Lectura involuntaria

Supe lo que iba a pasar antes de que pasara. Y eso, por lo general, es algo cruel. Creo que si uno pretende ser escritor, debe tener la capacidad de encontrar la literatura escondida en la vida cotidiana, debe tener la capacidad de observación, de encontrar en el detalle aquello que espera ser narrado, lo oculto, la esencia del entorno. Poder leer la vida para poder escribirla.

Y después, fallar en el intento de transmitirlo para entonces volver a intentarlo. No es arte sencillo el de la descripción, no es fácil ser claro sin ser obvio o describir lo indescriptible.

Una vez que se empieza a reconocer la literatura en lo que parece cotidiano, es como andar en bicicleta, nunca más se olvida. Además, si uno pretende ser escritor, jamás debe usar una analogía tan gastada como la de andar en bicicleta para referirse a algo que no se olvida.

Me temo que las habilidades que lo ayudan a uno a escribir, en ocasiones, como toda habilidad, pueden ser también una maldición.

A veces quisiera no leer nada en la realidad y simplemente recibirla como lo que parece ser, un devenir constante e inevitable.

Supe lo que iba a pasar antes de que pasara, lo noté en las palabras que ella eligió para decir lo que dijo. Y ya no me pareció una “habilidad de escritor” el hecho de haber leído una ruptura en el diálogo con alguien que hablaba de amor.

Desde ese diálogo hasta el día de la ruptura pasó un mes, durante el cual hubo muchas otras conversaciones y todas terminaban con un “te amo” a pesar de que la literatura escondida en la elección de sus palabras, desnudaba una decisión irreversible.

No creo que nadie intente aprender esa “habilidad de escritor”, la de leer la realidad para poder escribir. Creo que empezamos a escribir porque un día, sin buscarlo, hallamos la literatura en la vida cotidiana y ya no tuvimos otra opción más que escribir para no enloquecer.

Sin embargo, para mí la vida no sería vida, si no pudiera encontrar en ella la literatura que esconde.