Frankenstein educador

Frankenstein Educador

En las escuelas sólo basta que haya “algunos gatos y… pedagogos”, afirma Meirieu (2003) al hacer referencia al gato que aparece en ‘Alicia en el país de las maravillas’ de Lewis Carroll, cuando Alicia le pregunta a éste: “¿Hacia dónde he de ir?” Y el gato responde: “depende de adónde quieras ir”.

La función de este personaje debería internalizarse en la actividad del educador. Se ha visto desde la actividad del educador empezando por el hogar (padres y representantes) hasta las instituciones educativas (docentes) que han adquirido una metodología de enseñanza donde ponen al conocimiento que debe adquirirse como una especie de poder que sólo ellos pueden maniobrar. Pues por un lado hay que tomar en que cuenta que no es razonable dejar a aquellos que desean aprender -en este caso los niños y adolescentes- a merced de su voluntad. Es decir, no puede permitirse que ellos seleccionen cuándo y qué aprender, debido que no tienen la madurez y conocimiento necesario para tomar estas decisiones en un orden adecuado. Por lo tanto, el educador debe servir de guía para lograr tal objetivo, pero para que ello no se vea condenado por el desinterés del educando, el educador debe buscar las estrategias de enseñanza que sirvan para despertar el interés en los discípulos. Y esta estrategia y herramienta de enseñanza debe estar encaminada siempre hacia objetivos o hechos vivenciales del alumno, su actualidad viviente. Es decir, el pedagogo debe relacionar el tema que le interesa enseñar con objetos o problemas de la realidad. Porque según Meirieu, el alumno pierde el interés cuando tiene que memorizarse un bagaje de conocimientos sin entender para qué o porqué sucede o debe saber una determinada cultura.

Por ende el mal llamado educador debe someterse a una revolución copernicana de la práctica didáctica y la pedagogía. Pero siempre teniendo presente que los educandos tienen la libertad de elegir, por lo tanto no puede el educador pretender a modo de fuerza o poder que el discípulo siga el camino como él lo establece, sino como éste lo desea. La función del pedagogo es: “permitirle a construirse a sí mismo como sujeto en el mundo” Meirieu (2003), que bien a través de los principios y la didáctica empleada por el docente para el interés y desarrollo del alumno, se darán buenos resultados. Pues el pedagogo debe estar consciente también de que lo que debe lograrse no es una especie de mimetismo sino –afirmando en sentido hegeliano- de conservación y superación. Una dialéctica que se presenta entre el educador como sujeto mediador y el alumno como objeto al cual éste quiere imprimirle un determinado conocimiento, que a su vez al superarse esta etapa, queda como resultado la conservación del aprendizaje recibido del educador en el educando al cual éste asume una postura negativa frente a ese conocimiento ya que puede transformarlo por desacuerdo total del planteamiento o puede complementarlo y en éste sentido se produce el momento de la superación. El mimetismo se presenta cuando el alumno acepta y asume la postura del educador, esta instancia no se considera que debe rechazarse, sino que es importante que la actitud del educando no sea pasiva, debe ser activa, en el momento en que recibe la información este debe presentar criterios de apoyo o rechazo a lo que se ha propuesto. Porque el rol del educador es de guía para el educando, el educador no siempre tiene el poder completo del conocimiento. Por tanto el educador debe desarrollar alternativas que le conlleven al logro de tal objetivo.

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