Repetimos la cita, también en otros dosieres, por imprescindible. Escribe Ricardo Piglia en Los diarios de Emilio Renzi:
Si me hice escritor, es decir, si tomé esa decisión que definió mi vida, fue también a causa de los relatos que circulaban en mi familia, aprendí ahí la fascinación y el poder que se esconde en el acto de contar una vida o un episodio o un acontecimiento para un círculo de conocidos que comparten con uno los sobrentendidos de lo que se está contando. Por eso a veces digo que le debo todo a mi madre, porque ella fue para mí el ejemplo más convincente del modo de ser de un narrador que dedica su vida a contar con variantes y desvíos siempre la misma historia. Una historia que todos conocen y que todos quieren volver a escuchar una y otra vez. Porque esa es la lógica de la así llamada novela familiar, la repetición y el conocimiento de lo que está por suceder en la crónica de la vida que todos han comenzado a escuchar desde la cuna, porque uno de los ejercicios más persistentes en la familia de mi madre era contarles a los niños esas historias terribles […]
El material que ha proporcionado la familia para cualquier forma de narrativa es inabordable. La familia es al tiempo el ecosistema más básico en el que vive el escritor y un acceso privilegiado a muchos de los temas universales. Una máquina de afectos y de conflictos, ha dicho Piglia. Con muchos ejemplos en literatura y cine. En el dosier que acompañaba al concurso el año pasado hablamos de los Buendía, de Aviraneta, de los Marías y de los Panero. Pero advertíamos ya que valen también casos menos extraordinarios de sagas familiares, con sus objetos fetiche y su reconstrucción. Para contextualizar Historias de familia: obras que hacen hincapié en los materiales que les han servido de punto de partida para el relato.
O bien con un mayor protagonismo de la imagen. Como en el trabajo que Inmaculada Salinas presentó hace unos años en Visiona, de historias mínimas que desvelaban vínculos familiares: Micorrelatos en rojo estaba compuesto de 7.000 fotografías, 3 imágenes por microrrelato: la que aparecía en la primera hoja de cada álbum, la que ella consideraba más significativa y la que cerraba ese álbum, a las que añadió pequeñas citas de varios autores sobre distintos aspectos de las relaciones familiares.
O en el de Jo Spencer, con su deconstrucción total de las convenciones del álbum familiar, muy atenta a la forma de leer y evaluar los códigos de ese tipo de fotografía: una fototerapia, dijo ella misma, para mostrar los demonios que esconde la fotografía doméstica.
O bien con un mayor protagonismo de la palabra. Como en el caso del mismo Sebald, con su pulsión archivística como embrión de sus historias: una amalgama de textos manuscritos, fotos y recortes para reconstruir pequeñas biografías (reales o ficticias). Pero este dosier nos gustaría centrarlo en los testimonios que recogen nuevas tipologías de familia: al tiempo que la sociedad ha ido incorporando otras posibilidades al grupo que acepta como familia, al ampliarse los márgenes de su comprensión de qué es una familia, también la literatura ha abordado la distintas combinaciones posibles, con una mirada que le exige además al autor una reflexión con varios frentes y un posicionamiento. Nos interesa aquí, por ejemplo, la conversión de roles que conlleva la visión feminista, o los nuevos planteamientos sobre la maternidad, o sobre la paternidad, o sobre la vida en pareja, también de personas del mismo sexo, las familias monoparentales, etc. Sin corsés (solo el parentesco y la vida en común) para ensanchar al máximo el registro de las vivencias relatadas.
Señalamos solo unos pocos ejemplos de dos de los temas posibles (a los que podéis añadir otros en el espacio de comentarios).
Sobre la maternidad: En 2013 Ainhoa Rebolledo con Tricot planteaba como tesis, arropada por las tres protagonistas treintañeras de su novela, por qué, si las relaciones sentimentales acaban por lo general mal, no criar a los hijos entre amigas, por qué tener que soportar al hombre que las ha dejado embarazadas. Una forma de reestructurar el núcleo familiar (tricot es trío en catalán), que comienza precisamente con una cita de El desencanto, la película sobre la autodestrucción de los Panero, familia ejemplar para el franquismo, que usamos en un dosier anterior. Sobre otros enfoques de ser o querer ser madre se han escrito últimamente bastantes novelas y ensayos, que han tenido además repercusión: El silencio de las madres, de Laura Freixas, hace ya algunos años o, más recientes, Quién quiere ser madre de Silvia Nanclares o Trincheras permanentes de Carolina León. Muy lejos de la figura idealizada de la madre que -como explica Amelia Valcárcel- se impone desde el siglo XIX.
Sobre el matrimonio homosexual: Con un planteamiento reflexivo, indagador, tanto Mendicutti con California como Pombo con Contra natura escribieron de ello a raíz de su legalización en España en 2005 y el debate que generó (incluido si esta legalización o normalización no es otra forma de perpetuar el tradicional matrimonio patriarcal). Muy lejos de Dennis Cooper, que con otro tono más trasgresor también lo abordó en Tentativa un poco antes, con unos personajes -por lo general oscuros, que se recrean en su fracaso- que cayeron mal como estereotipos.
Dos cuestiones muy alejadas entre sí, pero que convergen en esa voluntad de ampliar en el ámbito de la familia los derechos del individuo, liberándolo de ciertas restricciones históricas que han perdido su vigor, su aceptación mayoritaria en la sociedad.
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