¿Qué flor produjo tu aroma,
que incluso a los hombres en coma,
despierta con gran conmoción?
Tu piel… Tan fuerte y marrona;
Servida me vuelve persona,
Sentirte es morir de emoción.
Tu cúspide humeante me doma,
Si es fría, ¡no es broma ni en broma!,
Hirviendo te llaman pasión.
Y pecando al oeste de Roma,
El Sumo Pontífice toma,
Una taza con vino marrón.
Si algún día me vuelvo un extraño,
O tal vez un sombrío ermitaño,
No me culpen, no tuve elección.
Si tu ausencia causare tal daño,
Giraría mi vista hacia antaño,
Lloraría con mucha razón.
Si al sonreírme se me escapa una rima,
No te preocupes, estarás por encima,
Tú permitiste la bella reunión.
Y si por ello traiciono tu estima,
No fue mi carne ni por cruel tu vecina,
La tonta culpa es del vil corazón.
—Martínez Wuilson
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