había demasiado silencio en la casa (más correcto sería decir que la casa estaba en silencio, ni mucho ni poco silencio). Debiera haberse levantado de la cama a ver qué pasaba, pero como dijo el otro, deja que los problemas se resuelvan por sí solos.

«Mal que no mejora, empeora».

Mierda (dos horas después la casa seguía en el más absoluto silencio), esto no era buena señal, y estuvo tentado de volverse a dormir. Recorrió el apartamento con la precipitación de una ambulancia que se dirige al lugar de un accidente: ¿cari? ¿cari? ¿cari? ¿cari?

Cari y los niños no estaban.

Si hay que decir la verdad no le sorprendió, pero no por ello dejo de sentir dolor. Ni siquiera se le ocurrió pensar que podían haber sufrido un accidente de coche.

Antes de hacer la inevitable llamada tomó varias cervezas y whisky, mientras miraba en el teléfono las últimas fotos, todas movidas, de sus hijos, hechas en un estado de euforia del que recordaba nadie más que él parecía afectado (caras tristes y sonrisas forzadas cuando les pedía que sonrieran).

Su suegra le dijo por teléfono que si tenía ganas de jaleo llamaría a la policía, y no, no sabía dónde estaba su hija, pero que si ella fuera él buscaría un abogado.

Volvió a la cama dando traspiés después de beber más cerveza y whisky. Tuvo un .ultimo rayo de consciencia antes de quedarse dormido: deja que los problemas se resuelvan por sí solos

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