Tiempo para digerir
el vómito es posible , pero no aconsejable
podría propiciar los incendios.
La indigestión espiritual es producto de lo inesperado,
de las peripecias , de la guardia baja,
entonces…¡ Pum !
Se sacude el alma como a un trapo sucio
los átomos de creencias , convicciones , privilegios, méritos
comienzan a flotar en el aire hasta integrarse con la nada
como el espectro de la pesadilla sucede al sobresalto,
desdibujándose luego, junto al sueño.
Mientras la sangre se detiene estamos ahí…,en alguna parte
cual astronautas náufragos ,contemplando impotentes cómo
la materia es tragada por la voracidad de un agujero negro.
La huida serviría de muy poco , por no decir de nada
difícil es despegarse de la propia sombra
difícil es ser libre siendo nosotros mismos
las mazmorras y los carceleros
necesariamente hay que caminar por el sendero áspero
donde no existe víctimas ni verdugos
y donde los indicadores del camino nos inducen a
apostatar contra el suicido de creernos buenos.
Necesario es dejar que nuestros pensamientos
sean desatados y recreados por los vientos
en su libertad corsaria, en su alma prístina
de estrellas diáfanas y movimientos.
Tal vez así las rocas que arrastramos, queden huérfanas
y nos crezcan a sendos lados los sueños.
Asimilar las piedras, los vidrios ,
los vinagres recalcitrantes
forjados en
el taller de los lamentos,
es el camino de las golondrinas
es el sembrar a contra viento.
Pero tal vez nos volvamos robles
y recuperemos la pasión de los primeros versos.
La madurez no llega antes de tiempo
y requiere tanto del calor como del hielo
de las sequías y de las copiosas lluvias de enero
La madurez no es un obsequio
no es un don de la gratuidad,
ni de la amorosa providencia del cielo.
Como el extenuado atalaya
aguarda desde su dormida torre de ensueño
que la mas densa y oscura mortaja
que deprime la tierra
abra sus ojos
y de sus pestañas áureas
renazcan los cantos, el colorido del campo ,
ese perfume agreste
de miel silvestre,rocío y heno,
es menester darse un tiempo
esperar que el trigo ofrezca sus manos de espigas
al pobre labrador hambriento
y la bruma haya estado solo
en el amanecer de un nuevo comienzo.
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