Dedicatorias

Este, mi segundo cuento pequeño es para toda la familia González, especialmente para Samantha Zhinus González que es una de mis fuentes de inspiración, que es mi amiga, hace más de diez años; que se ha vuelto una hermana más y que comparte conmigo experiencias de su vida.

Para que nunca se le olvide que no está sola y que es una gran persona, mujer y amiga (Hermana).

Gracias por ser tú.

Era septiembre, época de lluvias y vientos, de esos que azotan los ventanales. No había ni un alma en las calles y pronto comenzaría a amanecer, cuando de pronto sin aviso la lluvia menguó y segundos después paró de golpe. Pasó un rato y el sol apenas comenzaba a salir cuando se escuchó de pronto el ajetreo habitual de las calles de la ciudad Villa Sol que comenzaban a iluminarse y llenarse del gentío mañanero.

En la avenida Las Limas, solo se escuchaban los ladridos del perro de la señora Marina, comunes a esas horas de un nuevo día. En la casa de al lado vivía una familia de cuatro integrantes. Esta era una casa de dos plantas, con patio pequeño y todas sus comodidades comunes de la actualidad.

Dentro de esta no se escuchaba ni el más mínimo ruido, exceptuando el tic tac del reloj redondo de color azul, de la pared de la sala, que daba las seis de la mañana en punto. Los rayos solares apenas alcanzaban los ventanales, en los que se podían admirar unas cortinas de color crema que daban un aspecto acogedor a la planta baja de la casa, y el techo que desde el exterior brindaba un aspecto amplio y cálido a esta, y se filtraban dentro y comenzaban a iluminarla levemente.

La puerta era de madera y al entrar se podía encontrar un gran espejo horizontal que colgaba de la pared, así como un mueble debajo de este y sobre de él se observaban retratos que mostraban a una madre con dos jóvenes, cada uno a cada lado de esta. Un joven que colocaba su mano derecha en el hombro izquierdo de la mujer y a su derecha una joven delgada, con portes finos y alta, que sonreía y a su vez sostenía en su mano derecha un pequeño gato negro de ojos verdes.

También se podían observar unas velas pequeñas de color morado y crema, sobre un pequeño mantelillo blanco bordado, llaves de coche y puertas que permanecían colocadas como si alguien hubiese llegado hace poco tiempo. Siguiendo hacia el interior se puede ver una sala compuesta por tres sofás de color café oscuro, una chimenea que parecía haber consumido todo la leña, una mesilla esquinada de base de madera y la superficie de cristal, con forma redonda, que contenía un retrato familiar de años atrás, mostrando a dos mujeres abrazadas que sonreían, un teléfono colgando de la pared, a un lado de le apagador de la luz, y en la alfombra la sombra del ventilador que permanecía en el techo.

En uno de los sofás más cercano a la chimenea se veía un cuerpo pequeño que reposaba a sus anchas. Aquel cuerpo se retorció al sentir sobre el los rayos de sol que se colaban por la ventana y lo alcanzaban.

Me pareció extraño que dado el día que era, porque era un día muy importante, no había ruido en la casa aún. Me estire con los ojos todavía cerrados, hice un pequeño sonido común en alguien como yo, y de un salto baje del sofá, sentí el suelo fresco bajo mis almohadillas que pronto comenzaron a nivelar la temperatura de mi cuerpo, junto con mi nariz que me informo que no había ningún intruso en el área, salvo un pequeño arácnido. Baje la cabeza y levante una pata para tratar de aplastarlo pues ya se hallaba caminando por aquel lugar en ese instante.

Ya más despierta percibí que ya había ruido en la casa, proveniente de la cocina, aun así me dirigí a las escaleras por las que cada día bajan y suben, esas creaturas erguidas que me habían dado asilo en esta casa, hoy hace un año.

Cuando termine de escalarlas todas me asome por el barandal y desde luego la altura me produjo vértigo así que volví a producir mis ruidos comunes. Sin más distracciones, recorrí el pasillo superior forrado de una alfombra suave y de diseño antiguo como de los sesentas o más atrás, pasando por la habitación principal, luego el cuarto de baño que parecía estar ocupado, ya que se oía el sonido del agua cayendo y de una melodía que ya conocía, así que me fui directa a la habitación de Zhinus.

Aquella era el lugar del fondo de la casa, el último cuarto de tres. La puerta estaba abierta y ella no se encontraba ahí, me senté en el umbral, gire la cabeza, mire en dirección al cuarto de baño, levante las orejas, maúlle y pensé que lo mejor, como era costumbre, era esperarla dentro. Me levante y entre al dormitorio pavoneándome, moviendo mi delicado y negro cuerpecillo así como mi cola de un lado a otro. Y al pasar por esa cosa que no era agua pero que devolvía el reflejo, ronronee. Me gustaba lo que veía, que creatura más hermosa, solo por eso amaba aquello llamado espejo.

Este era de cuerpo completo y de oro con sus patillas pegadas al piso para evitar que cayese y se rompiese en cachitos. Me quede sentada de lado, muy quieta, mirándome, que no noté cuando Zhinus entro a la habitación, hasta que ya me tenía en sus brazos y las gotas de su largo cabello castaño mojado y con olor a frezas me alcanzaron.

-Hola Luna.-, me dijo rascándome la barbilla. Yo, maúlle.

Aquel abrazo me remontó a ese día lluvioso y frio en que llegue a formar parte de esta pequeña familia. Desde aquella noche fría, lluviosa y tomentosa en la que la familia González me había encontrado hecha un ovillo en el umbral de la puerta de su casa y me adoptaron, ya hace un año de eso, la joven Zhinus y yo, nos volvimos inseparables.

Lo único que no me agradaba, pero que con el tiempo comenzó a cambiar, en ese entonces, era que al principio a mama Laura le costó trabajo adaptarse a mi presencia, ya que de vez en cuando se quería sentar en el sofá de la sala a mirar televisión, y no se daba cuenta de que yo estaba hay durmiendo hasta que salía corriendo maullando a todo pulmón para no ser aplastada.

O aquellos días en los que el hermano Efraín tiraba de mis orejas y yo tenía que aguantarme y no rasguñarlo si quería seguir viviendo en esta casa y con esta linda familia, en vez de morirme de hambre y frio en las calles. Poco a poco los cuatro nos adaptamos a vivir juntos.

Al parecer llegue en buen momento esa noche, ya que Zhinus cumplía veinte años a la mañana siguiente, y yo era, como quien diría, el regalo perfecto.

Después de suplicas que salieron de lo más hondo del interior de esa joven, un montón de palabras llamadas reglas, que no entendí hasta días después ,que acordó aquella adulta con aquella joven esa noche, y muchos maullidos y lloriqueos de mi parte, finalmente accedió a que permaneciera en casa.

Esa vez pase la noche por primera vez en días en un lugar cálido, seco y lo más importante con comida. Un atún recién puesto de la lata en un plato limpio de plástico, eso era como tocar el cielo. Después de aquello, colocaron en una esquina cercana a la puerta de la cocina, en el suelo algo llamado periódico y las luces se apagaron. Todos fueron a dormir.

Aquello no fue problema, al instante de que la luz desapareciera, mi visión nocturna entro en acción y fue como si la luz nunca se hubiese ido.

Me dedique a pasearme de un lado a otro un poco pensativa y tentada a husmear por todo el lugar ahora que no había ruido alguno. Indecisa maúlle levemente. Mire hacia una de las ventanas más cercanas a mí, en la que se reflejaba una luz de afuera de la casa y me dirigí a ella sigilosamente con la cola levantada. Trepe de un salto al alfeizar de la ventana y mire a través del cristal, que se empaño con ni respiración.

La calle estaba desierta, las luces de la ciudad la iluminaban de manera que se podía distinguir con claridad lo que sucediese afuera. No se veía pasar ni humanos, ni perros, ni gatos, y de aquella persecución canina, bajo la lluvia, que me avía llevado hasta ahí, no quedaba rastro alguno. Me sentí satisfecha de haber corrido hacia esta calle y haber llegado a esta casa.

Baje de un salto, y me fui a trepar al sofá más cercano, me acomode, y de rato me quede dormida. A la mañana siguiente me desperté con los latidos del corazón acelerados ya que había olvidado donde me encontraba.

Al recordarlo, me tranquilice y preste atención al ruido del lugar donde se habían producido esos olores deliciosos la noche anterior, aquel del cual procedía la lata de atún.

Gire la cabeza en otra dirección ya que mi concentración paso del sonido de vasos y platos al gran sonido de pisadas provenientes de lo que más tarde conocería como escaleras y la humana llamada Zhinus, delgada, alta, de pelo castaño, ojos cafés claro, mejillas rosadas, nariz y labios muy finos, que lucía una blusa rosa pastel que decía en letras moradas estampadas en el área del pecho: “I AM THE PAWER GIRL”, con unos pantalones de pijama color lila y sus pantuflas blancas, y que tiempo después sería mi compañera de vida, apareció de golpe en la sala y sonrió.

Yo no sabía si salir corriendo, maullar o dirigirme hacia ella, así que solo levante la cola y la cabeza y la mire fijamente, ella me respondió la mirada y nos quedamos así un largo momento. Cuando de repente soltó sin avisar:

-¿Eres gato o gata?, con lo cansada que estaba anoche ya no supe.-.

Yo me cruce de patas ofendida y dije: ¡Miau!

Pues claro que yo era una gata, que era lo que pensaba esta humana. Mire hacia otro lado aun pensando en su comentario. Cuando de pronto sin darme cuenta ya la tenía tomándome en brazos y alzándome para mirarme por completo.

-¡Conque gatita, eh!- exclamó.

Yo seguía pensando que aquella chica no sabía lo que era el respeto, como es que se atrevía a mirarme así sin pedir autorización. Creía que no me acostumbraría a la vida gatuna casera actual. Me llevo a la cocina en brazos y dijo a su madre, quien preparaba el desayuno, que yo era gatita.

Mamá Laura dijo: -Ha mira, que tal.-

Me puso en el suelo, dio media vuelta y después desapareció escaleras arriba.

Yo percibí el aroma a pan, leche, huevos y mi favorito atún, mamá Laura ya había preparado el desayuno y ella y Efraín se pusieron a comer después de haberme colocado a mí la lata en el suelo. Momentos más tarde se oyeron las escaleras y segundos después Zhinus apareció en la cocina, y se sentó a la mesa. Llevaba puestos unos jeans a media cintura, una camiseta tipo polo con el logo de su escuela, el pelo recogido en una coleta con dos mechones colgando al frente y unos tenis negros que combinaban con su playera.

Era mediado de semestre y solo faltaba un día para el fin de semana, perfecto para un cumpleaños de locos. Comenzaron a hablar del pastel de chocolate con cerezas, y de la posibilidad de recibir visitas en casa y hacer una pequeña fiesta.

Yo solo escuchaba y digería mi delicioso atún.

Mamá Laura aprobó la petición de la muchacha, pero si le recalcó que fueran pocos invitados. También le dijo a su hija que si yo quería aprender a obedecer y respetar las reglas de esa casa y así poder quedarme, necesitaba un nombre. Mientras la comida de los platos disminuía, ellas no se ponían de acuerdo en un nombre para mí. Así que acordaron que después de clases tratarían el tema.

Después del desayuno todo mundo cogió bolsos, mochilas y llaves y se fueron dejándome a solas. Corrí lo más rápido que pude al alféizar de la ventana de la sala para ver salir el coche de la cochera de la casa y desaparecer a lo lejos. Estaba claro que volverían, pero yo no iba a desperdiciar aquel momento para husmear más a fondo aquel lugar.

Me metí bajo las camas, los sillones, los lavabos, metí la nariz en todos los botes y no encontré nada que valiera la pena.

Sabía que algo andaba mal, lo sentía, pero pensé que echar una siestecita antes no me haría daño. Me estire y fui directa a la sala, después de cerciorarme por segunda vez que el bote de la cocina no contenía nada importante, subí de un salto al sofá más pequeño, maúlle, ronronee y me hice un ovillo, para tiempo después comenzar a roncar.

Fue entonces cuando después de un rato de estar descansando plácidamente, lo sentí. Aquel enemigo se había filtrado en casa y yo sin darme cuenta.

Yo no podría llamarme ni mascota, ni mucho menos felino, sin encontrar a esa creatura y desaparecerla de la casa antes de que nos invadiera su especie. Pero donde estaba, donde se había escondido esa cosa monstruosa, pequeña y peluda. Qué pasaría si no lograba matarla, yo solo era una minina con un año de vida, y a pesar de venir de afuera, no tenía experiencia cazando, y mucho menos matando.

Al final solo me resto hacer caso a mis instintos felinos, ya que en cuanto le vi, salí corriendo tras el por toda la sala, moviendo sillones, cortinas, y la caída de la mesilla de vidrio que se desquebrajo un poco y el portarretrato con la foto de las dos mujeres que se abrazaban y sonreían, quedó hecho añicos. Aquel posiblemente fue el error que tal vez me devolvería a las calles.

Triste por no haber podido evitar el desastre, cogí al tieso roedor con el hocicó, lo coloque frente a las escaleras y espere la llegada de mi ama y con ella mi horrible sentencia.

La Primera en llegar fue mi ama pequeña, después de un día tan ajetreado de clases universitarias, la compra de mi alimento y algunas otras cosas, como botana, refresco y una bolsa de dulces.

Al entrar en casa se encontró con migo en la entrada y a mis pies mi primer obsequio de cumpleaños.

Ella solo dijo:-¡Hui!-

Dejo las bolsas en la mesa del comedor, sacó una bolsa de plástico en la que coloco al intruso y me cogió en brazos. Acto siguiente abrió la puerta y me llevo con ella hasta un lugar con aromas extraños.

Yo me retorcía en señal de protesta, aquel lugar no me gustaba nada. Zhinus le dijo al humano que salió del otro lado del mostrador lo que había pasado con el ratón y mi corazón se me disparo a mil por hora.

El humano del mostrador me tomo en brazos y me llevo dentro de ese lugar, separándome de mi amada ama. Ya adentro me entregó a otro humano que se dedicó a checarme toda y darme líquidos y pincharme en las patas para al final hacer lo que más repulsión me daba. Ese condenado me metió al agua.

Ya no podía más, yo quería salir corriendo de ahí lo más rápido posible. Cuando me devolvieron a los brazos de mi amada ama, ya había terminado todo aquel crimen atroz y de este solo quedaban los restos del jabón oloroso de mi peludo cuerpo y un poco de vestigios del sabor de unas bolitas redondas que me habían dado a comer.

-Ya está.- Dijo el humano que ya me traía de vuelta a los brazos de Zhinus.

-Mmm, hueles rico.- dijo ella.

Rico, pensé para mis adentros, -Buag.- dije sacando la lengua.

Cuando regresamos a casa Mamá Laura ya nos esperaba, después de haber tenido su clase de música, con el pastel de chocolate y cerezas en la mesa del comedor, junto con unos desechables. Hablo la Tía Alicia para felicitar a la joven por su cumpleaños número veinte, platicaron de mi llegada y preguntaron por un nombre adecuado, ya que aún no se decidían.

Estuvieron en esa cosa llama teléfono por un tiempo muy largo que a mí me parecieron horas.

En todo ese rato, pasaron muchas cosas, las amigas de Zhinus, Ana y Melissa llegaron y la felicitaron, entregaron el envoltorio donde se encontraba el regalo, que Zhinus coloco en la mesilla más cercana, me conocieron y achucharon cual juguete diciendo cosas como: -Ay, que bonita gatita.-, -Yo quiero una así.-

Mi ama Laura que aún seguía en el teléfono con la Tía Alicia, gritaba nombres en inglés, alemán, persa, español y ni los japoneses que su amiga Ana mencionaba con el fin de ayudar a su amiga a sentirse mejor parecía satisfacer a la chica, que un poco agobiada me cogió en brazos junto con una bolsa de plástico que sonaba cuando ella caminaba y se dirigieron a la sala.

-¿Qué es?- se oyó decir.

-Son unos regalitos para la gatita.- Yo maúlle contenta.

De aquella bolsa de plástico salieron unos botecillos de color plata brillante, parecidos a aquello llamado espejo, que tanto me gustaba, ya que devolvían el reflejo. Uno era más ancho que el otro.

-Son para que tome agua y coma.- dijo mi ama.

-Ay, me encantan.- dijeron las hermanas.

A mí también me gustaban, y no solo mis platitos nuevos sino también aquellas dos chicas que estaban con mi ama. Percibí que Mamá Laura y Efraín se acercaban así que gire la cabeza en su dirección.

Mamá Laura le dijo a Zhinus que ella había recogido lo que yo había roto y que quería una explicación, y que recibiera una reprimenda para que aquello no se repitiese nunca más. Zhinus dijo que eso era producto de una batalla con un ratón y que ya me había llevado al veterinario a revisar y desparasitar.

La explicación no le agrado mucho, pero se alegraba de tener una cazadora en casa. Después de la llamada de atención las jóvenes y yo subimos a la habitación de Zhinus por el estéreo y a que ella se colocase un atuendo para la ocasión.

Ya en ella, me dejaron sobre la alfombra y caminaron directas al pequeño estéreo que se encontraba sobre un esquinero en el fondo de la habitación. Hubo varios trac, trac y se desenchufo el cable de la corriente.

Ana y Melissa salieron de la habitación con el electrodoméstico en las manos y nos dejaron a solas.

Zhinus abrió las puertas de su armario, muy alto y fino, del cual tomo dos blusones y se dirigió al espejo.

-Mmm.- exclamo mientras se veía un el espejo.

Ella se quedó mirando su ropa de modo que parecía que no le terminaban de convencer esos colores. Indecisa se recostó en su cama, de pansa, y comenzó a hojear unos cuadernos y trabajos que tenía que terminar dentro de los próximos días.

Aunque Yo siendo un gato, tengo una visión distintita a la de humano, fui y me senté en la blusa que me pareció era de color verde, como mis ojos y maúlle. En el acto Zhinus giro la cabeza y dijo suavemente, mirándome:

-Pues sí, la verde.-

Estaba segura que era la única que le combinaba con mis grandiosos ojos. Se la colocó, me cogió de brazos acariciando mi pelaje, nos acercamos al espejo y me asombro la gran combinación que hacíamos ahora que llevaba esa blusa verde limón.

-Que lista eres gatita.- me dijo acercándome a su pecho para abrazarme suavemente.

Y de ahí ambas nos dirigimos por el pasillo de la planta alta, pasando por las escaleras y llegamos a la sala, donde hubo varias pisadas y algunos “clic”, “clic” y segundos después la canción de “Pills N Potions” de Nicki Minaj comenzó a sonar, seguido del sonido del timbre de la puerta principal.

Era otra de las amigas de Zhinus, Andrea quien la abrazo fuertemente y le entrego su obsequio, tras ella se hallaba Moni quien también la abrazo calurosamente antes de dirigirse a la sala y saludar a Ana y Melissa que cantaban “Goma de mascar de Paty Cantú.”

La música sonaba y la charla de las jóvenes se tornó más divertida cada vez. Yo solo podía pensar en que quería probar un poco de aquellas frituras que habían colocado en el centro de la mesilla de la sala.

Hubo charlas de recuerdos de preparatoria, de paseos al cine, de los hechos actuales, uno que otro comentario incomodo por parte de varias chicas, y un montón de risas que sacaron lágrimas de emoción. Entre uno que otro comentario salía a relucir el tema de mi nombre. Hasta que llegó el momento de partir la tarta, que no me dejaban comer con mis patitas felinas y que mi nariz podía percibir chocolate y cerezas.

Las chicas comieron y disfrutaron de la tarta, así como de la siguiente charla compuestas por los artistas que más escuchaban y lo último del momento. Después de tanto ajetreo social comenzaron las despedidas a las siete de la noche. La primera en irse fue Mónica quien entre despedidas y risas insistió a Zhinus que abriese su regalo.

Ella la complació y así lo hizo, sacando de una bolsilla de color azul un bellísimo collar dorado con sus aretes incluidos. Se oyeron aplausos y exclamaciones como: ¡qué bonito! , departe de todas las presentes y por ultimo Mónica pregunto a Andrea si quería un aventón a su casa.

Esta le respondió que no, que quería quedarse un rato más. Así que después de un leve asentimiento de cabeza, la chica desapareció detrás de la puerta dejando a las demás en un leve silencio con la canción Roar de Katy Perry de fondo.

Ya más tranquilas, las cuatro jóvenes recogieron todo lo que hacía ver desordenada la sala y con un poco de frituras en un plato desechable y los regalos restantes, subieron a la habitación de Zhinus dispuestas a seguir la fiesta.

Melissa quien llevaba el pequeño estéreo en las manos, en cuanto llego a la habitación de su amiga conecto el equipo y dejo la música sonar. En esos momentos el reloj de la sala daba las siete con treinta en punto, y a pesar de la caída de la tarde ellas seguían con la emoción de la fiesta mientras yo gozaba de una perfecta y merecida siesta, en una de las botillas de mi ama que se encontraban a los pies de su cama.

Mientras dormía hubo varios grititos de alegría, por lo que se encontraba envuelto en las cajitas de obsequios, que me hicieron abrir los ojos de golpe unas cuantas veces. Saliendo de ellas unos bonitos aretes de color azul rey, regalo de Andrea, un conjunto de pulseras doradas con un anillo de flor, regalo de Melissa, una playera verde navidad con un copo de nieve bordado en la esquina inferior izquierda, regalo de Ana, un libro titulado “Creaturas del paraíso” enviado desde Guadalajara por la Tía Alicia y por último el nuevo libro de oraciones bahai de Mamá Laura junto con su total aprobación de mi estancia en este lugar.

Más tarde, después de haber despedido a las visitas y la noche se acercó, en la sala el reloj marcaba las nueve de la noche, y Mamá Laura y Efraín se habían acostado a ver la tv en la habitación principal del piso superior. Observe a Zhinus terminar su trabajo escolar pendiente, juguetear con sus regalos, ya con su pijama puesta. Cuando un rayo de luz de luna llena atravesó el cristal de la ventana, se coló entre las cortinas iluminando levemente el alfeizar y alcanzo mi pelaje negro dándole un toque plateado al contacto.

Entre tanto Zhinus se puso en pie y me cogió en brazos, diciendo me:

-Ven gatita.-

Y me sentó en el alfeizar de su ventana a ver la noche, su música aun sonaba en la habitación, ahora con la canción “Just a Kiss” de Lady Antebellum que daba la sensación de un lugar tranquilo.

A cada instante, la joven iba pensando y pronunciando nombres en coreano, farsi, japonés, alemán, español, entre otros, mirándome a los ojos y no encontraba uno adecuado para mí. Parecía que, por una razón extraña, habían perdido el sentido del oído, porque por más que yo maullaba mi nombre ella no me oía o prestaba atención.

Mi madre me había puesto miau 2, por dos razones muy simples: 1. Miau fue mi primera palabra y 2: 2 era el número de nacimiento que tengo, yo fui la segunda en nacer.

Dijo nombres como: Kiss, bella, سیاه (Negra en Persa), al ser yo de ese color, me quedaba bien entre otros. Yo proteste maullando y no logre nada, salvo caricias de Zhinus. Y yo pensando -Es que no puedes entenderme humana.-

Rato después, la luna llena ilumino el rostro de Zhinus, aquello me encanto, un ángel perfecto, y la mire con mis ojos verdes, ella aparto la mirada de la luna, la fijo en mí y por primera vez nos entendimos. Desde entonces mi nombre es luna (ماه), tengo una casa linda, y una familia amorosa.

Fin.

Anateresa Oyervides Ramos

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