Ven y vuelve a recostarte entre mi seno, dame el aliento frío de tu boca, que como se mueven los árboles con torrenciales vientos, puedas sacudirme con los halagos de tu lengua; para que no se detengas los minutos, si no que corran para cada parte de mi piel.

Ven y descubramos cada estrella de mi cuerpo, cada lunar. Y ven, ven, y dame un beso, que sea tan rebosante como el cauce rápido de un gran río, que estemos tan llenos que dentro ya no quepa el riachuelo que puede dejar otro cuerpo.

Ven y déjame buscar cada rincón que te cause un movimiento, deja que mis manos exploren lo que a simple vista no se mira, lo que no cualquiera tiene y teniéndote de frente, se desea… se antoja.

Ven y unamos un pensamiento, que aunque estemos suspendidos el uno del otro por un pequeño paso, pueda sentirla tan cercano.

Ven y vuelve a explorar cada colina, cada borde del sendero, dentro de la cueva se ha ocultado la tempestad de un sentimiento, tan grande que con tus extremidades tocas las paredes, derrumbando las piedras que del monte hacen.

Yace dentro del túnel que haz cavado tus desdenes de hombre, tus placeres terrenales y tus pensamientos en espíritu, me dejo amar porque sin tocarme antes, ya me haz llenado, te amo porque poco a poco como lince salvaje a punto de brincar entre dos abismos, dejas caer entre los lienzos del aire de un cuerpo, el mío, y te haz recostado entre mi seno y mi palpitar.

Ven, aquí estoy. Estoy, porque tu sigues como con raíz inamovible, como la espuma se mueve en el mar. Ven, yo soy tuya y tu mío, ven, vivamos nada más.

-Kristel.

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