Las personas no reemplazamos a las personas. Verás, tú de hecho no puedes reemplazar a nadie, podrás ocupar su espacio, su silla o incluso fingir que eres ella pero, ¿por qué? Sencillo, imagina que eres una fuente (sí, de esas en las que la gente arroja monedas con cara de ilusionada) y figura que las monedas que caen dentro de ti son los recuerdos de todas las experiencias que alguna vez tuviste con la persona que arrojó la moneda… ahora estas pudieron haber estado oxidadas y afectar la pureza de tu agua, o bien pudieron estar relucientes, brillantes y resplandecientes a pesar de permanecer años bajo la misma.
Ahora dime, ¿cómo reemplazas estas monedas? Confío en que eliminar un recuerdo por cuenta propia es imposible, pero, ¿de pronto dejar que te arrojen una cantidad exorbitante de monedas? ¿O quizás evitando que caigan monedas? Figuremos que una cae encima de otra, sigue sin remover a la otra, porque nosotros no reemplazamos personas o recuerdos, sentimientos o experiencias, reemplazamos sillas, butacas, muebles viejos, ropa, teléfonos, carros o joyas, pero las personas que ya entraron dejaron su huella (o su rastro de óxido), dependerá de algunas quedarse en nuestra fuente o de nosotros tomar lo mejor y hacerla más bella. Nosotros en nuestra calidad de seres humanos errantes, malos, bondadosos, altruistas, destructivos, somos irreemplazables.
Piénsalo la próxima vez que intentes reemplazar a alguien, o buscar en una persona lo que existe en otra, puede depender de ti borrar el óxido que dejó la moneda, y recuerda que una moneda tiene dos caras que siempre harán que pienses: si ya arrojaste una ¿para qué arrojarla dos veces? Llena la fuente de más y mejores monedas.

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