Un budita en el monasterio

Un budita en el monasterio

Chupeta

16/04/2020

El 2018 fue un año de respuestas. Sí, efectivamente, siempre sospeché que había años donde todo eran preguntas y otros años donde llegaban las respuestas. Quiso el destino o el universo, en su gran sabiduría, que ese año mi trabajo fuera en un pueblito llamado Jesús Pobre. Al pie del Montgó y la Sella, entre Xavia y Denia. Y aunque elt trabajo era de naturaleza terrenal, trabajaba de camarero en un restaurante, la vida me colocó justo en el lugar donde encontraría respuesta a una de mis principales preguntas. ¿Cómo es un ser iluminado?

Al poco tiempo encontró que cerca de  casa se encontraba el Centro Paramita de estudios tibetanos, el mayor centro budista de Europa, visitado frecuentemente por Richard Gere y famosos budistas. Ni corto ni perezoso un día decidí ir al templo, entrar

y averiguar si podía meditar y compartir pensamientos. He de confesar que llevo meditando desde hace siete años y me encuentro tan verde o con las mismas

dificultades que el primer día. Así que con toda la voluntad y el esfuerzo de mejorar en la meditación me dirigí con toda la ilusión hacia allí. El Centro Paramita se encuentra en la Sella, en la parte más alta de una colina con unas vistas increíbles de la costa de Denia.

Es un sitio donde se siente mucha paz y recogimiento, pero que para mantenerlo así, se han visto obligados a restringir el acceso de los «no budistas» a la tarde del miércoles o mañana del domingo. Cosa totalmente entendible, ya que los humanoides en busca de felicidad, somos capaces de cargarnos cualquier intento de evoluvionar hacia esa

dirección con nuestro afán de querer ser los primeros y que todo sea para nuestro

beneficio particular.

Abandoné el centro con emociones encontrados. Por un lado la frustración de no poder meditar cuando yo quisiera, el trabajo en hostelería no deja mucho tiempo pero, por otro

lado la alegría de descubrir que tienen una página web con audios donde te enseñan y guían en el arte de la meditación. No fue hasta tres meses después, en octubre, al acabar la temporada cuando por fin conseguí tener un domingo libre y poder ir al centro.

He de confesar que mis expectativas eran muy altas. Básicamente creía a pies juntillas que iba a recibir la iluminación y me iba a convertir en la reencarnación de Buda.

Muchos veces nuestras expectativas se cumplen de manera muy diferente a lo que queremos o deseamos. Es tarea del iluminado saber ver el mensaje y meditar en las consecuencias, para poder aplicar las enseñanzas a tu vida.

Ese domingo el culto o la meditación estaba dedicada a una Diosa, sinceramente, no recuerdo cual. Apenas éramos ocho personas, de las cuales solamente dos, aquí me incluyo, no teníamos ni idea de lo que debíamos hacer o recitar.

El rezo estaba dirigido por una mujer budista, no se exactamente como se las denomina dentro de la religión budista, si son monjas o sacerdotisas. Y sin ánimo de ofender a nadie, me sorprendió mucho que fuera mujer, no porque haya dudado nunca de la capacidad de estas, sino por  mi desconocimiento de la religión budista, nunca me

había imaginado o había visto imágenes de mujeres budistas. Estúpido por mi parte, ya que tiene todo el sentido del mundo que sea una creencia o religión asexual.

Así que empezaron los rezos y sutras, el movimiento de manos, el toque de campanas
y cantos. Encontré muy difícil seguir una ceremonia tan rica en movimientos y palabras en sanscrito, así que me dedique a meditar por mi cuenta, ignorando lo que ocurría a mi alrededor, aunque intentando seguir y respetar con mi silencio la ceremonia.
Finalmente acabó el rito, la meditación o la ceremonia dedicada a la Diosa. Me dirigí a la salida para buscar mi calzado, con ánimo decaído , ya que ninguna de mis
espectativas se habían cumplido. Todo el aprendizaje que había adquirido en esas dos
horas, consistía en descubrir que existían monjas budistas y que los ritos son muy ricos
en movimientos y versos. Cosa que no aportó gran cosa a mis deseos de iluminación.
Mientras me calzaba los zapatos, ocurrió algo que cambió toda mi experiencia y le dio sentido a esa visita al templo. Aunque como la mayoría de las enseñanzas, tardara tiempo en asimilarla y poder aplicarla.
La «monja» o la encargada de haber dirigido la ceremonia, salió a despedirse de las
personas que conocía, y cual fue mi sorpresa y enfado, al escucharla quejarse, de que
los primerizos como yo, que desconocemos el rito, se nos permitiera asistir al centro. Entiendo perfectamente a lo que se refería la «monja» y aunque mi sorpresa y
cabreo eran considerables, como soy de naturaleza prudente, agradecí a la señora tanto su tiempo como su dedicación, y pedí disculpas por haber perturbado su día.
Abandoné el centro en estado de shock , no entendiendo lo que me había ocurrido esa mañana. Solo al llegar a mi casa y serenar el espíritu entendí el mensaje. Los budistas, aunque no lo imaginemos, también son personas de carne y hueso, y no están las 24 horas del día de buen humor.
Es más, incluso me atrevería a decir que algunos tienen mal humor. Lejos de ser algo
negativo, me dio la serenidad y la certeza que cualquiera puede ser una reencarnación
de Buda. Al igual que existen curas y monjas cristianos con muy mal caracter, ocurre lo
mismo en la religión budista. Aunque no sea la primera imagen que nos venga a la
cabeza, seguramente por lejanía y desconocimiento.
Mi respuesta del año 2018 fue….Tranquilo, estas bién, no puedes estar las 24 horas del día de buen humor. Hasta los hombres y mujeres santos, al convivir con el resto de humanoides, a veces tienen mal humor.

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