En nuestra juventud ir a los recitales de música nos revivía, hermanaba, liberaba y era un convite a la fiesta loca… después de casi memorizar las canciones por la radio o en el reproductor de disco o casete de algún amigo al enterarnos de la fecha de que nuestro grupo convoca a un recital era ser invitados a una misa de celebración de alegría, fiesta, vida…
Pero este que les voy a narrar ademas de todo eso tuvo una magia especial que cambio mi vida, al punto de que hoy, a casi 50 años después, lo recuerdo en todos sus detalles. Era octubre del año 1983, yo estudiaba ingeniería en la ciudad de Buenos Aires y todavía celebrábamos el retorno a la democracia en Argentina tras muchos años de plomo y sangre; como no podía ser de otra manera militaba en la facultad, habíamos recuperado el centro de estudiantes la Línea Recta y entre todas las aperturas sociales, educativas y artísticas que se estaban generando se anuncia un recital de Silvio Rodriguez y Pablo Milanes, la nueva trova cubana, en el mítico estadio de Obras Sanitarias para abril de 1984.
Se imaginaran que con la efervescencia socio-política que vivíamos esa cita se convertía en un acontecimiento al cual no se podía faltar bajo ningún motivo, y a la semana salieron en ventas las entradas y tras 4 horas de cola adquirí las tres entradas popular alta, las mas baratas obviamente, que precisaba; ya que asistiría acompañado de Ivan, mi compañero de departamento, y Alicia, mi amiga del alma con al que nos conocíamos desde niños.
Y fue esperar a que pasen los meses entre estudios, marchas, trabajo y las fiestas; a fines marzo me comenta Alicia que también asistiría su hermana Claudia; que por favor le consiga entrada!! a dos semanas del recital!! Tarea imposible, pero no me atreví a decirle que no… pero el destino, la suerte o el universo como quieras llamarlo tiene sus sorpresas.
Al día siguiente durante una clase de electrotecnia un compañero noto que estaba muy distraído, y en cuando salimos le comente el motivo ya que era imposible comprar una entrada dado que estaban agotadas desde enero; y me pregunta si era realmente tan importante, y tras escuchar mis argumentos sobre el hito que significa ese recital para Argentina, y la importancia de asistir con mis amigos me suelta muy libre de cuerpo: «Creo que tengo entradas»
– » Queeeeé? Cómo? – fue mi respuesta, entonces me cuenta que el es jugador de handball de la primera de Obras y por eso le dan entradas de cortesía, pero a el no le gustaba esa música y las tenía en su casillero del club hace un par de meses, me daría una sin problema y las otras las vendería seguro.
Al fin de semana siguiente volé al club y en un alto de su entrenamiento me dio la ansiada entrada, la cual ni revise y guarde en mi chaqueta, avise a mi amiga que ya tenía las cuatro entradas y las esperábamos para ir juntos.
Esos días pasaron volando como se nos va en la juventud que no paramos nunca, menos trabajando, estudiando, militando y fiestas, y llego el gran día; desde la mañana empezamos la cola para ingresar ya que nuestro sector no era numerado contándonos nuestras vidas mientras pasaba la amansadora de las horas, hasta que por fin inicio el ingreso por la entrada de la popular a la que llegamos rápido por estar cerca, cuando entrego las entradas al boletero me dice: «estas tres ok., pero esta otra es por otra puerta, a la vuelta».
Frente al apuro le dije a mis amigos entren ustedes y doy la vuelta, porque ni idea donde era y como era la regalada seguro era mucho peor que las compradas. El acceso de esa entrada estaba bastante despejado por suerte e ingreso sin demasiadas demoras, para mi primer sorpresa el lugar era fila 2 asiento 10, a un metro del escenario!! Casi muero de la emoción como imaginarán, casi podía tocar a los artistas que realmente esa noche se lucieron interpretando temas que emocionaban con sus letras e invitaban al pogo permanente, el cual era suave dado que estábamos sentados. Pero las sorpresas continuarían regalándome una noche perfecta.
La segunda fue que en uno de los saltos al son de «Canción urgente para Nicaragua» una morocha impresionante se me cuelga del cuello, porque trastabillo y al mirarnos fijamente hubo una química especial por lo que terminamos el recital abrazados y cantando juntos.
Al finalizar el recital nos quedamos sentados charlando, mis amigos que me vieron desde lo alto al ver mi compañía marcharon sin esperarme, ya que todavía no existían los celulares así que imposible avisarnos de algo, y mas tarde o temprano nos juntaríamos en el departamento donde vivía. Pero todavía quedaba una sorpresa más; entre charla y charla se fue vaciando el estadio y nos percatamos un movimiento raro al lado del escenario, nos acercamos y repentinamente salen unos seguridad empujando la gente allí reunida y al medio Silvio, yo que era bastante robusto y sin pensar me di vuelta y simule ser un seguridad más, incluso empujando a mi recién conocida, y tras unos 50 pasos y casi sin gente alrededor le pedí un autógrafo al extraordinario trovador, que me miro con sorpresa pero no se negó y con una velocidad mental que hoy todavía no me explico, le dije a nombre de Berta, así se llamaba la morocha recién conocida, quien fui a buscar inmediatamente y antes que llegara a darme un reproche extendí el papel autografiado a su nombre; me miro nuevamente fijo y nos fundimos en un beso que nos marco para siempre…
A tal punto nos marco ese beso, que la morocha es tu abuela querida nieta, madre de tu madre y sus cinco hermanos, tus tíos, y que hoy a casi 50 años de ese recital seguimos creyendo en al magia de las hermosas casualidades que llamamos sorpresas y alimentan nuestras vidas…
Fin… Fin?
OPINIONES Y COMENTARIOS