En el entramado del universo se tejen partículas que nos unen y desunen a su antojo. O quizás no es tan al azar y todo está predeterminado para que sea así. En esta hora, en este tiempo, en este momento. Me confino a pensar que algo hay de uno y algo hay forzado por nuestra sabia naturaleza.
Cuando caemos en el abismo, ¿qué significa? ¿Qué morimos y renacemos? ¿Que vemos un profundo mar negro y si tenemos suerte salimos de ahí? ¿Que es un invento de nuestra mente para evadirnos?
Siento que caí en ese abismo por razones menos lógicas y también por las intangibles emociones que me rompieron y poco a poco me vuelven a conectar con el mundo real/ficticio que hay afuera de mi existencia.
Cuánto tiempo tomará salir completamente de ese orificio no lo sé aún, creo que nunca lo podré saber del todo.
Las veces son muchas, mientras leo recuerdos y presentes que me clavan el corazón de congoja. Sé que todo ha sido y todo fue una estrella fugaz que me alimentó por un tiempo y me transformó. Asumo tanto la realidad que se vuelve irreal.
Y espero tan poco que me satisface el sólo hecho de sentir todo, sea bueno o malo, triste o dichoso. Mi tierra es serena y tórrida de raíces que esperan crecer. Crecer en mí. Es que siempre he sido tierra buscando el agua que me de vida y me proporcione emociones intensas.
Parece que todo eso es abismo, profundidad, inmensidad. Ser profunda es mi meta. Que hermoso sería serlo.
Por ahora sigue el curso de los ríos y el sembrado de semillas en mi tierra. Mi tierra que ama a desgarro, que ama contra todo y contraria a la fría indiferencia.
Si antes estuve en el cielo y mucho antes en el purgatorio del no sentir demasiado, hoy miro desde mi abismo el porvenir. Aquí no existe infierno. Si el infierno siempre ha sido este planeta enfermo. Es que somos el infierno del mundo, no hay nada más que decir sobre eso.
Las horas pasan como agujas buscando la vena más voluptuosa y rebosante de rica energía. Así lo imagino yo, cuando pienso en lo rápido que pasa este tiempo relativo y en los meses de resucitar-me de entre las nieblas gélidas.
El destino no es destino, tanto así para dictarnos siempre que hacer. Miento, no lo sé realmente. Quizás si está todo labrado en murallas y estamos sólo existiendo lo existido.
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