Waar hij woont de zon: Donde reside el sol

Waar hij woont de zon: Donde reside el sol

Akira Hagakure

30/09/2017

Prologo

En algún lugar en el mar pacifico cerca de las costas australianas.

– ¿Hace cuánto que escuchas esa canción? El chico de cabello castaño había estado sentado en esa silla desde que la habitación de tiño de color gris, el cielo seguía su ritmo dejando caer el sol en su rutina.

-No lo recuerdo, quizá siempre le estado escuchando- En cambio el albino permanecía de pie junto a la chimenea donde los carbones apagado reposaban.

El castaño rio-No siempre, esta es la primera, como todas las cosas… La dejarás de lado ¿No? – Su mirada era sínica, sabía exactamente lo que su boca soltó en forma de sonido.

– ¿Qué sabe alguien que ya está muerto? Replicó girando su vista a la ventana donde el sol ya no estaba, a la vez esa persona de ojos color miel se volvía polvo. En verdad, ¿Alguna vez estuvo aquí?

Siquiera pudo presenciar el nacer y morir de la esperanza, no vio el nacer de una nueva era y ahora aparecía, sofocando, llenando de locura la cabeza de la persona que en un día de nieve clara tuvo que cargar su cuerpo hasta su lugar de entierro, obviamente no se percató de lo que se perdió para poder seguir pensando en poder ganar.

No sé cuál día describir, si el caluroso día de verano que por primera vez vi aquel rostro, el día de invierno que tuve que dejar todo, ese día de lluvia que deje de ser yo, cuando cayó la primera nevada de un día de abril y el hilo rojo empezó a correr entre mis dedos, no sé cuál de esos días es mejor, te preguntaría a ti, pero sé que solo me miraras con esos ojos verdes llenos de lágrimas. He sido atormentada por mucho, el hecho de que haya terminado de la forma en la que termine me reconforta en todo aspecto, el saber que el sufrir no existe, que cada una de mis lágrimas será por un recuerdo feliz, el hecho de solo poder sentir la tibies de tu mano es todo lo que me hace falta en este nuevo cuerpo, porque yo ya no estoy aquí ni allá sino con todos, las personas que me vieron nacer, las que me vieron crecer, las que me amaron, las que me odiaron, por supuesto las que me observaron caer, estoy con todas ellas.

Este lugar, de la casa vieja y el campo de girasoles, llena mi corazón de tranquilidad, esa persona que me acompaña es un amigo de experiencias, está aquí por el mismo motivo que yo, nos damos ánimos el uno al otro mientras observamos desde nuestro asiento la vida de las personas, puedo ver la vida de la persona que nunca acepto mi amor y luego se arrepintió, la de esa persona que no pudo llegar a amar y la de esa que amo pero no pudo completar su amor, todas esa vidas las bendigo.

El espíritu de batalla que antes hablaba con Dios se dispuso a reír a solas en una habitación vacía, de vez en cuando las personas de todo tipo le visitaban, el cosechador le dio abrigo una vez, sabiendo bien el riesgo acepto su propuesta, años de amistad fueron forjados y un amor inesperado, el espíritu de guerra en su instinto lucho como pudo sin obtener resultado, el cosechador murió en su regazo siendo enterrado bajo el árbol más viejo de la pradera, Dios en su misericordia le ofreció al espíritu un nuevo comienzo, este se negó comenzando de nuevo a dilucidar su tétrica sonrisa al luchar.

Nuestro Dios siempre fue desdichos, aun si tenía todo las cosas se desmoronaban a su alrededor, una vez escucho de la palabra esperanza en relatos de ficción, siempre tan brillante y amable, cuando esta apareció ante Dios, él ya había sido cegado, una falsa esperanza le había conducido hasta el abismo donde le prometió la felicidad, la esperanza lucho en vano para sacarle de aquel lugar, de sus manos la sangre y las vendas comenzaban a ser parte de ella, «Nunca debió haberme sonriendo» le repetía al Dios segado, tarde era pues otro amor correspondido murió de la misma manera que nació, solo fue revelado en el lecho de la esperanza. Dios se culpó, lloro maldiciendo su destino, teniendo lo que tanto anhelaba cerca lo dejo marchar en su estupidez.

– ¿Entiendes la historia? Pregunto la esperanza desde el nuevo mundo.

-Si tú la has vivido y yo la he visto, claramente le entiendo- Respondió el cosechador desde su silla al lado de la ventana donde el sol siempre daba cálido.

Capítulo 1

La sensación que tu corazón da a tu mente no es la misma cuando tu mente le obliga a sentir a tu corazón, como esa mano fría en verano y aquella otra tibia en invierno.

«Si puedes recordar tu nombre te diré incluso la verdad de la luz» Fue lo que esa alma bondadosa me dijo, nunca me he preguntado tanto sobre una cosa tan simple, nadie nunca me ha llamado por mi nombre entonces como podría saberlo ahora será algo imposible, yo le dije «Espere a que la última hoja del árbol caiga en primavera y sabrá la razón de la oscuridad» pero solo rió y camino de vuelta a su vida de calma dejándome atrás, como todos lo hacen.

Ya me he dejado de cuestionar de la soledad, estoy a la vez en ella completamente rodeada de personas, oculta tras las dulces melodías de piano que mi madre me toco una vez.

El desvarío les trajo aquí, a donde debió haber estado primero, amo todo como a la vez lo odio, las cosas vanas y las cosas inusuales, si las amas por igual verás otro mundo, y un mundo es un libro que no tiene inicio, pero llegará a su final, un pensamiento relativamente nuevo para la humanidad en un espacio reducido que será preservado para siempre.

La historia que acontece, es lo que el lector le agradezca dar, puede aburrida o divertida, se espera que tomes ambas opciones y las ame por igual.

Querido libro:

Nunca he sido buena describiendo entornos, siempre me han dicho que mis relatos son los más secos y turbios, incluso esa chica de cabello ondulado ato su melena al tratar de leer uno de mis escritos. Si tuviera que hacerlo, empezando por un lugar en especial sería el país que me dio nacionalidad y animales exóticos por montón; Australia es el país de canguros, koalas, playas enormes, desiertos de arena roja, la casa de la ópera, vistas a la vía-lácte por la noche, y papá Noel en bermudas cuando llega la Navidad.

Mi familia no es rica, ni es pobre, está unida de la misma forma que está separada, siempre hemos sido tres, nadie quiere tocar porque solo soy yo como hija. Mis padres son trabajadores compulsivos, desde que tengo 8 años los he visto a ambos con teléfonos celulares en las manos, mi padre trabaja en una gran empresa y aun así vivimos en una casa solo con lo necesario en los suburbios de Darwin, mi madre tiene un trabajo que ofrece lo necesario y le da tiempo, por otra parte, ella explota todo lo que puede de ser enfermera las 24 horas 7 días de la semana, aun si todo eso no es necesario. El día de oficios en la escuela primaria mi padre no pudo ir, mi madre fue por 5 minutos, dio un par de galletas y de igual manera se fue.

Aun así, nunca he pensado estar sola, solo tengo un amigo, nunca lo veo, pero lo tengo, él viene cada vez que quiere, cuando hablo de él algunas personas me preguntan si recibo medicación, incluso un chico me dijo «Eres muy linda pero estas loca«, fue durante graduación de mi grupo de secundaria.

No soy bonita, no creo que eso siquiera exista, me he visto a un espejo, se perfectamente lo regular que soy, en todo caso si soy tan linda ¿Por qué siempre termine como el árbol o el personaje B en todas las obras teatrales que estuve? ¿Eso no era para que al menos fuera la mejor amiga de la protagonista?

Dejándolo de lado, hoy esta nublado, es martes, y odio a todos, estoy en la preparatoria, 4 curso, salón B, la que se sienta al fondo del salón tratando de ver por la ventana y pensando si habrá alitas en la cafetería ese día.

El profesor explica mientras una parte escucha y la otra solo vive su vida, yo estoy a la mitad. La silla a mi derecha está vacía, esta vez ha sido un año desde que él ha venido, su familia vive frente mía, siempre dicen lo mismo «Esta en una escuela muy importante que no puede ser desperdiciada, él solo viene a relajarse un poco de vez en cuando, ya volverá» Aun no ha vuelto.

Todas las tardes hago el mismo recorrido a casa, el otoño es psicológicamente agotador para mí, las hojas rojas se parecen a ti.

Entonces en aquel día mi casa estaba en silencio, a oscuras y el sonido de la grabadora de fondo, en cambio tu casa está llena de luz, tu mamá me saludo, me ha invitado a cenar, pero me negué, sin ti el espagueti a la carbonara no sabe bien. Aun no tengo un gato, creo que lo recuerdas, nuestro sueño de volver un gato león, prometí cumplirlo sin ti, pero soy solo una alumna quebrada de preparatoria, lo lamento, si te hace sentir mejor el dibujo queda sobre mi pared, su sustento es la cinta adhesiva color roja que robamos de la caja herramientas de tu padre.

He cambiado mi color de la suerte, desde que el amarillo dejo de ser útil el día que te fuiste ahora es el blanco, ya sé que odias el blanco, si estuvieras aquí me lo repetirías ¿No?… Gracioso, siempre termino hablando de ti, estas muy dentro de mi corazón, y es tu culpa.

Fin de la nota.

La chica de cabello color oro y ojos color azul cyan bajo la pluma a un lado del cuaderno, un diario era lo que trataba de escribir bajo la tenue luz de una lampara pequeña de noche.

Esta chica estaba enamorada, ella lo sabía, aun así, por algún motivo no pensaba en el sentimiento sino en la persona que se lo provocaba, tal vez un amor no correspondido.

Al pasar de la noche, tenía el mismo sueño de estar esperando en el mismo campo de flores blancas, a lo lejos estaba alguien que le saluda, pero siempre que intentaba acercarse todo se teñía de rojo, de un rojo carmesí sangre.

Entonces todo ese amor lo había cargado todo el tiempo, ¿No? Tal vez lo hizo siendo solo una chiquilla, pero el corazón de nuestra querida latía tan rápido, aunque dolía queriendo dejar sentir, continuando siempre adelante, por ella y por los que no estaban.

Usual mente se levantaba del lado incorrecto de la cama tras salvajes sueños del pasado, un pasado a lo que todos llamaríamos normal; con las calcetas perdidas, el cabello hecho nudos, la ropa chueca se levantó de la cama. En la otra habitación solo su madre estaba. Bajando las escaleras se encontró con la mesada diaria y una disculpa de su padre, la guardo en el cajón semi lleno de disculpas.

Luego de un baño y una rebana de pan con mermelada salió de nuevo hacía su prisión llamada preparatoria, tan llena de reglas, nuestra querida rubia debía odiarla.

Veía al mundo con tanto desdén. Una voz atrás suyo le llamo por su nombre- ¡Von! – Una voz de mujer, cálida y algo chillona.

Sus ojos brillan tanto- Pensó Von, no había visto así desde hace tanto tiempo. La chica que le llamaba era algo baja, algo regordeta, cabello café en coletas, ojos color miel, unas cuantas pecas en su casi perfecta piel blanca, Von no sabía su nombre, tampoco recordaba haberla visto antes, ¿Era de su clase?, ¿Del grupo de teatro?, bueno, eso no importaba.

– ¿Sí? – Pregunto Von siendo lo más amable posible por la mañana, su tono sonaba seco y el rostro sin expresión.

-Préstame tus apuntes de matemáticas- Respondió la chica de tonta sonrisa extendiendo la mano.

Von la volvió a mirar de arriba abajo, definitivamente no era alguien del grupo de teatro, y si hacía memoria tampoco la veía en su clase por ningún lado, en todo caso no le parecía bien que alguien a la que otras veces era ignorada debía ser tan amble en estos momentos.

-No los tengo- Mintió- Lo lamento- Se acomodo la mochila y continuo su camino.

La chica de atrás se quedó observando detenidamente, sin sonrisa, tal vez algo escondía, pero eso aún no se sabe.

Al llegar al salón de clase, donde todos tenían puesto un uniforme azul marino con camisa blanca, como soldaditos siendo educados disfrutaban de su tiempo sin maestro. Von siendo la callada del salón, la que es callada, pero responde cuando le dicen y es obligada a hablar en ciertos momentos con las demás personas, se solía sentar al fondo la clase, un asiento antes de la ventana, era casi molesto que en su lugar estuviera exactamente la pared y en los dos asientos de adelante y atrás una gran vista resguardaba, «Aun tengo la banca» Una muestra de su optimismo, su banca estaba completamente limpia a diferencia de las otras por usar sus mangas como trapo para esta, nadie podía al parecer notar el desgaste de su uniforme por lo que no era molestada en ningún sentido por ello.

Al llegar el profesor una cara de molestia se puso en la mayoría de los alumnos, a excepción de aquellos su vida giraba alrededor del estudio, los cuales antes de la llegada del profesor ya habían terminado la mitad del libro de trabajo.

La clase no importa, los compañeros de clase sin nombre no importan, desde el lugar de Von no eran nadie, no tenían color, algunos siquiera se molestaban en hablarle, siempre ha sido la callada del lugar a donde va, solo resaltan esos cabellos amarillos como el maíz u el sol.

Al almuerzo el mejor lugar para comer en soledad era el auditorio de la escuela, tan vacío normalmente, las parejas indecentes algunas veces llegaban, pero masticar de Von les hacía retirar o el disgusto de la frase «¿No piensan continuar?» Mientras el sándwich de atún era masticado en la boca de Von.

Las personas hablan, siempre lo hacen, a donde vas lo hacen y lo mínimo que puedes hacer es fingir que no las escuchas, ya no está el chico de cabellos rojos que pelee por ti, te ha dejado en este marginal mundo, lo poco que te has puesto de paredes contra el mundo exterior parece que te sirven, aun no has sido dañada, aun…

A la salida el camino es corto a casa, comienza a hacer frió, las hojas rojas empiezan a hacer su danza de muerte hacía el suelo, la banca donde una vez el helado se le calló a los pies está siendo repintada, la farola color negro ilumina un poco menos a como lo hacía 4 años atrás aun así ahí estaba iluminando el camino a casa.

Alguien en la casa del viejo amigo está viendo por la ventana, parece ser una de las hermanas gemelas, la de cabello raíces castañas, está vigilando a su hermana la que ve el interior del buzón de correo, deben de estar esperando algo importante.

Al entrar Von a la casa, dejo su chaqueta, se sirvió un poco de leche, prendió la televisión, se sentó a sentir la comodidad del hogar, estaba un especial sobre porque los gatos tienen patitas suaves y acolchonadas. El silencio era abrumador, los autos pasaban pocos a esa hora y la madre de Von debía estar fuera de nuevo, podía ver la comida rápida puesta en la mesa, dejada a propósito por unos de sus padres, tendría que leer la nota para saber cuál. Al ir a dejar el vaso de leche fue a revisar la ventana, las gemelas ya deberían haberse metido a la casa, era una noche encantadora, las luces de las farolas golpeando las hojas verdes que contrastaban con las naranjas, la luciérnaga perdida que deambulaba por las flores y esos ojos color azul clavados en Von, hasta su casa los podía sentir, una niña mirándola directamente desde ventana de la otra casa enfrente, lucía tan pálida como un fantasma incluso de lejos, y delgada como un esqueleto, sus ojos eran enormes, llenos de lo que parecía ser rábia, miraba tan fijamente, sin parpadear que hacían dar escalofríos. Von trago saliva y cerro la cortina. Nunca antes había hablado bien con esas niñas, si Von era callada ellas pasaban ese límite solo hablando entre ellas, lo que si sabía era que sus voces eran apagadas, casi muertes llenas de un tono melancólico, harían deprimir y aterrar a cualquiera. ¿Por qué? ¿Era acaso odio? Las palabras nunca se cruzaron entre Von y las hermanas, no podía encontrar una razón lógica, mientras tomaba una ducha para meterse a la cama Von le daba vueltas al asunto.

«Solo es mi imaginación» Fue su pensamiento al entrar a la cama… Por cierto, por el temor que se le fue causado hace poco olvido los deberes escolares, creo que ella misma no se dio cuenta, yacía recostada mientras abrazaba su almohada tratando de conciliar el sueño, extrañaba a su madre en esos momentos, y las cancines de cuna.

-Te ves horrible- Le dijo un compañero de clase a la mañana siguiente, Von siquiera miro su rostro.

La mañana de Von había pasado lenta, entre horas abría los ojos durante la noche, el sonido de la alarma le penetraba los oídos como taladros, el café esa mañana supo más amargo de lo usual, y al llegar a la preparatoria piso una goma de mascar mientras los aspersores eran encendidos sin contar que su cabello ero sensible a la humedad.

-Gracias por la nota- Le respondió a su compañero mientras le hacia una señal con la mano para que la dejará sola

El día era soleado, aunque hacia algo de frio, daba esperanzas para seguir sin baches el resto de la jornada.

Un profesor en leggins, un café en mano y una chaqueta de colores sacada de los 80s, la nueva era había llegado hace un tiempo aun así había personas atascadas en el viejo siglo viviendo bajo las reglas del nuevo. Este profesor en particular estaba a punto de retirarse a sus 62 años, le permitían romper el código de vestimenta a ese punto. Von aun miraba el asiento vacío a su derecha.

En los intermedios los gritos de los alumnos, los pasos, las voces tratando de susurrar, el sonido del viento por las ventas se ha quedado en su menoría, como una canción sin un estribillo, le hacía falta algo, Von lo notaba al comer sola en el auditorio, ese día limpiaban el lugar así que saco una leve charla con la mujer de la limpieza.

Tan sola tan sola, Von la del cabello rubio estaba sola, se sentía sola, la miraban sola, no se quejaba de su soledad, en el fondo extrañaba la compañía de alguien, su sándwich de atún tenía un sabor amargo ese día.

A la salida, tomaba asiento durante minutos en una banca usualmente abandonada de un parque usualmente abandonado, niños solían ir a disfrutar de la energía tan abundante que sus pequeños cuerpos les proporcionaba. Una voz susurrante de canciones extrañas tomó asiento al lado de Von, una voz algo ronca.

-Él tenía razón, no eres capaz de abandonar recuerdos… Qué extraña chica. – Aquellas palabras resonaron en el lugar, tan calmadas y esponjosas.

¿Quién es el ser que habla conociendo al desconocido?


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