Gracias por recordarme quien soy

Me empujaron. Os juro que yo no quería, yo solo cantaba bajo la lluvia y reía sin parar… hasta que llegaron las flechas.

Ellos solo querían que eligiera un camino, una dirección. Y habían millones de flechas de mil colores, pero ninguna llevaba mis sueños escritos en ella. Te sientes confundida, algo así como sola, vacía, gris… pero cuando las flechas vienen de la mano de quienes mas quieres, no dudas, y acabas eligiendo aquellas que más sonrisas sacan.

¿Qué vas a ser cariño?, profesora, abogada o quizás una gran doctora? ¿No te gusta ningún niño del cole? ¿Ya tienes novio? ¿Cuántos hijos quieres tener?

Parecía una obra de teatro donde debías elegir tu papel. Ahí no había opción de ser escritora, cantante o una bloguera que escribe sobre viajes. No son respuestas que desembocan orgullo en sus caras, sino risas, risas que sugieren que eso son solo cosas de niños. Ahí no había una flecha que me dejará decidir si me gustaban mas bien las niñas o si quizás no quería vivir una vida en pareja. El camino estaba claro y al contrario de lo que esperaba, las posibilidades se reducían con los años en vez de ampliarse.

Porque cantar, bailar, escribir, reír, correr… están bien cuando eres niño. Pero al crecer debes elegir una opción más «seria», algo de «verdad»… ¡Malditos salvajes cargados de flechas! ¿¡Acaso no aprendieron que lo serio jamás nos ha hecho felices!?

Apartaos, ahora soy yo la que va a disparar.