Palabras que arden

Le quemaban las palabras. Intentaba escribirlas para no olvidarse, pero mientras más lo hacía, menos lograba alcanzar sus metas. Aquella lista era una mentira que sólo ella sabía, una ilusión de objetivos imposibles que no se llevarían a cabo.
Incluso trataba de engañarse a si misma como si hubiera un progreso detrás de todo eso, pero sólo ella estaba al tanto de que era el principio de la nada misma, una historia incompleta como lo fue casi toda su vida.
Poco a poco fue entendiendo que «aquel freno» no eran sus deseos de volar alto sino las personas que la rodeaban. Y allí, en ese mismo instante, comprendió que debía alejarse del mundo, de todos. Porque en su vida, nadie debería tener ni voz ni voto; pero aún con esa ausencia, era muy difícil mantenerse de pie.
Más allá de vivir rodeada de gente sin rostro, aún le costaba dilucidar qué era bueno para su vida. Había días en los que deseaba un mundo de gente ciega y sorda, donde nadie pudiera ser capaz de dañarla. Creyó que sería la mejor solución y entonces se apartó. Y de esa manera, haciéndose a un lado, tomó conciencia de la vida que quería, pero lo más extraño fue que, aún rodeada de gente, se seguía sintiendo sola. No había forma de saber cual era el camino correcto.
Por eso escogió vivir un día a la vez, tratando de no proyectar para no caer en la desilusión de lo que pudo haber sido.
Sin esperar nada de nadie, salió a la calle y comenzó a caminar; ya no le importaba si la juzgaban, si la veían, si la sentían; y allí, en el medio de todos, se dio cuenta que se había convertido en lo que más temía: un ser invisible, para todos, incluso hasta para ella misma. Aún en su estado, quizo hablar pero no podía, tal vez las palabras ya no eran un problema, le quemaban los labios cada vez que se forzaba. Y entonces se dio cuenta que no era necesario hablar para ser comprendida; que una simple mirada podía tener tanto significado como una oración y llegado el momento, lo entendió. Sólo oía sus propias palabras cuando estaba sola, en silencio, cuando nadie notaba su presencia, pero afuera…rodeada de otros, sólo era un ente más.

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