Él era un concepto simple, digno de admirar por la sencillez que lo caracterizaba.
La sencillez de él, solo de él.
La simplicidad de su alma ingenua, lo volvió una persona digna de merecer todos los astros que la psique de ella podría comprender.
Ella se imaginaba adorando esa simple alma con complejo de luz, quizá por eso le enloquecía el candor que en aquella alma habitaba, porque un alma sin malicia está dispuesta a aceptar un anima con síndrome de complejidad.
Y eso solo podía hacerlo el alma de él, solo de él.
El alma de aquel ser solo podría llevarla a la locura absoluta. Solo él. Solo su alma.
Porque la simplicidad y la complejidad pueden estar dispuestas a unirse para la paz de dos individuos.
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