La nieve enmudece mis pasos, creo que aún le temo al silencio; ese eterno pensar en sordo estruendo, escucho acentos tan extraños como familiares.
Una parte busca ser sombría no obscura, como un ave volando en la nocturnidad del silencio.
No diría que me he convertido en un hombre de hierro, pero sí que me he blindado.
Un gris, a veces más a veces menos, un gris oscuro o un gris claro, pero un gris al fin y al cabo.
Contemplo desde mi fotosíntesis los días que se avecinan.
Viento ruge y chillan arboles sufrientes, ¿Acaso son ángeles o guardianes de la noche estos perros que vienen hacia mí?
Confió en que tanto ellos como yo, no tenemos certeza de nada y solo buscamos apaciguar el momento, perdiéndonos en lo efímeramente eterno de nuestras miradas.
Camino errante a buen ritmo y corro sin sentido por las calles infinitas, a veces veo el suelo y otras solo la risa.

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