En la inmovilidad de la madrugada,
el silencio infranqueable de mi alma se calma.
Yo no estoy aquí. Estoy sola en otra parte.
Si me golpearan, no me movería.
Si me hablaras, no respondería.
Estoy en otra parte protegiendo algo rojo y sangrante.
Hay otros cerca, escucho voces y pasos
recorriendo el pasillo blanco.
Aún así, siento la soledad, el dolor y la rabia.
Cerca de mí, muy cerca, algo inmaterial suspira:
– Hace mucho tiempo que sobrevives y tiene su gracia.
¿Sabes? Lo escuché claro y quise verlo
pero cuando giré mi ojo escrutador, no había nadie.
Solo un puente roto con su grieta silenciosa y sangrante.

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