Un día cualquiera de verano…como casi todas las mañanas, Lea, se sentaba frente a sus escritos, redactando la columna que al día siguiente publicaría en el periódico donde trabajaba. De vez en cuando levantaba sus dedos de sus palabras y miraba a su alrededor y solo podía ver felicidad. Contemplaba a su marido, Luis y a sus dos preciosas hijas: Eva de 6 años y Paris de 5 años. Su perfecto marido, de temple hermoso e inteligente, que le hacía aún más atractivo, era bróker en un banco suizo. Y ahí estaba ella, contemplando la plenitud de su familia en el maravilloso jardín de su hogar. Las niñas corriendo y jugando y su compañero desayunando a su lado. Ese aroma de café, ese aroma de paz y tranquilidad que se respiraba en su hogar, era lo que ella siempre había soñado y ahora lo tenía y podía decir en alto que era muy feliz, que amaba y se sentía amada.
Pero algunas veces no imaginamos que la causalidad nos lleva a vivir realidades diferentes a la pensadas…
Como en tantas otras ocasiones, Lea, fue a hacer la compra al supermercado que había a tan solo dos pasos de su casa y al que tantas muchas otras veces había ido a comprar. Mientras caminaba por los pasillos del supermercado contemplaba la lista de la compra, que su pragmático marido había confeccionado tan meticulosamente: leche, pan, quinoa,…. ¡zas!…mermelada de causalidad con sabor a sandía …y tropezó con él.
Al chocar, juntaron irremediablemente sus cuerpos… y al mirarse a los ojos una chispa se encendió entre los dos. No tuvieron que pedirse disculpas.. porque ya estaban dichas. Sus miradas habían hablado…y se habían escrito hasta un poema.
Dos perfectos desconocidos que sin saberlo habían interaccionado de tal modo que jamás olvidarían.
Ambos siguieron su camino. Y Lea regresó a su lista, a su mundo real, intentado nublar su mente, de la sensación tan intensa y tan fugaz vivida. Y siguió comprando, leyendo una y otra vez esa lista que había confeccionado su marido, para volver a centrarse y dejar de evadirse, pero no podía. Esa chispa había desactivado sus neuronas. Y ahora estaban libres, sin camino marcado, sin rumbo específico y sin una sola razón para saber el origen.
Intentando dejar de pensar en esa chispa que había sentido y que sin ella entenderlo había hecho que se volviera a sentir aún más viva. Se fue a casa, deambulando, pensando, pero siempre llegaba a la misma conclusión, el no saber qué había sentido y qué había roto su tan hermoso y marcado camino. Al llegar a casa, y contemplar su vida, entendió que tal vez eso que había sucedido, podría significar no amar a su marido. ¿Podría un segundo vivido cambiar todo su destino? No, no quería eso. Su realidad estaba ahí delante de ella y eran sus hijas y su marido. Y entonces le abrazó con fuerza sin poder soltarse, no quería y no lo permitiría.
Volvió a sentarse en su silla, en su mesa y comenzó a escribir, como si de una melodía tocada al piano se tratara, y escribió un relato corto, en menos de 5 minutos, sin pensar, sin saber ni siquiera lo que estaba expresando, pero no podía dejar de escribir ni quería dejar de plasmar lo que había sentido . Quería olvidar, quería recordar y volver a su realidad.
Y así volvió a su perfecto y feliz mundo. Publicando su relato y sus columnas diarias. Y volviendo a estar sentada frente a las teclas de su ordenador. Leyendo las críticas que en twitter escribían los lectores de sus columnas. Y se fijó en una crítica que decía “Yo tampoco entendí ni entiendo, pero sí leí en tu mirada y tú leíste en la mía”.
Lea se paralizó y sobresaltó completamente. Ese perfil de twitter, sin imagen que ver y de seudónimo, “Peligro”. Sin saber quién, sabía que era él. ¿Responder ?, pensó u ¿Obviar? Como cada vez que se perdía solo tenía que contemplar a su familia, a sus dos preciosas hijas y regresar a su realidad, a su mundo real y decidió, obviar. Pero a veces nuestras decisiones no son tan nuestras, por muy libres y fuertes que nos creamos. Y su vida, ya no era igual, a pesar de no saberlo y pretender luchar.
Aunque era parte de su trabajo en el periódico tratar con sus seguidores en twitter, Lea, nunca había interactuado con ninguno de ellos, más allá de algunas palabras y referencias a sus escritos. Leía un tweet tras otro, pero todos eran insignificantes. Ella solo buscaba. Y ¿Qué buscaba? Buscaba su tweet. Y apareció ” No te vayas.Elijo vivir ¿Y tú?”….y por primera vez consciente de que quería responder y deseaba contestar, contestó…»elijo vivir».
Y así fueron viviendo momentos imaginarios, pero que en su interior se hacían cada vez más reales. Pero ¿Qué era la realidad en sí? Lo vivido día a día en su feliz vida familiar o su vida imaginaria que sin ser vivida como tal, la podía incluso sentir en su interior aún más.
Los dos tenían otras vidas, esas que podíamos llamar reales de verdad, y ambos tenían sus propias familias .Pero hay un arco lleno de realidades y todas ellas pueden encajar formando un perfecto arco iris lleno de color.
Y la razón la azotaba una y otra vez, cuando se acostaba al lado de su marido.Pero ella se volvía a evadir en sus sueños, en ese sueño común: con una copa de vino, con las cabezas juntas, contemplado la luna llena en el cielo y después.. un eterno desayuno.
Y entonces comprendió que hay más de una realidad…la vivida, la imaginada, la soñada y que cada una de ellas aportaba a su ser y alimentaba su alma.
La verdad es solo una palabra , porque en realidad, puede haber más de una verdad. Y a veces hay amistades más fuertes en alma, que las que puedas tener en forma a tu lado.
Beatriz N.
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