La vida siendo una línea de tiempo indeterminada, en dónde todos andamos sobre ella y marcamos un curso base a necesidades particulares, abrimos posibilidades a coincidir con semejantes y es ahí donde todo comienza, a veces, una vez más.

Ella nunca ha necesitado maquillaje para lucir bella, tampoco de titubeos para decir la verdad.

Ella siempre ha tenido un contacto especial con el exterior, las aves le cantan, los gatos se le acercan, la brisa le consuela y la fauna enverdece dónde sus manos aterrizan.

Ella no solo me enseñó lo que es amar, además de explicar con hechos el término, ensayo conmigo a conciencia, cómo llevar ese sentimiento fuera de ilusiones, donde en la tierra de la realidad brillará igual que en las altas montañas de las emociones.

Ella lleva hermosas heridas en el alma, no le gusta que nadie las vea, pero mientras dormía, yo llegue a acariciarlas.

Ella decidió irse, en su adiós me explico «la vida puede ser como el mar, tan hondo cómo extendido, tan salvaje como tranquilo; es momento de hundirme en el, en lo más profundo, donde nadie me pueda alcanzar. Un día saldré y seré más fuerte, tú debés terminar tus pendientes, dejá de llorar, estarás bien».

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