– Abby!
-Perdón madre, no puedo evitarlo.
-En vez de mirar a los animales deberías ir a recibir a los nuevos huéspedes. No lo repetiré.
-Está bien, voy enseguida.
Abby va a recibir a los huéspedes, aunque ella prefería quedarse viendo a los elefantes. Un elefante acaba de nacer y eso la emocionaba mucho, una boca más para alimentar y cuidar. Nada que le gustara más que eso.
-Disculpe, señorita. ¿Este es el hotel T.?
Se había vuelto a distraer. Sin darse cuenta ya estaba delante de los nuevos huéspedes.
– ¿Cómo dice? Ah, sí. Este es el hotel T. Déjenme presentarme, soy Abigail Tyler, hija de los dueños. Aunque pueden llamarme Abby, como todos lo hacen.
El nuevo grupo disponía de 6 personas, como podía ver Abby había 3 parejas y todas se conocían.
– ¿Ustedes son el nuevo grupo de 7 personas? Debe haber un error, si ustedes son 6. Ya lo comunicaré.
– Disculpe, no hay ningún error. Falto yo.
Atrás del grupo había un hombre de baja estatura, pero era visible que se ejercitaba constantemente. Tenía un mostacho grueso y parecía de unos 40 años. Venía solo con una pequeña maleta y una funda de guitarra de metal.
-Perdóneme, es que soy muy distraída.
-No hay problema. Me pasa seguido.
-Ahora les explicare las reglas del hotel. Primero, a las 8:00 se sirve el desayuno y se retira a las 11:00. El almuerzo se sirve a las 13:00 y se retira a las 15:30, y por último la comida se sirve a las 19:30 y se retira a las 22:30. ¿Entendido?
Los 7 huéspedes asistieron con la cabeza.
-Ok, otra cosa, si quieren algún tour por nuestra reserva natural, solo vayan a recepción y pidan una hora disponible. Recuerden ser puntuales. La piscina no está disponible si está lloviendo, y no molesten, por ningún motivo, a los animales sueltos. El resto es responsabilidad suya. Si tienen preguntas es el momento para hacerlas.
– ¿Cómo entramos a nuestra habitación?
– Les daremos una llave especial para poder entrar.
Acto seguido, los huéspedes seguían a Abby a sus respectivas habitaciones. A Abby no le gustaba hacer ese trabajo, prefería ir a alimentar a los animales. Sus únicos amigos eran ellos que siempre habían estado para ella, no tenía amigos de verdad porque no iba a la escuela, no era una persona muy sociable, pero tampoco muy tímida. Ahora le tocaba ir a ayudar con la comida para los huéspedes. Se dirigía a la cocina cuando diviso al hombre bajito con mostacho salir de su habitación con su funda metálica de guitarra. Abby no tenía prisa en ir a ayudar porque no le gustaba cocinar, así que decidió seguirlo para ver como tocaba la guitarra. Lo siguió hasta que el hombre llego al área prohibida y se detuvo a leer el cartel que decía claramente: “Prohibido el paso. Área de leones salvajes”. El hombre siguió caminando hacia delante, no le dio importancia al cartel. Abby se dio cuenta de que no iba a tocar la guitarra, podría ir a algún otro lugar que no estuviera prohibido. No sabía si seguirlo o parar ahí, era peligroso pero la curiosidad la mataba. Decidió seguirlo diciéndose a sí misma “Es sospechoso, mejor lo sigo”. Ahora con la conciencia tranquila podría seguir. Abby acelero el paso, en caso de tener que detener al hombre.
El hombre se detuvo, Abby también. Abrió la funda metálica. Un rifle, pero no un rifle normal, un rifle de caza. Abby estaba sorprendida y abrumada. ¿Qué haría él hombre con aquel rifle? Un hermoso león al que Abby le tenía mucho cariño desde que lo vio, se había posado en lo alto de una roca. El hombre lo vio y se dispuso a cargar su rifle de balas que seguro matarían al indefenso león. Abby no podía hacer nada en lo que ella no saliera perjudicada, pero le importaba más el león y ya no tenía tiempo de avisar al equipo. Estaba paralizada del miedo y caían unas silenciosas lágrimas de sus ojos. Apuntó y disparo. La vida del león se había acabado, y ella no había hecho nada para evitarlo. El hombre siguió su camino hacia adelante como si no hubiera acabado con la vida de alguien. No muy lejos yacía el cuerpo sin vida del león. Ella seguía sin poder moverse, pero veía claramente como el hombre agarraba de las patas delanteras al león. Abby supo que era una hembra, dado su considerable diferencia de peso con el macho, además de la falta de pelo alrededor de la cabeza. El hombre arrastraba lentamente el cuerpo hacia donde Abby no podía ver y se fue. Luego de unos minutos Abby se pudo mover, salió corriendo hacia el hotel llorando a lagrima viva. Corrió lo más rápido que pudo y atravesó corriendo el comedor para llegar a la cocina, donde la esperaba su madre con cara enojada.
-No viniste a ayudarme. – Pero se dio cuenta de lo angustiada que estaba su hija. – ¿Hija, que pasa?
– ¡El nuevo huésped!
– ¿Cuál de todos?
– ¡Él hombre pequeño!
– ¿Qué pasa con él? ¿Te hizo daño?
– ¡Lo vi todo! No puedo creerlo… LO VI TODO
– Hija, dime ahora mismo que te pasa que me pones nerviosa.
– LO MATO, LO MATO Y YO NO HICE NADA PARA IMPEDIRLO. ¡Él mato al león, yo lo vi!
– Hija, tranquila. Cálmate, no puedes hacer nada así.
Luego de respirar unos minutos, Abby le conto todo a su madre. Y juntas fueron al área donde el hombre… Bueno, ya sabes. Inspeccionaron unos minutos y pudieron encontrar el cuerpo con la herida de bala, Abby no pudo contenerse y rompió a llorar. Caminaron en silencio hasta el hotel y llamaron a la policía. Arrestaron a el hombre y la madre de Abby los dirigió al lugar del suceso. Era una injusticia, pensaba Abby, por culpa de ella el león que no tenía culpa de nada había muerto. No había tenido el suficiente valor para impedirlo y ahora el león sufría las consecuencias de sus actos. No paraba de pensar que si hubiera impedido el acto tan inhumano del hombre podría el león haber vivido. Todo era su culpa. Abby despertó en su habitación, no recordaba haber estado ahí la noche pasada. Tenía los ojos enrojecidos e hinchados, a pesar de haber pasado horas desde que se durmió en sus lágrimas. No tenía hambre a pesar de que amanecía siempre muy hambrienta. No tenía ganas de nada y no podía dejar de pensar que era su culpa. Si seguía así se volvería loca. Luego de ducharse bajo al comedor donde la gente estaba desayunando. Le molestaba ver a la gente tan feliz y los envidiaba de su falta de preocupaciones, ellos estaban ahí para descansar y pasarlo bien, ella estaba condenada a estar ahí. Sus padres la miraban con preocupación, en especial su madre. Ella sabía lo mucho que significaban los animales para Abby. Al almuerzo sus padres la obligaron a sentarse a comer algo, al menos un poco de carne. Ella al observar su plato donde había un filete de cerdo le dieron náuseas y de un momento a otro estaba vomitando. No podía seguir así algo le producía la carne que antes no hacía. Ya no podía comer carne. Era abrumador pensar los cambios que una simple escena había bastado para cambiar a Abby completamente, ese capítulo marco su infancia para siempre y ya no volvió a ser como antes. Pasaron los días y Abby ya no parecía “Abby”, sus padres muy preocupados la llevaron al doctor y fue diagnosticada con depresión. Abby había adelgazado mucho y no quería comer. Todo era gris para ella, ya nada tenía sentido. ¿Acaso importaba? Abby salió por primera vez del hotel, era un día lluvioso y gris. Con un ramo de flores fue a donde estaba la tumba del león. Había sido enterrado delante de la roca donde el león tuvo su último momento feliz. Abby se quedó 1 hora sentada delante de la tumba con sus flores firmes en sus manos que quitaban la mezcla de lágrimas y lluvia. Al irse dejo las mojadas flores en la tumba y se fue. Las imágenes del león le desgarraban el alma y la culpa aumentaba. Su madre la esperaba en la puerta del hotel y Abby se sentó a su lado y se dejó abrazar por los cálidos brazos de su madre, rompió a llorar, no se pudo contener, no esta vez.
-Abby… Ha llegado el informe del hombre, no es necesario que lo veas si no quieres. Esta en el buzón.
Abby fue hacia el buzón y tomó el documento. Se dirigió a su habitación y cerró la puerta, se dejó caer con la espalda apoyada en la puerta y abrió el sobre. Después de leer el documento, lloró, lloró como nunca lo había hecho y reaccionó. Ya no podía vivir así, algo tenía que hacer por ese pobre león. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Corrió con todas sus fuerzas al lugar donde había estado hace una hora y gritó todo lo que sus cuerdas vocales le permitían. Sentía algo que no recordaba, esperanza e ilusión. Volvió a mirar la tumba del ser que había hecho que ella descubriera lo que estaba destinada a hacer y lloró la última gota que tenía para dar. Y no se fue para el hotel si no que se fue al pueblo y se sentó en la barra del café.
– ¿Estas bien?
Un apuesto joven de pelo rizado estaba sentado al lado de ella. Parecía un poco mayor de lo que era Abby.
-Nunca he estado mejor. – Le responde Abby con una sonrisa en la cara.
-Tus ojos dicen lo contrario.
-Mis ojos lloraban la perdida de alguien, pero mis ojos también se dieron cuenta de algo, ¿Sabes?
-De que se han dado cuenta tus ojos, si se puede saber, bella doncella.
Sus ojos se encontraron y los dos desviaron la mirada.
-Mis ojos ya no tienen lagrimas para el ser perdido porque han sido demasiadas, pero han visto la salida a toda esta tristeza y corren hacia la salida, que siempre me estuvo esperando.
Los dos sonríen y se vuelven a mirar, pero esta vez sin desviar la mirada.
-Nicholas Johnson, pero puedes decirme Nic.
-Abigail Tyler, pero puedes decirme Abby.
-Pareces de mi edad. -Dijo ella entre susurros.
-Tengo 16, pero parezco mayor, lo sé.
-Yo tengo 15.
-Bella doncella es hora de que tu príncipe azul se vaya. El hermoso caballero tiene que ayudar en casa.
-Mi príncipe, nos volveremos a ver. -Dijo Abby siguiéndole el juego.
Nic se ha ido del café y Abby esta de muy buen humor. Al llegar al hotel Abby se encuentra a su madre esperando en caso de que necesitara un poco de apoyo. Se sorprende, pero a la vez se alegra de que su hija este con una sonrisa de oreja a oreja.
– ¿Se puede saber por qué estas tan contenta?
-Simplemente ya no podía estar más así. En vez de llorar tengo que hacer algo por todos los que sufren la misma injusticia.
-Me parece bien, ¡celebraremos con un jugoso filete!
-No, filete no. He decidido en convertirme en vegetariana.
-Pero hij…
-Decisión tomada, no hay nada que puedas hacer para revertirlo más que aceptarlo.
Radiante de felicidad Abby va a su habitación, abre las cortinas y se sienta en su mesa para escribir su plan y ejecutarlo ya. Luego de imprimir más de 100 carteles los va a pegar al pueblo.
“Si te importan los animales
Ven aquí
Dirección: Sala de conferencias, Hotel T.
Número del encargado: +xx xxxx xxxx
Mañana, 3 de octubre a las 12:00PM
Carteles como ese había por todo el pueblo gracias a Abby que tomaba acciones en lo que nadie más hacía. Una niña dispuesta a dar la cara por los que no podían hablar. Un acto heroico. Al día siguiente Abby despertó animada e impaciente para que llegaran las 12, se imaginaba hablando delante de muchas personas e inspirándolas para salvar a los animales. Se había preparado el día anterior y temía que no tuviera la información suficiente, pero ya era muy tarde. Las 12 llegaron rápidamente y Abby abrió las puertas a lo que sería su primera conferencia, una de muchas. Y vio una sala repleta de gente. Pero una persona en especial, le gusto ver ahí.
-Nicholas Johnson, ¿acaso me está siguiendo mi príncipe azul?
Nic se da vuelta a mirar y ve a la niña de ojos azules que lo mira con una sonrisa.
-Podría decir lo mismo Abigail Tyler… ¿Qué haces acá?
-Voy a dar la conferencia, la he preparado, pero aun así estoy muy nerviosa.
-Wow, eres increíble, de verdad. ¿Has hecho todo sola?
– ¿Sola? No, me ha ayudado mi madre y mi padre, están allí en la esquina mirándome ahora mismo, deben creer que somos amigos.
– ¿Y acaso no somos amigos?
– ¿Somos amigos?
– Si no quieres, no.
– ¡SI! Perdón…
La gente se da vuelta a ver quién gritó…
-Perdona, es que… Es un tanto embarazoso.
-Somos amigos, puedes contarme cosas y yo las guardare hasta el fin de los tiempos.
-Nunca he tenido un amigo…
– ¿Qué? No te escucho, estás hablando muy bajo.
– Que nunca he tenido un amigo. Siempre fuimos los animales y yo… Además, no tenía tiempo de ir a la escuela así que mi madre me enseña en casa, o más bien en el hotel.
– ¿Por qué vives en este hotel?
-Mis padres son dueños.
-Eres una caja de sorpresas Abigail Tyler. ¿Lo sabias, no?
-Es hora de que me vaya, tengo que hablar ahora.
-Buena suerte bella doncella, todos estamos aquí por la misma razón, ¡tú puedes!
Abby se acerca mucho a él y le da un abrazo, uno muy fuerte. Solo bastó ese momento para que a Abby se le fueran los nervios. Cuando Abby subió al escenario empezaron los murmullos y Abby escucho unos como “Quien es ella” o “¿No es muy pequeña? Pero Nic se levanta de su asiento y dice:
– ¿Quieren callarse? Yo estoy aquí para escucharla a ella, no a ustedes.
Todos se callaron al instante y Abby sintió mucho cariño hacía su nuevo amigo, que la miraba con ternura.
-Todos estamos aquí por el mismo motivo, y ese motivo es importante, pero no mucha gente le da importancia, no la importancia que debería tener. Hace poco sucedió algo, aquí en el hotel T. Un huésped asesino brutalmente a un león de la reserva. Ese hombre ahora está en prisión donde no puede dañar a nadie con su mente anticuada. Este suceso me afectó mucho y tuve depresión severa un par de semanas. Pero al ir a visitar la tumba del león, me di cuenta de que tenía que hacer algo en vez de lloriquear todo el día. Fui al café del pueblo para tomar algo pero me fui de ahí con un nuevo amigo, que me está apoyando ahora. – Abby ni pudo evitar mirar a Nic, lo mismo le pasó a él. – Y volví a este hotel y empecé a aplicar los cambios desde ese momento, ahora soy vegetariana. Y no me retractaría ni por el más exquisito plato de carne.
El discurso de Abby fue cada vez mejor y la gente empezaba a tomar atención a lo que la quinceañera decía. Al final del discurso Nic le dio un fuerte abrazo a Abby y le dijo.
-Fue lo mejor que he escuchado en mí vida, no puedes parar, la gente te prestaba atención de verdad.
Abby empezó a llorar.
– ¿Qué pasa? ¿Dije algo malo?
-Es la emoción, no hiciste nada malo, te lo aseguro. ¿Vamos al café?
Abby y Nic fueron muy felices al café y conversaron y se conocieron mejor. Se convirtieron rápidamente en mejores amigos. Que felicidad le daba a Abby tener un amigo con quien hablar, pero hablar de verdad, no como los animales. En el café entro un señor y se dirigió a Abby.
-Perdone señorita, pero su conferencia fue simplemente espectacular. Déjeme presentarme, soy Alex Thomas y soy periodista. Por favor déjeme publicar parte de su conferencia en radio y periódico. Se lo ruego, fue lo mejor conferencia que he ido, y he ido a muchas, se lo digo yo.
-Emm… Claro, ¿por qué no?
-Firme aquí y ya está.
Abby firmó y el periodista se fue. Al día siguiente, la madre de Abby despierta a Abby gritando.
– ¡Abby! ¡Eres tendencia! TENDENCIA.
– ¿Cómo que soy tendencia? -Dijo Abby soñolienta.
– ¡Estas en la portada del periódico!
– ¿Cómo que en la portada? -Respondió esta vez con menos sueño a causa de la emoción.
– ¡Tu conferencia dio resultado! ¡Ahora muchos turistas sabrán de ti, y se lo contarán a todo el mundo! Comprare más periódicos para entregárselo a cada huésped.
La madre de Abby salió gritando de alegría y Abby ya no tenía sueño, para nada. Salió corriendo en piyama a buscar un periódico. Encontró uno y lo primero que se veía era una foto de ella en la conferencia y parte de su conferencia al lado de ella. Sintió la necesidad de leer lo que habían puesto y claro que lo hizo. Era igual a como lo había dicho ella. Se sentía tan famosa. Pero estaba especialmente contenta porque publicitaban el motivo de su conferencia y era por eso por lo que ella hacia todo eso. Los huéspedes que la veían le daban felicitaciones y ella se sentía orgullosa. Todo empezaba a ir cuesta arriba. Su vida por fin tenía algo de sentido. Salió a ver a los animales y afuera del hotel esta Nic.
-Voy a ver a los animales, ¿me acompañas?
Fueron los 2 juntos a ver a los animales, Abby quería ver a la cría elefante que vio hace un par de semanas. Y Nic la acompaño con gusto.
– ¿Has visto la portada del periódico, doncella?
– Obvio que sí, Nic, mi madre vino corriendo a despertarme cuando llego el periódico. ¡Que emoción!
-Eres una celebridad ahora, pero no creo sea suficiente. Debes llegar a gente más poderosa.
-Tienes razón, pero ¿Cómo?
-No lo sé.
– ¡Mira ahí esta!
Abby acababa de ver al pequeño elefante y se sentó en una roca a mirar, Nic la imitó.
– ¿Y si das una conferencia a los huéspedes? A lo mejor alguno tiene contactos…
-Es una buena idea, ¿me ayudarías?
-Claro, para eso estoy aquí.
Abby se preparó y les dijo a los huéspedes sobre esta conferencia, esa misma noche en la cena daría su palabra, ya nada nerviosa con Nic presente se subió a una silla y pidió silencio a todos los presentes. Empezó a hablar y todos prestaron atención de inmediato, era increíble como una quinceañera podía hacer que tanta gente escuchara lo que tenía que decir. Las palabras fluyeron de su boca y se inspiró, igual que todos los presentes. Una niña hacia todo eso bien por qué no pensaba solo en ella, si no en los animales que estaría salvando de la caza ilegal o deportiva. Abby les debía su vida, y era un ciclo de respeto mutuo. Abby nunca volvió a ser como antes, si no que fue mejor e inspiro a otra gente a sacar lo mejor de ellos mismos por el bien común de todos los seres vivientes. “Nosotros hemos tomado lo que era de ellos, lo mínimo que podemos hacer es respetarlos como nos respetamos a nosotros”. Con esa frase ya dicha, no tenía nada más que decir a los presentes. Vio a el león fallecido afuera mirándola con ternura, el león asintió con la cabeza y se disolvió en el polvo. Abby estaría eternamente agradecida con ese león, le debía la vida. Era un ciclo sin fin. Mientras los respetemos a ellos, ellos nos respetaran a nosotros. No le importaba si había alguien poderoso allí, se había dado a conocer a ella y su propósito, con eso le bastaba.
-Disculpa, Abigail.
Un señor de traje se estaba dirigiendo a ella.
– ¿Qué pasa?
– Me presento, soy James y soy secretario de el ministro de bienestar animal, de EE. UU. Me gustaría presentarle al ministro.
Un silencio total… Nic que estaba junto a Abby la mira, ella lo mira también. Abby estaba demasiado sorprendida, no sabía que había un secretario de EL MINISTRO DE BIENESTAR ANIMAL en el hotel.
-Sí, sí, sí, sí. ¡SÍ!
Abby estaba muy emocionada, cumpliría su propósito. Ya no solo gente de su pueblito en Sudáfrica la escucharían, gente de todo el mundo, ¡incluso Estados Unidos! Nunca había salido de su pueblo natal. ¿Quién sabe? Quizás pudiera ver al presidente, y la casa blanca. Pero los millones de habitantes en Estados Unidos, la escucharían, LA ESCUCHARIAN A ELLA. Y podría cumplir su propósito. El león que hizo que su vida cambiara, la acompañaría siempre. Nic estaba a su lado, Abby lo miro y por la emoción no pudo hacer nada mas que darle un beso. Él le devolvió el beso. Y sus labios se quedaron juntos. Quién diría que Abby terminaría con historia de amor y todo. Un largo abrazo se dieron y se miraron a los ojos.
-Prométeme que me acompañaras, príncipe azul.
-Bella doncella, te acompañaría hasta el fin de los tiempos.
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