Y la tierra inhala
Y la tierra exhala
Y el aire gime
Y el aire fluye
El mar agita
Y la vida habita
Y la luz…
Y la luz cambió su diafanidad por una estela tenue y grisácea. El polvo anidó en aleros y taponó los caminos.
El fuego traspasó los cielos, creando huellas, pintando señales.
Y el hombre…
Y el hombre se hizo ciego a su destino, sembrando abrojos y soledades.
¡Labios de bronce!
¡Pies de barro!
¡Canto desterrado!
¡Oído sellado!
Y después de todo, hundió las manos, en la cavidad de sus propios sueños
¡Manos ávidas!
¡Manos de arena!
* Imagen tomada del muro de Islam Gamal.
Luz Marina Méndez Carrillo/09042020/Derechos de autor, reservados.
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