¡Padre! ¿Por qué te fuiste?
Todavía no sé cómo pasó, no lo entendí, solo era un niño. Pero si cuento los recuerdos que tengo contigo, se limitan a menos de cinco.
El día que llegué a mi casa, donde mi sonrisa no se borraba evidenciando un cien en los examenes con notas altas, y sí, estaba mi madre, la mujer más increíble que conozco, pero no estabas tú.
Cuando no supe que decisión tomar, y evacuaba hacia los brazos de mi madre llorando. Momentos en los que me hubiera gustado escuchar: «¡no te caigas! ¡Levántate, yo sé que puedes!». O aún de una manera más dura, para hacerme reaccionar: «¡despierta por favor!», «¿Qué es lo que ocurre contigo? ¡Muévete!». O simplemente un abrazo. Eso hubiese bastado en momentos donde no supe cómo actuar. «Ven, yo te enseño». Que me mostraras el camino, la salida, o simplemente me dijeras cúal atajo sería el menos doloroso. Palabras que al escucharlas me hubieran dado paz, pero no fue así. Mi abuelo sustituyó tu puesto, fue un hombre admirable, pero no era mi padre, aunque lo llegué a ver así.
¿Es irónico no? Es irónico que muchos se quejen porque constantemente son regañados por su papá, pero yo hubiera deseado un regaño, con tal de sentir que podía seguir unos pasos que conocían mejor la vida que yo. Y qué hacer cuando la vida te abofetea y quedas malherido cayendo una y otra vez en el mismo abismo.
He llegado a la etapa adulta sin ti, pero definitivamente, quiero darle a mis hijos, lo que nunca recibí: el amor de un padre, porque el amor de madre, nunca me faltó.
OPINIONES Y COMENTARIOS