Cada día tiene su ritmo y cada vida su canción. Nos medimos con la vibración del corazón y llevamos dentro la agonía del no futuro venidero.
Cada quien con su calvario va aprendiendo lo necesario para no caer en la rutina ni abordar el tren de la locura, que tanto parece un mal necesario.
Quien ha visto suspendida la vida, quien ha perdido la pista, encuentra que la materia pierde valor y las melodías su característica entonación.
Nos acostamos con miedo y despertamos con la incertidumbre del mal venidero. Escarbamos los noticieros en busca de algo bueno, de un leve aliento que deje escapar tanto sufrimiento.
Pero sólo afrontamos la realidad después de dejar las lagrimas brotar.
Solo entonces lograremos aceptar que la vida ha de cambiar que solo sigue el rumbo de lo que hemos hecho como sociedad.
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