A través de la ventana ciega
vi el espejismo sonoro
propio de la locura.
En forma de sombra
posó ante mí,
con mustia mirada,
cuerpo desnudo,
y corazón en agonía por los tiempos.
De pronto, fugaz y trágica,
la noche desvaneció en nada,
la luna apagó sus luces,
y las estrellas, en espiral,
evaporaron en el firmamento.
Y solitario me vi, ante aquel
ingrato ser caído en el olvido.
Entonces, me envolvió la confusión,
mas luego, toda duda tornó en certeza.
Y vi en sus ojos, mis ojos
y vi en su pesar, mis pesares
y vi en su desnudez, mi propia desnudez
pero su corazón estaba muerto
… y así, el mío también
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