Lentamente ascendía por la escalera de caracol cargando el peso de sus años. Cada escalón era un sacrificio, el esfuerzo de toda una vida.
El sonido de las tablas de madera anunciaba la llegada del vencedor entre cielos rojizos.
Era el viejo farero del norte, capitán del crepúsculo, recolector de colores, luz de navegantes sin retorno.
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