Detestaba tener que fingir cada día, detestaba el callar mi sufrimiento. Como odiaba el levantarme cada mañana y disfrazarme de alguien que no soy, ¿en serio? ¿Cabello perfecto?, ¿ropa de marca? y ¿múltiples novias? Pero no lo podía dejar, era ya la costumbre.
Después del incidente de Everest sentí que volvía a ser yo, que mi espejo se había arreglado, que había encontrado mi yo. Pero no duro mucho, al llegar a la ciudad por miedo a que me dejaran los chicos volví a ser Jin, el chico que ve la sopa solo por lo que alcanzan sus ojos. Me aleje de Yi y mi familia, salía todos los días con una chica nueva. Lo detestaba.
Cada mañana me veo en el espejo y no puedo ver mi rostro, ya ni me conozco, ya no sé cómo soy. Solo conozco mis facetas, mi espejo esta defectuoso. Quería llorar por todo el daño que les hacía a los que quiero, pero ya no podía parar, era como nadar contra la corriente.
Un día Yi me confronto llorando, me pedía una explicación, una razón. Recordé de repente aquel día en que escuche a Yi tocar con todo su corazón, si, en el Buda de Leisha. Comencé a llorar sin saber porque, las palabras mudas de Yi habían calado mi corazón. Ella me abrazo sin saber qué hacer, me acaricio la espalda hasta que termine de llorar. Sentí en mi corazón que ya no tenía más que fingir, mis sonrisas podían ser verdaderas. Y así fue, comencé a actuar de forma natural, los chicos se alegraron y nos hicimos aún más mejores amigos. Estaba feliz.
Cuando llego la semana antes de irme a Beijín, decidí pasarla con Yi, nos divertimos mucho, reímos e incluso llegamos a dormir junto mientras veíamos una película en mi departamento. Claro está que mi familia había salido por lo que pude meter a Yi sin problemas, ya que si estaban no la dejaría ni un momento. La adoraban.
Esa noche Yi y yo fuimos a la azotea, ella toco para mí con una melancolía tan perceptible que sentía las lágrimas agolparse con violencia en mis ojos. Antes de despedirnos ella me confeso que no quería que me fuera, que me quería a su lado. No podía contradecirla, yo también me quería quedar, pero el ser médico era, después de mucho plantearlo, una buena carrera para cumplir mi sueño que era cuidar de las personas.
Se lo dije y ella lo acepto, lo único que pedía a cambio era un beso. Ella me amaba. Solo quería un beso para dejarme ir. Se lo concedí, un beso suave y romántico. Sentí una explosión estallar en mi interior. Mi corazón comenzó a latir como loco. Ella se quería ir pero no la deje y la volví a besar una y otra y otra vez y muchas veces.
Me había enamorado de mi mejor amiga. Ja. Esa era mi verdad.
“Me veo en el espejo y no puedo ver mi rostro, ya ni me conozco, ya no sé cómo soy. Solo conozco mis facetas, mi espejo esta defectuoso”
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