Tu mi superheroina siempre.
Cuando nacemos descubrimos nuestro primer amor, seamos niña o niño, es imposible evitar cautivarse por esa voz que ya con rostro nos hablaba mientras crecíamos dentro de su vientre. A medida que crecemos observamos que ella posee tantas cualidades, es fuerte, luchadora, veloz, tiene la capacidad de dormir tan pocas horas, no necesita de nadie más, es capaz de levantarse temprano para cocinar, atendernos, llevarnos con ella a su trabajo, realizar su jornada diaria sin dejar de darnos sus cuidados, llegar a casa nuevamente, volver a cocinar, bañarnos, mimarnos. Llegamos a pensar que nunca se enferman, a pesar de tener una fuerte gripe o un dolor de cabeza brutal, ellas están sin derrumbarse y entonces en ese punto recordamos que los superheroes, esos que vemos en la televisión realmente existen y cada uno tenemos un superhero en casa, esa superheroina que lleva por nombre Mamá, llegamos a pensar que son eternas y queremos que así sea, que vivan siempre para nosotros, tenerlas es ver la gracia de Dios en una persona, es entender que somos tan afortunados, por eso ellas se merecen todo lo bueno que un hijo pueda darles tanto a nivel sentimental como material, devolverles ese amor, esa entrega, devolverles todos esos caprichos que de una forma u otra nos cumplieron.
Jamás nos pasa por la cabeza que algún día Dios puede reclamar a su ángel, un ángel prestado por un periodo de tiempo, ese ángel que nos cuidó hasta grandes, que aun teniendo 30 años nos dice mi niño.
Nunca estamos realmente listos para dejarlas ir, nunca imaginamos verlas allí tan dormidas, tan frías, tan distantes, sin poderlas tocar nuevamente, abrazar o darles un beso, estando allí detrás de ese vidrio que interfiere entre ese corazón que está a punto de estallar y el amor de su vida, nunca imaginamos vivir ese momento y tampoco imaginamos lo que se siente. Pero cuando sucede simplemente parece como esa pesadilla en la que quieres despertar y darte cuenta que no es real. Fue aquel Domingo 24 de Noviembre del 2019 a las 2 y 50 de la tarde frente a la estatua de la Virgen de la Inmaculada, cuando mi peor pesadilla se hizo realidad, no podía creer lo que escuchaban mis oídos, te había perdido, te me fuiste de este mundo y yo sin poderte abrazar nuevamente, sin poderte decir una vez más lo mucho que te amo, esa sensación de desolación, de dolor, de tristeza es inexplicable y más aun estando tan lejos de llegar a despedirme de tú presencia física por última vez.
En el camino reviví mi infancia, mi adolescencia y mi adultez contigo, jamás pensé que ese abrazo ese beso, sería el último, hubiese querido congelarlo para siempre y así poder sentirlo una y otra vez. Al acercarnos cada vez más mi corazón se comprimía, me faltaba el aire, me dolía el pecho, me ahogaba, solo podía llorar. Al verte allí en medio de la sala, tan fría e inerte detrás de ese vidrio, mis ojos no podían creer que te había perdido, una vez más rompía en llanto, sentía que mi corazón se estallaría de todo ese amor que siento por ti (quédate conmigo siempre, eso quería, que fueras eterna), recuerdo que te dije: «mamita linda, porque no me esperaste». No entendía el por qué, en ese momento de dolor le reprochaba a Dios, tanto que ore, tanto que le pedí, tanto que deseaba con todas mis fuerzas el milagro, pero sentía que él no me había escuchado, en medio de tanta pena mi mente se cerró a lo espiritual, llegue a pensar que no servía de nada tanta oración.
Ya luego de seis meses, de sentir tu ausencia todos los días, de buscarle nuevamente el sentido a vivir, de llegar en las madrugas del trabajo y romper a llorar desconsolada como una niña, de extrañarte una y otra vez, necesitando escuchar tu voz, necesitando verte y saber de ti he vuelto a hablar con Dios, han sido noches sin poder dormir, me he dado cuenta que necesito de lo espiritual si quiero sentir tu presencia astral. Estoy entendiendo que Dios da sus batallas más fuertes a los mejores Guerreros, por eso te puso pruebas tan duras, pienso que nadie en este mundo ha sido tan fuerte como tú, eres mi superheroina, mi guerrera, mi ejemplo a seguir, soy y seré tu mejor versión.
Debo seguir aprendiendo a vivir sin ti, pero sin sumergir tus recuerdos en lo profundo de mis sentimientos por miedo a sentir dolor. Debo aprender a vivir con el dolor de tu partida, quiero que estés siempre presente, en la luz del nuevo día y al oscurecer, quiero que tu espiritualidad viva en mi hasta que mi cuerpo físico deje de existir y más allá cuando nos volvamos a encontrar.
Como siempre te decía, si vuelvo a nacer le pediría a Dios que tú seas mi mamá. Te amo al infinito y más allá. Seguiré aprendiendo a vivir sin ti.
OPINIONES Y COMENTARIOS