Pasaje 4 parte II

Pasaje 4 parte II

Paola Caff

22/06/2017

Los días siguientes tuve que trabajar hasta más tarde. Volví a la rutina del metro para regresar a casa, pero extrañaba caminar. Esa semana me tocó trabajar un sábado hasta medio día así que, como era temprano, caminé a casa. Hice la ruta de siempre y pasé por el Pasaje 4. Desde lejos, pude ver que en una ventana del segundo piso en la casa gris había un cartel que decía “Se vende”. En ese momento, salió de la casa un hombre mayor y dos mujeres. Por curiosidad, me acerqué a preguntarle al hombre por qué la casa estaba a la venta.

– La propiedad está abandonada hace ya un año – me dijo -. Desde que murió mi madre.

– ¿abandonada?, le pregunté

– Sí, respondió. Mi madre vivía sola con su gato.

– ¿Usted me quiere decir que aquí no vive nadie desde hace un año?, le dije, incrédula.

– Así es, sólo vengo yo para mostrar la casa a algún interesado que se presente.

– Disculpe lo indiscreta- insistí -, ¿pero…de qué murió su mamá?

– Recuerdo que fue en esta misma época del año, cuando me llamó una de sus vecinas. Sintieron que el gato maullaba insistentemente. Llegaron a verla, la encontraron desmayada en la puerta de entrada, con la bolsa del pan en una mano y en la otra la varilla con la que todos los días jugaba con su gato antes de entrar a la casa. Cuando llegó la ambulancia nos enteramos que le había dado un paro cardiaco.

Luego de escuchar el relato del hombre, un escalofrió me recorrió la espalda. ¡Había visto a su madre muerta!, apenas me salía la voz y le pregunté:

– ¿Y el gatito?, ¿qué pasó con él?

– Murió una semana después. Lo encontraron tendido al lado de la puerta. Las vecinas le traían comida y agua, pero no aceptaba nada. Decían que todas las tardes veían sus patas asomadas bajo la puerta, como si estuviera esperando a alguien.

– ¿Y usted, no ha escuchado rumores de alguien que haya visto algo extraño en la casa?, pregunté sin decirle lo que me había pasado.

– Para ser sincero, no, nunca. Ya, chiquilla, debo irme. Que tengas buena tarde.

Caminó junto a sus dos acompañantes y se marchó. Era una noche fría, no andaba nadie en la calle y yo me encontraba sola frente a la casa. Comencé a angustiarme. Ni siquiera me atreví a mirar, podrían aparecer la señora muerta y su gato. Aterrada, caminé muy rápido para salir luego del pasaje. Al llegar a la esquina, había una camioneta de la municipalidad. Bajaron de ella dos hombres con unos conos y un cartel que decía: “Prohibida la entrada – Peligro de derrumbe”.

– No puede estar aquí, señorita, este pasaje está cerrado- me dijo un hombre que usaba casco blanco.

– ¿Cómo que cerrado?, le dije. No entendía nada de lo que estaba pasando.

– Hay peligro de derrumbe, vamos a demoler.

– Pero… ¿y las personas que viven aquí?

– Aquí no vive nadie desde el terremoto. El pasaje fue expropiado hace un año. Lo que queda son sólo las fachadas de las casas.

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