Una verdad de mentiras.

Una verdad de mentiras.

Luiz Enyel

06/05/2020

Solo se lo que se, y soy quien soy. Me he dicho esto una y otras vez para poder creérmelo, para poder vivir con ello, hasta que esta mentira se convierta en una verdad, intento engañarme una y otra vez, pero… ¿Por qué trato de engañarme?, ¿por qué trato de engañarme siempre tan despavorido?, ¿acaso es por miedo?, ¿miedo a…?

Mis ojos empezaron a llorar pues el humo era abrumador, mi corazón se encogía cada vez más en mi pecho, tenia un presentimiento muy malo sobre ello. Cuando estaba por salir del bosque puede ver una gran luz que se filtraba de entre los árboles, mientras más me acercaba la intensidad del humo y la luz se hacían cada vez mas fuertes.

Al fin pude salir del bosque y me encontré con esta realidad que parecía una pesadilla, el pueblo… ¡El pueblo estaba en llamas!

– ¿Qué… está pasando? -Me dije incrédulo mientras miraba hacia el pueblo. Escuché gritos y empecé a correr hacia él, pensando en Karla, pensando en si algo le había sucedido. Tanto mi corazón como mi respiración empezaron a agitarse, mis ojos no paraban de llorar y empecé a tener escalofríos por todo el cuerpo.

Al llegar a este, vi a un señor parado a la vuelta de la esquina de una de las casas, mientras me acercaba por detrás pude darme cuenta de que era el herrero, pues con solo ver parte de su hombro pude apreciar su mandil, además de que tenía su típico martillo en la mano, así que me apresure para preguntarle lo estaba ocurriendo, gire en la esquina y al verlo no pude evitar asustarme. Una lanza… ¡El herrero tenía una gran lanza clavada en su pecho! De la sorpresa di un pequeño brinco hacia atrás y caí sentado.

– ¿El herrero… está muerto? ¿Alguien lo asesino? ¿Qué… que está sucediendo? -Dije, mientras intentaba procesar todo lo que estaba pasando.

-Karla… ¿Dónde está Karla? -Me dije mientras intentaba levantarme, pero mi cuerpo estaba rígido y no podía moverme normalmente, así que me esforcé un poco para poder ponerme de pie y un poco mas para caminar, pues mis piernas se sentían débiles.

Mientras caminaba podía escuchar el crepitar de la madera, el sonido de las casas al colapsar, y el fuerte viento soplando. Empecé a ver algo que se parecía a la sangre regada por el suelo y las paredes, con cada paso que daba el miedo se imbuía cada vez más en mí, mis pasos se hacían pesados y me costaba respirar. 

Al girar en esa última esquina pude llegar a la plaza, pero al dar una pequeña mirada en ella, sentí que todo el mundo me caía encima, empecé a vomitar, el impacto que me provoco semejante panorama era demasiado…, la gente del pueblo…, toda estaba….

En ese momento escuche que algo se acercaba a gran velocidad, voltee y….

– ¡AAHH! -Abrí mis ojos, mientras respiraba agitadamente y después de dar un vistazo a mi alrededor, di un gran suspiro. – ¿Otra pesadilla? Pero… esta fue un poco más… -Suspire de nuevo. -Fuerte… ¿Hasta cuándo me atormentaran?

Empecé a escuchar una canción en alguna parte de mi cama.

“Voy caminando sin saber,

nada de ti,

ni siquiera el agua que rodea mis pies,

puedo sentir…”

-Te encontré. -Dije mientras levantaba una de las cobijas y tomaba mi celular para quitar la alarma. – ¿Por qué siempre despierto momentos antes de que suene la alarma? -Me recosté de nuevo y empecé a reflexionar sobre toda la rutina por la que tenia que pasar el día de hoy.

No tengo ganas de ir a inglés…, pero si no voy mi mamá me regañara toda la mañana, quizás le diga que me siento enfermo…, pero eso de fingir no es lo mío, quizás le diga que no hay clases…, pero de seguro llaman por teléfono para preguntar por mi ausencia, quizás… tenga que ir.

-Uf… que frio hace. -Dije, mientras buscaba ropa para vestirme. Al terminar tomé la mochila y antes de salir de la recamara di un último vistazo, mirando con envidia a mi hermano, a mi prima, y hasta a Maty, los cuales dormían plácidamente.

Gire la perilla de la puerta y así empezó este rutinario día, si…, con una cálida bienvenida, y cuando digo cálida, digo calor, un calor que te pide a gritos huir de Sonora. Entre al baño, el cual quedaba justo alado de nuestra recamara y estando adentro hice lo que cualquier hombre hace al despertar por las mañanas, después cepille mis dientes, lave mi cara, y salí de este.

Tengo hambre, quizás me prepare unas quesadillas, pero si lo hago, puede se me pase el camión y tendré que esperar media hora sino es que más, eso si es que al camionero no se le ocurrió madrugar hoy, o jugarle unas carreritas a otro y ya se me paso.

-Mejor me voy ya. -Dije con inseguridad, pues la mente del camionero es una de las grandes incógnitas que nunca podre descifrar o entender.

Sali de mi casa y empecé a caminar por la calle rumbo a la parada del camión. A lo lejos casi al final de la calle, pude observar al señor que siempre madrugaba a barrer la banqueta de su casa, gire mi cabeza mirando hacia el otro lado de la calle y hoy también alcance a ver a la pareja de recién casados, los cuales se despedían en la puerta de su casa con un beso, pues el marido se va a esta hora a trabajar. Quien fuera ellos, tan acaramelados siempre. Me detuve y esta vez miré hacia una casa, la cual quedaba ahora frente a mí.

– ¿Cómo estará la viejita?, ¿cómo sus hijos le pueden hacer algo así? Simplemente encerrarla en su casa…. -Pensaba mientras observaba unas buganvilias moradas muy hermosas en su jardín.

Empecé a caminar de nuevo, esta vez observando al señor que parecía barrer esa banqueta tan apasionadamente.

– ¡Buenos días niño! -Me dijo mientras le ensuciaba de nuevo la banqueta.

-Hola, buenos días. -Le respondí de manera cordial.

-Tan amable como siempre ¿Me pregunto cómo será la vida del señor? -Pensé con curiosidad.

Gire en la esquina de la cuadra y vi a varias personas mirando con desesperación hacia lo largo y ancho de la calle, mirando a lo lejos con ansiedad, mirando hacia ese finito horizonte con angustia, esperando a lo que pareciera ser su salvador, o por lo menos eso es lo que hacen creer.

-Bueno, al menos aun no pasa el camión. -Me dije mientras me arrepentía de no haberme preparado esas quesadillas.

Me acerqué hacia el culto del señor camionero y me les uní, para así adorarlo junto a ellos, sí, yo soy otro seguidor devoto. Uno, dos, tres, cinco, siete, diez, trece minutos fue lo que tardo nuestro salvador en aparecer a lo lejos, en el horizonte. Varios de nosotros suspiramos de alivio y todos empezamos a buscar nuestras tarjetas, o dinero para entregarle a sí nuestras limosnas.

Nuestro salvador se detuvo una calle antes, pues el semáforo no lo dejo pasar, pero desde esa distancia podíamos escuchar sus gloriosos canticos.

“Vestido blanco y velo vestirá,

La niña que, en aquella navidad,

Quiso ser mujer en libertad,

Y toda su inocencia echo a volar,

Con un muchacho humilde de la vecindad.”

Así es, puedo jurar que nuestro salvador fue sacado del mismísimo Distrito Federal. Esas canciones me traen recuerdos, mi papá… ¿Cómo estará?

Por fin, esos semáforos como tardan.

“De blanco vestirá, de banco,

De blanco vestirá, la novia,

De blanco vestirá, de blanco,

De blanco vestirá, la novia.”

Hicimos fila y empezamos a subir. Como llegue al ultimo me toco al final, solo espero que no se terminen los lugares.

-Buenos días. -Le dije al camionero que venia saludando a todos los pasajeros. Di un pequeño vistazo y vi como venía desayunando su típico tamal con atolito. Me dio un poco de gracia, puse mi tarjeta en la maquina y esperé a que aceptara el pago para así irme a sentar. La luz parpadeo dos veces y retire la tarjeta, mire hacia los asientos y de suerte quedaba un lugar desocupado, camine y me senté alado de la chica, si, no era una chica, sino, la chica.

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