Yo no fui a la guerra, pero me senté siempre con fusil en mano por si me tocaba partir al frente. Un frente que ya no existe, un frente invisible de otra época que no es la mía, unas líneas enemigas que se dibujaban fantasmas ante mis ojos. Y permanecí callada, quieta, detrás de la puerta, esperando al asesino que me perseguía por calles arenosas y hospitales desiertos; mi mente viajaba, pero mi cuerpo permanecía inmóvil en cama, con los ojos cerrados y que solo abría después de un disparo. 

A veces venía ella. A veces caminaba sin tocar el suelo, yo creo que volaba. Enfundada en su traje negro. La angustia. Las ganas de querer desterrarla para siempre del mundo intangible. Y yo me agazapaba en el suelo, detrás de alguna puerta, detrás de alguna estatua de la enorme casa donde ella vivía y en la que yo era una intrusa. Pero nunca quise ir a su casa, nunca quise encontrarme con ella, espectro. Ojos viles, amarillos que solo he divisado bajo el mantón que cubre su rostro. 

Me encuentro de nuevo inerte en la cama, rodeada por las paredes blancas de la habitación. La apnea del sueño me ha sacado de golpe de la casa cuando ella cerraba la mano fría y áspera alrededor de mi cuello. Escucho a las gaviotas hablar ahí afuera, volando entre los tejados del pueblo que duerme. Parecen hienas, parece que hablan, que se ríen en el lenguaje subversivo del que sufre. Algunas noches – la mayoría – llueve y ellas gritan, se ríen, revolotean entre los tejados. 

Miro por la ventana y me detengo en las persianas del edificio – ¿abandonado?- de enfrente. Las cortinas blancas atadas, inmóviles. Revoloteo por las habitaciones antes de volver a la cama para así alejarme de la casa donde vive ella. Las gaviotas continúan sus rituales y yo me deslizo entre las mantas. Intento pensar en personas que quise, en lugares felices, en el mar, el campo cubierto de flores silvestres. Intento alejarme de la casa, pero mi corazón se detiene y, cuando quiero abrir los ojos, me encuentro girando el pomo de la puerta y escuchando el sonido que hace su vestido al rozar al suelo mientras se aproxima a mí en medio de una nube de polvo. 

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