Al venir al mundo de las formas, la conciencia-más-allá-de-la mental– se pierde en las ilusiones y creaciones del mismo, o mejor dicho, se envuelve en la experiencia del sumergimiento hacia dichas formas; el Velo del Olvido[1], impuesto sobre cada individuo que decide encarnarse en este mundo. En recurrentes ocasiones, el mismo se puede adentrar en pequeños destellos de una presencia infinita, sin realmente estar consciente de ella; las capas mentales y emocionales que se suman encima de la conciencia mental son un número destacable, dejando así al humano en un estado de ceguera ante su existencia más allá de su cuerpo, su mente, su alma y todo lo que es más allá de las programaciones, en su mayoría, socioculturales; la identidad. Sin embargo, algunos despiertan ante este velo, de manera gradual, a través de su jornada. Con la práctica consciente de la despersonalización y regreso a La Fuente, Dios, el Universo, como quiera llamar a la divinidad, se experimenta cada vez más el mundo más allá de las formas, uno que, desde la sensibilidad mental, puede percibirse como algo muy sutil y de ensueño para los ojos que están demasiado acostumbrados a la vida cotidiana. Antes que expresar, experimentar y enamorarse del retorno a la fuente, muchos eligen seguir nadando bajo las expresiones del mundo para evitar la experiencia de ser llamados Locos o se enreden en una catástrofe de juzgamientos mentales con respecto al que vio mas allá de lo visible. Por infortunio para quienes mantienen una estrecha conexión con su origen, el expresar la magnificencia de la que han sido evadidos puede ser un desafío en la sociedad contemporánea, pues las programaciones impuestas sobre la conciencia mental resulta ser un bloqueo en el camino. Sin embargo, el espejismo nos clarifica que dichos obstáculos son generados para y por nosotros; el artista y el arte son inseparables, y no hay nadie más que nosotros pintando nuestra obra. No hay nadie afuera de uno más que sí mismo. Todo forma parte de este mismo juego, expresión, manifestación, cualquiera que sea el apelativo que desea colocar sobre esta eterna jornada.
“Aquellos que eran vistos bailando, eran considerados locos por quienes no podían escuchar la música.”
Friedrich Nietzsche
La presencia es infinita e inamovible. En todo momento y lugar, está observando y tomando registro de todo lo que sucede en la experimentación de la realidad; todo lo que está ocurriendo. Aunque la mente humana sobre la que estamos tanteando nos exima de estar en un eterno estado presencial, podemos acceder a dicha presencia a voluntad. Está «detrás» de cada pensamiento, sensación, emoción, creencias, definiciones, historias; todo lo que concierne a la charla mental. Por otro lado, para facilitar la introspección sobre nuestra perspectiva dualística, se encuentra la experiencia: no comemos una comida, vivimos la experiencia de comer una comida, la cual trae consigo todas las facetas que implican el sabor, el placer, disgusto, recuerdos, entre otras. Todo se filtra a través de la experimentación, que a la vez es confirmada por la presencia, estemos conscientes o no de ella. Al estar consciente de la misma, se puede generar esa indescriptible sensación de estar más vivos que antes; la música suena mejor, la comida sabe más rica, el amor es más emocionante, la creatividad fluye más eficientemente, etcétera. Sin embargo, ésta percepción ocurre, de dicha manera, al reconocerla en su estado más puro, sin intervención de etiquetas y definiciones mentales; una vez que la mente interviene, comienza la distorsión[1], totalmente capaz de transmutarse del estado sutil al denso: quizás esté consumiendo un alimento, y, sin darse cuenta, en los próximos cinco minutos estará pensando en lo caótica que es su vida. Al consumir una comida dilecta, si saltamos de la charla mental a la presencia, aparece un silencio vivencial y un goce innato en el paladar que sería un desperdicio tratar de describirlo o nombrarlo, al menos que sea para esta clase de información; puede ver por sí mismo que el disfrute es mayor en estado presencial que si ocupa toda la experiencia diciendo «Que rica comida.» Lo mismo ocurre con aquello que nos hace doler o impulsa a sumergirnos en nuestro sufrimiento; la sensibilidad aumenta, por lo que el dolor parece ser más profundo.
Está claro e indiscutible que todos los seres tienen una experiencia que difieren entre sí, pero es la presencia eso que está indefiniblemente activo en todos. Dicho en una esencia metafórica, todos podemos ver e interpretar ciertas cuestiones, pero está presente en todos el hecho de que cuando cerramos los ojos, vemos oscuridad. Es ese espacio de eterno silencio entre el pensamiento y el no-pensamiento; algo difícil de describir. La presencia y la experiencia son los dos puentes de conexión hacia el arte de vivir el momento presente. En última instancia, luego de cierta indagación, podemos notar que la Presencia y la Experiencia son Uno, ergo, todo es una experiencia. Todo surge y vuelve a ella; pues nada puede escaparle al ser el origen de toda manifestación. ¿Puede encontrar, usted, algo que esté afuera de la misma? Todo lo que puede ser percibido, toda memoria, sensación, emoción, impulso, noción, todo lo que tenga movimiento (terminaciones con -ción), noción de vida y muerte, toda cuestión que pueda y no ser percibida, está contenida dentro de la experiencia; desde la percepción de la mente, parecería ser la Vida, Dios, El Universo, El Creador, aquello que es nada y todo a la vez. Es muy sutil y no está demasiado abierto a descripciones y etiquetas mentales, por lo que puede ser un desafío poner en palabras semejante profundidad.
Usted podría plantear la siguiente cuestión: aquello no experimentable, no puede ser experimentado… pero he aquí otro ostento: la experiencia de lo no experimentable, a la cual también puede ser accedida a voluntad, viajando aún más lejos en la madriguera del conejo; siempre y cuando se decida acceder a semejante contemplación. Cuando nota el hecho de que no experimenta algo porque no le surge en su conciencia mental, estará percibiendo esa carencia de aspecto, accediendo ahora a una experiencia de determinada forma. Ergo, ni siquiera la no-experiencia se escapa de la experiencia, por lo tanto, dejamos como conclusión final que absolutamente todo es una experiencia infinita.
Teniendo presente esto, con la eficiente introspección, puede ver más allá de cada forma ilusoria, incluyendo a la identidad; una mera construcción psicológica a base de programaciones con influencias sociales y culturales. Puede ver que toda forma mental, sea una creencia, historia, recuerdo, idea, etiqueta, y cada pensamiento que surge, es también una experiencia. Al establecerse en una posición contemplativa, por más que cueste efectuarlo desde un ruidoso estado mental, puede ver más allá de la dualidad (una brecha en la conciencia, existiendo solamente en el observador); positivo y negativo, blanco y negro, amor y miedo, angustia y alegría, entre las diferentes perspectivas dualísticas que tenemos incorporadas en nuestra visión; con eventuales realizaciones, se llega a la conclusión de que el observador y lo observado son uno. Y si bien las formas y colores cambian constantemente dentro del contenedor, siguen formando parte de la universalidad, desde un punto de vista integrado: la raíz de una planta tiene un aspecto y un propósito que difiere con sus hojas, pero eso no exime a las apariencias de ser una unidad, variando en su experimentación y la perspectiva del vehículo. Sin embargo, cabe destacar muy objetivamente que estas no son más que perspectivas, las cuales traen consigo diferentes experimentaciones y pasajes por los cuales, cuando el espíritu esté preparado, se emprenderá en recorrerlo para adentrarse en un nuevo universo; pues todas las perspectivas son válidas: «(…) todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.» (Trismegisto, El Kybalion (cuarto principio de los siete principios herméticos)
Esta perspectiva dualística puede sumergir al vehículo en una incesable batalla entre el bien y el mal, eligiendo un lado para combatir que generalmente depende de nuestra identidad; otra forma de la dualidad. Con respecto a tópicos relacionados con los de este texto, es muy común escuchar sobre «guerreros espirituales» o «guerreros de la luz«, en donde dichas personas eligen un lado para combatir contra sí mismos, aún en la rutina del dualismo; amando a un bando, y combatiendo contra el otro en una eterna pelea que pretende ser victoriosa, mientras que por debajo de los pies, los espectros comienzan a advertir sobre la situación: en lo que trata a las concepciones espirituales de las que venimos a transmutar, no se puede ganar una pelea a la fuerza bruta. A su vez, los diferentes caminos y pasajes para llegar a estados de consciencia enlazados e integrados, requieren de aquello que efectivamente separa y diversifica: elegir el camino al panorama del Todo Integrado ya implica un dualismo; una vía elegida y otra rechazada, una perspectiva a incorporar y una a transmutar. Así como una persona en situación de indigencia escala por encima de sus circunstancias mediante aquello de lo que le hace falta, para llegar a estados integrados tenemos disponibles únicamente aquellos caminos que, desde la perspectiva individual, forman parte del dualismo.
Cabe señalar nuevamente que usted, al experimentar una lectura sobre la universalidad, que abarca hasta al dualismo en una experiencia mental-humana-distorsionada, no se le está exigiendo que adopte dicha perspectiva ni tampoco imponiéndole que ésta es la única y objetiva verdad; solo son herramientas que pueden ser integradas para un campo de visión diferente, conteniendo en ellas experiencias que, si encajan con su vibración actual, lo pueden guiar hacia conexiones trascendentales. Siga lo que resuene consigo, y lo que no, déjelo.
ANALOGÍA DE LA BURBUJA: Con un enfoque introspectivo al experimentar la sensibilidad emocional en sus proyecciones más orgánicas, tenemos la capacidad de «tocar fondo» hasta ver lo que hay más allá del fondo; viendo el juego tan profundamente hasta que vemos lo que hay afuera de él:
Imagine una burbuja conteniendo toda clase de formas y colores en constante movimiento y mutua interacción. En su superficie, un borde luminoso que por mas tonalidades que se generen dentro de las burbuja, siempre se mantiene del mismo color y opacidad. Este borde es la presencia, mientras que todo el contenido dentro, sson nuestros impulsos y hábitos emocionales que se encuentran en remarcable sintonía con la identidad; el «Yo». Sea cual sea el conflicto en su mente, el borde de la burbuja, la presencia, siempre se mantiene intacto: es inamovible e indestructible. Voluntariamente podemos elegir donde enfocarnos: sobre el contenido o sobre el borde. Cabe destacar que es una práctica dolorosa y turbulenta en ciertas ocasiones. Le desafío a reconocer todo lo que surja en su mente como una experiencia: cuando sienta enojo brotando dentro suyo, siéntalo en su totalidad, y vea como, al igual que una nube, va y viene; sienta como se manifiesta, qué le transmite, hacia qué acciones lo impulsa, que creencias se disparan, cómo reacciona su cuerpo ante dicha emoción, despéguese de la identidad por un momento y entre en el completo sentir, puro, fresco y nativo… sepa que algunas nubes permanecen por más tiempo que otras. Comience a practicar el arte del soltar la mente. En adición, las veces que usted considere necesario, póngase en el lugar del contemplador por unos segundos mediante el enfoque en algo, ya sea un árbol, un foco, un objeto cualquiera, su respiración, sus sentidos, etcétera. Podrá ver por encima de todas las formas ilusorias, disolviendo la total identificación con el drama y la identidad programada («Yo»); con práctica. Encontrará el magnificente reconocimiento de la presencia aún en su estado mental más alterado y pesimista; pues podemos acceder a ella en todo momento y lugar, alejándonos de los pensamientos: Respire profundo por unos segundos, suelte todos sus pensamientos y observe su alrededor sin ningún intento de etiquetado o entendimiento intelectual… como un niño contemplando dibujos animados. Luego, deje que la mente tome su lugar y repita el proceso todas las veces que lo desee, será como ver un nuevo mundo; el arte de «ver sin mirar».
Cuando generamos la observación pura (inconscientemente en su mayoría) sobre un fuerte desequilibrio emocional, como una ira incontrolable, el mero hecho de notar esta emoción lo pone a usted en un lugar de observación neutral, los primeros segundos antes de que el pensamiento y las programaciones intervengan; tomando control sobre su experiencia. Si logra ver que está experimentando ira, yendo más allá de su identificación con la misma, estará evadiendo las trampas de las programaciones, aquellas que controlan a las masas de gente en su totalidad. Comenzará a adentrarse en una nueva experiencia; pues siendo consciente de la infinita unidad, ¿por qué recorrería el mismo camino que viene recorriendo hace tanto tiempo? En términos vulgares y metafóricos, es como ver una escena en una película y, usted, a través de la consciencia sobre su observación, puede confirmar que está ocurriendo algo; sabiendo que es solo un filme. El desafío en esta práctica es que la forma en sí nos suele bloquear de toda observación consciente y nos dirige directo al drama, impulsándonos a tomar el camino que tan bien conocemos. Pero así como en todo aspecto de la evolución, el crecimiento se manifiesta con la práctica; esta casaca humana no es más que un personaje en un juego, cumpliendo ciertos objetivos y explorando determinados terrenos de energía; eso no quiere decir que no debamos seguir nuestras aspiraciones y jugar el juego.
No se puede apartar el innegable acto de ver infinitamente: se ha dejado en claro que podemos ver la burbuja desde su borde inamovible… pero, ¿quién es el observador viendo esa burbuja y ese borde?. Si usted puede ver esta analogía, quiere decir que está «por encima» de la misma. El borde luminoso es inafectable, pero, ¿quién es el espectador de ese borde?. He aquí la presencia observándose a sí misma: dicha conclusión nos aleja de manera enérgica del hecho de creer que solo somos nuestros pensamientos, ideologías, estereotipos, apegos emocionales, memorias, habilidades, destrezas, y aquella programación madre conocida como el «Yo»… pues hay todo un Universo de cuestiones más allá de nuestras barreras mentales. |
[1] Dicho término (-dis, -torción) se refiere a la desfiguración del vivir el momento presente en su totalidad, eximiendo por completo a la presencia inamovible y permitiendo el desarrollo de etiquetas por parte de la conciencia mental, la cual es capaz de modificar su estado emocional casi sin darse cuenta.
[1] El Velo del Olvido es aquella experimentación por la cual la conciencia, a través de la encarnación en un individuo, olvida todo sobre su naturaleza; preparada para adentrarse en las formas de este mundo que traen consigo lecciones necesarias para la infinita integración y experimentación de la misma.
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