Un chico de buena familia, con un excelente estatus económico, castaño claro, de ojos verdes, con la estatura perfecta, así describo al chico del que me enamore.
Nos conocimos por las redes sociales, como suelen conocerse la mayoría de las personas hoy en día, estuvimos mucho tiempo charlando, siempre vía WhatsApp, todo parecía el cuento rosa perfecto.
Prometió, juro que nunca se iba alejar.
Soy una chica que sufre de ataques de pánico y soy depresiva, hace más de dos meses que estoy en tratamiento psicológico, estos últimos meses no han sido nada fácil para mí.
Franco apareció en el momento justo, en el que yo me sentía vacía, en ese preciso momento que quería tomar la decisión de morir. Apareció para “salvarme”.
Viviendo a cien kilómetros de distancia todo era medianamente complicado, pero aún así estaba dispuesta arriesgarme, y así fue.
Un día tome la decisión de ir a verlo, necesitaba ver su mirada, abrazarlo, besarlo, sentirlo. Necesitaba saber si ese cuentito rosa que él me estaba pintando, era de verdad.
La puerta B, considero que no la voy a olvidar nunca, la primera y la última vez que lo vi, fue ahí; en XXX, Montevideo, Uruguay. El mejor fin de semana que una chica en donde la vida se la estaba presentando gris; pudo vivir, SI, todo era color rosa.
Dos días después de ese encuentro, Franco desaparece, no recibo más mensajes, llamadas, o alguna señal, simplemente sabía que estaba bien porque se mostraba sonriente y feliz en las fotos que subía a Facebook; me sentía confundida, no entendía su actitud, sospeche que algo estaba pasando, que tal vez tendría algún problema del que no quería involucrarme, ya que sabía por todo lo que estaba pasando. Deje pasar un día, pero lo extrañaba, lo necesitaba, todo lo colorido de la relación, paso a convertirse en gris. Seguía confundida. Pasaban los días y todo seguía igual, insistía con llamadas, con mensajes, en busca de una explicación.
Hasta que recordé que mi madre lo tenía de amigo en Facebook, y decido hacer una pequeña trampita. Decidí escribirle haciéndome pasar por mi madre para preguntarle qué era lo que estaba pasando, a lo que él contesta en un largo mensaje, pero con pocas palabras dando a entender que era lo que sucedía y su mensaje decía: “Hola señora, ¿cómo estás? No molestas para nada, primero que nada, un gusto, salí con su hija unas semanas, aunque solo nos vimos tres días. En realidad, no pasó nada malo de su parte; nada más me di cuenta que necesita más atención de la que yo podría darle y aún no sé cómo decírselo sin que ella se ponga mal; aunque sé que mientras más pasan los días es peor. Lo que me llevo a esta decisión puntualmente fue un detalle nada más. Después de pasar el día con ella llegamos a casa, me puse a ver televisión y ella se sintió mal. Esto me llevo a pensar que no estoy apto para darle la atención que ella merece.”
Al leer ese mensaje, no sabía cómo reaccionar, si reírme, si llorar, o que hacer.
Sentía que había puesto como excusa ese simple detalle para alejarse de mí. Hoy en día sigo esperando su explicación, que me llame o simplemente me mande un mensaje diciendo cuales fueron sus razones que lo llevaron alejarse.
Cualquier persona puede pensar que lo que siento no es enamoramiento, y tal vez tengan razón, pero si puedo asegurar que cada día que pasa lo extraño más, que cada día que pasa siento que lo sigo queriendo como el primer día que lo vi. Y que, a pesar de haberme causado tanto dolor, lo perdono. A veces no todas las personas son capaces de enfrentar los problemas psicológicos de otra persona. Confié en la vida, y en sus promesas, pero principalmente confíe en el : ” Vamos a estar juntos, en las buenas y en las malas”.
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