Siempre llamaba a las 22:00 horas para contarle a su mama cuan sola se sentía estando a cientos de miles de kilómetros, en una ciudad tan grande.

A esa hora reaccionaba después de un día súper largo, de trabajo, gimnasio, facultad. Tenía una compañera, tenía amigas, tenía un entorno social maravilloso. Pero sentía que algo le faltaba, no sabía qué.

Por eso todas las noches, o por lo menos casi todas las noches de la semana, llamaba a su mama a esa hora.

A veces ella (su mamá) le contestaba de apurada, porque o estaba cocinando, o estaba traficando con miles de cosas que tenía en la casa. Pero siempre contestaba.

Alguna que otra lagrima caía por su mejilla escuchando solo su voz.

Le decía buenas noches má, que dios te bendiga, y se iba a dormir en paz.

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