-Alexander, yo…. -Susurro la Princesa como si se lamentara. Mientras miraba por una de las ventanas, hacia la multitud que estaba reunida en la gran plaza del palacio. -No sé si pueda seguir con esto…. No es que quiera que las personas vean todo lo que he hecho por ellas, que me reconozcan, sino que…, puedan mejorar y cambiar…. -Lamento. -Cada vez que las veo…, cada vez que las escucho. -Agrego mientras alzaba su voz. -Siento toda esa maldad que brota de ellos, y… ahora esa maldad no solo la dirigen hacia mí. Las personas empiezan a hablar de ustedes…, empiezan a insultarlos o inclusive agredirlos, ¡a ustedes! Los Caballeros del reino, los que protegen y velan por todos ellos, los que dan la vida por cada persona aquí….
¿No has escuchado? ¿No has escuchado como los llaman ahora? -Pregunto mientras volteaba a verme con esa mirada la cual forzaba para parecer enojada, o quizás esta vez sí lo estaba.
“Los demonios guardianes del Ángel caído”, o “Los perros guardianes de la bruja…” -Alego. -Yo he podido soportar todo este tiempo únicamente porque ese odio lo dirigían hacia mí, y eso no me importaba, pero si por mi culpa ustedes también…. -Dijo Ariana con un tono frustrado y una mirada perdida, mientras volteaba hacia la ventana de nuevo.
-Princesa…. -Dije, mientras intentaba comprenderla, pero… ¿cómo podría? Yo solo son un Caballero más, no soy un Héroe, no soy un Rey, o un Príncipe, y mucho menos un Santo…. Voltee a verla.
Esa mirada…, la mirada que tiene ella en este momento, yo la conozco, la conozco muy bien, miedo, inseguridad, confusión, impotencia….
-Princesa. -La llame, mientras me acercaba a una de las ventana que miraba hacia el horizonte de la pradera. -Hubo una vez, hace mucho tiempo ya, cuando era apenas un joven que se había convertido en caballero, y nuestro reino estaba en guerra contra el reino de Sargat, que yo conocí a una pequeña niña. -Suspire, mientras recordaba mi pasado.
Aún recuerdo ese día…, volvíamos de una larga batalla, estábamos exhaustos y sin provisiones. Muchos iban aliviados, pues pudieron sobrevivir en el frente de batalla e iban a regresar con vida, otros iban lamentando la muerte de sus compañeros, o amigos…, y unos cuantos eran los heridos que llevábamos de regreso.
-Volví, pude volver….
-Jorge, Jorge…, yo voy a entregar tu carta….
-Por fin podre ver a mi familia….
-Que les voy a decir, no pude protegerlo….
Escuchaba murmures entre los caballeros.
Estábamos pasando por el estrecho de Jeirit, cuando de pronto un batallón de Mercenarios no embosco.
En un pestañeo vi como el caballero que estaba a mi lado recibía una flecha que atravesó su armadura, y seguido a ello muchas mas flechas empezaron a caer.
– ¡Emboscada! -Empezaron a gritar, por consiguiente, empezó otra nueva batalla.
Después de unas cuantas horas los resultados se hicieron presentes, de 1000 hombres fuimos reducidos a solo 400 y… aun así, “ganamos” sobrevivimos una vez más, yo… sobreviví….
Cuando entramos en la pradera y vimos la ciudad en el horizonte muchos empezaron a llorar y los murmures empezaron de nuevo, pero esta vez… solo quedaba uno de los que había escuchado anteriormente.
-Lo prometí, entregare tu carta, Jorge.
Al entrar a la ciudad me sentí un poco feliz y aliviado, pero esos sentimientos no duraron demasiado.
Mientras me adentraba a la ciudad todo se tornaba mas extraño. Las personas solo nos miraban, algunos nos miraban con indiferencia, otros con lastima, o inclusive odio, y entre todas esas miradas empecé a escuchar susurros.
– “Déjalos, morir por nosotros es su trabajo.”
– “¿Solo estos volvieron?”
– “Demonios, estamos perdiendo la guerra y solo por estos incompetentes, ¿Para que pago tantos impuestos al reino? Ni siquiera pueden defenderse ellos, ¿Entonces cómo van a protegernos?”
Había todo tipo de susurros y críticas. Yo… quería decir algo, pero sabia de alguna manera que todo lo que dijera iba a ser inútil.
– ¿Ellos…, Estas son las personas por la que estamos dando nuestras vidas…? -Pensé, mientras apretaba mis puños y bajaba mi cabeza, con un sentimiento de enojo y tristeza, pues en ese momento recordé el rostro y las situaciones en las que murieron mis compañeros en el campo de batalla.
Y… en ese momento fue cuando paso.
Sentí una fuerza que hacía presión en mi armadura, una fuerza a la que casi paso por desapercibida de lo débil que era. Cuando volteé para ver qué era esa fuerza que intentaba jalar de mi armadura, pude ver a una niña tratando de detener mi brazo con sus pequeñas y delicadas manos, me detuve y observé a la niña, esta retiro una pequeña flor que tenia entre su pelo y la estiro hacia mí. Como me detuve en la fila muchos de mis compañeros también se detuvieron para ver que estaba sucediendo y empezaron a observar.
Nunca había visto esa flor, y mucho menos a la niña, su pelo era plateado, sus orejas eran puntiagudas, tenía dos lunares uno a cada lado de sus ojos, sus ojos eran azules, su piel blanca y tenía unas facciones únicas, nunca había visto a una niña tan hermosa, parecía un Ángel, pero… lo que más me impresiono de ella, fue su mirada.
Era una mirada única, era tranquila, era confortante, era…, era como la de mi madre…, como si mi madre me estuviera mirando, como si estuviera consolándome…, después de haberme caido y herirme, mientras me decía que todo estaba bien y acariciaba mi cabello….
Lagrimas empezaron a entrar en mis ojos. Estire mi mano hacia la de ella y entonces pudo colocar la flor en mi palma.
– “Gracias.”
Fue lo que escuche antes de que pudiera siquiera agradecer a la niña por la flor…. Y entonces sin darme cuenta las lagrimas que habían entrado en mis ojos, ahora estaban saliendo.
-Gracias… gracias a ti…. -Le dije llorando y creo que no fui el único, pues muchos de los Caballeros presentes estaban observando.
Fue entonces cuando aparecio una señora la cual parecía estarla buscando, la tomo y se la llevo, y mas nunca volvimos a verla.
Con el tiempo rumores empezaron a esparcirse entre los Caballeros, decían que un Ángel se aparecía para agradecer a los que volvían de la guerra y velaba por los que morían en ella, muchos decían que solo era una mentira y otros que era verdad.
Y… unos años después encontramos nuestra respuesta.
-Señor Alexander le llego una carta. -Escuche desde mi espalda mientras miraba como entrenaban los nuevos reclutas.
-Gracias soldado. -Respondí al mensajero mientras recibía la carta y miraba el sello de esta.
El sello de la Gran orden ¿Ahora que quieren esos Ancianos? Abrí la carta y empecé a leerla.
(“Inscripción en la carta”)
Caballero Alexander, se solicita su presencia en la Gran Orden para una misión de gran importancia.
¿Una misión? ¿Ahora que es lo que traman los Ancianos? Lidiar con ellos solo trae problemas.
-Uriel, sigue entrenando a los reclutas, tengo algo que hacer. -Dije a mi amigo mientras guardaba la carta y empezaba a caminar hacia la salida del cuartel.
-Seguro, ¿que decía el mensaje? Pregunto Uriel.
– ¡Luego te digo! -Grite mientras levantaba mi mano al aire despidiéndome.
-Como siempre hay guardias por todos lados. -Me dije mientras me acercaba a la puerta del edificio de la gran orden.
-Caballero Alexander sígame por favor. -Dijo uno de los guardias mientras abría la puerta al interior de edificio.
Caminamos por unos cuantos pasillos y llegamos a la sala en donde se reúnen todos los Lores, en cuanto entre pude sentir como esos Ancianos me miraban fijamente con desprecio.
-Al menos es mutuo lo que sentimos. -Pensé.
-Caballero Alexander, te hemos llamado para que cumplas una misión de gran importancia. -Hablo el mayor de los 8 Lores.
– ¿De cuál misión se trata? -Pregunte.
-Te ordenamos eliminar a un demonio que escapo del calabozo de la ciudad. -Dijo.
– ¡¿Un demonio aquí en la ciudad?! -Exclame de sorpresa al escuchar al Anciano.
– ¡Silencio caballero! Te ordenamos que elimines al demonio antes de que huya del reino. -Decreto el Anciano.
– ¿Huir?, ¿un demonio? ¿Desde cuándo ellos huyen? -Pensé.
-Es de gran importancia que nadie se entere de esta misión o de que ese demonio existe. Hemos alistado a un grupo de soldados que te asistirán. -Explico el Anciano mientras levantaba la mano y por consiguiente una persona entro a la sala. -Este es el líder del grupo de soldados que te asistirán, su nombre es…. -Lo interrumpí.
-Lores, con todo respeto confió más en mis soldados para trabajos como estos, si me permitieran escoger a 4 de ellos partiré en seguida, mis soldados son leales no dirán nada al respecto. -Explique mientras veía al líder de dicho grupo y este sin un poco de sutileza me regreso la mirada con hostilidad.
-De acuerdo caballero, pero el grupo que reunimos para la misión los acompañaran como se planeó. Puede retirarse. -Decretaron los ancianos después de consultarse entre ellos.
– ¿Había demonios en la ciudad? ¿Un demonio que huye? Aquí hay algo mal. -Pensaba mientras me levantaba y caminaba hacia la salida.
-Alexander. -Escuche que me hablaban desde un costado, mientras caminaba por la ciudad.
-Uriel. -Respondí cuando lo vi.
– ¿Qué es lo que querían los Ancianos contigo? -Pregunto Uriel con duda.
-Me asignaron una misión, así que cuento contigo amigo. -Dije mientras golpeaba su hombro.
– ¿De nuevo me meterás en problemas? -Inquirió Uriel, mientras se rascaba la cabeza.
– ¿De nuevo? Tu eres el que siempre me mete en problemas.
-Ja, ja, ja, lo siento, pero tenía que decirlo ¿Y… que clase de misión es? -Pregunto, mientras terminaba de reírse.
-Cazaremos a un demonio que escapo del calabozo de la ciudad. -Respondí.
– ¡¿Un demonio aquí en la ciudad?! -Exclamo Uriel.
-Yo pensé lo mismo, ¿no te parece extraño? Bueno, por el momento reúne a otros dos soldados, partiremos hoy por la tarde. Te explicare lo demás cuando nos reunamos de nuevo. -Dije mientras me despedía de nuevo de Uriel.
En la tarde nos reunimos y partimos con los demás soldados de la gran orden.
Pasaron días hasta que por fin lo encontramos, el demonio se había adentrado en las profundidades del bosque. Estábamos persiguiéndolo hasta que uno de los magos de la gran orden pudo acertarle con uno de sus ataques de magia, haciendo que este callera por un acantilado. Los soldados de la gran orden empezaron a buscar un camino para poder bajar, mientras que mis soldados y yo, bajamos directamente por el acantilado, cuando llegamos abajo por fin pudimos ver con claridad al demonio.
Al mirar a este, nos quedamos sorprendidos, pues no podíamos creer lo que había frente a nosotros.
– ¿Es… una mujer? ¿Pero que son esas cosas que sale de su espalda? Parecen…, ¡no, son alas! No tienen plumas, pero se muy bien que son alas ¿están así por el ataque del mago? -Pensaba mientras veía la espalda de la mujer.
-Señor, ¿ese es el demonio? -Pregunto uno de mis soldados mientras miraba algo incrédulo a la mujer.
– ¿Oye, no estás viendo? Creo que es una bruja, pero nunca había visto una con esas cosas en su espalda. -Contesto el otro soldado.
-Creo que son alas.
– ¿Si son alas porque no volaba con ellas?
-Quizás fue por el ataque del mago. -Siguieron murmurando los soldados.
Una presión en mi pecho se hizo presente y crecía cada vez más mientras la miraba.
– ¿Alexander? ¿Estás bien? -Pregunto Uriel al verme un poco perdido.
-Si, estoy bien, gracias. -Conteste mientras sacudía un poco mi cabeza para despejarme.
-Nos dijeron que era un demonio, no una mujer con alas. -Comento Uriel.
-Demonio o no, nos ordenaron eliminarla. -Dije mientras sacaba mi espada y me acercaba a ella, pero mientras me acercaba, más crecía esta presión en mi pecho, era como un sentimiento de inseguridad, sentía que algo estaba mal.
Me detuve justo alado de ella, alcé mi espada y cuando me decidí a atacar, ella volteo a verme, y… en ese momento lo supe, supe a que se debía esa presión en mi pecho, esa presión que me decía que algo no estaba bien.
-Eres tú…. -Dije, mientras bajaba mi espada y mi corazón empezaba a latir con rapidez. -Eres esa niña…, esa niña que me dio la flor. -Dije algo incrédulo.
-Alexander…, no me digas que ella es…. -Dijo Uriel con asombro en su rostro.
-El Ángel…. -Dijeron los soldados al mismo tiempo.
-Es ella, pero ha crecido, estoy seguro de que es ella. -Dije, mientras pensaba el por qué, la gran orden nos había ordenado matarla, he inculpado de que era un demonio…. -Oye, ¿Por qué te están persiguiendo? ¿Por qué te quiere matar la gran orden? -Preguntaba, pero ella no respondía.
– ¡Alexander, los soldados de la gran orden se están acercando! ¿Qué hacemos? -Dijo Uriel.
¡¿Que debemos hacer…?! ¡Hay rayos!
– ¡Escóndanla, rápido! -Dije, mientras que Uriel la tomaba y se escondía detrás de unas rocas. -Ustedes dos, corran hacia aquella dirección, como si estuvieran persiguiéndola.
Poco después llegaron los soldados de la gran orden.
-El demonio ¿En dónde está? -Pregunto el líder de los soldados.
-Huyo por allá, mis soldados la están siguiendo. -Respondí, mientras apuntaba con mi mano hacia la dirección en la que corrieron mis soldados.
-Vamos entonces. -Dijo el líder mientras se preparaba para correr.
-Oye espera. -Lo detuve.
– ¿Qué quieres? -Pregunto algo enfadado.
– ¿Estás seguro de que es un demonio? -Pregunte y en ese momento me miro por un rato sin decir nada, después hizo una señal con su cabeza para que sus soldados se adelantaran. Tuve un mal presentimiento.
– ¿Tu… viste al demonio? -Me pregunto secamente, mientras su rostro se tensaba un poco.
Empecé a sentir hostilidad y peligro.
-Te hice una pregunta caballero ¿Viste al demonio? -Insistió con un tono amenazador, por lo que acerque mi mano hacia mi espada.
Estuve a punto de responder cuando escuché detrás de mí, el sonido de una roca chocando con otra. Supe rápidamente que era Uriel y la mujer. Volteamos a ver, y pude ver como una parte de una de las alas de la mujer sobresalía de las rocas en donde se encontraban escondidos.
-Maldición…. Pensé mientras miraba hacia las rocas.
En ese momento sentí que algo que se acercaba hacia mí a gran velocidad, voltee rápidamente y vi un hacha que estaba bajando hacia mi cabeza, intente desenfundar mi espada, pero no iba a alcanzar a bloquearla, así que di un salto hacia atrás intentando esquivar, pero no pude del todo, el ataque había rozado mi armadura y golpeo mi espada, empecé a sangrar de una ceja, pues el hacha había perforado parte de mi casco, tome mi cuchillo y me puse me guardia.
-Se supone que tenia que matar a la mujer primero, y después deshacerme de ustedes, pero las cosas nunca salen como un las planea ¿O sí? -Dijo el líder mientras sacaba su hacha clavada en el suelo.
– ¡¿Por qué la gran orden quiere matar a la mujer?! -Pregunte, mientras la sangre de mi ceja empezaba a entrar en mi ojo izquierdo.
-Los muertos no deben hacer preguntas -Respondió.
Seguido de ello se abalanzó hacia mi con una gran velocidad.
¿Cómo rayos puede moverse tan rápido con un arma tan grande?
Ataca como si tuviera un arma corta en su mano, los ataques no dejaban de llegar, lo único que puedo hacer es esquivar, no es normal que tenga tanta fuerza y velocidad, con un solo golpe estaré acabado, además de que todos sus ataques son certeros y lanzados al aire para evitar que su hacha se clave en algún lado, el tiene mucha experiencia haciendo esto. No es un siempre soldado.
Tengo que tomar mi espada si no voy a perder….
En ese momento soltó su arma mientras me atacaba intentando abanicar su hacha por uno de mis costados, por lo que esta voló con gran velocidad hacia mí. Como pude intente esquivarla, pero esta pudo cortar parte de mi abdomen, seguido a ello el líder corrió hacia mi y me dio un golpe que me mando a volar hacia uno de los árboles, me estrelle y caí al suelo.
-Demonios, me descuide. -Me dije mientras inspeccionaba mi herida. -Pero la herida en mi abdomen no es tan profunda. Esto pinta mal….
– ¡Alexander! -Grito Uriel, desde detrás de las rocas.
¡Quédate ahí, cuida a la mujer! -Le grite mientras les daba un pequeño vistazo.
-Vaya, esquivaste ese ataque. -Dijo el líder con un poco de asombro.
-Si quisieras matarme ya lo habrías hecho. -Le respondí.
Y era cierto, pudo apuntar al centro de mi cuerpo, pero por alguna razón se conformó con cortar el costado de mi abdomen. Además de que todos sus ataques anteriores los realizaba de manera extraña, era como si quisiera matarme y a la vez no, cuando apuntaba a mi cuerpo era fácil esquivarlos, pero cuando atacaba mi cuello lo hacía con más empeño. Quizás… trata de decapitarme, pero… ¿Y si me equivoco? Bueno, en este punto ya no hay mucho que pueda hacer, así que se lo apostare a ello.
Me levanté y me puse en guardia de nuevo. Para esto el líder ya había recuperado el hacha que había lanzado.
Empezó a atacarme, abanico su hacha hacia mis piernas, mi torso, mis brazos, como pensé todos eran fáciles de esquivar.
¡Aquí viene! El ataque al cuello. Me pare firme y deje de esquivar, vi como incremento su fuerza conforme el hacha se acercaba a mi cuello, espere lo mas que pude y cuando se dibujo una sonrisa en rostro pues quizás pensó que había ganado, me agache lo más rápido que pude esquivando su hacha. Aplico tanta fuerza que lo había dejado vulnerable a un contraataque, me impulse desde el suelo dando un brinco, abalanzándome hacia él y cuando estaba a mi alcance fui yo el que corte su cuello con mi cuchillo.
Caí al suelo por el impulso del salto que había dado hacia delante, rodando así unas cuantas veces, y cuando me levanté de nuevo el líder había caído al suelo.
-Uf… esa estuvo cerca. -Suspiro Uriel con una risa al final.
Me acerque a la mujer y me quite el casco.
-Respóndeme algo ¿Eres tu la niña que me dio aquella flor?
Guado silencio por unos momentos y después levanto su rostro y me miro a los ojos.
– ¿Entonces tu eres aquel Caballero? Pregunto mientras me observaba fijamente.
– ¿Alexander, Alexander es mi nombre, ¿y el tuyo?
-Mi nombre es… Ariana.
-Sabes Princesa Ariana, cuando conocí a aquella niña, yo vi esperanza, vi salvación para todos nosotros. Si…, al darnos esa flor y ese “gracias” tan sincero, nos salvaste, nos diste esa esperanza que necesitamos, ese objetivo al que queríamos llegar.
Princesa, aunque nadie sepa todo lo que hizo por su pueblo, o los de la gran orden manipulen las cosas en su contra, sus caballeros y yo…, siempre sabremos la verdad, sabremos la verdad de todo lo que ha hecho por su reino, de todo lo que ha sacrificado, de sus sentimientos, y… así será hasta nuestro último aliento, así que no llore, pues una lagrima suya, son mil gotas de sangre nuestra. -Le Dije mientras miraba como salían lagrimas de sus ojos y como se retiraba estas con sus delicadas manos. En ese momento empezaron a escucharse las campanas de la catedral, por lo que supimos que la hora había llegado.
-Parece que es hora, ¿nos vamos?
En ese momento salimos del palacio y empezamos a caminar hacia la catedral…, para su coronación.
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