Sentir el metal debajo de la mano se había convertido en la parte más dura del día. Como los días anteriores la había oscilado sobre la manilla tentada de no abrir la puerta. Al salir a la calle se había arrebujado en la trenca, más por reflejo que por frío.

Desde ahí todo iría a peor pero curiosamente saberlo era lo que conseguía reconfortarla. Mientras caminaba hacia la boca del metro, con las manos en los bolsillos, recorría las calles que normalmente le mostraría la ventanilla del autobús. Al llegar bajaba las escaleras sin apoyarse en el pasamanos.

Había días en los que se reía sola pensando en que por no tocarlo acabaría en una ambulancia de camino a urgencias con una pierna rota. Aun así se negaba a llevar guantes. Al menos no desde casa. Aquellas semanas, al llegar a la estación de metro se pegaba a la pared y miraba al suelo distraída. Evitaba memorizar cualquier cara del vecindario que pudiera reconocer al entrar en admisiones. Así sería más fácil.

Al llegar el tren al andén respiraba profundo, llenando los pulmones mientras metía la cara en el cuello de la trenca hasta sentir la cremallera en la punta de la nariz. Y en esa apnea de su propio olor hacía el camino hasta su parada. Las manos en los bolsillos, dándole vueltas a la mascarilla que el día anterior se había negado a tirar por miedo a que hoy no hubiera. Paseando el pulgar por el índice, sin presionar demasiado las heridas que se le iban abriendo en la piel de tanto guante y tanto gel y tanto jabón y tanto alcohol y tanto todo.

Ya solo se podía permitir ese lujo, ese obsceno exhibicionismo de sus manos por el que la criticaban sus compañeros. A ella le daba igual. No le costaba el funambulismo de viajar sin más apoyo que el equilibrio sobre sus pies. Por lo único que hubiera pagado lo que fuera era por poder rascarse la cara.

En cuanto tocaba la manilla del portal la comezón empezaba a devorarle hasta darle pinchazos bajo la piel de la mejilla. Podía dibujar la figura exacta que se formaba bajo su pómulo. A veces el picor no remitía en todo el día, ni siquiera después de los rituales a los que se sometía al llegar a casa, en los que se lavaba y se frotaba por todo el cuerpo con agua caliente, casi hirviendo, y jabón.

Mientras sentada en el vagón, contando las paradas que faltaban, cerró los ojos por un momento y se imaginó aun en casa. Había sido mejor que él decidiera irse. Por las noches llegaba tan cansada que agradecía no tener que hablar con nadie y solo se dejaba caer sobre la cama deshecha del día anterior. A veces hasta cenaba, y entonces le pesaba el silencio. Era algo que le había sorprendido. Los últimos días antes de que se fueran el pequeño estaba imposible y desde que la veía entrar por la puerta no hacía más que buscarla. Ella luego se sentía culpable por haberle gritado y se metía encerraba en la habitación para no escuchar los llantos del niño y los consuelos del padre. La mañana que se habían ido el pequeño enfurruñado en los brazos del padre, se había negado a dar un beso de despedida y le había retirado insistentemente la cara con la mano. Ella se la había quitado de la mejilla y sacando el último resquicio de paciencia que le quedaba le había dado un infructuoso beso en la palma para ganárselo. Los gritos se escuchaban desde el ascensor aun cuando se cerró la puerta. Había sido lo mejor que se fuera, así sería más fácil.

Abrió los ojos a falta de una parada. Comprobó el mapa encima de la puerta como si no supiera de memoria cada letra que ponía. Al bajar del vagón rebuscó en los bolsillos hasta encontrar los guantes de látex nuevos que se puso con resignación antes de llegar a la salida de la plaza. El aire seguía frío para ser abril y las banderas de la entrada del Ifema ondeaban con desgana.

Al pasar por el box de control, mientras le vestían sus compañeros, en su cabeza revivía las historias que había leído sobre los berlineses en la segunda guerra mundial y cómo vivían sumidos en la ansiedad hasta que por fin caía las bombas sobre la ciudad y entonces respiraban aliviados hasta el día siguiente.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS