
Cuando mi papá escribió No te rindas, lo hizo en medio de una vorágine de sentimientos cruzados. Fue en aquella tarde, cerca de las 17 horas: lo vi sentado, sobre un tronco, a un lado de nuestro cobertizo. Impasible, concentrado en los instantes, en los pensamientos que iban y venían a gran velocidad por su mente. Recuerdo que lo escuché decir:
¿Acabará todo esto, toda esta persecución? La vida nos pegado una y otra vez, sin miramientos, y desde que nos conocemos, ha sido así, angustia tras angustia, aflicción sobre aflicción. ¡Pesadas cargas que no nos dejan respirar!
Mis hermanos y yo, nos hallábamos junto a mi mamá, que, por ese entonces, se encontraba luchando con nuestra economía y con su salud, que involucraba temas muy delicados. Se debatía entre buscar un empleo (lo que no agradaba demasiado a mi padre) o continuar con la venta de donuts, lo cual y por esos días, eran nuestra única fuente de ingresos, sin contar, el desgaste que dicha labor conllevaba.
Y fue en este contexto que mi madre, reflexionaba todavía aferrada a una porción de masa, entretanto lloraba a causa de nuestra precaria condición. De mi parte, me preguntaba, si llegaría el día en donde las cosas al fin saldrían a flote, y, aunque no entraré en detalles, lo que sí puedo agregar, es que que éramos una familia como tantas otras, con problemas como todos y, que nuestra situación, no era nada del otro mundo. Sin embargo, éramos nosotros los que navegábamos en ese defectuoso barco, con averías por todas partes, ¡nosotros y nadie más!, y cuando eso ocurre, cuando eres tú la protagonista, entonces, las circunstancias que te rodean, tienden en algún momento dado, a superarte, y de repente te ves atada de manos y pies, sin opción a nada. Con más razón, si no dispones de los recursos y las probabilidades que necesitas para salir adelante, y con las puertas cerrándose, una tras otra, sin ventanas, sin asistencia, sin aire, remando con uñas y dientes.
Como si fuera poco, mi mamá venía de sentir mareos, y en ocasiones, también de pérdida del equilibrio, lo que, por cierto, le ocasionaba dificultad para enfocarse en algunas tareas, y mucho más, cuando debía ir por las compras (algo que insistía hacer en persona). Aquí, debo aclarar un poco nuestra situación. Papá había perdido su empleo (algo relacionado a un recorte de presupuesto), mis hermanos hacían las veces de mensajeros (en bicicletas), y entre todos, ayudábamos de una u otra manera con los asuntos relacionados a nuestra casa. Más allá de eso, estábamos atascados en deudas, facturas de luz, y con escasez de dinero para la obtención de algunos medicamentos esenciales para mis padres, y algunos de nosotros (ligados a problemas con la alergia y el asma, puerca asma)
Como dije, me hallaba envuelta en interrogantes, en torno, de si habría un camino más adelante que nos favoreciera, y fue en esa crucial hora de reflexión, que esperábamos a que mi papá viniera, y trajera consigo, alguna sugerencia o una respuesta que nos pudiera librar del terrible predicamento que nos rodeaba, pero no lo hizo, decidió quedarse cerca del cobertizo, porque temía vernos a los ojos y quedarse mudo sin saber qué decir.
Entonces, la angustia pudo más en mamá. Se desplomó frente a nuestras atónitas miradas. Jamás me había topado con una escena como aquella: un enigma diferente y prepotente que sacudió nuestras almas; ¿qué acababa de ocurrir? Salimos a los gritos y a toda prisa, pidiendo por papá. Odio contar esto, es un recuerdo que prefiero no tener en mis compartimentos de memoria.
Durante unos largos minutos, esperamos afuera. Papá reapareció luego de acomodar a mamá en su cama. Cerró la puerta de la alcoba, y nos dijo que el stress, el cansancio, y la falta de alimentos, pueden que hayan ocasionado un shock, y que a raíz de eso perdiera el conocimiento, pero que indudablemente, todo estaría bien. Enseguida preparó todo para llevarla al hospital. Tiempo después, nos diría que el asunto se debió a la inmensa aflicción que debió soportar. ¡Oh, ustedes no se imaginan lo que una visión de ese tipo puede hacerle a unas mentes pequeñas y otras adolescentes! Lo que nos tocó vivir en esas inciertas horas fue de un estrecho margen de dolor y desesperanza. Esa noche ninguno de nosotros pudo conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, tras regresar mamá del hospital, y con buenas noticias, y con duros consejos de parte del médico que la asistió en la sala de emergencias, nos comprometimos en buscar una solución de algún tipo. (Detalles van y vienen. ¡Hoy gracias a Dios! gozamos de buena salud, y entre otras cosas que se han podido solucionar)
A tiempo posterior, y hasta que alguna solución surgiera, mi hermano mayor y yo, decidimos pedirle entonces a papá, que se dedicara a escribir. Mi hermano comenzó:
─Papá, ¿por qué no escribes? Desempolva ese talento que tienes y úsalo.
Negó con la cabeza, viendo en dirección a su dormitorio donde mamá dormía. Insistí por mi parte.
─Te hará bien, será como un cable a tierra y dejarás de pensar. Nosotros nos ocuparemos de mamá, y de los quehaceres de la casa. Verás que nos organizaremos. Además, ya has hecho bastante, con lamentarte por no conseguir empleo no vas a solucionar nada. ¿Me equivoco?
Unos forcejeos aquí y allá, se decidió.
─Ayer estuve garabateando unos versos para tu madre. No sé…; los hice como un modo de alentarla y en el proceso hacerlo conmigo también, y por supuesto, para ustedes. Tampoco creo que sea la gran cosa, son solo unos versos que se me ocurrieron, palabras… solo algunas.
─Déjame ver. A continuación, leí las primeras palabras del poema que en un principio no se llamó “No te rindas”, si no, “Sé que todo saldrá bien”. Y como fue de esperarse, no tardé en aceptar lo emotivo y motivador que resultaban esas estrofas.
─ ¿Qué te parece? ─dijo enarcando las cejas─ demás está decir, que falta mucho. Es una idea un poco vergonzosa…
─Papá, es grandioso, ─lo interrumpí─ termínalo y se lo regalas a mamá.
─ ¿Crées que le agradará?
─ Papá, ¿qué dices? ¡Ni lo dudes! Vamos, ponte a trabajar en ello.
A partir de ahí, mi hermano le recomendó que se creara una página web, gratuita. Mi papá dijo que no sabía cómo. Mi hermano lo instruyó entre varios sitios, y al escoger uno, abrió una cuenta. Allí esbozó varios poemas, y los dejó por un decir, archivados y olvidados. Antes de eso, imprimió el poema: No te rindas en su totalidad, y se lo regaló a mamá, quien lloró en un principio y después le pidió por un abrazo.
Ahora, ¿por qué dije en su totalidad?, porque el trabajo literario que todos conocen es solo una parte, es mucho más largo, solo que papá, enseguida de haberlo finalizado, decidió borrar la segunda mitad, y es la otra mitad que no eliminó, que ha recorrido el mundo, y por consiguiente, esta se ha traducido al inglés y hasta le han hecho una canción, toda una proeza para quien no ha sido correspondido.
En fin, años más tarde, cuando vio el poema en una imágen atribuido erróneamente a Mario Benedetti, se enojó, se enojó y mucho, y el desánimo se coló por varios días, hasta que lo asumió y lo dio por perdido: retiró los escritos que había subido a la página web, y finalmente los libros que publicó en Amazon. En medio de esa lucha, junto con mi madre, le insistimos que no dejara de escribir, pero que al momento de subir cualquier manuscrito, poema o poesía tuviera cuidado; y, de ese modo, surgió la idea de -momentaneamente-, registrar cualquier trabajo en Safe Creative.
Regresando al punto anterior, mi padre había dado por perdido al poema. Yo no. Me planté frente a él, y le dije que haría todo lo necesario para rebatir ese error, mal entendido o lo que fuese. Fue así que me lancé en una cruzada personal para desmentir ese condenado plagio. Él dice que el daño está hecho, yo se lo discuto, y por eso me he encargado de copiar el link de la fundación de Mario Benedetti, para pegarlo en cuanto sitio aparezca, y/o en las redes sociales también, e incluso en los videos que aparece en You Tube.
Algo gracioso antes de finalizar: han sido muchas las personas que se han enojado cuando han visto nuestra denuncia y reclamos de autoría exhibirse en sus páginas webs. Es como si no quisieran aceptar el hecho de que ese poema que tan bien les ha caído, no sea de su autor favorito. Interesante, ¿no?
Aquí hago un alto, y si bien no he dicho mucho, puesto que decidí obviar partes importantes de nuestra vida, dejo este contenido como una referencia a futuro. El poema No te rindas le pertenece a mi papá, -cuyo seudónimo con el que suele firmar sus obras es: Mike Nere-, y es un obsequio de mi mamá. Ese bendito y restaurador trabajo, fue escrito con lágrimas, desesperación y una horrible amargura que mi padre supo transformar en una fuente de inspiración para todos nosotros, en especial para mi madre. Tomó el mayor desconcierto y angustia que tenía sobre sus hombros, y lo convirtió en combustible para levantar nuestros corazones.
¡Eah campeones de la vida, tocad campanas en los altos bordes montañeses y haced oíd, el rugido de vuestro clamor, porque he aquí, una brecha se ha abierto en medio de la fuente de Los Heraldos de Saint Sig-priece, y han tomado en sus manos los votos del concilio al que han dispuesto ofrecer en armas, junto con su coraje y temeridad! (Sexto cántico del libro: Alientos Helados)
¡Cierro tema!, es todo cuanto diré y no hablaré más al respecto. Dejaré que el tiempo haga su trabajo, después de todo, la verdad siempre tiende a salir a la luz. Y, yo, soy una ferviente admiradora de ella. Modestia aparte. Gracias, si has llegado hasta aquí. ¡Exitos!
P.D: Agradecemos a la Fundación Mario Benedetti, por confirmar el error y, posteriormente publicar en su página de Facebook, que todo fue un mal entendido, y que el responsable o los responsables, de haber originado todo este inconveniente, de seguro que no ha sido con malas intenciones (ésto último lo agregué como dato personal)
Jessie Mcnely / 2020
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