan que pueden empujar un bloque de hormigón colina arriba como si se tratase de una rueda de madera, imbéciles que se han olvidado de ellos mismos para comenzar a pensar en alguien mas. –Agitaba la mano con rabia acorde a sus palabras. – Es muy diferente el enmendar un error y seguir adelante, que enmendar un error y repetirlo.

La mañana empezaba a llenarse de vida, pasos y el rechinido de puertas abriéndose y cerrándose se escuchaban desde los cuartos contiguos. El sol naranja que se filtraba por la ventana comenzaba a cambiar de color mientras el rayo de luz se deslizaba casi imperceptible por la pared. Richard la observaba con sus ojos vidriosos por la resaca.

-Recuérdame no preguntarte nada personal de nuevo. –Agregó Johan.

-Todo lo que me preguntes es personal, viejo. –Richard seguía observando el rayo de sol. –Yo mismo me planteo esas preguntas e intento buscar mis propias respuestas, las convierto en mis propias verdades y vivo con ellas. –La estela naranja se acercaba a una grieta en el suelo. –Una vez me pregunté si lo que hacía lo hacía por envidia.

-¿El robar? –Johan preguntó.

-Si. –Richard subió de nuevo la mirada solo cuando el sol tocó la grieta. –Pero descubrí que nunca sentí envidia. Los ricos andaban en sus carros lujosos, comiendo sus platillos sofisticados, viviendo en sus casas lujosas con sus estúpidos modales. Yo nunca quise eso, solo quería demostrarle al mundo que yo podía tener mas. Era mas bien ambición. –Aclaró. –Cuando tenia unos diecisiete años, cuando aun iba al colegio, conocí a una chica con un lindo trasero, hermosos ojos grandes, labios carnosos y una sonrisa de lo mas encantadora. Todas las noches me iba a la cama con ella en mi cabeza, visualizando hasta el mas mínimo detalle de todo lo que le haría si la tuviera conmigo en ese momento, mi mente volaba pensando en cada posición, cada caricia, cada beso. El único problema era que ella tenia un novio. –Johan dejó escapar una pequeña risa burlona. –El tipo parecía un maldito orangután, era horrendo, de pocos modales y siempre olía a suciedad y sudor, sin embargo ella no tenia ojos para nadie mas. Lo idolatraba como si fuera una estrella de rock. –Richard acabo su cerveza y tomó otro cigarrillo. –En una ocasión hable con ella y me dijo que lo amaba porque tenían mucho en común, que era un hombre atento y cariñoso, en fin, que era el hombre perfecto. Y yo me dije ¿Qué tiene el que no tenga yo? Por lo que me decidí en hacer todo lo posible para follármela. Se había convertido en mi objetivo y nada me iba a detener. Comencé a ser mas atento y cariñoso con ella, la invitaba a salir, la llevaba al cine. Todas las noches salía a robar para tener algo nuevo con que impresionarla. Todo para terminar siendo su mejor amigo. –Escupió el humo mientras reía. –En ese tiempo tenia un compañero, Freddy, y le comenté mis intenciones con aquella chica. ¿Sabes que fue lo que me dijo? –Johan se encogió de hombros. –Que seria imposible, que nunca pasaría por mas que me esforzara.

-¿Y que sucedió?

-Esa misma tarde le rompí un par de dedos al novio y lo obligue a dejarla. Después de eso fue cuestión de tiempo para que terminara en mi cama.

Ese gran capricho de ir en contra de las aguas era su mayor problema, y mas aun cuando alguien le decía que no era posible. No puedes conseguirlo, no podrás hacerlo; era el incentivo mas grande para realizar las cosas. Nunca pensaba en sobrepasar sus metas, ni en sus logros personales, solo pensaba en cerrarle la boca a los demás.

-¿Nuca llegaste a sentir algún remordimiento?

-Para nada. Yo siempre he tenido la idea de que todo en este mundo es para uno mismo y si esta a mi alcance, lo tomaré. Lo de aquel sujeto fue una desgracia, pues en verdad estaba muy aferrado a ella, incluso era enfermizo, pero al mismo tiempo creo que hice algo bueno por los tres, el aprendió que en cualquier momento todo termina, ella aprendió a que hay algo mas que vivir con la obsesión de un supuesto amor y yo que siempre podía obtener lo que quería.

-Así es como piensan todos los abusivos, todos piensan que le están haciendo un favor cuando en realidad es todo lo contrario.

-Tu eres un policía, por lo tanto piensas así. –Richard objetó. –Tu arrestas a un ladrón pensando que le haces un favor a la sociedad sacándolo de las calles, pero tu no sabes si tiene hambre, si roba para pagar la pensión o para poder alimentar a sus hijos. Pero tu no piensas de esa manera, no le estas haciendo un favor a la sociedad encerrando al pobre sujeto, el es parte de la sociedad y tu estas jodiendola. –Le apunto con su índice mientras lo observaba con ojos fieros. -¿Sabes quienes son los verdaderos delincuentes? Los dueños de los bancos y las grandes corporaciones, y todos somos sus victimas, nos lavan el cerebro con estúpidos programas que lo único que nos enseñan es que necesitamos tener mas para ser mejores, no somos mas que esclavos del consumismo.

-Si eres consiente de ello ¿Porque robabas? –Johan preguntó.

-Soy testigo de ello, estoy programado para eso.

-Te seré sincero, -Dijo Johan. –siempre que hago un arresto en lo primero que pienso es el porque lo hizo y varias veces he notado que muchos hacen lo que hacen por necesidad, y desgraciadamente mi trabajo es evitar que eso continúe.

-Cuando en realidad, tu trabajo debería ser erradicar esa necesidad. –Richard le interrumpió. –¿Pero sabes que? No te culpo.

PARTE 6: Febrero 4112 (Madrugada)

La noche estaba en su momento más oscuro y las calles se encontraban iluminadas con el tenue resplandor de las farolas rodeadas de insectos, los cuales volaban a su alrededor sin ir a ningún lugar. Todo el mundo dormía, menos las ratas que chasqueaban dentro de las alcantarillas, y una que otra corría de acera a acera.

El almacén se encontraba situado junto a un complejo habitacional inmenso. Las casas nacían de las paredes de roca como las escamas en un pez, sus luces delataban la pobreza de la gente que vivía allí. Era el barrio mas pobre de la ciudad, donde Richard había nacido. El observaba con benevolencia esas pequeñas casas de madera vieja y húmeda, y esas lonas de plástico en los tejados para evitar que la lluvia se filtrara, eso las hacían verse más pintorescas, casi artísticas.

-Estoy preocupada por los chicos, -Georgia le interrumpió en medio de su letargo. -¿Crees que los pudieron haber visto?

-No pasará nada. Ellos saben qué hacer.

Georgia dio un mal paso y se fue hasta la pantorrilla en un charco de agua.

-¿Estas bien? –Preguntó Richard al escuchar su quejido.

-Solo es agua. Sigamos.

El almacén se encontraba a plena vista. Era un lugar inmenso con paredes de concreto y portones gruesos, había solo un par de puertas mas ligeras pero se encontraban custodiadas por guardias y cámaras de vigilancia. El lugar ya tenía su historia. Gerald Johnson lo había construido como un método para despistar a los peces gordos del gobierno, ya que comenzaban a cuestionar el origen de su dinero. El tráfico de armas y prostitución eran su fuerte, pero logró convencer a todos que la venta de autos era lo que lo había vuelto tan rico. Se escondía ante los ojos de todos, todos gritaban sus secretos pero a estas alturas a nadie le importaba. Habían criminales peores que eran tratados como héroes y la sociedad comenzaba a hacer conciencia sobre su propia hipocresía. Solo el gobierno se oponía a ellos, pero también sabían que eran un mal necesario. Las guerras nunca fueron un buen negocio en Cáliz, pero las drogas y la prostitución si lo eran. Y entre todo eso, aun había lugar para vándalos con ciertas habilidades.

Orson y Thomas los esperaban una calle antes de llegar al almacén, se encontraban bajo el abrigo de una farola a la esquina que una vieja casa abandonada.

-Orson encontró un camión cercano a la salida trasera de los almacenes. –Dijo Thomas. –Podemos escapar por allí y huir.

-¿Y tienes las llaves? –Georgia preguntó.

-Pensamos en todo, hermanita. –Thomas le mostró las llaves que guardaba en su bolsillo.

Orson previamente había explorado la zona buscando un punto estratégico por el cual escapar y se había topado con un pequeño camión de carga, y el chofer se encontraba inconsciente dentro de el. Ahogado en alcohol. Solo fue cuestión de revisar sus bolsillos y sacarlo de allí. Después de eso movieron el camión a las proximidades de la salida trasera del almacén para escapar lo más rápido posible.

Richard observaba con mesura el lugar, buscando un punto ciego desde el cual podría escabullirse sin alertar a los guardias. Desgraciadamente esa noche había más seguridad de lo habitual y Thomas comentó que una camioneta llena de guardias daba vueltas a la zona.

-Podríamos entrar por el alcantarillado. –Orson sugirió. –No creo que podamos entrar, pero si mal no recuerdo, hay un ducto que nos llevará hasta la explanada trasera, desde allí podemos abrirnos camino.

Fue la sugerencia mas sensata, puesto que Orson ya había trabajado con la gente de Gerald en sus tiempos de ignorancia. A sus diecisiete años vendía droga al menudeo en las calles por solo unas cuantas monedas, pero en aquellos tiempos era suficiente para el. Hasta que un día en un enfrentamiento armado comprobó lo que sus piernas podían hacer. Gerald lo había utilizado a el y aun puñado de vándalos mas para que sirvieran de distracción y que la policía pudiera decir que habían hecho algo en contra de la delincuencia. El y sus amigos se encontraban en una acera fumando hierba, cuando sin previo aviso una patrulla policiaca se acercó a abrir fuego. Sus amigos fueron abatidos al instante, pero el logró evitar las balas gracias al cadáver de uno de ellos, el que utilizó como escudo. Se encontraba en shock, entre la sangre y los alaridos de dolor de sus compañeros, todo su cuerpo temblaba y no sabia si gritar pidiendo ayuda o entregarse a la idea de que iba a morir también. No sabia si estaba herido o era sangre ajena lo que cubría su muslo izquierdo, pero un fuerte rigor le tensó los músculos de las piernas. No esperó a que los cerdos tuvieran la oportunidad de abrir fuego de nuevo. Se levantó deprisa y corrió tanto como su cuerpo se lo permitía. Las balas zumbaban a su alrededor y la luz de la patrulla se acercaba cada vez mas y mas. Cerró los ojos y con todo su instinto de supervivencia continuo corriendo, corrió entre callejones y vecindades, incluso de metió en una que otra casa. Solo se detuvo cuando el dolor en sus piernas fue lo bastante insoportable como para hacerlo sucumbir. Había corrido mas de tres kilómetros en menos de dos minutos. Los músculos y ligamentos estaban destrozados, cuatro de sus dedos estaban rotos y las plantas de los pies le sangraban. Se arrastró detrás de un basurero para pasar la noche y a la mañana siguiente ya se encontraba en un hospital alardeando de lo que había sucedido. Gerald decidió no matarlo, porque sabia que no era una amenaza, pero ya nunca mas volvió a trabajar para el.

El optar por las alcantarillas no fue una decisión la cual se pudiera discutir, era la única que tenían.

No era un lugar tan amplio como para mantener recta la espalda como mostraban en las películas, tenían que avanzar sobre las rodillas y palmas, aplastando excremento y ratas muertas en el camino. El olor era insoportable, penetraba sus narices como el amoniaco e impregnaba sus bocas con un gusto a orines y eses. Las ratas corrían a su alrededor mientras una tubería a uno de sus lados descargaba una tanda de excremento que cayeron sobre Thomas.

-Espero que todo esto valga la pena. –Susurró mientras se quitaba trozos de mierda de su camisa.

El grupo continuó con su nefasto recorrido entra la mierda, no sin que antes Georgia vomitara un par de veces lo más silenciosamente posible. Avanzaron entre las penumbras y el sonido de las aguas hasta llegar a un extremo de donde se proyectaba una luz amarillezca que iluminaba lo verdaderamente turbias y sucias de esas aguas.

-Esta salida da hacia el patio trasero. –Afirmó Orson. –Podemos salir por aquí, pero si Georgia nos hace el favor se saber si hay alguien a las proximidades nos ayudaría mucho.

Georgia no dudó y se aproximó para poder concentrarse. Su habilidad pudo identificar dos guardias en las proximidades, su mente viajaba entre los dos intentando buscar algún indicio de sospecha o alguna pista de alguna cámara de seguridad. Ella se había entrenado para hacer de su debilidad algo inofensivo. Cada vez que ella entraba en la mente de alguien siempre dejaba la suya en blanco, así nunca podrían leer la suya. Le llevó mucho tiempo pero al final pudo dominarlo. Ambos guardias solo vagaban con confianza, a sabiendas que nadie podría penetrar su fortaleza.

Thomas lanzó la tapa de la alcantarilla por los aires y Orson corrió para noquear a ambos guardias, tan rápidamente que ni siquiera pudieron parpadear. Orson era muy bueno en eso, aunque lento de pensamiento.

-Mierda, creo que me lastimé el brazo. –Dijo mientras ayudaba a Georgia a salir de la alcantarilla.

-No debiste haber golpeado con el mismo impulso con el que corriste. –Thomas inspeccionó su brazo. –Te dislocaste el codo por el impacto. –Cosa que ya era costumbre y lo acomodó de un solo tirón.

La explanada trasera era amplia, un lugar donde podrían estacionarse fácilmente hasta veinte camiones de carga. Estaba bardeada con rejillas metálicas y un enorme portón al lado de una caseta de revisión, la caseta estaba ocupada por dos guardias que por suerte nunca prestaron atención al interior. Si alguna amenaza venia seria del exterior, no desde dentro. Corrieron al resguardo de un bote de basura arrastrando los cuerpos inconscientes de los guardias con ellos, ya que la explanada estaba vacía y cualquiera que diera un vistazo, aunque sea de reojo podía percatarse de la presencia de esos amantes de lo ajeno.

Miles de cuestionamientos invadieron la mente de Richard al encontrarse en cuclillas, observando y analizando cada próximo movimiento. Lo primero que se le vino a la cabeza fue un nuevo análisis del plan de escape.

-¿Cómo cargaremos la mercancía en el camión para poder salir? –Preguntó en voz baja. –Seguro no la tendremos fácil con la cantidad de guardias.

-Necesitaremos un distractor. –Thomas acomodaba a uno de los sujetos en la esquina del basurero. –Pero dado a la cantidad de guardias, no será suficiente. Tendríamos que matar a algunos. Si Georgia pudiera detectarlos y localizar los puntos ciegos de las cámaras de vigilancia, creo que no tendríamos ningún problema. Sin embardo, al escapar si necesitaremos un distractor.

-Yo me puedo encargar de eso. –Dijo Orson sosteniéndose el brazo adolorido. –Puedo escapar mas rápido a pie que ustedes en cualquier vehículo.

Richard no estaba predispuesto a la idea de matar, pero no tenia otra alternativa. Era eso o vivir el resto de su vida esperando limosnas del destino. El matar era solo una opción honrada si se hacia con sus propias manos. El matar con armas era para cobardes, cobardes que necesitaban de algo mas para cobrar una vida, cuando el verdadero sentido de la muerte es luchar por la de uno mismo.

El tiempo corría y no había otra alternativa mas que actuar. Richard pudo ver una puerta al otro extremo del estacionamiento, era de metal, sin alguna perilla o picaporte.

-Vamos. –Se dirigió a Georgia mientras se arrastraban hacia ella. –Concéntrate y dime si hay alguien detrás de la puerta.

Georgia cerró los ojos y se concentró lo mas que pudo. Con su habilidad podía detectar los pensamientos de cualquiera a unos tres metros a la redonda.

-Siento presencias en el lugar, pero detrás de esta puerta no hay nadie.

Richard al escucharla metió su mano por la cerradura. El acero era frio y lo sentía, acompañado con ese horrible dolor entre su piel, músculos y huesos. El dolor era tan penetrante como el del fuego intenso. Lo sentía desde la punta de sus dedos hasta el extremo de su brazo, tan lento y voraz como si sumergiera su mano en aceite hirviendo. El conocía ese dolor y había aprendido a tolerarlo, mas nunca soportarlo. Dejó escapar un pequeño quejido de dolor y Georgia, con suavidad, procedió a cubrirle la boca con su mano. Entre todo el dolor podía sentir las comisuras del seguro de la puerta, y poco a poco comenzó a jugar con ellas hasta buscar la combinación correcta para abrirla. En eso si tenia experiencia, pues la abrió en cuestión de minutos.

-¿Te sientes bien? –Georgia le preguntó al verlo caer fatigado, casi catatónico por el dolor.

-Solo dame un respiro, amor. –Se dejó caer en sus brazos, los cuales ya lo esperaban. Su cara estaba pálida y su respiración acelerada. Llevaba su mano hacia su rostro, orando por un pronto alivio.

Orson y Thomas se acercaron para ayudarlo a avanzar.

-Ya estás bien amigo. -Thomas lo levantó del suelo, alentándolo a seguir adelante

La puerta era precedida por un largo y oscuro pasillo de paredes húmedas y piso agrietado, un par de luces tenues en el techo no eran suficiente para iluminar el penumbroso corredor. Puertas rojas de metal de lado y lado eran lo único que lograban ver con certeza.

Caminaban con precaución, intentando reducir lo mas posible el sonido de sus pasos. Si iban a armar un desastre, no era el momento. Richard revisaba con delicadeza cada una de las puertas e intentaba hacer girar las perillas con la mayor lentitud posible, para evitar cualquier sonido que los delatara. Para su suerte la primera puerta se encontraba abierta, aunque vacía.

-¿Qué buscamos? –Pregunto Georgia susurrando.

-Alguna que nos lleve al deposito, allí deben de tener el oro. –Richard respondió mientras abría la segunda puerta. –Este lugar debe estar plagado de guarias y si encontramos alguno podremos sacarle algo.

-Conozco este lugar. –Dijo Orson que se había mantenido en silencio. –Y podemos movernos por la zona de oficinas, ese lugar esta vacío y se encuentra en una zona elevada, desde allí podemos anticiparnos a cualquier situación.

-Mierda, hubiéramos pensado mejor las cosas antes de hacer esto. –Georgia se notaba preocupada.

-Relájate. –Richard le roso su mejilla con su mano buena. -¿Cuándo nos ha fallado la improvisación?

Ciertamente no tenían que temer por alguna sorpresa inesperada, eran bendecidos, y estaban por sobre cualquier persona ordinaria. No le temían a las armas, ni a los hombres que las manejaban, no eran una unidad, ellos si. Ellos eran el arma.

Orson los guió hacia la última puerta del pasillo, la cual solo abrió hasta que Georgia les confirmó que no había nadie detrás de ella. Rápidamente entraron para ponerse al cubierto bajo unas escaleras que estaban a la proximidad, y subieron por ellas hasta el área de oficinas, las cuales tenían una excelente vista de la explanada. Enormes contenedores se encontraban apilados unos sobre otros, el polvo yacía acumulado en una gruesa capa sobre ellos.

Richard no tenia un buen presentimiento, el lugar estaba muy vacío y silencioso como para estar albergando un motín de tan gran valor. Incluso la entrada fue demasiado fácil. (-O aquí no hay nada o esto puede ser una trampa. –Pensó con mucho escepticismo) Las oficinas estaban totalmente vacías, no solo de personal, si no de equipo. No había escritorios ni archiveros, ni siquiera una miserable silla frente alguna escuálida mesa, lo único que había era una pequeña bombilla rota colgando del techo. Mas adelante había una pequeña puerta de madera, en la pared que hacia de división del lugar. Georgia se detuvo un momento y les imitó el chasquido de un ratón para hacerlos detener.

-Detrás de esta puerta hay alguien. –Les dijo en sus cabezas para evitar ser escuchados. –Solo es uno y esta armado.

-Intenta averiguar si está a la vista de alguien mas. –Richard continuó la charla sin palabras. –Si somos rápidos, podemos noquearlo y sacarle algo de información.

Georgia volvió a concentrarse y a hacer sonar una canción en su cabeza para mimetizar sus pensamientos. Y no fue rápido, tardó mas de tres minutos en darse cuenta que el hombre, efectivamente, estaba solo, aunque demasiado cerca de la puerta como para hacer algo sin que se enterara antes de poder actuar. Si eran fuertes y rápidos, pero el plomo lo es aun mas.

Se alejaron un poco de la puerta para planear su siguiente movimiento.

-Lo mejor que podríamos hacer es obligarlo a entrar y atacarlo por sorpresa aquí mismo. –Thomas sugirió mientras exploraba la zona.

-¿Por qué? –Preguntó Orson mientras se tocaba el brazo adolorido.

-No se si lo han notado, pero yo apenas me di cuenta hasta este preciso momento. –Se apoyó sobre una de sus rodillas mientras miraba a las esquinas del lugar. –Al entrar olvidamos por completo las cámaras de seguridad. –Todos pusieron un rostro constipado de preocupación en ese momento, junto a un par de maldiciones de Richard. –¿Pero ya notaron que están como si nada? Si estuvieran encendidas u operacionales ya nos hubieran visto. Podemos hacer que ese sujeto entre y lo interrogamos para ver si podemos sacarle la ubicación del oro.

-¿Y que sugieres hacer?

-¿Que tal si solo tocamos? –Orson le puso enseguida una cara de incredulidad. –De una manera u otra tendrá que abrir la puerta y podremos sorprenderlo desde arriba. –Señalo una viga de metal que sobresalía justamente sobre la puerta.

-No pensemos mas, y hagámoslo. –Richard dio el primer paso. –De todas maneras no se me ocurre nada mas. Había pensado de Georgia le incitara a entrar con su telepatía, pero solo le diría que estamos aquí.

Thomas se ofreció para emboscarlo, solo tuvieron que ayudarle a subir a la viga de metal. Los demás se escondieron en una de las vacías oficinas y Thomas toco la puerta con un jocoso ritmo. Georgia se encontraba concentrada para no conectarse con aquel sujeto, ya que el mas mínimo pensamiento que ella tuviera en ese estado de alerta, se le transmitiría y todo fracasaría. La perilla comenzó a girar con suavidad y la luz del otro lado de la puerta comenzó a acariciar el suelo polvoso. El sujeto solo asomó la cabeza y sacó una linterna para ver alrededor, y no hizo mas que eso. No estaba al alcance de Thomas, y un movimiento repentino lo notaria cualquiera que estuviera del otro lado. Richard tosió para intentar hacerlo entrar por completo, y funcionó. El hombre empuño su pistola y avanzó con precaución. El hombre era corpulento y alto, se le notaban los músculos marcados y bien definidos incluso a través de su uniforme, pero eso no fue un problema para Thomas, pues solo se dejó caer de la viga para asestarle un golpe en la parte posterior de la nuca, dejándolo paralizado al instante. Lo despojaron de sus armas y lo llevaron a la oscuridad de una de las oficinas vacías. Georgia lo abofeteó con suavidad un par de veces hasta que recobró el conocimiento. Enseguida se metía a su cabeza, mientras Thomas le cubría la boca y los demás lo sujetaban de piernas y brazos. El hombre se sacudía con miedo, y una lagrima comenzó a escurrir por su mejilla, poco apoco se fue tranquilizando hasta que rompió en llanto. Georgia también tenía los ojos vidriosos, pero logro contenerse, solo le lanzó una mirada a Thomas para darle a entender que había terminado, este le estrujó el cuello hasta que volvió a quedar inconsciente.

-¿Qué sucede? –Richard la abrazó, pues comenzó a llorar y temblar. -¿Te encuentras bien?

-Odio hacer esto. –Lloró sobre su pecho. –Tiene una niña, y en verdad, fue horrible lo que lo obligué a ver.

-Pero sabes que no es real, era solo para persuadirlo.

-Pero el dolor y la desesperación de ese hombre si eran reales. –Temblaba, y el diafragma se le contraía por el llanto, dificultando sus palabras. –Créeme que ellos no me importan, no me importa hacerlos pensar y hacerlos sufrir de esa manera, pero soy yo la que tengo que compartir esa horrible sensación cada vez.

-Vas a estar bien. –Richard besó su frente y acarició su cabello.

Georgia era excelente extrayendo información, utilizaba su habilidad para meterse en la cabeza de las personas y meterles ideas horribles sobre lo que le podría pasar a su familia o amigos y así evitar que repriman sus recuerdos. Anteriormente utilizaba simplemente la idea de pensar en lo que buscaba y el individuo automáticamente liberaba el pensamiento relacionado a ello, pero no funcionaba siempre. Ella entablaba una conversación en la mente de los individuos, no con palabras, si no con ideas y sensaciones, algo que cualquiera que fuera un poco mas listo podría utilizar a su favor. El receptor también se convertía en emisor y podía sacarle información de cualquier tipo. Por eso evitaron ese inconveniente intimidando antes de preguntar, de esta manera, el receptor se retrae y no puede contraatacar.

-El hombre no sabía donde guardaban la mercancía, pero si es seguro que sigue aquí. –Ella se limpiaba las lagrimas de sus mejillas. –Vi un lugar amplio con muchas puertas metálicas grandes, es como una zona de carga y descarga, pero no es nada parecida a la que vimos al entrar. El sospechaba que si guardan algo seria allí, pues también me mostró un cuarto cercano a ese lugar, y una caja fuerte.

-Es la zona de carga principal, allí están las oficinas centrales. Recuerdo que allí había una caja fuerte cuando trabajaba aquí. –Orson comentó mientras se palpaba el ojo morado que ya comenzaba a desinflamarse. –Conozco un camino donde podemos entrar por la parte trasera de las oficinas.

-¿Cómo que por la parte trasera de las oficinas? –Thomas preguntó.

-Detrás de todas hay pasillos de emergencia y rutas de escape que pocos conocen, podemos tomar una de ellas y entrar sin que nos vean. El único problema será la salida, pues la seguridad será mas fuerte mas adelante.

Richard se tallaba el rostro con su mano buena y dejó escapar un suspiro de preocupación.

-Pues no nos queda de otra. –Se notaba indeciso. –Si es necesario, usa el arma. –Orson le hizo caso y la saco de su pantalón para comprobar si estaba cargada.

-Te recuerdo que no se utilizarla. –Le respondió mientras cortaba el cartucho y la sostenía fuertemente en su mano.

Era una pistola automática calibre treinta y ocho, con relieves en marfil y cobre. A lo largo del cañón tenia escrita las palabras “solo dios esta conmigo”. El arma no era de ninguno de ellos, lo que les hacia pensar el del porque alguien pondría esas palabras a algo así. Dios nunca justifica muerte alguna, ni siquiera por que sea en su nombre. Claro, esa arma tenia mucha historia.

Orson los guió hasta el otro extremo del lugar, donde había una pequeña puerta detrás de una vieja estantería, repleta de cajas vacías. Una gigantesca araña saltó hacia Georgia y casi la hace gritar. (-Esta vida no es para alguien como ella. –Pensó Richard mientras se la quitaba de encima y la mataba de un pisotón. –Solo esta ultima vez y te juro que te daré la vida que te mereces. Lejos de estos peligros y del frio de la noche, bajo un techo propio y el calor de nuestro propio fuego). La puerta se abrió con un chillido tan intenso que Richard lo sintió hasta en los dientes.

-¡Rápido, rápido! –Orson jaló a Georgia para entrar por el oscuro pasillo, seguidos de Thomas y Richard al final. –Tenemos que avanzar. Seguramente alguien escucho ese ruido.

Era oscuro y estrecho, tanto que tenían que avanzar en fila. Solo una pequeña luz proveniente del teléfono de Orson serbia para ver el camino. El lugar olía fuertemente a humedad, y las telarañas se enredaban a ellos a cada paso. En las esquinas habían colonias de pequeñas arañas escuálidas que se alertaban al movimiento de sus hilos, siendo engañadas una y otra vez. El pasillo continuó así casi unos cien metros hasta topar con una puerta parecida bajando unos pequeños escalones. Antes de abrirla, se escuchó una enorme explosión a lo lejos, seguida de un ligero temblor.

-¿Qué ha sido eso? –Preguntó Thomas.

Orson no hizo caso alguno y giró la perilla.

-¡No la abras! –Exclamó Georgia en un grito de pánico, aunque ya era demasiado tarde.

El tiempo se ralentizó y el aire ardía en la piel como pequeños látigos. Richard había intentado saltar por sobre Thomas para proteger a Georgia, pero no pudo lograrlo, en cambio, pudo ver como el tronco de Orson se despedazaba en una explosión de sangre y viseras, y frente a el, el rostro de quien seria el dueño de sus pesadillas. El sujeto era delgado, de estatura no muy baja para su complexión, de cabello rubio y lacio, con varios tatuajes en todo el cuerpo, pero Richard solo recordaría dos en especial: El que le atravesaba sus mejillas desde su boca hasta las orejas, haciéndolo parecer una especie de marioneta, y el de su cuello que tenia escrita la frase “Dios me ha olvidado”. El sujeto se había quedado con la pierna en el aire después de la patada que le había quitado la vida a Orson, la sangre bañaba su ropa y una especie de tubos metálicos que tenia en sus piernas y antebrazos. Parecían cañones.

Georgia comenzó a gritar frenética, temblaba y se intentaba alejar del cadáver aun con algunos reflejos de vida de Orson. El cuerpo humano suele tener un extraño instinto, algunos le dicen “el ultimo aliento” donde los músculos se mueven a voluntad para obligar al cuerpo a respirar de nuevo, como un pez fuera del agua hasta que poco a poco el cuerpo comienza a aceptar lo inevitable. Richard la abrazó y pudo dar un vistazo. Soldados muertos de la misma manera yacían sobre el suelo, con sus rostros triturados, y sus ropas rasgadas por una fuerza mayor a la de una granada. El sujeto no se encontraba solo en el lugar, detrás de el había hombres armados y otros llevándose doblones y doblones de oro mientras los subían a un camión. El olor a muerte era demencial y a ese sujeto parecía no molestarle en lo absoluto. Sus ojos eran de un verde penetrante, sin brillo alguno, no sonreía, no estaba molesto, era un rostro de completa serenidad.

-Perdóname chico. –Se dirigió a Richard a pesar de que se notaban de la misma edad. –Pero parece que nosotros llegamos primero. –Se quedo un largo momento en silencio mientras veía lo que había hecho y se limpiaba los nudillos sobre su camisa. –Bueno… creo que esto es incomodo.

Thomas se encontraba catatónico al ver a su hermana llena de la sangre de su amigo. Sus nudillos se tensaban por la rabia.

-¡Hijo de perra! –Gritó al abalanzarse sobre el sujeto.

-¡Thomas! ¡NO! –Richard intentó detenerlo, pero no hubo tiempo. La fuerza de Richard no servía de nada contra alguien así. Si bien se dice que es dios el que te bendice con sus poderes, este sujeto era el acolito del mismísimo diablo. Solo bastó con lanzar un solo golpe a distancia para reventarle los ojos y oídos a Thomas. Calló al suelo llevando sus manos a su cara y pataleteando por su vida.

-¡No me mates! ¡Por favor! ¡No me mates! –Suplicaba intentando no ahogarse con su propia sangre.

No hay peor miedo que el de saber que vas a morir y saber que pudiste haber hecho cualquier cosa para evitarlo, aunque cuando es demasiado tarde, solo se puede rogar por la vida. Y sus plegarias nunca fueron escuchadas, ni por dios, ni por ese sujeto, que solo bastó con pisarle la cabeza con fuerza para destrozarla junto a gran porción de su pecho. Su corazón se había salido por la fuerza del impacto, y su latido aun continuaba fuera de su cuerpo.

-Aun pueden irse. –El sujeto se limpiaba la sangre de su rostro con el dorso de su mano. –En lo que a mi concierne, nunca estuvieron aquí.

A pesar de su crueldad mostró compasión al ver a Georgia llorando mientras Richard la abrazaba con impotencia.

PARTE 7: Junio 4121 (Presente)

-En toda mi vida, nunca vi algo como ese tipo. –Richard golpeaba la mesa con su dedo. –He conocido una gran cantidad de bendecidos como nosotros, gente que podía convertir su piel en roca, sujetos que saltaban casi tan alto como una casa. Pero este sujeto era totalmente diferente. Eso fue lo que más me frustró, esa jodida impotencia de solo quedarme a ver y no poder hacer nada. Orson, Thomas… Murieron tan rápido como el tiempo que le toma a una mosca agitar sus alas. Y eso me aterró en ese momento, no temía por mi vida, y ya no temía por la de Orson ni la de Thomas, pues ellos ya estaban muertos. Temía por la de Georgia. –Johan encendió un cigarrillo mientras se dedicaba a escuchar con una mirada reflexiva. –Creo que en esa época, aunque hiciera daño a las personas, aunque robara, golpeara, extorsionara, tenia un poco mas de humanidad. Podía llegar a sentir algo por alguien.

-¿Y que era lo que sentías? –Johan quiso una mejor explicación.

-Era como si no quisiera vivir sin ella, que si ella moriría en ese momento, una parte de mi moriría con ella, una parte de mi que sin ella no podría existir.

-Pero al final de cuentas murió. –El policía se recostó en la silla mientras subía sus pantalones que le habían quedado por debajo de su cintura. -¿Entonces alguna parte de ti también murió?

-Como ya te había dicho: Creía que si, pero al final de cuentas ella esta muerta y yo estoy vivo. ¿Acaso podemos cambiar algo de nuestro pasado? ¿Acaso podemos ver nuestro propio futuro? Tal vez exista gente que si puede, pero yo amigo mío, no puedo hacer eso. No me queda nada mas que esperar y observar que es lo que sucede o que sucederá con mi vida. Vida, muerte, ya ninguna de esas dos cosas tienen el mas mínimo sentido para mi. Solo soy un espectador de todo lo que sucede alrededor de esta pila de carne llamada Richard James Abbot, esperando el momento en el que este termine esta historia y se convierta en nada.

Johan se mostraba inexpresivo mientras fumaba su cigarrillo, como ignorando los ideales de Richard en toda su expresión. Solo pretendía prestar atención a sus palabras mientras escupía ese espeso humo desde lo mas profundo de su pecho.

-Quizás tengas razón, y quizás no. –Johan apagó su cigarrillo después de que la última bocanada casi lo hiciera vomitar. –Un científico una vez dijo que todo el universo se divide con cada decisión que tomamos. Cuando decimos que “si” a algo, este universo se divide y crea un “no” a esa misma decisión. Pero no es Dios el que crea el camino que debemos tomar, somos nosotros mismos.

Richard tomó el cigarrillo a medio terminar de Johan y lo encendió. Enseguida fue a su refrigerador por otra cerveza, pero en esta ocasión solo era para el y nadie mas.

-En cuanto mas te escucho, mas cuestiono al Dios en el que dices creer. –Sorbió una bocanada de humo a la par de un trago de cerveza. –Si tu Dios es un padre amoroso, debería de guiarnos por el camino correcto, arrebatándonos ese libre albedrio del decidir entre un si o un no. –Afirmó señalándolo con el cigarrillo. –Solo dímelo: Cuando tus hijos eran pequeños y se aproximaban a un lugar que sabias que era peligroso para ellos ¿Qué hacías?

-Yo a mis hijos los intentaba alejar del peligro.

-Ese padre celestial al que tu llamas Dios, me vio en peligro y nunca me alejó de el. –Richard tomo toda su cerveza de un solo sorbo. Eructó tan fuerte que Johan se retiró un poco de la mesa. –Con todo el miedo que tiene el ser humano de no creer que somos solo un animal más, intentamos crear esas jodidas ideas de que pase lo que pase es obra de un ser divino. Bien te lo dije desde hace un rato. La creación de tu Dios es solo para quitarnos la culpa de nuestras acciones, para poder pensar que si nos equivocamos es para dar lugar a algo mejor. Eso, amigo mío, no es mas que mediocridad. –Johan puso un rostro de cuestionamiento. –Si, mediocridad. Mediocridad en pesar que no podemos lograr algo por nosotros mismos, que todo lo que hacemos es gracias a un ser superior.

-Pero si tu hace un momento me dijiste que la vida no valía nada.

-Y sigo afirmando eso. –Richard ya mostraba estragos del alcohol. –La conciencia es un error de la evolución, y tenemos que vivir con ello. Tanto como nuestra conciencia y nuestras ambiciones son parte de nuestro instinto, el denegarlo es denegar nuestro verdadero ser. –El parecía haberse invadido por el efecto del alcohol, la luz del sol que atravesaba las ventanas eran todo un espectáculo de rojos y amarillos ante sus ojos, y detrás de ella la ciudad y su gente que poco le importaba, comenzaba a tener vida. El alcohol era para el un beneficio mas que un problema. Era la única manera en la que el podía volver a ser una persona normal. Ignorante y torpe, era lo único que lo hacia sentir con un poco de humanidad.

-Una vez mi padre me dijo: Nosotros no estamos aquí para sonreír ni para llorar, no estamos aquí para disfrutar o para sufrir. Estamos aquí para aprender.

-Aprender no sirve de nada, Johan. Si no sabemos que es lo que tenemos que aprender. Tu Dios solo habla de amor y compasión, pero el mío es todo lo contrario.

El sonido de la ciudad se volvió intenso. Tanto que tenían que hablar en un volumen cada vez mas alto. El viento comenzaba a volverse mas intenso y la pareja del cuarto contiguo comenzaba a discutir.

-Si leíste alguna vez las escrituras, leíste sobre las enseñanzas de Klaudius primero, el que visitó la caverna de los ochenta secretos.

–El supuesto profeta que podía ver el presente, pasado y futuro. –Richard le afirmó. –Esas son historias para llevar a los niños a la cama.

-Después de la persecución por parte de los dedos, -Los dedos eran los supuestos bendecidos en esa época antes del tiempo. Los que obraban de parte de Dios en este mundo, los supuestos justos que hoy han perdido todo ápice de santidad. Klaudius viajo por el mundo para evitar que las personas que amaba sufrieran por su maldición. El sabía lo que pasaría y lo que había pasado con cada persona con la que se topaba, era su maldición, otorgada por el mismísimo demonio que se había hecho carne solo para competir con Dios.

-Por favor… -Richard lanzó una vulgar trompetilla de labios. –Esa historia me tiene más que aburrido. –Y era cierto, la sabia de cabo a rabo. Un bendecido siempre era comparado con los dedos, puesto que ambos tenían habilidades mas allá de la comprensión humana, aunque solo era una sombra de lo que se vio hace mas de cuatro mil años. –Tu me quieres hablar sobre la caverna, donde se encontraban los oradores y el libro de las ochenta y tantas verdades. –Los escritos de Klaudius eran uno de los principales libros del Sohnles, textos que eran enseñados a los niños desde pequeños como método de aprendizaje para enderezar sus vidas, aunque Richard lo veía mas como una simple historia y no algo literal. ¿Cómo podría darse a el mismo la ingenuidad de creer en algo que sucedió hace milenios en un lugar que no sabe si existe del otro lado del mundo? –Me frustra que las personas tomen esas mierdas tan personales. Pues todo eso esta demasiado abierto a la interpretación. ¿Cuántos granos de arroz hay hasta el sol? ¿Cuántas plumas tiene una perdiz en toda su vida? Podemos sacar un millón de posibles interpretaciones y todas estarían en lo correcto.

Johan no tuvo nada que responderle, mas que una mirada vacía mientras se encogía de hombros. Se notaba resignado, como si hablara con sordo, pero era peor aun, era un necio que simplemente no quería escuchar.

-Me impresiona tu punto de vista del mundo. Es como si tuvieras las respuestas para todo.

-La vida es como un show de magia. –Richard le explicaba al oficial. –Cuando éramos pequeños todo era asombro. ¿Cómo sacó esa moneda detrás de mi oreja? ¿Cómo supo que esa era mi carta? –Fingía el asombro como si el fuera el pequeño sorprendido. –Pero cuando te das cuenta que todo es un truco, toda la magia se pierde y con ella toda esa capacidad de asombrarnos. Tal vez nos quedemos con la duda de cómo lo hace, pero eso ya no tiene gracia. Es en ese momento en el aprendes que ese mágico sujeto que sacó un conejo de su sombrero, el sujeto que creo vida de la nada, es solo un hombre. Eso es lo que es el mundo. Solo un acto de magia, un acto orquestado por los medios, los políticos y la religión. –Hizo un breve silencio de reflexión. –Todos los amigos que perdí, mi familia, todos intentan doler. Pero no lo voy a permitir.

Orson comenzaba a acostumbrarse a los arranques de Richard, y a su incesable manía de darle un giro a las conversaciones y llegar a temas que poca relevancia tenían. Y en verdad el necesitaba eso. Tantos años en silencio y soledad, con personas que lo primero que harían al escucharlo seria darse la vuelta e ignorarlo, el necesitaba eso, liberarse. El siempre pensaba que las ideas eran inútiles si no se expresaban, y en cuanto mas las mantenía mas le pesaban, necesitaba liberarse de ellas. Sin Georgia no tenia oídos y el único que tenia a la mano era Rogen, pero no era bueno escuchando, tenia buenos modales, pero su alcoholismo y drogadicción ya le comenzaban a matar el cerebro y comenzaba a divagar.

-Dime, Richard. El sujeto que viste en ese lugar. Descríbemelo.

-El sujeto era delgado, no muy alto, cabello rubio. –Se concentraba para poder recordarlo bien. –Eso es de lo poco que me acuerdo, pero esa mirada, nunca se me va a olvidar. Era la mirada de alguien que ha conocido el mismo infierno, sin una gota de temor, solo una plena serenidad. Sus tatuajes eran intimidantes de igual manera.

-Me habías dicho que los dejó irse. ¿Qué sucedió después de eso? ¿El mato a Georgia?

-No. –Negó con su dedo. –El no la mató.

PARTE 8: Febrero 4112 (Madrugada)

Thomas y Orson estaban muertos. Georgia lloraba y se retorcía en los brazos de Richard mientras aquel sujeto los miraba con sus ojos azules y helados como la misma noche. Georgia intentaba ver el cuerpo de su hermano, pero Richard nunca se lo permitió. Un sudor frio le recorrió la frente y un salvajismo de imprudencia intentó invadirlo. Veía a los cadáveres de los hombres armados en el suelo, y de los suyos, todos destrozados, irreconocibles.

-Mira muchacho. –Dijo el sujeto de los tatuajes en el rostro con una mirada de impaciencia. –No hagas algo estúpido y mejor vete de una vez. Esto, -Señaló de lado a lado el suelo ensangrentado. –No es culpa de nadie, simplemente estuvimos en el lugar y momento equivocado. Así que vete de una vez.

Richard respiró profundo y ayudó a Georgia a levantarse. El la abrazaba fuertemente mientras caminaban por sobre los restos del cuerpo destrozado de Orson. Richard lo observaba, todo su tronco estaba despedazado, su cabeza y uno de sus brazos habían volado por los aires. El olor a eses era lo que mas recordaría, puesto que los muertos suelen vaciar sus intestinos, y ese olor era especialmente nauseabundo. Logró llegar a la mitad del pasillo cuando un estruendo volvió a escucharse, y los gritos del mismo hombre que le había quitado la vida a sus amigos se escucharon desgarradores y temerosos.

-¡Corran! ¡Maldición! –Gritó el sujeto mientras las paredes crujían y el piso se estremecía.

Richard y Georgia corrieron lo mas rápido que pudieron en la completa oscuridad del pasillo, las paredes comenzaban a desmoronarse y pedazos de concreto comenzaban a caer del techo, algunos tan grandes como ladrillos, uno de ellos golpeó a Richard en el hombro, dislocándoselo, pero el dolor no apareció al instante, solo pudo notarlo cuando empujó con el hombro la puerta metálica del otro lado del pasillo. El hueso le había estrujado un nervio, y fue allí cuando apareció el dolor. Se dejó caer al suelo e intentó mover el brazo pero era inútil.

-¿Qué te sucede? –Ella le pregunto al escuchar sus gritos y ver su rostro lleno de dolor.

-Mi hombro. –Apenas alcanzó a decir. –Me rompí el hombro. –Podía sentirlo con los dedos, el hueso se le había salido de lugar y con cada dilatación de sus pulmones sus músculos también te tensaban, haciendo el dolor mas insoportable.

-No te lo rompiste. -Ella le dijo al inspeccionarlo mejor. –Muerde tu chaqueta. –Se la quitó y puso la manga en su boca. Sin ella se podía ver mejor la situación. El hueso tensaba la piel, amenazando con atravesarla. El mordió fuertemente su chaqueta y contuvo la respiración mientras ella jalaba su brazo desde el codo y lo empujó con fuerza, poniéndolo de nuevo en su lugar. El dolor fue intenso, mas de lo que se imaginaba, fue un dolor que le recorrió todo el cuerpo, llegando hasta la punta de sus dedos, haciéndolo pataletear y llorar como nunca en su vida.

Sus gritos llamaron la atención de un par de guardias, pero estos no se aventuraron a explorar, en cambio, salieron de allí y alentaron a los demás a hacer lo mismo. Las explosiones se escuchaban mas próximas y el suelo se movía, las paredes se venían abajo y Richard aun no recuperaba el aliento ni la cordura.

-¡Vamos! ¡Vamos! ¡Levántate! –Ella lo sacudía esperando que su lucidez volviera con ello. -¡Rápido! –Ella no tuvo mas opción que levantarlo y llevarlo a cuestas. Su cuerpo parecía esbelto, pero le sobraba fuerza.

-¿Qué estas haciendo? –Le susurró con dolor.

-Te estoy sacando de aquí. –Los escombros caían del techo y se pulverizaban en el suelo creando una nube de polvo que dificultaba la respiración. –Solo aguanta un poco mas. –Se notaba confundida, no recordaba el camino hacia la salida.

-Es por allá. –El la guió solo con el peso de su cuerpo.

Estaba claro que era un peligro para ella el llevarlo a cuestas, sola podría ir mas rápido, pero el no tenia ninguna intensión de morir. Su instinto de supervivencia comenzaba a despertar, y sus piernas tambaleantes empezaban a moverse con mas fluidez. A diferencia de lo que muchos creen, nadie piensa en si mismo en un momento así, uno piensa en la familia, en los amigos, en el que sucederá si llegas a morir. Un sentimiento comparable al de irse temprano de la mejor fiesta de tu vida. Y esta, era la fiesta de “su” vida. Logró acelerar el paso hasta dejar de ser una carga para Georgia, aunque todavía tenia que apoyarse en ella por el miedo a separarse de ella o tropezar en un mal paso. El camino de regreso ya no se parecía en nada, ya todo era un mar de penumbra y escombros en el aire. Un temblor mas fuerte, los sacudió y los tiró al suelo, Richard se retorció de dolor, pero Georgia nunca lo abandonó. Estaba cegado por el polvo pero aun podía sentir su cálido cuerpo, como ese aliento de esperanza cuando piensas que todo está perdido. (-Debería quedarme, solo la estoy retrasando. Y no puedo ser tan egoísta. –Lo pensó en realidad.)

-Vamos, corre y sal de una vez. Yo te alcanzo en un momento. –Le dijo entre toces.

-¿Cómo piensas que voy a hacer eso?

-Déjame, no tenemos porque morir los dos aquí dentro.

-Ninguno de los dos… -Se escuchaba agotada, pero el nunca pudo levantar la mirada. –Ya casi salimos.

Ella le dio un par de patadas a una pequeña puerta, la cual Richard solo pudo escuchar. Pudo sentir un tirón mas antes de estrellarse de nuevo contra el suelo. El aire puro llenaba sus pulmones y sus ojos recuperaban su humedad. Se sentía extrañamente aliviado al sentir el suelo firme sobre su espalda, pero el crujir del concreto aun no se detenía.

-Georgia… Georgia… -La buscaba con sus ojos irritados. –¿Donde estas? –Apenas tenia la fuerza para arrastrarse, y eso fue lo que hizo. Se arrastró hasta poner su espalda contra una pared y poderse levantar. Sus ojos aun seguían nublados, tanto que comenzaba a desesperarse. Le hizo recordar esos sueños donde no puedes ver claramente por mas que lo intentes, pero eso no era un sueño. -¡Georgia! –Gritó. -¡Georgia! –Volvió a gritar mas fuerte que antes. Sus piernas le hormigueaban y su pecho le apretaba, tanto que casi rompe en llanto. Eso era el verdadero infiero, la profunda desesperación e impotencia. –Geor…gia. –Apenas pudo hablar. Se recostó a la fría y porosa pared, para evitar sucumbir ante los temblores. El dolor era profundo y lleno de desesperanza, pero una fría y a la vez reconfortante sensación lo invadió de pronto.

-Aquí estoy. –Escucho mientras se quitaba el agua del rostro y poco a poco recobraba la vista. –Tenias la cara cubierta de polvo.

Ella arrojó el balde con el cual había acarreado el agua para lavarle la cara, solo para poder quitarle el exceso de polvo que tenia sobre el rostro. A ella solo le había tomado unos segundos el ver el balde en una esquina y arrojarle el contenido en la cara, pero para el había parecido una eternidad.

-Rápido. Vámonos. –No se quería dar tiempo siquiera, para recobrar el aliento. El temblor se hacia cada vez mas fuerte y el movimiento armado se intensificaba como abejas alteradas alrededor de su panal.

Muchos de los guardias se encontraban congregados en la única salida que ellos habían considerado, seria la mas rápida y segura. Richard estaba seguro que aun no los habían visto y a juzgar por la situación era lo que menos querían.

-Volvamos por la alcantarilla. –Sugirió al ver que seguía destapada desde el momento en el que entraron. –No nos queda de otra.

Avanzaron en cuclillas hasta aquel agujero y Richard fue el primero en entrar, la caída le hizo doblar el tobillo y resbalar, cayendo sobre el agua turbia llena de orines y mierda. No pudo darse el lujo de vomitar y ayudó a Georgia a bajar, aunque esta vez ambos resbalaron y ella no pudo soportar tal inmundicia y comenzó a vaciar sus tripas.

-No me veas. –Ella le dijo mientras seguía vomitando, y el trataba de ayudarla a contener las contracciones de su estomago sosteniéndola del mismo y evitando que perdiera el equilibrio.

-No te preocupes. Solo avancemos.

Y fue lo que hicieron, aunque con pasos tambaleantes y precavidos. El temblor se intensificaba y el sonido del concreto resquebrajándose comenzaba a ser ensordecedor. Pequeños trozos de concreto mohoso caían sobre la cara de Richard y entre las penumbras se podían apreciar claramente las grietas que se comenzaban a formar en el techo y las luces de las lámparas se filtraban entre ellas. Richard apresuró el paso y puso a Georgia delante suyo, para que ella fuera a su propio ritmo, ya que el no podía avanzar tan rápido a causa del dolor. Sus ojos se comenzaban a nublar a causa del cansancio y el dolor era mas intenso que antes.

-Apresúrate. –Georgia se cubría la cabeza de los escombros que se volvían mas insistentes.

Una luz distante hacia resaltar las escaleras metálicas que anunciaban la salida de ese hediondo lugar. Georgia se alejaba mas y mas de el. Se preguntaba si ella estaba corriendo mas rápido o el mas lento, pero solo una cosa era cierta, el ya se había quedado sin aliento. No pudo hacer mas que dejarse caer y evitar ahogarse con la mierda en el suelo. Sentía una profunda paz y tranquilidad, como si todo fuera a salir bien, como si ignorara todo y cerrara los ojos todo eventualmente volvería a estar bien. Nunca pensó que moriría, pues en su cabeza el peligro ya había pasado, solo quería descansar. Comenzaba a soñar, soñaba que estaba en su habitación, juguetes regados por todos lados, la gotera de siempre haciendo tic tac al caer en la sartén junto a la cama. Su mamá siempre le decía que no se debería de mojar mucho el suelo puesto que eso podría traer muchas enfermedades, pero eso era casi inevitable. No tenían un piso firme, caminaban sobre la tierra fría y desnuda, ni mucho menos tenían un techo decente, solo eran tablas de madera atadas a una vieja lona plástica, la cual perdían con cada ventarrón de verano. Sentado en la cama podía ver a la vecina lavando sus ropas a un par de metros de su ventana. Ella era una mujer grande y robusta, ya con unos buenos años recorridos, pero no carecía de encanto, sus caderas estaban bien delineadas, sus pechos eran grandes y firmes, su cabello negro y rizado le hacían un hermoso contraste con su piel morena. Su rostro era poco agraciado, tenia una nariz grande y redonda, unos labios grandes y gruesos, quebrados por las frías noches, pero sus ojos, sus ojos eran enormes, de un color negro profundo, con unas tupidas pestañas que los contrastaban de una manera casi celestial, eran unos ojos en los que cualquier hombre quisiera ahogarse.

Su mirada delatora llamó la atención de aquella mujer y esta le sonrió mientras fregaba la ropa sobre una plancha de piedra. El jabón le cubría hasta los codos, lo cual le hacia muy difícil secarse el sudor de la frente. Richard se había quedado sin saber que hacer, pensó en responderle con un saludo con la mano, pero optó por una simple y sencilla sonrisa, aunque no pudo evitar ruborizarse. La mujer continuaba lavando la ropa sin de vez en cuando levantar la mirada hacia Richard, el cual ya no pudo ocultar su obviedad y le lanzaba una sonrisa cada vez que podía. La mujer tomó una cubeta de agua y poco a poco comenzó a enjuagar el jabón de la prenda, la cual resulto ser un pantalón de hombre, tan grandes y anchos que enseguida se percató que eran de su marido. Pues claro ¿Qué mujer así y de tal edad no tendría marido a estas alturas?. Comenzaba a cuestionarse el tiempo perdido en las miradas, pero nunca pensó en nada mas que en verla. Ella se acercó a su ventana después de tender el pantalón a lo largo de una cuerda vieja y deshilada. El se sintió envuelto en un extraño manto de incertidumbre, el cual le hizo quedarse tan quieto como una roca al verla acercarse, ni siquiera pudo levantar la mirada para volverla a ver a los ojos.

-¿Te sientes bien? –La mujer le preguntó desde el marco de la ventana, apoyándose en el mismo. Su voz era tosca pero sin carencia de femineidad.

Richard comenzó a sentirse triste y con una impresión de vacío en su pecho una sensación tan familiar y tan distante a la vez, un gran caos en su interior. Cosa que nunca imagino sentir.

-Hace un segundo me sentía bien, pero en este momento no se que me pasa.

-Quizás recordaste algo importante que tenias que hacer, alguna fecha importante, alguna persona… -El la escuchaba y comenzaba a ser bombardeado por alucinaciones difusas de tormento y dolor, una voz muy en el fondo que rugía gritos de agonía. –Ya veo, estaba comenzando a dolerte y por eso estas aquí, pero esto solo es temporal.

Los gritos comenzaban a hacerse mas fuertes y el dolor mas intenso.

-“Georgia” –Exclamó en voz baja. –“Georgia”

Una luz cegaba sus ojos y el gusto a orines invadía su boca, se encontraba tirado de costado sobre la humedad de la alcantarilla, el techo de la misma se había desplomado sobre el, dejándolo atrapado de la cintura hacia abajo. Bastó un ligero movimiento para que el dolor le hiciera recobrar el conocimiento. Los temblores y las explosiones habían cesado para convertirse en un sonido mucho mas infernal, los gritos de las mujeres, el sonido de las ambulancias y camiones de bomberos, el sonido de las llamas devorando todo en su camino era lo que ahora se escuchaba. (-¡Georgia, mierda, Georgia! –Fue su primer pensamiento consiente). Se esforzó por quitar la gran plancha de concreto que constipaba su cintura y sus piernas, fue mas el dolor que sintió en su brazo malherido que el de su cuerpo bajo todo ese peso. No lo pensó demasiado y utilizó su habilidad de una vez. Comenzó a arrastrarse con suavidad para evitar que el dolor fuera tan insoportable, aunque no hizo ninguna diferencia, el ardor en su piel, y músculos lo hicieron sucumbir en llanto, la plancha de concreto comenzaba a acomodarse por encima de el, atrapando las telas de su pantalón y desgarrándolas con cada movimiento que el hacia. Se sentía patético, desnudo desde la cintura para abajo y bañado en mierda, con la fuerza de un cachorro y el miedo de un bebé. No se sintió aliviado al haberse liberado de allí, pues ahora era prisionero de su propio cuerpo, sin energías y adolorido hasta el ultimo centímetro.

Por fin pudo levantar la vista y observar lo sucedido en aquella alcantarilla. El techo estaba parcialmente destruido y las paredes cuarteadas continuaban resquebrajándose. Sus pies descalzos sentían el agua fría entre uno que otro trozo de mierda. Un par de pasos tambaleantes le hicieron retorcer de dolor, solo en ese momento, con aquella estela de luz que se filtraba, se dio cuenta que su tobillo derecho se encontraba totalmente dislocando. Se volvió a tirar al suelo y mordiendo las telas de su propia camisa, dio un fuerte tirón a su pie hasta que este volvió a su lugar. El dolor volvió a apoderarse de el hasta el punto de casi perder la conciencia de nuevo. (-Dios ¿Por qué me pasa esto? –Exclamaba a sus adentros. –Que ya se termine esto, por favor, quiero irme de aquí.) Al ponerse de pie nuevamente notó un color rojizo en su pierna, el cual se difuminaba en el agua y la recorría como pinceladas en un lienzo. Sabia lo que era. Sangre que brotaba a montones de una herida que nunca pudo encontrar. (-Mierda, nada mas esto faltaba. –Buscaba desesperadamente la herida y palpaba cada centímetro de su pierna) Sabia que si no encontraba la herida rápido podría morir desangrado. No pasó mucho tiempo, hasta que por fin lo notó, la sangre no venia de el, se encontraba por todo el suelo, mezclada con los orines y la muerda. Un enorme terror le invadió al imaginar de donde provenía; pero una pila de escombros al lado de la escalera de salida despejaría sus dudas. Avanzó lo mas rápido que pudo y comenzó a quitar roca por roca con sus adoloridas manos. Piedra a piedra, las retiraba tan rápido como podía, con una ingenua esperanza que fuera cualquier otra persona, alguien más o algo que le diera la certeza de que ella estaría bien. Los dedos le ardían y las uñas le sangraban pero el continuaba removiendo los escombros.

-Por favor, no me hagas esto. –Murmuraba mientras retiraba las de mas rocas. –No, no seas así conmigo ¿Qué no he sufrido lo suficiente por un solo día? –Pero Dios tuvo oídos sordos para el.

Lo primero que sintió fue su mano fría y pálida. Intentó tirar de ella, sin embargo, el chasquido de sus huesos rotos le hizo titubear. En cuanto mas piedras quitaba, mas estaba seguro que era ella. Su mente se preparaba pero la negación continuaba, solo esperaba que al ver su rostro no fuera el suyo, que por algún azar del destino se tratara de alguien mas. Mas temprano que tarde pudo ver los mechones de cabello castaño bajo la tapa metálica del alcantarillado, al retirarla, se topó con la peor imagen que había visto en su vida. Su cabeza había sido aplastada por un costado, sus sesos se habían salido por su nuca a causa la presión así como uno de sus ojos. Richard intentó tocarla, pero un gran temor le invadió. Verla así, de esa manera, era algo en lo que nunca estuvo preparado. Toda esa belleza, toda esa gracia, había desaparecido.

Richard se había quedado petrificado, sus pensamientos se habían bloqueado entre el dolor de lo que estaba presenciado y la imagen que tenia de ella en vida. Sonámbulo caminó sin rumbo especifico, solo observando en el panorama siluetas de colores moviéndose a su alrededor como pinceladas difusas sobre un lienzo oscuro. –Quiero irme a casa. –Intentaba decir, aunque sus labios no podían moverse. De repente, entre ese marco oscuro de su visión, una gran luz lo cegó por completo, después se estremeció al escuchar una voz y una fuerza que lo llevó hasta el suelo.

-¡Al suelo! –Logro escuchar después entre un intenso zumbido en sus oídos. Poco a poco comenzó a recobrar la conciencia, solo para escuchar gritos de mujeres y niños, que corrían por las calles despavoridos. -¿Estas bien? –No alcanzaba a ver de quien venia esa pregunta.

-No, me falta mucho para estar bien. –Logró ver una silueta a su lado, mas no su cara.

-¡Corran! ¡Va a volver a explotar! –Una mujer gritaba a lo lejos. -¡Rápido! ¡Corran!

Al alzar la vista pudo ver las paredes de Cáliz, su hogar, derrumbándose y arrastrando todas las casas que allí yacían.

-Tenemos que irnos. –Le dijo el tipo, el cual lo arrastró hasta que volvió a perder el conocimiento.

PARTE 9: Junio 4121 (Presente)

-Lo recuerdo con claridad; Esa escena, después de todo lo que había sucedido, fue algo que no pude soportar. –Richard comenzaba a sentir el dolor de esa vieja herida, y la hurgaba cada vez mas. -Pero, no es mas que un jodido chiste: Tu vida, lo que hiciste, lo que pensabas hacer, todo se va a la mierda en ese ultimo segundo en el que dejas de respirar. Ya lo has sentido ¿no?, ya has sentido como tu humanidad abandona tu cuerpo mientras ves el rostro ensangrentado de esa persona. Comienzas a pensar en el “hubiera”, pero sabes que es demasiado tarde para eso, demasiado tarde para volver atrás y tomar un camino diferente y evitar todo eso; y por mas que intente tu mente de pretender que eso que ves no es real sabes que es inútil. –Escupió una gran flema al piso. –Porque lo que estas viendo, es la realidad, y nadie puede hacer nada para cambiarlo. Ni siquiera esa concepción imaginaria a la que llamas Dios.

Johan, con una mirada pacifica, puso su cuadernillo de notas sobre la mesa y lo deslizó hasta Richard, el cual, con un extraña aura de escepticismo y curiosidad la levanto al alcance de sus ojos. “Culpa, tristeza, depresión, miedo, soledad, rabia” Solo esas palabras estaban escritas sobre el, a veces repetidas mas de una vez, en especial la palabra “rabia”.

-¿Y esto que significa? Te estarás preguntando. –Johan se adelantó a su cuestionamiento. –Esto es lo que veo en ti, cosas de las cuales no quisieras desprenderte. Porque de alguna manera lo disfrutas, disfrutas sentir tu culpa, tu dolor.

-Tu no sabes nada de mi. –Le respondió este lanzándole el cuadernillo de manera despectiva.

-Lo único que necesito saber es lo que estoy viendo ahora mismo. A todo esto, –Señaló con su dedo toda la habitación. –le llamo miedo. Porque después de todo lo ocurrido, no hiciste nada por mejorar, solo escapaste a esperar que el tiempo curara tu dolor, pero no sabias que el tiempo también marchita las flores; el tiempo sana tanto como destruye, y tu amigo mío, te estas destruyendo poco a poco.

Richard se levantó de su asiento y se dirigió a su ventana para contemplar el amanecer. La ciudad ya estaba llena de vida, bañada por los rayos amarillos del sol.

-¿Qué otra cosa podría haber hecho? El universo me hizo pagar por mis actos. –Veía su mano ennegrecida como si fuera lo único bueno que tuviera. –Nací con esto ¿solo para que? ¿robar? ¿matar? No hay manera de regresarle el pasado a las personas que lastimé, pero eso no me molesta, lo que me molesta es que tampoco hay manera de que el mío vuelva.

-Después de tanto tiempo, comienzo a comprender que nosotros no somos tan diferentes. –Johan encendió un cigarrillo y movió un poco su silla para poder ver a Richard, quien seguía sumergido en la infinidad del cielo. –Cuando mi hijo fue asesinado me sumergí en el alcohol y las drogas, pero esa nunca fue la respuesta; todo ese dolor, esa rabia que sentía tuve que canalizarla. A veces de las cosas malas nacen cosas buenas, y ese tipo de cosas son las que me hicieron seguir adelante, me dieron un motivo para despertarme por las mañanas.

-Lamento decirte esto, pero ya me estoy aburriendo de esta conversación y se que no vienes a hablar solo de mi vida ni de lo que sucedió aquella vez. Así que ve al grano.

Johan respiró con profundidad y suspiró, mientras se reincorporaba en la mesa. De su bolsillo sacó unas fotografías y las puso sobre la mesa. Richard se acercó y las tomó, al verlas sus ojos se llenaron de rabia y temor.

-Por esto es por lo que estoy aquí. –Le afirmó Johan. –Cuando llegue te prometí venganza, una manera de enmendar todo. –Exhalo una gran bocanada de humo. –Tal vez no podemos traer de vuelta nuestro pasado, pero si asegurar un mejor futuro, y la mejor manera, es comenzando por la persona que nos lo quitó.

Ese era un rostro que Richard nunca pudo olvidar: Ojos azules, rostro tatuado desde las comisuras de su boca hasta las orejas.

-¿Y tu que tienes que ver con el?

-Su nombre es Viccenzo Graham y el mató a mi hijo. –Richard solo reaccionó con una mirada apacible. –Hace años estábamos investigando a Jason Montgomery y un informante lo llevó hasta el. Yo iba en camino a darle apoyo, pero fue demasiado tarde. –A pesar del tono de tristeza, se le escuchaba fuerte. –Lo peor de todo es que no se conformó con solo matarlo, lo dejó irreconocible.

-Tu caso es lamentable, pero yo estoy fuera de esto. –Lanzó las fotos sobre la mesa. –Entiendo que creas que busco venganza, pero solo sería una forma más poética de suicidio. Presencié lo que este sujeto puede hacer y si pude salir de allí, fue por pura suerte.

Johan se puso de pie y le quitó las fotos

-Tu perdiste a tus amigos, tu familia, tu hogar; yo se quien lo hizo y porque, y si no hacemos algo continuarán haciéndolo. –Johan insistió mientras se dirigía a la puerta.

-¿Y qué tendría que hacer? –Preguntó Richard cabizbajo.

-Si quieres saberlo, entonces ven conmigo.

Richard, entre todas sus dudas y cuestionamientos, solo se dejó llevar por su deseo de venganza. A pesar de todo el temor, toda la angustia y todo el dolor que sabía que eso le traería.

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