En aquel momento me detuve, y vi todo arder, observé como las llamas habían consumido todo lo que con mi vida había construido, poco a poco todo aquello quedaba en cenizas.

Aunque doliera ver aquel cuadro impregnado en mi mente y ese color gris dominando ese momento, me resigné y continué mi rumbo, debía construir un mundo mejor, pasar la pagina y empezar de nuevo a escribir. Era el momento justo y preciso de remodelar todo cuanto a mi alrededor se encontraba.

En ese preciso instante había en frente de las cenizas una flor, tan viva como tal mañana en el paraíso aquel, con su color deslumbrante se robaba toda la atención de aquel trágico momento y se hacia la protagonista en medio de todo. Quería enloquecer junto a ese acontecimiento, envolverme en su olor, contemplar su hermosura eterna y entregarme a estar junto a ella.

Asombroso ver la perfección del momento, fue la historia perfecta y única, el recuerdo vivo de aquel café en las mañanas y el mejor pensamiento antes de dormir. Aquella flor que aun vive y se conserva tan viva, ahora es mi razón para seguir construyendo.

Que una flor se halla mantenido viva y con tal belleza en medio de un incendio tan voraz, es para mi algo majestuoso y extraordinario que jamás podré olvidar aun estando en el más allá de la muerte.

Las cenizas pasaron a un segundo plano, pues quien ahora ocupa el primer lugar de todas aquellas cosas que sucedieron, es la flor que viva y majestuosa se ha robado mi atención.

John Eduar López Valencia

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