TRES VEINTE A.M.

Tres de la madrugada. Mi cuerpo soltaba ¿Qué podrá calmar el deseo?

¿Le llamo a quién siempre me dice que sí? ¿Para qué? Me digo

¿Unos labios desconocidos? Creo esta vez no funcionara, pienso

Y con quien deseo calmar mi furor, prohibido para mí es su cuerpo.

Con temperatura elevada se encuentra mi dermis

Es un cosquilleo que no he podido calmar ni con mezcal.

Cuatro de la madrugada, ansiosa por el deseo hacia ti.

¿Qué hago? Lo que cada noche cuando te pienso.

Doy diez pasos diligentes hacia el cuarto de baño, abro la regadera

Empiezo a deshacerme de mis prendas, pensando, en ti

En la repisa, una vela con fuego atenuante y de fondo Vivaldi

Al sonar el violín, mi piel se eriza y mi deseo por ti se acelera.

Doy un hábil paso y me introduzco con gran presteza

Siento en mi espalda como el agua fría cae de golpe

Y un recorrido de las gotas por mi cara, cuello, nalgas y pezones

Como si fueran tus manos las que guían el trayecto del agua.

Siento que los kilómetros se van acortando…

Cierro los ojos, te imagino, mis manos recorren mis poros

Muerdo mis labios, pensando en los tuyos

Veo tu sonrisa, y con delicadeza toco mi intimidad

Te veo frente a mí, a causa del deseo, con una gran facilidad.

El baño se vaporiza, a causa del furor que emana mi piel

Con mi pensamiento y mano izquierda te llamé

La derecha resbalosa y detenida de la pared

Con tu cuerpo en mi mente un éxtasis exclamé.

En mi mente no hay nada prohibido

Aquí me tienes haciéndole el amor a tu recuerdo

Percibes mi sentir, a susurros y gemidos te digo

Te necesito…


María Aguilar.


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