La frialdad de su cadáver encima del mío me ahogaba en mi propio respirar, su piel sumergida en mi suéter. Oí en un lejano y recóndito rincón a alguien gritar, la carne de mi garganta comenzaba a desgarrarse, ese ardor que me estaba abrumando, me percaté porque me dolía tanto, ese era yo, aquel que vociferaba atragantándose con todas esas bocanadas de aire que inhalaba. Ese grito sordo y desesperado. No era más que el simple resultado de la repugnancia que siento que soy. Mientras su cuerpo agonizaba envuelto en mis brazos. El hecho de que no estarás en mí día a día. A causa mía, ese odio que me corroe por dentro, para ser capaz de ejecutarte. Tan podrido estoy, que no puedo dejar de contemplar, tu absurda existencia, como algo miserable y ahora que te apagaste. Sin vida, no sirves para nada, solo eres otro más, un desecho de basura. Mire el fondo del garaje de su casa, con la idea de sentirme mejor. Levante la tela de su camiseta, pasando la yema de mis dedos sobre sus costillas, tome el desarmador que tenía a un costado. Perforando de poco en poco, el metal atravesando la grasa, los músculos y un poco de los huesos.
– Oh Carlos...- giraba la herramienta con mi muñeca en círculos- ¿te duele?– pregunté, pero no respondió- no te duele- volví a mencionar, mientras mi mandíbula se apretaba haciendo rechinar mis encías, hacia el acto más profundo, mezclando piel, órganos y entrañas que salían alborotadamente de su cuerpo- ¡NO TE DUELE!– grite, mientras comenzaba a delirar por tanta sangre en el piso- es cierto– por un momento mis manos respetaron su cuerpo- ¡ESTÁS MUERTO!¡PUTO CADÁVER DE MIERDA!– Lo deje ahí ,en el suelo, enterrando mis uñas en mi rostro, estirando mi cabello, bramando por todos lados. Todo estaba absorto, lo empape de agua oxigenada. Solo otro día, uno más, mi cabeza esta enmarañada de arañas y un corazón que no está aquí, atrapado en la refriega, cubierto en las sombras como una mancha gris. Los demonios que se ocultaban debajo de mi cama, reapareciendo justo en ese instante. Acuchillando mi mano solo para dejar de sollozar. En unos minutos todo se volvió cálido, me despedí de Carlos por última vez. Despiértenme, esto solo es un mal sueño, me aleje mientras su casa se quemaba a mis espaldas.
Cuatro días antes…
El ocaso al fondo de la acera, los niños, hombres y mujeres vendiendo sus miserables cuerpos en la calle, los burdeles escondidos del barrio, los drogadictos en el callejón. Mis pies arrastrándose por el pavimento, mientras contemplaba los alrededores. El hedor de las alcantarillas y las plagas corriendo libremente por ahí. El viejo edificio donde solía vivir, cigarrillos rotos y agujeros de balas. Los departamentos de Mortem Hill, eran donde yo habitaba. Un lugar de la ciudad poco habitado, pero demasiado conocido por tener la forma de una colina. Las lámparas del corredor, el olor a alcohol y un chico pequeño. Estaba a lado de la puerta del número 1129.
– ¿Carlos? – la figura se quedó inmóvil por un momento, al levantarse, pude distinguir que era el, tenía los párpados hinchados, la cara pegajosa de la sal de sus lágrimas- ¿quieres pasar? – le pregunté dudoso. El solo asintió. Abrí la puerta rumbo a mi habitación. Su expresión sombría, la pestilencia de la nicotina y Prings el gato rosando sus patas en la ropa holgada, que Carlos vestía, un maravilloso escenario.
– ¿Qué es lo que te sucede?
-Cuando era niño pensaba- respiro profundo- si me lanzo una maceta a la cabeza, se estropeará mi cerebro de nuevo, no soy un suicida, no quiero jodidamente morir, solo quiero cerrar los ojos y sentirme bien – me respondió, girando la cabeza hacia mí, cubriendo sus ojos con los mechones de su cabello- y tu ¿Por qué sonríes? – menciono él.
-Sabes que todas esas sonrisas son falsas- respondí tomando a Prings para rascarle detrás de las orejas – a pesar de lo que me ha hecho ese viejo, no lo sé, cada paso que doy me hundo más, estoy roto – lo abrace y le susurre al oído- estamos perdidos. Debrah regreso del trabajo y comenzó a preparar la cena. El viejo regreso a la casa, cubierto de sudor, su cuerpo apestaba a sexo. Cuando oímos el llamado de mi prima, fuimos rumbo al comedor. Nuestros estómagos proclamaban la necesidad de comer. Todos estaban en silencio. Carlos y Debrah solo se compartían sonrisas de cordialidad.
-Es tu pareja- pregunto el viejo sarcásticamente, retorciéndose el bigote.
-No es de tu incumbencia- le respondí.
-Desde pequeño supe que eras un homosexual- dijo el – tanto disfrutaste eso aquella noche que ahora eres así.
Debrah dejo de comer, le temblaban las manos y solo me resistía a querer golpearlo.
-Que adulto actúa de esa forma en la que te comportas, eres repugnante- me levante de la mesa, alzando mi voz- yo doy ASCO, vaya que estupendo, porque no te dedicas a no meterte en mis asuntos.
Después me largue de ahí con Carlos para llevarlo a su casa. HOMOSEXUAL, quien se cree, solo es un viejo depravado, desearía poder borrar ese día. Caminamos sin decir nada, hasta que vimos a los padres de Carlos, por su expresión no parecían encantados. Cuando él se acercó a tratar de explicar. Solo vi una mano alzarse, su padre lo había abofeteado, mi amigo me hizo una seña para marcharme de ahí.
Al día siguiente, Debrah estaba apoyada en el marco de la puerta de mi habitación, venía a discutir conmigo. Le respondí lo mismo de cada mañana y me despedí regalándole un beso en la mejilla. Me apure para tomar el metro, rumbo a la preparatoria. Saque mi móvil y los audífonos. Me dispuse a escuchar música, apoyando mi cabeza en la ventana. Deje caer mi cuerpo en el asiento, así es mi vida, un abuso en la infancia, mi custodia en manos de mi tío, fingir estar bien, es lo correcto, de eso se trata vivir, rodeado de máscaras. Emociones baratas, porque me siento muerto, pierdo mi tiempo y cargo con ese miedo que todavía ignoro. Hay cosas de las que no suelo hablar, es más fácil mostrar lo que quieren ver. Llego a la entrada de la institución mostrándole mi pase al guardia. Me siento en mi pupitre y el profesor comienza a anotar algunos números con tiza en la pizarra. Se escucha un golpe proveniente de la puerta del aula, otra chica llegando tarde, el maestro se acomodó sus gafas, para preparar su discurso y después dejarla pasar. El reloj solo sabía decir tic tac, el resto ponía atención y yo garabateaba al final de mi libreta. En un pequeño receso, unos compañeros se acercaron a mí y a Carlos, ofreciéndonos una invitación para beber algo.
-Claro-dije regalándoles una sonrisa.
Carlos me miró, sabía lo que pensaba, con gusto me encantaría ser como todo el promedio, emborracharme, caer en vicios, porque no también vamos por un par de narcóticos y cigarrillos de paso. Algunos fuman, otros se embriagan, algunos se drogan, y otros se enamoran. Lo cierto es que cada uno se destruye a su manera. Pero que podía hacer, es solo una máscara, como si las personas no la tuvieran, el mundo está basado en una falsedad de manera social. Después de clases, visitamos un pub local. Las risas de los chicos, tragos en la mesa, el olor de la comida y la música palpitando en mi cuerpo. Estaba comiendo un par de papas fritas y entonces uno de los muchachos, paso su brazo en mi hombro.
-Vamos toma, la noche es joven – dijo apuntándome con su dedo en el pecho- entiendes- solo le asentí.
Todos levantaron sus botellas, coreando la noche es joven, la gente se divertía, gire mi cabeza y una chica con vestido azul de escote triangular. Me estaba mirando, cuando ella noto que hacía lo mismo, se colocó una parte de su cabello detrás de su oreja y se mordió los labios. Trágame tierra pensé. Félix un compañero de la clase de química, empezó a cantar “La Macarena” encima de la mesa, las demás personas, seguían sus pasos desde donde se encontraban. Carlos reía de él y bailaba al compás de los demás. Cuando por fin pudimos bajar a Félix, me despedí de los demás. Carlos tomo su chaqueta holgada de los 80´, herencia de su abuelo, que tanto amaba usar. Ya en la salida del pub, la chica del vestido azul, se me acerco.
-Chico ¿Cuál es tu número? – pregunto, ignorando la presencia de Carlos.
– ¡Ah ¡que sorpresa, mira cariño es el 823, podrías darte a respetar-dije pellizcándole la mejilla izquierda- Hasta luego.
Carlos se quedó estupefacto y ella se ponía roja de la rabia.
-Vámonos- dijo él.
En la mañana se escuchó el timbre, me levante de la cama y pase mis manos sobre mi cara. Debrah me despertó antes para decirme que regresaría más tarde. Carlos había venido de visita, pero prefirió abrazar y mimar a Prings. Le revolvía la melena a su antojo y el gato ronroneaba meneando la cola. Él animal divago, hasta recostarse en una caja vieja, Carlos lo siguió, se encariño mucho con él. Vi donde estaba y corrí para tomar esa caja. Cuando la tuve en mis manos, Prings cayó al suelo, refunfuñado se fue, desairando a Carlos cuando intento tomarlo.
– ¿Estas bien? – me pregunto el
Se quedó en silencio cuando la abrí, se encontraban dos lápices de colores, tatuajes falsos de los que empaquetan en las gomas de mascar, una caja envuelta en papel de regalo con un papelito, donde venía para el cabello de chica, unas llaves oxidadas, una púa de guitarra, tres barras de neón sin usar, una libreta verde y una videocámara. Todo lo que contenía, era una historia. Conecte la videocámara con el ordenador. Carlos rompió el papel de regalo y vio el contenido. Me miro sorprendido, eche un vistazo, eran un par de baquetas para una batería. El cual se llevaría consigo. Aún recuerdo como lo conocí, el acné de varios, la pubertad, mis 12 años recién cumplidos, al principio que lo vi, pensé que era una chica, el uniforme de la secundaria era neutro, pantalones grises, suéteres de lana, camisetas blancas y corbatas escolares. Era difícil distinguir su género, pasaban asistencia por medio de los apellidos, pocos lo conocían. Usaba una pequeña cola de caballo de lado, el cabello dividido a la mitad y parte de él cubrían sus ojos. Parecía una niña, una tarde durante la hora libre, todos los chicos salieron a jugar futbol, las chicas solo los miraban. Pero él se quedó en su silla, me acerque, su presencia me causaba curiosidad. En ese momento pensé, entonces no es como todas, interesadas en buscar pareja.
-No saldrás con tus amigas a ver- le dije
– ¿Qué? – empezó a reírse a carcajadas, se levantó los mechones que le cubrían – te resulto atractiva ahora.
En ese momento me di cuenta de que era un varón y mis mejillas se pusieron del color de un tomate, que estúpido había sido, no conocía nadie, así que me senté a un lado de el para conversar.
– ¿Por qué llevas el cabello tan largo? – le pregunte
-Para confundir a las personas ¿acaso no es divertido?
Le puse los ojos en blanco y el me saco la lengua. Me relato que era un fanático del rock, por eso lo usaba así y que quería ser baterista de una banda. Su grupo favorito se llamaba “Retro style”, aunque no era muy popular. Desde esa ocasión, nos volvimos más cercanos el uno del otro. Almorzábamos juntos y le pasaba algunas respuestas, en los exámenes de matemáticas. Lo veía tocar un instrumento imaginario, con sus dos lápices de colores favoritos. Y nos metíamos en algunas que otras disputas, escuchábamos música y nos colocábamos tatuajes falsos en los brazos. Una mañana el abuelo de Carlos, me regalo una videocámara y desde ahí comencé a documentar nuestras travesuras. Cuando todos los videos, lograron descargarse en mi laptop. Desplace el cursor seleccionando play a uno de los videos. Carlos tenía la cara pintada de verde y le hacía muecas a la cámara.
-Carlos, saluda a la cámara- decía yo, (enserio esa era mi voz a esa edad).
-Eros, vamos tú también.
Volteo la cámara, mi rostro ahora salía, feliz Halloween chillo Carlos, en el video preparábamos una broma, donde Carlos se vestiría de arbusto, asustando a las personas que pasaran por la calle. Después de un rato de molestar a las personas, Carlos asusto a uno de los bravucones de la escuela. Corríamos, mientras nos perseguían un grupo de chavales. Carlos ahora tenía la cámara.
– ¿Cómo estuvo eso Eros?
– ¡Maldita sea!, creo que voy a morir, mi cuerpo se está derritiendo- decía tirado en el pavimento.
-Tengo una idea- menciono él.
-Oh no otra de tus tonterías- solo me miro con picardía.
Carlos estaba atento a cada suceso, que aparecía en la pantalla del ordenador. El apareció con tres canastas de forma de calabazas, robadas de algunos chicos, pobres niños. Antes de acabarse la cinta, gritamos juntos, VIVA EL ROCK. En otra grabación que elegí con el título “Eros el asustadizo”, debió ser idea de Carlos. Ahora yo aparecía, junto a un carrito de supermercado. Eres un cobarde Eros, dijo el detrás de la cámara. No puedes me decía.
-Veras que si puedo- me monté en él, dándome impulso, cuando estuve encima del carrito. Carlos corría siguiéndome, hasta que choque en un automóvil. Y una anciana me golpeaba con su bastón, por haber abollado su Fiat uno. Carlos se burlaba de mí.
Luego de ver todo, Carlos comía fideos picantes instantáneos y yo probaba una rara bebida energética. Puaj, la tire en el lavabo, era lo peor que había probado.
-Vaya que hemos cambiado.
– ¿Qué le paso a tu cabello?
-Solo le hice un recorte
Al cabo de unas horas, me quede solo en casa y Prings recostado en mi cama. El timbre de mi móvil estaba sonando, era Carlos, conteste de inmediato. Se escuchaba distinto. Por medio del auricular me narro, otra discusión con sus padres y el hecho que ya no soportaba seguir con su vida y que planeaba quitársela, pero que tenía miedo. Trate de tranquilizarlo, antes de irme, insistió en contarle, que era a lo que se refería el viejo en aquella cena. Fue hace 9 años. Debrah estudiaba en la biblioteca para una prueba de admisión. Yo veía películas de animación en el televisor, ya era tarde, toda la habitación estaba obscura, mi tío entro, sentándose junto a mí y comenzó a charlar. Una parte de mi ser comenzó a alarmarse. Necesitaba a Debrah, intento hacerme cosquillas, de las cuales esquive, vi un pequeño bulto en medio de sus piernas, no sabía lo que era. Cerró la puerta con seguro, intente salir, pero él me bloqueo el paso, tumbándome a la cama. Me asusté cuando comenzó a desvestirme, lo pateaba, gritaba, lo arañaba, incluso lo mordí, pero el no hizo caso omiso. Forceje muchas veces, hasta que me golpeo, no conocía a aquel hombre que estaba delante de mí, solo tenía 8 años, (sentía que al contarlo se me quebraba la voz). Eso no lo fue todo, coloco una cámara enfrente de mi litera. Sus grasosas manos, pasaban en cada parte de mi cuerpo, me sentía indefenso, no tenía alguna salida, se suponía que los adultos cuidan de los niños, no los toman como un juguete para su propia satisfacción física, me penetró, me violo como un loco, ¿sabes lo que me pregunto entonces? “¿Duele?”. ¡Que broma!, No creía que yo sintiera nada. Ni siquiera era un ser vivo para él. Me dijo: “Solo tienes cerebro para aprender a chupar los genitales”, el gozaba estar en mi cuerpo, diciendo que estaba muy apretado, sentía que me moría. Al quedar satisfecho, me dejo ahí, cuando Debrah entro al cuarto y trate de correr desconsolado, pero mis piernas no me lo permitían, estaban cubiertas de sangre, temblaba y lloraba. Debrah me abrazo y me aferre a ella. Carlos colgó, pensó que era lo mejor. Sabía que debía hacer, era momento de que mi amigo dejara de sufrir, busqué en línea, lo encontré cerca de donde vivía. Tome el dinero, entre a una tienda y lo ordene. Mañana seria nuestra despedida. No logre conciliar el sueño, tome un papel y escribí la carta más larga que pude hacer, terminando “con amor Eros”. Lo coloque en la mesita de noche perteneciente a Debrah, recorrí el vecindario de donde vivía mi amigo, esperando a que fuera la hora exacta, en la que los padres de Carlos salían a trabajar. Toque el timbre, la cara de Carlos estaba demacrada, me invito a pasar y me ofrecí a hacerle el desayuno. El encendió la tv, recostándose en el sofá. El pulso de mi corazón era demasiado rápido, cálmate me dije, le preparé unos huevos revueltos, un par de salchichas y un licuado de fresa con 650 gramos de cianuro. Mortal para el ser humano.
-Ya está listo.
Puse la comida en la mesa, sentándome a un lado de él
-Te luciste, se ve delicioso.
Lo vi tomarse, hasta la última gota, lo abrace y el me miro confundido. No lo solté, al cabo de unos minutos, no podía respirar. Lo conduje hasta el garaje.
-Lo siento, lo siento tanto- lo repetía tantas veces.
-Gracias- fue lo único que pronuncio, apenas pude entenderle, lo sostuve entre mis brazos, lloraba y el solo sonreía. Estuve ahí hasta que dejo de existir…
Dos horas después de la muerte de Carlos
– Y esa mi pequeña Lucy es toda la historia…
La niña solo me miraba horrorizada, se quedó petrificada, dejando tirada su muñeca. Saque de mi bolsillo una bolsa de cianuro, ya no me queda nada por vivir.
-Lucy, fue un gusto haberte conocido- le di un beso en la frente- no permitas que nadie te lastime.
Me introduje ese polvo en mi boca, amargo era su sabor, caí en el suelo, me quedaba sin oxígeno. Lucy corrió y no volví a verla nunca más.
Carlos quería dejar de sufrir, tarde o temprano lo haría, pensé que al hacerlo me alegraría, dejaría de sentirme vacío, no fue así o no lo sé, ya no me importa, no le temo a la muerte, solo a ese trance, no hay razón para quedarse, me resulta un buen motivo para poder marcharme. Acaso dirás que estaré mal de la cabeza. Que me faltan tornillos y es cierto.
Nos llaman locos y retorcidos, que tenemos trastornos, pero solo es parte de nuestros encantos.
Fin.
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