No he venido a hablarte sobre lo que es la belleza,
Ni a recordarte lo hermoso que hoy es nuestra vida.
No vengo a recitarte un verso fácil,
Ni a traerte flores en un ramo inútil.
No he venido a ganarme tu confianza,
Porque para mí obsoleta es la excusa
De que todo sonríe, que todo avanza.
He venido aquí a confesarte mi ausencia,
que de la noche a la mañana esplendorosa,
sin quererlo de pronto, me he hecho adicta.
Adicta al dolor infame de no decidir nada,
La vida es sabia, que mejor ella disponga.
Y aunque frente a ti mis ojos se hundan,
La vida es sabia, que mejor ella disponga.
Pero tú sabes qué es peor: yo me doy cuenta.
Eso, amigo mío, poco y nada ya me importa.
Este dolor es mío, ni tuyo, ni de nadie más.
He hecho de él mi inspiración más grande.
Material lacerante, material sereno y triste,
Traza en la oscuridad líneas bajo mis pies.
Ellos me sostienen, hoy no me dejarán caer.
Esa es mi ausencia: que todo lo expande,
todo lo transforma y, aún, todo lo puede.
Eso, amigo mío, ya nada más me importa.
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