No escribo para deslumbrarte,
no escribo para sorprenderte,
no escribo para enamorarte;
ni siquiera escribo para que me leas.
No te escribo a vos sino a ese espacio,
chiquitito, y tan amplio,
que nos une cuando nuestras intenciones concuerdan.
No me escribo a mí tampoco.
Ni escribo para que me comprendas.
Escribo para que quede una marca de mis certezas,
pues ninguna de mis letras son ficción,
son pura pureza,
amarga belleza cual café sin endulzar.
Hoy te quiero contar
que dilaté todas mis dudas,
las observé hasta en penumbras
y me encontré con algo ambiguo.
Últimamente los libros
no me atrapan como antes
y seguramente el aire
actúe de la misma forma.
Mirás cada detalle y no hay más fiel que tu memoria,
eso me encandila.
De todo lo que siento te cuento la mitad,
el resto, escrita o sin nombrar, es poesía.
Entre tantos rumbos y tantas vías
desviarme no me dio mucho trabajo.
Es ahora que realmente me relajo
cuando enfrento más valiente a la verdad.
Y puedo notar que,
a pesar de parecer aterradora y darme ganas de escapar,
será siempre la fuente de todo lo que escriba.
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